A medida que avanzaban los conocimientos anatómicos y las técnicas quirúrgicas a lo largo del siglo XIX, se fue haciendo cada vez más evidente la necesidad urgente de encontrar métodos seguros y efectivos para aliviar el dolor de los pacientes durante los procedimientos quirúrgicos. Si bien la cirugía había avanzado considerablemente en términos de precisión y eficacia, la incapacidad de controlar el dolor seguía siendo uno de los mayores obstáculos para su desarrollo. En un contexto en el que las intervenciones quirúrgicas eran extremadamente dolorosas y, a menudo, traumáticas para los pacientes, se volvió una prioridad encontrar sustancias o técnicas que permitieran a los cirujanos operar sin causar sufrimiento insoportable.
En este contexto de búsqueda constante de soluciones, a mediados de los años treinta del siglo XIX, se descubrió el óxido nitroso, un gas que inicialmente despertó el interés por sus efectos en los seres humanos. El óxido nitroso, conocido también como gas hilarante, se utilizaba en algunos círculos sociales en fiestas y reuniones, debido a sus efectos placenteros sobre quienes lo inhalaban. Aquellos que lo consumían experimentaban una sensación de euforia, pérdida temporal del sentido de equilibrio, y una marcada disminución de las inhibiciones, lo que les hacía actuar de manera más desinhibida y menos preocupados por las posibles molestias físicas. Se observaba que, al inhalar este gas, las personas sentían escaso dolor o molestia cuando se golpeaban torpemente contra objetos cercanos, lo que sugería que el gas poseía alguna propiedad capaz de alterar la percepción del dolor.
A pesar de que el óxido nitroso fue inicialmente utilizado en un contexto recreativo y social, algunos médicos y odontólogos comenzaron a advertir sobre sus potenciales aplicaciones terapéuticas. Observando sus efectos sobre la percepción del dolor y la disminución de las respuestas dolorosas, se empezó a especular sobre su uso en procedimientos médicos. Los efectos analgésicos del óxido nitroso eran evidentes en los sujetos que lo inhalaban, ya que, además de inducir una sensación de euforia y una disminución temporal del dolor, también ayudaba a reducir la ansiedad y el miedo asociados con los procedimientos médicos. Esto se convirtió en un factor crucial, dado que el miedo y la ansiedad eran problemas comunes en los pacientes que debían someterse a intervenciones quirúrgicas.
Así, un pequeño grupo de odontólogos y cirujanos comenzó a experimentar con el óxido nitroso en un contexto más clínico. Horace Wells, un dentista estadounidense, fue uno de los primeros en experimentar con el gas de manera sistemática en la práctica odontológica, específicamente en extracciones dentales. En un experimento célebre realizado en 1844, Wells utilizó óxido nitroso en un paciente durante una extracción dental y observó que este no experimentaba dolor, aunque permanecía consciente durante el procedimiento. Este fue uno de los primeros usos documentados de un anestésico gaseoso en la cirugía.
La idea de usar el óxido nitroso para aliviar el dolor en las intervenciones quirúrgicas no solo revolucionó el tratamiento del dolor, sino que también demostró la viabilidad de utilizar agentes inhalados como anestésicos en lugar de depender de métodos rudimentarios y poco eficaces como los narcóticos tradicionales. Aunque la aplicación del óxido nitroso en la cirugía fue inicialmente limitada, la experiencia de Wells sentó las bases para futuras investigaciones sobre el uso de anestésicos en procedimientos quirúrgicos.
Sin embargo, fue necesario avanzar en la comprensión de la fisiología del dolor, los efectos de los gases anestésicos y la seguridad de su uso para que el óxido nitroso pudiera ser adoptado de manera más generalizada. A pesar de su eficacia en la reducción del dolor, el óxido nitroso no era perfecto. En algunas personas, el gas no producía una pérdida completa de la conciencia, lo que limitaba su capacidad para realizar intervenciones quirúrgicas más invasivas. No obstante, su uso en procedimientos más sencillos, como las extracciones dentales y algunas pequeñas intervenciones quirúrgicas, fue un avance significativo en la historia de la medicina.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Townsend, C. M., Beauchamp, R. D., Evers, B. M., & Mattox, K. L. (2022). Sabiston. Tratado de cirugía. Fundamentos biológicos de la práctica quirúrgica moderna (21.ª ed.). Elsevier España.
- Brunicardi F, & Andersen D.K., & Billiar T.R., & Dunn D.L., & Kao L.S., & Hunter J.G., & Matthews J.B., & Pollock R.E.(2020), Schwartz. Principios de Cirugía, (11e.). McGraw-Hill Education.
Originally posted on 2 de diciembre de 2024 @ 11:15 PM