La monitorización en pacientes que han sufrido un infarto agudo de miocardio es una práctica esencial que busca garantizar la seguridad y el bienestar del paciente durante las etapas críticas de su tratamiento. La implementación de un sistema de monitoreo en la unidad de atención cardíaca debe realizarse de manera inmediata, dado que permite la observación constante de los signos vitales y del estado clínico del paciente. Esta vigilancia continua es fundamental, ya que los eventos adversos pueden ocurrir repentinamente, y la detección temprana de cualquier alteración puede ser determinante para el pronóstico del paciente.
En términos generales, los pacientes que no presentan complicaciones asociadas al infarto pueden ser trasladados a una unidad de telemetría después de un periodo de 24 horas. En esta fase inicial, la actividad física del paciente debe limitarse al reposo en cama, lo cual es crucial para minimizar el estrés cardiovascular y permitir que el miocardio se recupere. Sin embargo, la progresión de la actividad física es igualmente importante, y se puede considerar un aumento de las movilizaciones dentro de un intervalo de 24 horas, siempre y cuando el estado del paciente lo permita.
La deambulación progresiva, que implica un aumento gradual de la actividad física, debe iniciarse entre 24 y 72 horas después del infarto, siempre bajo condiciones de tolerancia. Esta estrategia es esencial para prevenir complicaciones como la trombosis venosa profunda y la pérdida de la capacidad funcional, al tiempo que se favorece una recuperación cardiovascular más efectiva.
En relación con el alta hospitalaria, para aquellos pacientes que no presentan complicaciones, el egreso antes del cuarto día postinfarto es considerado apropiado. Este enfoque no solo optimiza la utilización de los recursos hospitalarios, sino que también permite al paciente continuar su recuperación en un entorno más familiar y cómodo.
Es importante señalar que, en el contexto de la oxigenoterapia, se debe administrar oxígeno suplementario de bajo flujo, en un rango de 2 a 4 litros por minuto, en caso de que se observe una reducción en la saturación de oxígeno del paciente. Sin embargo, es fundamental tener en cuenta que no se recomienda el uso rutinario de oxígeno en pacientes sin hipoxemia evidente, ya que la administración innecesaria puede acarrear efectos adversos, incluyendo la toxicidad por oxígeno y la reducción de la ventilación espontánea.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2024. McGraw Hill.
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Originally posted on 20 de septiembre de 2024 @ 11:50 AM