El miembro inferior del cuerpo humano se divide en cinco segmentos anatómicos claramente diferenciables: la cintura pélvica, el muslo, la rodilla, la pierna y el pie. Esta división responde tanto a criterios anatómicos como funcionales, ya que cada uno de estos segmentos posee características estructurales, biomecánicas y fisiológicas específicas que contribuyen de manera coordinada a las funciones principales del miembro inferior, como la locomoción, el mantenimiento del equilibrio y el soporte del peso corporal.
La cintura pélvica constituye el anclaje del miembro inferior al esqueleto axial. Está formada por los huesos coxales, que se articulan posteriormente con el sacro en la articulación sacroilíaca y anteriormente entre sí en la sínfisis púbica. Esta estructura ósea proporciona una base sólida y estable, capaz de soportar el peso del cuerpo y de transferirlo hacia los miembros inferiores durante la marcha, la bipedestación y otras actividades. Además, aloja y protege órganos pélvicos, lo que refleja su papel multifuncional dentro del organismo.
En continuidad con la cintura pélvica, se encuentra el muslo, delimitado superiormente por la articulación coxofemoral y, por debajo, por la articulación de la rodilla. El muslo contiene un único hueso largo, el fémur, que es el más robusto del cuerpo humano. Este hueso se articula proximalmente con el acetábulo del hueso coxal, formando una articulación esferoidea que permite una amplia gama de movimientos. El muslo está rodeado por poderosos grupos musculares, como los extensores, flexores y aductores, cuya acción es fundamental para la locomoción y el mantenimiento de la postura.
La rodilla representa una región de transición y una de las articulaciones más complejas del cuerpo humano. Se compone principalmente de la articulación entre el fémur y la tibia, así como la presencia de la rótula o patela. Esta articulación permite movimientos de flexión y extensión, y en menor medida, de rotación, siendo esencial para adaptar la longitud funcional del miembro durante la marcha. Está estabilizada por ligamentos, meniscos y estructuras musculotendinosas que le otorgan resistencia frente a las fuerzas mecánicas que actúan sobre ella.
Inferiormente a la rodilla se localiza la pierna, que se extiende desde la articulación femorotibial hasta el tobillo. Anatómicamente, la pierna está constituida por dos huesos largos: la tibia, que soporta la mayor parte del peso, y el peroné o fíbula, que actúa como soporte lateral y punto de inserción muscular. Esta región contiene grupos musculares divididos en compartimentos que facilitan funciones como la dorsiflexión, la flexión plantar y los movimientos laterales del pie, todos esenciales para la propulsión y el control del cuerpo en movimiento.
El pie constituye el extremo distal del miembro inferior y desempeña funciones críticas tanto en la locomoción como en el equilibrio. Está formado por múltiples huesos (tarsianos, metatarsianos y falanges), dispuestos en arcos que actúan como amortiguadores y distribuidores de cargas. El pie contiene numerosas articulaciones que permiten ajustes finos durante la marcha, y está dotado de músculos extrínsecos e intrínsecos que colaboran en la adaptación al terreno y en la estabilidad postural.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Latarjet / Ruíz Liard / Pró. ANATOMÍA HUMANA. Ed. Médica Panamericana. Ed. 5 a. 2019
- Keith L. Moore. Anatomía con orientación clínica. Ed. Wolters Kluwer. 8° edición. 2017
- Gray´s Anatomía para estudiantes. Elsevier;. 3a Edición. 2015

