La exposición al frío en las extremidades provoca inicialmente una vasoconstricción localizada, que luego puede volverse generalizada. Este mecanismo fisiológico es una respuesta del organismo para conservar el calor central, reduciendo el flujo sanguíneo hacia las partes periféricas del cuerpo. Sin embargo, esta reducción del riego sanguíneo puede desencadenar una serie de daños tisulares. La disminución del flujo sanguíneo provoca isquemia, es decir, una falta de oxígeno y nutrientes esenciales para las células, lo que conduce a la lesión o muerte celular. Además, la estasis sanguínea favorece la formación de trombos dentro de los vasos sanguíneos, lo que agrava aún más la falta de perfusión y puede dañar el endotelio vascular, la capa interna de los vasos sanguíneos, comprometiendo su integridad y función.
En casos más severos, cuando la temperatura de la piel desciende por debajo del punto de congelación, o en situaciones en que factores como el viento, la humedad, la inmovilidad, la desnutrición o enfermedades vasculares están presentes, puede producirse la congelación o congelamiento de los tejidos, conocida médicamente como congelación o frostbite. Este fenómeno implica la formación de cristales de hielo dentro y alrededor de las células, lo que provoca una lesión mecánica directa y una interrupción aún mayor de la circulación.
Frente a cualquier tipo de lesión por frío en las extremidades, es fundamental tomar precauciones específicas durante el manejo para evitar agravar el daño. No se debe frotar ni masajear la zona afectada, ya que estas acciones pueden causar un trauma adicional a los tejidos ya comprometidos. Tampoco se recomienda aplicar humedad, hielo o calor directamente, dado que estos métodos pueden alterar aún más la temperatura local y la circulación, dificultando la recuperación. Finalmente, es imprescindible proteger la extremidad lesionada contra traumas físicos, evitar la contaminación y el riesgo de infecciones secundarias, y prevenir la reexposición al frío para favorecer la reparación y minimizar las complicaciones.
Para la prevención eficaz de la congelación o frostbite, es fundamental mantener el cuerpo cálido, seco y en movimiento constante. El uso de ropa adecuada, que proporcione aislamiento térmico y evite la humedad, es esencial para proteger las extremidades, como los brazos, las piernas, los dedos de las manos y los pies, que son especialmente vulnerables a las bajas temperaturas. La actividad física regular de estas áreas contribuye a mantener una circulación sanguínea adecuada, lo que ayuda a conservar el calor y a evitar la estasis vascular que favorece el daño tisular por frío.
La humedad en la ropa, calcetines o calzado representa un factor de riesgo significativo, ya que el agua conduce el frío con mayor eficacia, acelerando la pérdida de calor corporal y aumentando la probabilidad de lesiones por congelación. Por ello, es crucial reemplazar cualquier prenda húmeda por otra seca lo más pronto posible.
Además, ciertos factores individuales incrementan la susceptibilidad a sufrir daños por frío. Entre estos, se incluyen enfermedades crónicas o medicamentos que disminuyen la perfusión sanguínea a nivel tisular, lo que reduce la capacidad del organismo para proteger las extremidades. La exposición prolongada a ambientes fríos también incrementa el riesgo, especialmente si se combinan otros elementos adversos.
Es importante evitar posiciones que provoquen compresión o inmovilidad de las extremidades, ya que estas condiciones limitan la circulación sanguínea y favorecen la formación de lesiones. De igual manera, la ropa ajustada o mojada puede restringir el flujo sanguíneo y aumentar la vulnerabilidad al frío. Mantener los pies en posiciones elevadas durante largos períodos, el consumo de tabaco y alcohol, y el uso de medicamentos sedantes, son factores que deterioran la termorregulación y la circulación, contribuyendo al daño por frío.
Por último, la exposición a terrenos húmedos, lodosos y a condiciones ventosas intensifica la pérdida de calor corporal y debe ser evitada para minimizar la posibilidad de congelamiento y otras lesiones relacionadas con el frío extremo. En conjunto, estas medidas y precauciones son indispensables para preservar la integridad tisular y prevenir complicaciones asociadas con la hipotermia localizada en las extremidades.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.