Intoxicación y sobredosis por opioides
Intoxicación y sobredosis por opioides

Intoxicación y sobredosis por opioides

La intoxicación por opioides es una respuesta fisiológica que ocurre como consecuencia de los efectos agudos de sustancias que actúan como agonistas de los receptores opioides, especialmente los receptores mu localizados en el sistema nervioso central. Esta activación desencadena una serie de efectos clínicos que pueden variar en intensidad, dependiendo de la dosis administrada, la vía de administración, la tolerancia del individuo y su estado de salud general.

La sobredosis por opioides representa la manifestación más grave dentro del espectro del síndrome de intoxicación por estas sustancias. En este contexto, la sobredosis se define como un estado potencialmente letal caracterizado por una depresión significativa del centro respiratorio, ubicado en el tallo encefálico y la médula oblongada. Esta supresión de la función respiratoria puede conducir rápidamente a la hipoxia, paro respiratorio y, en ausencia de intervención médica oportuna, a la muerte. Por este motivo, la sobredosis por opioides se considera una emergencia médica que requiere atención inmediata y especializada.

Un dato clínico relevante es que la depresión respiratoria suele estar precedida por signos de advertencia, siendo la sedación uno de los más importantes. Es decir, antes de que se instale el compromiso respiratorio grave, los pacientes suelen presentar somnolencia excesiva o disminución del nivel de conciencia, lo que debe interpretarse como un signo de alarma.

Por otro lado, la intoxicación leve a moderada por opioides —que puede manifestarse como euforia, somnolencia o sensación de bienestar— no suele representar un riesgo vital inmediato. Sin embargo, estas manifestaciones pueden ser sutiles y pasar desapercibidas durante la exploración física, lo que dificulta su detección en entornos clínicos, especialmente si el paciente tiene tolerancia a los opioides.

La tolerancia, definida como la necesidad progresiva de consumir dosis mayores de una sustancia para lograr los mismos efectos iniciales, es un concepto central en el contexto del uso de opioides. Esta condición altera de forma significativa la respuesta del organismo a los opioides y tiene implicaciones directas en el riesgo de sobredosis. En personas con alta tolerancia, la dosis necesaria para provocar euforia puede estar muy cerca, o incluso por debajo, de la dosis capaz de inducir depresión respiratoria, lo que incrementa notablemente el riesgo de eventos adversos graves.

Además, aquellos individuos que han perdido su tolerancia —como sucede tras un período de hospitalización, encarcelamiento o abstinencia— presentan un riesgo particularmente elevado de sobredosis al reexponerse a las dosis que solían consumir previamente. En estos casos, el organismo ya no tiene la misma capacidad de metabolizar o responder a los opioides como antes, lo que puede desencadenar rápidamente una intoxicación grave, incluso con dosis que anteriormente eran bien toleradas.


Manifestaciones clínicas

La intoxicación por opioides constituye un síndrome clínico que abarca un amplio espectro de manifestaciones fisiológicas y neurológicas, cuya gravedad varía según múltiples factores como la dosis, la vía de administración, la frecuencia del consumo y la susceptibilidad individual del paciente. Este síndrome se caracteriza principalmente por la tríada clásica de alteración del estado mental, depresión respiratoria y miosis (constricción pupilar), aunque no todos estos signos están siempre presentes de manera simultánea o evidente.

Desde el punto de vista clínico, el diagnóstico de una sobredosis por opioides debe establecerse cuando existe una depresión respiratoria significativa, generalmente definida como una frecuencia respiratoria inferior a ocho respiraciones por minuto, acompañada de signos de cianosis (coloración azulada de la piel o mucosas debido a hipoxia) o ausencia de respuesta a estímulos verbales o dolorosos. En estos casos, la intoxicación ha alcanzado un nivel crítico en el cual la vida del paciente se encuentra en riesgo inmediato. Esta etapa representa una ventana de oportunidad limitada para intervenir de forma efectiva antes de que ocurra daño neurológico irreversible o la muerte.

La evaluación física del paciente intoxicado revela una serie de hallazgos característicos, entre los que destaca la presencia de miosis, junto con disminución de los parámetros vitales como la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la frecuencia respiratoria. Sin embargo, estos signos pueden ser sutiles o atípicos en algunos casos, particularmente en pacientes con tolerancia previa al consumo de opioides o en aquellos que han ingerido otras sustancias de manera concomitante.

El patrón clínico también puede estar influido por la vía de administración de los opioides, lo cual aporta datos diagnósticos adicionales. Por ejemplo, el consumo por vía intravenosa puede dejar evidencias visibles como marcas lineales o punteadas en la piel (“marcas de aguja” o “caminos venosos”), asociadas frecuentemente a irritación local, hematomas o infecciones de tejidos blandos, como celulitis o abscesos. En el caso del consumo por vía nasal (insuflación), pueden observarse lesiones en el tabique nasal, mientras que el consumo inhalado puede generar irritación de las vías respiratorias. La vía rectal, aunque menos frecuente, también está documentada y puede relacionarse con lesiones locales. Asimismo, las formas subcutáneas e intramusculares, conocidas coloquialmente como “skin popping”, pueden dejar áreas de induración, necrosis o infecciones recurrentes.

Además de las manifestaciones más evidentes, existen otros síntomas asociados al uso y a la intoxicación por opioides que abarcan múltiples sistemas. Estos incluyen náuseas, vómitos, confusión, estreñimiento severo, depresión del estado de ánimo, sequedad bucal (la cual puede contribuir al deterioro dental), y prurito (picazón), muchas veces descrito por los pacientes como una sensación intensa y generalizada que acompaña el uso de ciertos opioides.


Exámenes diagnósticos

Durante el abordaje clínico de una sobredosis por opioides, la realización de pruebas toxicológicas adquiere un papel fundamental en la confirmación de las sustancias implicadas en el cuadro clínico y en la orientación del tratamiento médico. La identificación precisa de los compuestos presentes en el organismo del paciente permite diferenciar entre una sobredosis exclusivamente atribuible a opioides y una intoxicación mixta, situación que es cada vez más frecuente debido a la adulteración de estas sustancias con otros agentes, como benzodiacepinas, estimulantes o compuestos no opioides de alta toxicidad.

Entre los desafíos diagnósticos se encuentra el hecho de que las pruebas toxicológicas de rutina, como los inmunoensayos rápidos de orina, tienen una sensibilidad y especificidad limitadas, y no detectan todos los tóxicos potencialmente implicados. Por ejemplo, sustancias como la xilacina —un sedante veterinario cada vez más comúnmente utilizado como adulterante de opioides ilícitos— no suelen estar incluidas en los paneles toxicológicos estándar. Esto implica que una prueba inicial negativa no descarta la presencia de tóxicos relevantes, y en ciertos casos será necesario recurrir a análisis más avanzados, como la cromatografía líquida acoplada a espectrometría de masas, para lograr una identificación precisa.

Desde el punto de vista ético y legal, la obtención del consentimiento para realizar estudios toxicológicos depende del estado de conciencia y de la capacidad de toma de decisiones del paciente. En aquellos individuos que se encuentran alerta, orientados y con capacidad cognitiva conservada, debe solicitarse su consentimiento informado antes de proceder con la recolección de muestras biológicas para estos fines. No obstante, en el contexto de una emergencia médica, cuando el paciente se encuentra inconsciente, no responde a estímulos o presenta un nivel de conciencia comprometido que impide la toma de decisiones autónoma, el equipo médico está autorizado a realizar estas pruebas sin requerir consentimiento explícito, siempre que se justifique clínicamente su utilidad para la toma de decisiones terapéuticas inmediatas.

Este enfoque se fundamenta en el principio de beneficencia y en la obligación ética de brindar una atención médica oportuna y eficaz en situaciones que amenazan la vida, como es el caso de una sobredosis. El objetivo primordial es obtener información que pueda influir de manera directa en las intervenciones clínicas, como la administración de antagonistas específicos, el monitoreo de posibles interacciones farmacológicas o la prevención de complicaciones adicionales derivadas del consumo de sustancias no detectadas inicialmente.


Tratamiento

El tratamiento de la sobredosis por opioides se basa en una serie de intervenciones que se deben aplicar de manera escalonada, según la gravedad del cuadro clínico y la respuesta del paciente. Este enfoque combina medidas generales de soporte vital con intervenciones farmacológicas específicas, orientadas principalmente a revertir los efectos de los opioides sobre el sistema nervioso central y el sistema respiratorio.

Medidas Generales

El abordaje inicial ante una posible sobredosis por opioides debe iniciarse con intervenciones mínimamente invasivas que permitan valorar el nivel de conciencia del paciente y su respuesta neurológica:

1. Estímulo verbal: Se debe iniciar con una advertencia directa al paciente, como por ejemplo: “¿Está usted despierto? Le voy a administrar naloxona porque sospecho que está sufriendo una sobredosis.” Esta acción permite evaluar si el paciente responde a estímulos auditivos y proporciona una advertencia terapéutica, además de facilitar el consentimiento implícito en caso de que recupere la conciencia.

2. Frote esternal: Si no hay respuesta al estímulo verbal, se procede a aplicar un estímulo físico más intenso, como un frote vigoroso sobre el esternón. Este estímulo doloroso busca desencadenar una respuesta neurológica básica que indique preservación del nivel de conciencia.

3. Administración inmediata de naloxona: En caso de ausencia de respuesta tanto a estímulos verbales como físicos, se debe suponer que el paciente está sufriendo una sobredosis grave, y se justifica la administración inmediata de un antagonista de opioides, como la naloxona.

Medidas Específicas

La naloxona es un antagonista competitivo de los receptores opioides, que actúa principalmente sobre los receptores mu. Se puede administrar por vía intranasal o intravenosa, en dosis de 0.4 a 0.8 miligramos. Su acción se inicia en aproximadamente 2 minutos y tiene una duración de efecto de entre 30 y 90 minutos, lo que puede ser suficiente para revertir los efectos de opioides de acción corta.

La naloxona revierte los efectos depresores del sistema nervioso central inducidos por los opioides, incluyendo la depresión respiratoria y la sedación profunda. Sin embargo, puede desencadenar un síndrome de abstinencia agudo, especialmente en personas con dependencia física, lo cual puede ser clínicamente molesto (con síntomas como agitación, náuseas, sudoración, vómitos o taquicardia), pero potencialmente salvador de vida.

Soporte vital y monitoreo

Mientras se espera el efecto de la naloxona, se deben implementar medidas de soporte vital básicas:

Monitorización continua de signos vitales, especialmente frecuencia respiratoria, saturación de oxígeno y nivel de conciencia.

Acceso venoso adecuado, que permita la administración de líquidos intravenosos o medicación de apoyo.

Oxígeno suplementario, preferentemente administrado por cánula nasal, para mantener una oxigenación adecuada mientras se recupera la función respiratoria espontánea.

Si a pesar de estas medidas el paciente presenta cianosis persistente o evidencia de insuficiencia respiratoria grave, se debe considerar la necesidad de intubación orotraquealy ventilación mecánica asistida, ya que el riesgo de hipoxia cerebral es inminente.

En situaciones en las que la sobredosis ha sido provocada por opioides de larga duración, como fentanilo de liberación prolongada o metadona, puede ocurrir una recaída de la depresión respiratoria una vez que se metaboliza la dosis inicial de naloxona. En estos casos, se recomienda iniciar una infusión continua de naloxona, ajustada a la respuesta clínica, para mantener la reversión del efecto opioide hasta que la sustancia responsable haya sido completamente metabolizada.

En pacientes que reciben opioides prescritos para control del dolor, y que presentan signos de depresión respiratoria sin pérdida completa de conciencia, se puede administrar una dosis de prueba baja de naloxona (por ejemplo, 0.04 miligramos por vía intravenosa) con el objetivo de revertir selectivamente la depresión respiratoria sin anular completamente el efecto analgésico del opioide. Esta estrategia es útil en pacientes que requieren manejo continuo del dolor, como aquellos con enfermedades crónicas o terminales.

Es importante destacar que muchas sobredosis por opioides son polisustancia, es decir, implican el consumo simultáneo de otras sustancias depresoras del sistema nervioso central, como alcohol, benzodiacepinas o xilacina. En estos casos, la naloxona solo revierte los efectos de los opioides, pero no tiene ningún efecto sobre la sedación respiratoria inducida por otras sustancias. Por lo tanto, si la depresión respiratoria persiste tras la administración de naloxona, se debe continuar con cuidados de soporte avanzados, incluyendo oxigenoterapia intensiva, monitoreo cardiopulmonar y, si es necesario, intubación y ventilación mecánica, hasta que el organismo haya eliminado completamente los otros tóxicos presentes.

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. National Institute on Drug Abuse (NIDA). Drugs and the brain. https://nida.nih.gov/publications/drugs-brains-behavior- science-addiction/drugs-brain. Accessed April 6, 2024

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