Anquilostomiasis
Anquilostomiasis

Anquilostomiasis

La infección por los anquilostomas Ancylostoma duodenale y Necator americanus es sumamente prevalente, especialmente en las regiones tropicales y subtropicales del mundo. Estas dos especies de helmintos se encuentran ampliamente distribuidas en estas zonas, debido a las condiciones climáticas y ambientales que favorecen su ciclo de vida y transmisión. Se estima que alrededor de 500 millones de personas en todo el planeta están infectadas con estos parásitos, lo que resulta en aproximadamente 65,000 muertes anuales, reflejando el impacto significativo que esta enfermedad tiene sobre la salud pública global.

El ciclo de vida de estos nematodos comienza cuando los huevos son liberados en el ambiente a través de las heces de individuos infectados. Estos huevos eclosionan en suelos cálidos y húmedos, condiciones ideales para la supervivencia y desarrollo de las larvas. Las larvas permanecen infectivas durante aproximadamente una semana, tiempo en el cual pueden penetrar la piel humana en caso de contacto directo con el suelo contaminado. Una vez que las larvas atraviesan la barrera cutánea, entran en el torrente sanguíneo y migran hacia los capilares pulmonares.

En los pulmones, las larvas atraviesan las paredes alveolares y ascienden por el árbol respiratorio, siendo transportadas por la acción del movimiento ciliar hacia los bronquios, la tráquea y finalmente la boca, donde son ingeridas. Luego de ser deglutidas, llegan al intestino delgado, específicamente al segmento proximal, donde se adhieren a la mucosa intestinal. Allí maduran hasta convertirse en gusanos adultos que se alimentan succionando sangre, causando una pérdida hemática directamente proporcional a la cantidad de parásitos presentes.

Además de la penetración cutánea, la infección por Ancylostoma duodenale puede adquirirse mediante la ingestión accidental de larvas presentes en alimentos o agua contaminados, lo que representa otra vía importante de transmisión. El daño causado por estos parásitos no solo se limita a la pérdida de sangre, sino que puede provocar anemia, desnutrición y retraso en el crecimiento, especialmente en poblaciones vulnerables como niños y mujeres embarazadas.

 

Manifestaciones clínicas

La mayoría de las personas infectadas con anquilostomas no presentan síntomas evidentes, lo que dificulta la detección clínica inicial de la enfermedad. Sin embargo, en algunos casos, especialmente en individuos que han estado previamente sensibilizados al parásito, puede aparecer una erupción cutánea pruriginosa, caracterizada por máculas y pápulas, en el sitio donde las larvas penetran la piel; esta manifestación es comúnmente conocida como “picazón del suelo” o “ground itch”.

Durante la fase migratoria de las larvas a través del sistema pulmonar, algunos pacientes pueden experimentar síntomas respiratorios como tos seca, sibilancias y fiebre de bajo grado. No obstante, estas manifestaciones son menos frecuentes y menos intensas en comparación con las observadas en infecciones por Ascaris lumbricoides.

Aproximadamente un mes después de la infección, cuando las larvas se han desarrollado y los gusanos adultos se adhieren a la mucosa del intestino delgado, pueden aparecer síntomas gastrointestinales, tales como dolor epigástrico, pérdida de apetito y diarrea. Estas molestias son más comunes en personas que nunca han estado expuestas previamente al parásito.

En aquellos individuos con infecciones crónicas y una carga parasitaria elevada, es frecuente la aparición de dolor abdominal persistente, anorexia y diarrea, acompañados de signos clínicos y de laboratorio que indican anemia ferropénica severa y desnutrición proteica. La anemia derivada de la succión continua de sangre por parte de los parásitos puede manifestarse con palidez, debilidad generalizada, dificultad respiratoria y, en casos severos, insuficiencia cardíaca debido a la sobrecarga circulatoria. La pérdida de proteínas plasmáticas puede originar hipoalbuminemia, la cual conduce a la retención de líquidos en los tejidos, produciendo edema periférico y ascitis.

En niños, estas alteraciones nutricionales y hematológicas pueden tener consecuencias graves, afectando negativamente tanto el crecimiento físico como el desarrollo cognitivo, lo que representa un importante problema de salud pública en regiones endémicas.

Por otro lado, la infección por el anquilostoma canino Ancylostoma caninum, aunque menos común, puede producir síntomas similares, incluyendo dolor abdominal, diarrea y un aumento en el número de eosinófilos en sangre. Esta infección puede complicarse con ulceraciones intestinales y linfadenitis regional, condiciones que agravan el cuadro clínico y requieren atención especializada.

 

Exámenes diagnósticos

El diagnóstico de la infección por anquilostomas se fundamenta principalmente en la identificación de los huevos característicos del parásito en las muestras fecales. Estos huevos presentan una morfología distintiva que permite su reconocimiento mediante el examen microscópico directo, lo cual generalmente elimina la necesidad de aplicar técnicas de concentración para aumentar su detección. La visualización de estos huevos en las heces constituye el método estándar y más utilizado para confirmar la presencia de la infección en pacientes sospechosos.

Además del examen parasitológico, el cuadro clínico y los análisis de laboratorio proporcionan información valiosa que contribuye al diagnóstico y evaluación de la severidad de la infección. Entre los hallazgos hematológicos más frecuentes se encuentra la anemia microcítica, la cual se relaciona con la pérdida crónica de sangre causada por la succión de los gusanos adultos en la mucosa intestinal. Esta anemia suele estar acompañada de la presencia de sangre oculta en las heces, un signo indirecto de sangrado intestinal continuo, aunque no siempre visible a simple vista.

Otra alteración común es la hipoalbuminemia, resultado de la pérdida de proteínas plasmáticas que ocurre en infecciones prolongadas o con alta carga parasitaria, lo que puede repercutir en el equilibrio hidroelectrolítico del organismo y provocar edemas. Por otra parte, la eosinofilia, que consiste en un aumento en el recuento de eosinófilos en la sangre periférica, es un marcador inmunológico típico de la infección por helmintos. Este incremento en eosinófilos es particularmente evidente durante la fase migratoria de las larvas, cuando el sistema inmunitario responde activamente a la presencia del parásito en tejidos como los pulmones y la piel.

Tratamiento

El tratamiento de la infección por anquilostomas se basa principalmente en la administración de medicamentos antiparasitarios que han demostrado alta eficacia y un perfil de seguridad aceptable. Entre los fármacos de primera línea se encuentra el albendazol, que generalmente se administra en una dosis única oral de 400 miligramos. Este tratamiento es sencillo y eficaz, lo que facilita su uso tanto en el ámbito clínico individual como en programas de salud pública. Otra alternativa terapéutica es el mebendazol, que se administra en una dosis oral de 100 miligramos dos veces al día durante un período de tres días consecutivos. Ambos medicamentos actúan interfiriendo con el metabolismo y la función celular del parásito, lo que conduce a su muerte y posterior eliminación.

Aunque el tratamiento con albendazol y mebendazol suele ser bien tolerado, en algunos casos pueden presentarse efectos secundarios, tales como diarrea y dolor abdominal transitorio, que generalmente son leves y autolimitados. Además de estos medicamentos, existen otros fármacos con eficacia comprobada contra los anquilostomas, como el pirantel pamoato y el levamisol, que también son opciones válidas, especialmente en contextos donde pueda haber limitaciones en el suministro o resistencia a los tratamientos convencionales.

Es fundamental abordar también las complicaciones derivadas de la infección, en particular la anemia causada por la pérdida crónica de sangre intestinal. En estos casos, el manejo debe incluir la reposición adecuada de hierro para corregir la deficiencia y mejorar la capacidad hematológica del paciente. En situaciones donde la anemia es severa y produce síntomas clínicos importantes, puede ser necesario recurrir a transfusiones sanguíneas para estabilizar al paciente y evitar complicaciones graves.

Desde una perspectiva de salud pública, la Organización Mundial de la Salud recomienda la administración masiva de dosis únicas de albendazol o mebendazol a niños en poblaciones endémicas, con el objetivo de reducir la carga parasitaria y minimizar el impacto de la enfermedad en esta población vulnerable. Estos programas de tratamiento preventivo periódico permiten controlar la transmisión, disminuir la morbilidad asociada y mejorar el bienestar general de las comunidades afectadas. Esta estrategia representa una intervención efectiva y coste-eficiente para combatir la anquilostomiasis a gran escala.

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
  2. Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
  3. Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
  4. Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
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