La analgesia en pacientes que han sufrido un infarto agudo de miocardio es un aspecto fundamental del manejo clínico, ya que el dolor intenso asociado a esta condición no solo afecta la calidad de vida del paciente, sino que también puede agravar la isquemia miocárdica y aumentar la carga emocional, lo que repercute negativamente en el pronóstico. La estrategia inicial para el control del dolor se basa en la administración de nitroglicerina sublingual, un vasodilatador que actúa aliviando el dolor anginoso al reducir la carga de trabajo del corazón y mejorar el flujo sanguíneo coronario. Sin embargo, si tras la administración de dos o tres tabletas de nitroglicerina no se observa una respuesta satisfactoria, es necesario recurrir a opciones más efectivas.
En este contexto, los opioides intravenosos se convierten en la elección preferida para proporcionar una analgesia rápida y eficaz. La administración de sulfato de morfina, en dosis que varían entre 4 y 8 miligramos, es una práctica común y se justifica por su capacidad no solo para aliviar el dolor, sino también para reducir la congestión pulmonar, un síntoma que puede presentarse en estos pacientes debido a la insuficiencia cardíaca congestiva asociada al infarto. La morfina actúa como un agente analgésico potente y, al mismo tiempo, produce efectos sedantes que pueden ser beneficiosos en el manejo del estrés emocional que sufren estos pacientes. En casos donde se considere la meperidina, las dosis recomendadas oscilan entre 50 y 75 miligramos.
Es importante destacar que, si el dolor persiste, se pueden administrar pequeñas dosis adicionales de opioides cada 15 minutos, hasta que se logre el cese del dolor. Este enfoque controlado permite ajustar la analgesia de manera continua y personalizada, garantizando que el paciente reciba el alivio necesario sin llegar a sobrepasar los límites de seguridad del tratamiento.
Por otro lado, el uso de antiinflamatorios no esteroides, con excepción de la aspirina, debe ser evitado durante la hospitalización de pacientes que presentan infarto agudo de miocardio con elevación del segmento ST. Esta recomendación se basa en evidencia que indica que el uso de estos fármacos puede incrementar el riesgo de mortalidad, así como de complicaciones graves como la ruptura miocárdica, hipertensión, insuficiencia cardíaca y lesión renal. Los mecanismos subyacentes a estos riesgos incluyen la interferencia con la función plaquetaria, la exacerbación de la hipertensión arterial y el efecto adverso sobre la perfusión renal, lo que puede agravar el estado del paciente y dificultar su recuperación.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2024. McGraw Hill.
Originally posted on 20 de septiembre de 2024 @ 12:15 PM