Una variedad de anomalías congénitas puede afectar la columna cervical y convertirse en una fuente significativa de dolor cervical. Estas alteraciones estructurales incluyen, entre otras, la presencia de hemivértebras, que son vértebras formadas de manera incompleta; vértebras fusionadas, que alteran la movilidad y biomecánica normales del cuello; impresión basilar, una condición en la cual el hueso occipital o las vértebras cervicales superiores se desplazan hacia la base del cráneo; y la inestabilidad de la articulación atlantoaxoidea, que compromete la adecuada alineación entre el atlas (primera vértebra cervical) y el axis (segunda vértebra cervical), generando riesgo de compresión neurológica.
Además de estas malformaciones congénitas, existen otras causas patológicas que pueden originar dolor en la región cervical. Entre ellas se encuentran los traumatismos, que pueden producir fracturas, dislocaciones o daño a los tejidos blandos; los procesos degenerativos, como la espondilosis cervical, que conducen al desgaste progresivo de los discos intervertebrales y estructuras articulares; las infecciones, como la osteomielitis o discitis, que pueden comprometer la integridad ósea o discal; y las enfermedades neoplásicas, tanto benignas como malignas, que afectan la columna cervical con potencial de invasión local o metastásica.
En el contexto de enfermedades reumatológicas, la artritis reumatoide representa una causa destacada de afección cervical. Esta patología inflamatoria sistémica tiene una predilección por comprometer la columna cervical, particularmente en su segmento superior. Como consecuencia, los pacientes pueden experimentar dolor cervical crónico, rigidez matutina y una limitación progresiva en la movilidad del cuello. Uno de los hallazgos más relevantes en estos casos es la subluxación atlantoaxoidea, en la cual el proceso inflamatorio destruye los ligamentos estabilizadores, permitiendo el desplazamiento anormal entre el atlas y el axis. Esta condición puede derivar en compresión de la médula espinal, generando síntomas neurológicos graves e incluso poniendo en riesgo la vida del paciente. Por ello, cuando se identifica esta inestabilidad, especialmente si está acompañada de signos neurológicos, se requiere intervención quirúrgica urgente mediante técnicas de fijación vertebral para estabilizar la región comprometida y prevenir complicaciones mayores.
Protrusión Aguda del Disco Cervical
La protrusión aguda del disco intervertebral cervical constituye una causa frecuente de dolor cervical súbito, que con frecuencia se irradia hacia uno de los brazos en forma de dolor radicular. Este cuadro clínico suele exacerbarse con los movimientos de la cabeza, ya que estos incrementan la presión sobre las estructuras neurológicas comprometidas. La protrusión discal ocurre cuando parte del núcleo pulposo del disco se desplaza más allá de su contorno normal, ejerciendo presión sobre las raíces nerviosas cervicales o, en casos más graves, sobre la médula espinal.
Cuando la herniación discal ocurre de manera lateral, es decir, hacia uno de los lados del canal espinal, se afectan comúnmente las raíces nerviosas correspondientes a los segmentos C6 o C7. En estos casos, el paciente puede presentar déficits motores, alteraciones en la sensibilidad o cambios en los reflejos osteotendinosos, todo ello siguiendo un patrón radicular bien definido en el miembro superior correspondiente al lado afectado. Por ejemplo, una compresión de la raíz C6 puede producir debilidad en la flexión del codo y alteraciones sensitivas en el pulgar, mientras que una afección de la raíz C7 puede manifestarse con debilidad en la extensión del codo y parestesias en el dedo medio.
En contraste, cuando la protrusión discal se dirige hacia el centro del canal espinal, existe el riesgo de compromiso medular. Esta situación puede tener consecuencias neurológicas más severas, ya que la compresión de la médula espinal puede originar una paraparesia espástica —una debilidad progresiva y con aumento del tono muscular en las extremidades inferiores—, acompañada de trastornos sensitivos en las piernas. En casos más avanzados, puede producirse disfunción esfinteriana, afectando el control de la micción o la defecación, lo que representa una urgencia neuroquirúrgica.
El diagnóstico definitivo se establece mediante estudios de imagen de alta resolución. La resonancia magnética es el método preferido, ya que permite visualizar con claridad tanto la protrusión del disco como su relación con las estructuras neurales. En situaciones en las que la resonancia no está disponible o es contraindicada, la mielografía por tomografía computarizada puede ser una alternativa diagnóstica útil.
En cuanto al tratamiento, la mayoría de los casos leves a moderados tienen un pronóstico favorable. La recuperación completa es posible en una proporción significativa de pacientes mediante un manejo conservador, que incluye reposo relativo, restricción de actividades que exacerben el dolor, uso temporal de un collar cervical para limitar el movimiento del cuello y fisioterapia dirigida. Actualmente, la evidencia científica no respalda una intervención específica como superior al tratamiento conservador, por lo que la estrategia terapéutica suele individualizarse.
No obstante, en casos en los que el tratamiento conservador no resulta efectivo tras un periodo razonable, o si existe un déficit neurológico importante —como debilidad muscular severa, alteraciones sensitivas progresivas o signos de mielopatía—, puede ser necesaria la intervención quirúrgica. En estos escenarios, se recurre a la discectomía, procedimiento que consiste en la extracción del fragmento de disco protruyente con el objetivo de descomprimir las estructuras neurológicas afectadas y prevenir daños permanentes.
Espondilosis Cervical
La espondilosis cervical es una condición degenerativa crónica que afecta a la columna cervical, y representa una de las principales causas de dolor de cuello en la población adulta, especialmente en individuos de mediana edad y adultos mayores. Esta entidad patológica se origina a partir de la degeneración progresiva de los discos intervertebrales cervicales, lo cual conduce a una serie de cambios estructurales en las vértebras adyacentes. Entre estos cambios se incluyen la herniación del material discal, la calcificación secundaria de los discos y la formación de osteofitos, que son salientes óseas anómalas en los márgenes vertebrales.
Estas alteraciones estructurales pueden provocar la compresión, elongación o angulación de una o más raíces nerviosas cervicales, generando síntomas neurológicos periféricos. En casos más avanzados o cuando los osteofitos y otras estructuras comprimen la médula espinal, puede desarrollarse una mielopatía cervical. Este daño medular puede ser consecuencia de compresión mecánica directa, isquemia por insuficiencia vascular o traumatismos menores repetidos que lesionan progresivamente el tejido medular.
Desde el punto de vista clínico, los pacientes con espondilosis cervical suelen consultar por dolor cervical persistente, con frecuencia acompañado de limitación en la movilidad del cuello, especialmente en la flexión lateral y la rotación. Es común la presencia de cefaleas occipitales, debido a la irradiación del dolor desde la región cervical alta. Asimismo, pueden aparecer síntomas radiculares en las extremidades superiores, que incluyen dolor irradiado, parestesias, pérdida sensitiva en distribución dermatomérica, y debilidad muscular localizada. En los casos de mielopatía, pueden añadirse síntomas en las extremidades inferiores, como paraparesia espástica, alteraciones en la sensibilidad profunda o superficial, y disfunción de esfínteres, caracterizada por urgencia miccional o incontinencia.
Durante el examen físico, se observa una limitación de los movimientos cervicales, sobre todo en la flexión lateral y la rotación del cuello. Es frecuente encontrar un patrón segmentario de debilidad muscular o pérdida sensitiva unilateral o bilateral en los miembros superiores, en relación con las raíces nerviosas comprimidas. Los reflejos osteotendinosos correspondientes a dichas raíces suelen estar disminuidos. Las raíces más comúnmente afectadas son las C5 y C6, y su compromiso clínico se traduce en debilidad de músculos como el deltoides, supraespinoso, infraespinoso, bíceps braquial y braquiorradial, acompañada de hipoestesia o disestesias en la región del hombro y el borde lateral del brazo y antebrazo. En estos casos, los reflejos del bíceps y del braquiorradial suelen estar deprimidos.
La evaluación radiológica mediante radiografías simples de la columna cervical puede evidenciar signos clásicos de espondilosis, tales como formación de osteofitos, reducción del espacio intervertebral y estrechamiento de los agujeros de conjunción. Sin embargo, estos hallazgos pueden ser inespecíficos, ya que también son frecuentes en personas asintomáticas de edad media. Por ello, para confirmar el diagnóstico y descartar otras causas estructurales de mielopatía, se recurre a estudios de imagen más avanzados como la tomografía computarizada o, preferentemente, la resonancia magnética, que permite una evaluación precisa del compromiso neural y medular.
En cuanto al tratamiento, las estrategias conservadoras suelen ser la primera línea en casos leves o moderados. La restricción de los movimientos del cuello mediante un collar cervical puede proporcionar alivio sintomático. Además, la infiltración local de anestésicos o corticosteroides, realizada por especialistas en manejo del dolor, puede ser útil en el tratamiento del dolor radicular persistente. No obstante, cuando existe un déficit neurológico significativo, síntomas de disfunción vesical o intestinal, o un dolor radicular que no responde a las medidas conservadoras, puede ser necesario recurrir al tratamiento quirúrgico. Este último tiene como objetivo descomprimir las estructuras neurales comprometidas, estabilizar la columna y prevenir el deterioro neurológico progresivo.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.