El dolor era una limitante para las intervenciones quirúrgicas

En la era precientífica, uno de los problemas más espantosos y limitantes de la medicina era la incapacidad de los cirujanos para realizar intervenciones sin causar un dolor insoportable. El dolor extremo que sufrían los pacientes durante una operación no solo representaba un sufrimiento físico agudo, sino que también ejercía una presión psicológica devastadora sobre ellos. Esta falta de control sobre el dolor llevó a que muchas personas evitaban someterse a procedimientos quirúrgicos necesarios, o los postergaban de manera reiterada, por miedo a la experiencia traumática de la intervención.
En ese contexto, el cirujano se encontraba ante una contradicción significativa: por un lado, debía realizar una operación para salvar la vida o mejorar la salud del paciente, pero, por otro lado, el dolor y el sufrimiento que provocaba durante el procedimiento eran tan extremos que muchos pacientes preferían optar por la muerte o la enfermedad antes que someterse a la cirugía. En este escenario, la preocupación principal del cirujano no era la precisión ni la eficacia de la disección o del tratamiento quirúrgico, sino más bien la rapidez con la que pudiera completar la operación, pues cuanto menos tiempo pasara el paciente bajo el dolor agudo, menos sufrimiento experimentaría.
Durante miles de años, se intentaron diversos agentes narcóticos y soporíferos en un intento por mitigar el sufrimiento de los pacientes, aunque estos eran ineficaces para proporcionar una anestesia adecuada. Sustancias como el hachís, la mandrágora o el opio se emplearon en distintas culturas, con la esperanza de que pudieran inducir un estado de inconsciencia o alivio en el paciente durante el acto quirúrgico. Sin embargo, estos agentes tenían efectos muy limitados y no eran capaces de eliminar el dolor de forma eficaz. El hachís y la mandrágora, por ejemplo, podían inducir estados de sueño o alteración de la conciencia, pero rara vez conseguían suprimir completamente la sensación de dolor durante las intervenciones más dolorosas. El opio, por su parte, aliviaba parcialmente el dolor, pero no lograba impedir que el paciente experimentara sufrimiento físico durante el proceso quirúrgico.
La ineficacia de estos agentes contribuyó a la persistente reticencia de los pacientes a someterse a procedimientos quirúrgicos. Mientras que en otros ámbitos de la medicina se pudieron lograr avances en el tratamiento de diversas enfermedades, la cirugía siguió siendo una disciplina limitada, ya que muchas de las intervenciones quirúrgicas necesarias no podían realizarse debido a la imposibilidad de controlar el dolor.
Este obstáculo fue particularmente crítico cuando se consideraba la necesidad de realizar exploraciones quirúrgicas más invasivas, como la exploración sistemática del abdomen, el cráneo, las articulaciones o el tórax. Estas áreas del cuerpo contienen estructuras vitales y delicadas, y las intervenciones en ellas suelen implicar un dolor insoportable. La falta de anestesia eficaz significaba que los cirujanos no podían arriesgarse a realizar procedimientos en estas zonas sin someter a los pacientes a sufrimiento extremo, lo que retrasó el desarrollo de la cirugía moderna y limitó el progreso de la medicina.
Por tanto, el control del dolor fue un hito esencial que condicionó el avance de la cirugía como disciplina médica. La evolución hacia el uso de anestésicos efectivos, como el éter y el cloroformo, fue lo que finalmente permitió a los cirujanos realizar operaciones de manera más humana, sin la barrera del sufrimiento insoportable. Esta capacidad para inducir un estado de inconsciencia y aliviar el dolor no solo mejoró la calidad de la intervención quirúrgica, sino que también permitió a los cirujanos explorar de manera sistemática las cavidades y órganos internos del cuerpo humano, algo que antes era impensable debido a las limitaciones impuestas por el dolor.
Fuente y lecturas recomendadas:
- Townsend, C. M., Beauchamp, R. D., Evers, B. M., & Mattox, K. L. (2022). Sabiston. Tratado de cirugía. Fundamentos biológicos de la práctica quirúrgica moderna (21.ª ed.). Elsevier España.
- Brunicardi F, & Andersen D.K., & Billiar T.R., & Dunn D.L., & Kao L.S., & Hunter J.G., & Matthews J.B., & Pollock R.E.(2020), Schwartz. Principios de Cirugía, (11e.). McGraw-Hill Education.