Evaluación funcional en ancianos

Evaluación funcional en ancianos
Evaluación funcional en ancianos

La “evaluación geriátrica” abarca un enfoque integral destinado a describir el proceso de evaluación de las personas mayores, buscando reconocer y comprender diversos factores médicos y psicosociales que influyen en su estado de salud. Este proceso, esencial para obtener una visión completa de la salud de los ancianos, va desde pruebas breves de detección selectiva realizadas por profesionales clínicos específicos hasta procesos interdisciplinarios intensivos que incluyen tanto la evaluación como el tratamiento.

Tres conceptos fundamentales guían la evaluación geriátrica y el tratamiento médico subsiguiente. En primer lugar, el estado funcional ocupa un lugar central en este proceso, considerándose tanto como una dimensión que debe evaluarse como una variable de resultados que debe mantenerse o mejorar. En segundo lugar, el pronóstico, especialmente la esperanza de vida, se convierte en un concepto crucial que orienta la evaluación geriátrica. Por último, la evaluación debe alinearse con los objetivos del paciente, asegurando que los esfuerzos estén en sintonía con las metas y preferencias individuales de la persona mayor.

Este enfoque amplio y centrado en la persona en la evaluación geriátrica no solo considera aspectos médicos, sino que también tiene en cuenta elementos psicosociales. Destaca la importancia de la adaptabilidad, reconociendo que las evaluaciones deben ajustarse a las necesidades y circunstancias únicas de cada individuo.

 

Evaluación del estado funcional en ancianos

El estado funcional en personas mayores puede entenderse como una medida global que refleja la repercusión general de los trastornos de salud en el contexto de su entorno y red de apoyo social. No se limita únicamente a la salud física, sino que abarca el impacto de diversas condiciones en la capacidad de llevar a cabo actividades diarias y participar en la vida social.

La trama subyacente al estado funcional se organiza en una jerarquía de complejidad creciente. Esta jerarquía comienza con los movimientos físicos específicos, como levantarse o caminar, que se integran en actividades de mayor nivel, como las funciones profesionales y sociales. En otras palabras, el estado funcional abarca desde tareas físicas más básicas hasta actividades más complejas que desempeñan un papel significativo en la vida cotidiana y en la participación social.

La alteración del estado funcional puede originarse por diversos factores. Puede comenzar con la aparición de una enfermedad específica, la falta de forma física, cambios en el soporte social, modificaciones en el entorno o simplemente como resultado del envejecimiento. Estos desencadenantes pueden actuar de manera individual o combinada, afectando la capacidad de una persona mayor para realizar actividades cotidianas y participar activamente en su entorno.

Comprender el estado funcional y sus determinantes es esencial para abordar de manera integral la salud de las personas mayores. Un enfoque que considere la jerarquía de complejidad y los múltiples factores desencadenantes puede ser fundamental para adaptar intervenciones y estrategias de apoyo que mejoren el bienestar y la calidad de vida de la población anciana.

La evaluación del estado funcional en personas mayores se lleva a cabo comúnmente en dos niveles distintos: las Actividades de la Vida Diaria (AVD) y las Actividades Instrumentales de la Vida Diaria (AIVD). Las AVD engloban tareas esenciales de autocuidado como bañarse, asearse, vestirse, mantener la continencia, realizar la limpieza, alimentarse y realizar transferencias. La dependencia en estas actividades, que afecta hasta al 10% de los ancianos, a menudo resulta en la necesidad de asistencia domiciliaria a tiempo completo o incluso en la consideración de trasladar al anciano a una residencia. La evaluación detallada de las AVD proporciona información sobre la capacidad de un individuo para llevar a cabo tareas básicas de cuidado personal.

Por otro lado, las AIVD abarcan tareas más complejas destinadas a mantener una vida independiente, como el uso del teléfono, hacer la colada, realizar compras, conducir o utilizar el transporte público, preparar alimentos, gestionar medicamentos, realizar tareas domésticas y encargarse de aspectos económicos. La dependencia en estas AIVD es más frecuente, afectando a casi el 20% de las personas de 75 años o más, al menos en una de estas actividades. La pérdida gradual de múltiples AIVD puede presentar dificultades crecientes para que los ancianos continúen viviendo de manera independiente en sus hogares.

La evaluación detallada de las AVD y AIVD no solo ofrece una visión integral del estado funcional de una persona mayor, sino que también proporciona información crucial para la planificación de cuidados y el diseño de estrategias que promuevan la independencia y mejoren la calidad de vida en esta población. La comprensión de estos niveles de funcionalidad es esencial para abordar de manera efectiva las necesidades de atención de las personas mayores y garantizar un enfoque personalizado y centrado en su bienestar.

Las Actividades Avanzadas de la Vida Diaria (AAVD) constituyen un nivel superior en la evaluación funcional, abarcando habilidades relacionadas con funciones sociales, comunitarias, familiares, así como actividades recreativas y profesionales. Estas capacidades varían individualmente, proporcionando una visión más amplia de la capacidad de una persona para participar activamente en su entorno antes de que se desarrolle una discapacidad significativa. La evaluación de las AAVD se presenta como una herramienta valiosa para monitorear el estado funcional y anticipar posibles limitaciones.

La elección de la herramienta de evaluación funcional depende de las características específicas de la población evaluada. Por ejemplo, en el caso de personas que residen en instituciones como residencias, que suelen depender completamente de otros para realizar Actividades Instrumentales de la Vida Diaria (AIVD), la evaluación se enfoca en las Actividades de la Vida Diaria (AVD) y otras dimensiones básicas de la salud. Esta adaptación en la selección de herramientas asegura una evaluación más precisa de la capacidad de autocuidado y funcionalidad de esa población.

Cuando se trata de ancianos hospitalizados, es esencial valorar su estado funcional prehospitalario para comprender sus habilidades y limitaciones anteriores. Esta evaluación no solo proporciona una base para establecer expectativas realistas durante la hospitalización, sino que también permite definir el estado funcional esperado al momento del alta. Comparar el estado funcional previo con el actual facilita la identificación de discrepancias, lo que, a su vez, contribuye a la formulación de planes de atención específicos para abordar problemas identificados y mejorar la transición del paciente de la hospitalización a la vida diaria.

Evaluación funcional en ancianos

Evaluación funcional en ancianos

La evaluación del estado funcional se realiza comúnmente a través de informes autorreferidos o notificados por una tercera persona. Estos informes proporcionan una visión subjetiva del individuo o la observación de alguien cercano, ofreciendo una perspectiva integral de la funcionalidad en la vida diaria.

Adicionalmente, algunas dimensiones específicas que contribuyen al estado funcional, como la movilidad o el equilibrio, pueden evaluarse mediante medidas objetivas. Estas mediciones cuantitativas proporcionan información más precisa sobre aspectos específicos de la función física.

Es crucial valorar el estado funcional de manera periódica en diferentes momentos clave, como la primera consulta, tras una enfermedad grave o hitos sociales significativos, como la enfermedad del cónyuge o cambios en la situación vital o laboral. Estos puntos de evaluación permiten captar cambios en la funcionalidad que pueden estar relacionados con eventos específicos o condiciones médicas.

Los cambios en el estado funcional siempre justifican la consideración de pruebas e intervenciones diagnósticas adicionales, a menos que sean cambios esperables y estén alineados con las preferencias y deseos del paciente. Este enfoque garantiza una atención adecuada y adaptada a las necesidades específicas de cada individuo.

La medición periódica del estado funcional no solo es valiosa para evaluar la respuesta al tratamiento, especialmente en el caso de enfermedades crónicas, sino que también proporciona información pronóstica útil para la planificación de la atención a corto y largo plazo.

 

 

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Anatomía del hígado

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