El trastorno por uso de sustancias psicodélicas es, en comparación con otros tipos de trastornos por uso de sustancias, una condición poco frecuente. Esta rareza se debe a una combinación de factores farmacológicos, psicológicos y sociales que distinguen a los psicodélicos clásicos —como el ácido lisérgico (LSD), la mescalina, la psilocibina, la dimetiltriptamina (DMT) y otras sustancias derivadas de los aminoácidos esenciales fenilalanina y triptófano— de otras drogas con potencial adictivo, como los opioides, los estimulantes o el alcohol.
Desde un punto de vista farmacológico, los psicodélicos clásicos no inducen una activación directa del sistema dopaminérgico mesolímbico, el cual está fuertemente implicado en los mecanismos neurobiológicos de la recompensa y la formación de hábitos adictivos. A diferencia de las sustancias que generan dependencia física y una necesidad compulsiva de consumo repetido, los psicodélicos actúan principalmente como agonistas o agonistas parciales del receptor serotoninérgico 5-HT2A, el cual está implicado en la percepción sensorial, la regulación del estado de ánimo y la cognición, pero no en los circuitos clásicos del refuerzo positivo. Por lo tanto, su perfil neuroquímico no favorece el desarrollo de patrones compulsivos de uso.
Además, el uso continuado de estas sustancias suele generar una rápida tolerancia, fenómeno conocido como taquifilaxia. Tras uno o pocos usos consecutivos, el organismo desarrolla una disminución significativa de la respuesta a la droga, lo que hace que sus efectos psicodélicos se atenúen o desaparezcan temporalmente. Esta tolerancia cruzada entre diferentes psicodélicos reduce la probabilidad de un consumo diario o intensivo, como sí ocurre con sustancias que generan dependencia fisiológica.
Manifestaciones clínicas
Los psicodélicos inducen experiencias profundamente alteradas de la conciencia, que incluyen distorsiones perceptuales, ilusiones visuales, alucinaciones, disolución del ego, labilidad afectiva y una transformación temporal en la percepción del tiempo. Estas experiencias pueden ser emocionalmente intensas, con una fase inicial caracterizada por tensión seguida de una catarsis emocional, como el llanto o la risa involuntaria. Posteriormente, especialmente a dosis más elevadas, pueden emerger alteraciones perceptuales marcadas y una sensación de despersonalización o disolución del yo, que en algunos casos puede ser vivida como aterradora. Esta posibilidad de experimentar una “mala experiencia” (o “mal viaje”) —caracterizada por pánico, paranoia, disforia, confusión o síntomas psicóticos transitorios— representa un factor disuasorio importante que tiende a limitar la frecuencia de uso. Es decir, la propia intensidad de los efectos agudos actúa como barrera natural frente al consumo repetido.
Adicionalmente, el contexto en el cual se consumen estas sustancias —el llamado “set and setting”, es decir, el estado mental del usuario y el entorno físico y social en que se encuentra— influye de manera decisiva en la naturaleza de la experiencia. La imprevisibilidad del resultado, combinada con la necesidad de introspección y la posibilidad de enfrentarse a aspectos psicológicos profundos o reprimidos, desalienta un uso recreativo habitual o compulsivo.
Tampoco suele haber un patrón de consumo vinculado a la búsqueda de placer inmediato o euforia desinhibida, como ocurre con otras drogas. En cambio, muchos usuarios de psicodélicos reportan que las experiencias tienen un carácter introspectivo, espiritual o incluso terapéutico, lo cual distancia el consumo de un modelo adictivo y lo acerca a un patrón de uso ocasional, muchas veces con largos intervalos entre sesiones.
Tratamiento

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.