La trombosis mural se forman en la superficie del músculo cardíaco afectado por un infarto, y su prevalencia es notablemente más alta en infartos de miocardio anteriores que en infartos localizados en otras áreas del corazón. Esta diferencia se debe, en gran parte, a la anatomía y la fisiología del ventrículo izquierdo, que es el principal responsable de bombear sangre al resto del organismo. En los infartos anteriores, la necrosis del tejido muscular puede generar un área extensa de disfunción contractil, lo que favorece la estasis sanguínea y la formación de trombos.
La presencia de trombos murales en el ventrículo izquierdo es particularmente relevante, ya que estos coágulos pueden desprenderse y dar lugar a émbolos arteriales. Se ha observado que aproximadamente el dos por ciento de los pacientes con infarto de miocardio experimentan complicaciones embólicas, generalmente en un periodo que se extiende hasta seis semanas después del evento agudo. Durante este tiempo, el riesgo de que un trombo se desplace hacia la circulación sistémica aumenta, lo que puede resultar en oclusiones en vasos periféricos o cerebrales, ocasionando eventos isquémicos agudos, como accidentes cerebrovasculares.
El fenómeno de los trombos murales es una manifestación de la respuesta del organismo a la lesión cardíaca. La inflamación asociada al infarto, combinada con la alteración en la dinámica del flujo sanguíneo, crea un entorno propicio para la formación de coágulos. En infartos de otras localizaciones, como los infartos inferiores o laterales, la reducción en la movilidad del músculo cardíaco no es tan pronunciada, lo que disminuye la probabilidad de que se formen trombos de este tipo.
En consecuencia, la identificación y el manejo de los trombos murales son esenciales para prevenir las complicaciones asociadas. Se recomienda la utilización de técnicas de imagen, como la ecocardiografía o la resonancia magnética cardíaca, para detectar estos trombos, especialmente en pacientes que han sufrido infartos anteriores grandes. Un enfoque proactivo en la anticoagulación puede ser necesario para minimizar el riesgo de embolización, contribuyendo así a mejorar el pronóstico y la calidad de vida del paciente tras un infarto de miocardio.
La anticoagulación es una estrategia crucial en el manejo de trombos murales en pacientes que han experimentado infartos de miocardio, especialmente aquellos localizados en la región anterior del ventrículo izquierdo. El uso inicial de heparina, un anticoagulante de acción rápida, se establece para prevenir la formación de nuevos coágulos y facilitar la disolución del trombo existente. Esta fase aguda se complementa con un tratamiento a corto plazo con warfarina, que se extiende generalmente durante un periodo de tres meses. Alternativamente, se pueden utilizar anticoagulantes orales de acción directa, basándose en la evidencia derivada de reportes de casos.
La administración de anticoagulantes es fundamental para reducir el riesgo de embolización. En los pacientes con infartos anteriores grandes, la formación de trombos en el ventrículo izquierdo puede tener consecuencias graves si un fragmento del trombo se desplaza a la circulación sistémica, provocando eventos isquémicos como accidentes cerebrovasculares o infartos en otros territorios. La terapia anticoagulante no solo promueve la resolución del coágulo, sino que también previene la aparición de la mayoría de los émbolos.
La identificación de los trombos murales se puede llevar a cabo mediante técnicas de imagen como la ecocardiografía o la resonancia magnética cardíaca. Estas herramientas permiten visualizar la presencia y el tamaño del trombo, así como evaluar la función del ventrículo izquierdo, contribuyendo así a un manejo clínico más efectivo.
Un aspecto crítico del tratamiento es la evaluación continua del estado del trombo. Si, después de tres meses de anticoagulación, se observa que el trombo ha resuelto, se puede considerar la interrupción de la terapia anticoagulante. Esta decisión debe basarse en una valoración cuidadosa del riesgo de recurrencia del trombo y de la probabilidad de complicaciones embólicas, garantizando así un equilibrio entre la prevención de eventos adversos y la minimización de riesgos asociados al tratamiento anticoagulante a largo plazo. En resumen, un enfoque meticuloso en la anticoagulación es esencial para mejorar el pronóstico en pacientes con infartos de miocardio y trombos murales.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2024. McGraw Hill.
Originally posted on 21 de septiembre de 2024 @ 1:35 AM