El corazón humano presenta una disposición anatómica particular que, a primera vista, puede resultar contraintuitiva, especialmente cuando se interpreta a partir de esquemas bidimensionales o ilustraciones convencionales. En términos estructurales, este órgano tiene una orientación oblicua dentro de la cavidad torácica, lo cual condiciona la disposición de sus regiones principales: la base y el vértice.
La base del corazón corresponde a la zona posterior y superior del órgano, donde se localizan las conexiones con los grandes vasos sanguíneos que entran y salen del corazón. Específicamente, en esta región se sitúan las aurículas, tanto derecha como izquierda, que reciben sangre desde la circulación sistémica y la circulación pulmonar, respectivamente. Esta base no es plana, como sugiere el término, sino que representa una superficie compleja a través de la cual se articula el corazón con las estructuras vasculares mayores, como las venas cavas, las venas pulmonares, la arteria pulmonar y la aorta. Desde el punto de vista funcional, la base del corazón actúa como un punto de entrada y salida para el flujo sanguíneo, y se halla firmemente anclada al diafragma y a las estructuras mediastínicas.
En contraste, los ventrículos conforman la porción inferior del corazón y se disponen en forma de un cono muscular robusto cuya punta, denominada vértice o ápex, se orienta hacia abajo, hacia adelante y hacia la izquierda. Este vértice descansa aproximadamente sobre el diafragma, a nivel del quinto espacio intercostal en la línea medioclavicular izquierda. La forma cónica del corazón se debe principalmente al grosor y desarrollo muscular de los ventrículos, que constituyen la parte más voluminosa del órgano, especialmente el ventrículo izquierdo, responsable de impulsar la sangre a todo el organismo.
Esta organización espacial del corazón puede generar cierta confusión al ser representada en ilustraciones académicas, donde frecuentemente se invierte la percepción intuitiva de lo que significa “arriba” y “abajo”. En estos esquemas, la base del corazón se muestra en la parte superior de la imagen, mientras que el vértice se representa en la parte inferior, lo cual no refleja una orientación vertical en sentido estricto dentro del cuerpo humano. En realidad, debido a la inclinación del corazón dentro del tórax, la base se encuentra en una posición superior y posterior, y el vértice se proyecta inferior y anteriormente.
Comprender esta disposición tridimensional es fundamental no solo para la anatomía descriptiva, sino también para la interpretación clínica y radiológica del corazón, ya que su orientación influye en cómo se visualiza en estudios como la ecocardiografía, la resonancia magnética o las radiografías de tórax.
Base
La base del corazón constituye una región anatómica fundamental que desempeña un papel clave tanto en la arquitectura estructural del órgano como en su función hemodinámica. Aunque la expresión “base” podría sugerir intuitivamente una ubicación inferior, en el contexto anatómico del corazón humano esta denominación se refiere, en realidad, a la parte superior y posterior del órgano, donde convergen las principales cavidades de recepción de sangre —las aurículas— y los grandes vasos que forman parte del circuito circulatorio.
Desde una perspectiva anatómica, la base del corazón representa la superficie más amplia y plana del órgano, situada en oposición al vértice o ápice cardíaco, el cual apunta hacia abajo, adelante y hacia la izquierda. Esta base se encuentra orientada hacia la parte posterior del tórax, próxima a la columna vertebral, a nivel de las vértebras torácicas superiores, y se localiza entre ambos pulmones, en la región conocida como mediastino medio. Su localización y morfología justifican el uso del término “base”, ya que actúa como una plataforma estructural a partir de la cual emergen y se insertan los principales vasos sanguíneos del corazón.
En esta región se hallan las dos aurículas: la derecha y la izquierda, las cuales funcionan como cámaras receptoras de la sangre. La aurícula derecha está conectada a dos grandes venas sistémicas —la vena cava superior y la vena cava inferior— por las cuales recibe sangre desoxigenada proveniente del cuerpo. La aurícula izquierda, por su parte, se conecta con las venas pulmonares, que transportan sangre oxigenada desde los pulmones. Estas conexiones vasculares no solo facilitan el retorno sanguíneo al corazón, sino que también permiten la correcta separación entre las circulaciones pulmonar y sistémica, un principio fundamental para el mantenimiento de la eficiencia fisiológica del sistema cardiovascular.
Además, la base del corazón cumple una función crítica como punto de soporte y fijación de las grandes arterias que parten de los ventrículos. En esta zona emergen la arteria pulmonar, que lleva sangre desde el ventrículo derecho hacia los pulmones para su oxigenación, y la arteria aorta, que transporta la sangre oxigenada desde el ventrículo izquierdo hacia todos los órganos y tejidos del cuerpo. La fijación estable de estos grandes vasos en la base cardíaca garantiza una conexión segura y funcional que permite soportar las altas presiones generadas durante la eyección ventricular.
Desde el punto de vista funcional, la base del corazón no solo organiza el flujo sanguíneo hacia y desde el órgano, sino que también aloja componentes esenciales del sistema de conducción eléctrica cardíaco. En ella se encuentran el nodo sinoauricular, que actúa como marcapasos fisiológico del corazón, y el nodo auriculoventricular, que regula la transmisión del impulso eléctrico entre aurículas y ventrículos. La presencia de estas estructuras convierte a la base del corazón en un centro neurálgico para la coordinación del ritmo cardíaco.

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Originally posted on 12 de junio de 2023 @ 6:21 PM