El corte por congelación permite el desarrollo de la cirugía científica
El corte por congelación permite el desarrollo de la cirugía científica

El corte por congelación permite el desarrollo de la cirugía científica

La técnica de corte por congelación, que se consolidó como una de las innovaciones más destacadas y fundamentales en la historia de la cirugía científica, representa un avance significativo en la capacidad de los cirujanos para realizar diagnósticos precisos y tomar decisiones terapéuticas durante las intervenciones quirúrgicas. Esta técnica fue clave en la evolución de la cirugía moderna, ya que permitió un acceso más rápido y detallado a la información sobre la naturaleza de los tejidos en tiempo real, lo que transformó por completo la práctica de la cirugía y la anatomopatología.

En los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX, la cirugía aún se encontraba en una etapa de desarrollo en cuanto a sus principios diagnósticos y técnicas de intervención. La «anatomopatología quirúrgica», término que alude al estudio de las enfermedades a través de la observación de los tejidos humanos, se limitaba en gran medida al conocimiento macroscópico. Es decir, los cirujanos y médicos solo podían evaluar las lesiones observando a simple vista los órganos o tejidos afectados, sin contar con herramientas para examinar la estructura celular o tisular en detalle durante una cirugía.

En este contexto, el trabajo de figuras como James Paget y Theodor Billroth marcó un hito importante en la evolución del diagnóstico quirúrgico. Paget, un destacado cirujano y patólogo británico, fue pionero en la relación entre los cambios patológicos a nivel microscópico y las manifestaciones clínicas de las enfermedades. Por su parte, Billroth, un cirujano austríaco que se considera uno de los fundadores de la cirugía abdominal moderna, fue clave en la formación de la anatomopatología quirúrgica como campo científico, combinando conocimientos de cirugía, anatomía y patología.

En 1895, el cirujano y patólogo Nicholas Senn, profesor en el Rush Medical College de Chicago, hizo una recomendación fundamental para el avance de la cirugía diagnóstica al proponer el uso de un «micrótomo congelante» como herramienta para el análisis de tejidos durante una intervención quirúrgica. Esta sugerencia fue un punto de inflexión en la evolución de la cirugía moderna, pues la capacidad de obtener cortes microscópicos de los tejidos en tiempo real representaba un gran avance en la obtención de diagnósticos inmediatos y precisos, especialmente en situaciones en las que se requería tomar decisiones rápidas, como en la cirugía oncológica.

El micrótomo congelante se basaba en la idea de que los tejidos extraídos del paciente durante la cirugía podían ser congelados y luego cortados en finas láminas para su análisis microscópico, lo que permitiría a los cirujanos obtener información sobre la naturaleza de las lesiones sin tener que esperar el tiempo necesario para el procesamiento tradicional de muestras. Sin embargo, en sus primeras etapas de desarrollo, los micrótomos congelantes eran dispositivos rudimentarios que presentaban importantes limitaciones. La congelación de los tejidos causaba distorsiones significativas en la morfología celular, lo que dificultaba la obtención de imágenes claras y precisas que permitieran un diagnóstico confiable. Las estructuras celulares podían fragmentarse o volverse irreconocibles debido al proceso de congelación inadecuado, lo que hacía que el uso de esta técnica fuera problemático para los diagnósticos exactos en tiempo real.

A medida que avanzaba la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías, comenzaron a surgir métodos más sofisticados para solucionar estos problemas y mejorar la calidad del corte de los tejidos congelados. Dos figuras clave en este proceso fueron Thomas Cullen, un ginecólogo del Johns Hopkins Hospital, y Leonard Wilson, jefe de anatomía patológica en la Mayo Clinic. Cullen desarrolló un sistema mejorado para la congelación de tejidos, que empleaba un método más eficaz para endurecer los mismos, lo que permitía obtener cortes más finos y menos distorsionados. Wilson, por su parte, contribuyó con sus avances en la creación de un dispositivo que aseguraba la preservación de la morfología de las células al hacer la congelación de forma más controlada y precisa.

Con estos avances, el corte por congelación comenzó a ganar en precisión y confiabilidad, lo que lo convirtió en una herramienta cada vez más útil en la práctica quirúrgica. Sin embargo, el verdadero impulso para la adopción generalizada de esta técnica en la cirugía llegó a finales de los años veinte y principios de los treinta del siglo XX, en un momento en que la anatomopatología estaba comenzando a reconocerse como una especialidad médica por derecho propio, y cuando la influencia del modelo de anatomopatólogo-cirujano estaba en declive. Este cambio se debió en parte a la creciente especialización de la medicina, que favoreció la división del trabajo entre diferentes campos médicos, como la cirugía y la patología.

En este contexto, uno de los principales defensores del uso sistemático del corte por congelación durante las intervenciones quirúrgicas fue Joseph Bloodgood, un destacado cirujano estadounidense y discípulo cercano de William Stewart Halsted, considerado uno de los fundadores de la cirugía moderna. Bloodgood, quien estaba comprometido con la mejora de los resultados quirúrgicos y el diagnóstico intraoperatorio, fue fundamental en la integración del corte por congelación como una herramienta esencial en la cirugía. Su apoyo al uso de esta técnica, junto con su prestigio y liderazgo en el campo de la cirugía, permitió que el corte por congelación se estableciera como un procedimiento estándar en muchas intervenciones quirúrgicas, especialmente en el tratamiento del cáncer, donde la necesidad de evaluar la extensión de la enfermedad en tiempo real es crucial para determinar la cantidad de tejido que debe ser extirpado.

El corte por congelación proporcionó una ventaja clínica decisiva, pues permitió a los cirujanos obtener información diagnóstica crucial durante la intervención. En particular, en las cirugías oncológicas, donde la precisión es vital para asegurar que todo el tejido maligno sea removido sin afectar innecesariamente al tejido sano, la capacidad de obtener cortes microscópicos en tiempo real fue un avance significativo. Los patólogos podían examinar los cortes obtenidos del tejido congelado y proporcionar diagnósticos rápidos sobre la naturaleza del tumor, la presencia de márgenes positivos (es decir, tejido canceroso aún presente en el área circundante) o la extensión de la enfermedad, lo que permitía a los cirujanos ajustar sus estrategias en el mismo momento de la operación.

La integración de esta técnica dentro de la práctica quirúrgica también marcó el comienzo de un enfoque más colaborativo entre cirujanos y patólogos. Aunque los anatomopatólogos se habían distinguido como expertos en el análisis de tejidos después de la intervención quirúrgica, el corte por congelación permitió que participaran activamente durante la cirugía, contribuyendo de manera directa a la toma de decisiones quirúrgicas, lo que a su vez enriqueció la calidad de la atención al paciente.

La importancia de la técnica de corte por congelación radica en que permitió una toma de decisiones mucho más rápida y precisa durante la cirugía. Antes de su invención, los cirujanos no podían contar con un diagnóstico inmediato de los tejidos, lo que obligaba a esperar varias horas o incluso días para recibir los resultados de los análisis histológicos. Esto implicaba que el cirujano tenía que tomar decisiones basadas en estimaciones, lo que aumentaba el riesgo de cometer errores o de no abordar adecuadamente la enfermedad del paciente. Con la introducción de la congelación, el cirujano podía obtener información detallada sobre la extensión y el tipo de tejido afectado, permitiendo la toma de decisiones más informadas, como la necesidad de extirpar más tejido, realizar una resección más radical o conservar ciertas áreas.

 

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Townsend, C. M., Beauchamp, R. D., Evers, B. M., & Mattox, K. L. (2022). Sabiston. Tratado de cirugía. Fundamentos biológicos de la práctica quirúrgica moderna (21.ª ed.). Elsevier España.
  2. Brunicardi F, & Andersen D.K., & Billiar T.R., & Dunn D.L., & Kao L.S., & Hunter J.G., & Matthews J.B., & Pollock R.E.(2020), Schwartz. Principios de Cirugía, (11e.). McGraw-Hill Education.
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Originally posted on 3 de diciembre de 2024 @ 3:33 AM

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