La toxicidad causada por los destilados de petróleo puede producirse a través de diferentes vías de exposición, siendo las principales la inhalación de vapores y la aspiración pulmonar del líquido, ya sea durante la ingestión o posteriormente. Cuando se produce aspiración, el líquido entra directamente en las vías respiratorias y los pulmones, provocando una respuesta inflamatoria aguda conocida como neumonitis por aspiración. Esta condición se manifiesta clínicamente con síntomas como vómitos, tos intensa y, en casos más graves, bronconeumonía, resultado de la inflamación e infección secundaria del tejido pulmonar.
Además, algunos hidrocarburos poseen estructuras químicas específicas —particularmente aquellos que contienen unidades aromáticas o están halogenados— que los hacen especialmente tóxicos cuando se ingieren por vía oral. Estas sustancias pueden atravesar la barrera gastrointestinal y ejercer efectos sistémicos severos, afectando múltiples órganos y sistemas. También es posible que la intoxicación sistémica ocurra por inhalación prolongada o en ambientes con alta concentración de vapores, lo cual es común en contextos ocupacionales o en situaciones de exposición accidental.
En casos de intoxicación grave por hidrocarburos, pueden presentarse alteraciones neurológicas como vértigo, incoordinación motora, espasmos musculares (mioclonías) y convulsiones. Estos síntomas pueden deberse tanto a una oxigenación deficiente del sistema nervioso central (hipoxemia) como a los efectos neurotóxicos directos de los compuestos absorbidos.
Un subgrupo particularmente peligroso de hidrocarburos lo constituyen los halogenados, como el tricloroetileno y los hidrocarburos fluorados comúnmente conocidos como freones. Estos compuestos tienen la capacidad de alterar la conducción eléctrica del corazón al aumentar la sensibilidad del miocardio a las catecolaminas endógenas, como la adrenalina. Esta alteración puede desencadenar arritmias ventriculares potencialmente letales, incluso en ausencia de enfermedad cardíaca previa.
Tratamiento
En casos de intoxicación por hidrocarburos, el primer paso esencial es retirar al paciente del área de exposición, llevándolo inmediatamente a un ambiente con aire fresco. Esta medida inicial busca reducir de forma rápida la absorción de vapores tóxicos a través del sistema respiratorio, limitando así la progresión del daño pulmonar y sistémico.
Cuando la vía de intoxicación es la ingestión de hidrocarburos alifáticos simples —como gasolina, queroseno o aceites minerales—, no se recomienda realizar vaciamiento gástrico ni administrar carbón activado. Esto se debe a que estas sustancias, por su baja viscosidad y alta volatilidad, presentan un riesgo elevado de aspiración durante el procedimiento, lo que podría agravar la situación clínica al desencadenar una neumonitis química. Sin embargo, estas intervenciones pueden ser consideradas si la sustancia ingerida contiene otros componentes tóxicos mezclados, como pesticidas, solventes aromáticos o halogenados. En esos casos, el riesgo de toxicidad sistémica supera el peligro potencial de aspiración, por lo que el manejo debe individualizarse.
Una vez estabilizado el paciente, es crucial mantener una vigilancia clínica estrecha durante al menos 6 a 8 horas. Durante este periodo, se deben monitorear signos sugestivos de neumonitis por aspiración, como tos persistente, taquipnea, crepitaciones localizadas o roncus a la auscultación pulmonar, y la presencia de infiltrados en la radiografía de tórax. Estas manifestaciones indican daño pulmonar químico y requieren una intervención adecuada.
El uso de corticosteroides, aunque históricamente considerado en el manejo de lesiones pulmonares inflamatorias, no está recomendado en estos casos, ya que no ha demostrado beneficios clínicos y puede incluso aumentar el riesgo de infección secundaria. En cambio, si el paciente desarrolla fiebre, se debe sospechar una infección bacteriana sobreañadida. En ese escenario, el tratamiento antibiótico debe ser específico y guiado por resultados de estudios de laboratorio que identifiquen el agente patógeno involucrado, evitando el uso empírico innecesario de antibióticos.
En pacientes intoxicados con solventes clorados o fluorados, como tricloroetileno o freones, se debe tener especial precaución con el uso de broncodilatadores. Estos compuestos sensibilizan el miocardio a las catecolaminas endógenas, aumentando significativamente el riesgo de desarrollar arritmias ventriculares. Si estas alteraciones del ritmo cardíaco aparecen, especialmente taquiarritmias, el manejo de elección es la administración intravenosa de esmolol, un betabloqueador de acción rápida y corta duración, a una dosis de 25 a 100 microgramos por kilogramo por minuto. Este fármaco permite un control efectivo y seguro del ritmo cardíaco, minimizando los efectos adversos sobre la función cardíaca general.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Forrester MB. Computer and electronic duster spray inhalation (huffing) injuries managed at emergency departments. Am J Drug Alcohol Abuse. 2020;46:180. [PMID: 31449429]
- Jolly G et al. Cardiac involvement in hydrocarbon inhalant toxicity—role of cardiac magnetic resonance imaging: a case report. World J Cardiol. 2021;13:593. [PMID: 34754404]