Si no se lleva a cabo una cardioversión inmediata en un paciente con una arritmia, el enfoque a largo plazo para el manejo de la frecuencia cardíaca se centra en el uso de betabloqueantes o bloqueadores de los canales de calcio no dihidropiridínicos. Estos medicamentos son fundamentales para controlar la frecuencia cardíaca porque actúan sobre el sistema cardiovascular de manera que reducen la velocidad de conducción eléctrica en el corazón y disminuyen la contractilidad miocárdica. Esto resulta en una disminución de la frecuencia cardíaca, lo que es especialmente importante en situaciones donde la taquicardia persistente puede llevar a complicaciones como la insuficiencia cardíaca o el deterioro hemodinámico.
La elección del medicamento inicial debe basarse en las condiciones clínicas subyacentes del paciente. Por ejemplo, en pacientes que presentan hipertensión arterial, tanto los betabloqueantes como los bloqueadores de los canales de calcio son opciones viables. Estos fármacos no solo ayudan a controlar la frecuencia cardíaca, sino que también tienen efectos beneficiosos en la presión arterial, contribuyendo así a una mejor gestión general del paciente.
En el caso de los pacientes que padecen enfermedad coronaria o insuficiencia cardíaca, es preferible utilizar betabloqueantes específicos, como carvedilol, metoprolol de acción prolongada o bisoprolol. Estos medicamentos han demostrado mejorar los resultados en estos grupos de pacientes, no solo al controlar la frecuencia cardíaca, sino también al ofrecer beneficios adicionales en términos de reducción del riesgo de eventos cardiovasculares adversos.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que los betabloqueantes deben ser evitados en pacientes que padecen enfermedad pulmonar obstructiva crónica severa o asma, ya que estos fármacos pueden provocar broncoconstricción y empeorar la función respiratoria. En estos casos, se deben considerar alternativas terapéuticas que no afecten negativamente la salud respiratoria del paciente, asegurando así un enfoque individualizado y seguro en el manejo de la arritmia.
La digoxina es un fármaco que se puede considerar como un segundo agente en el manejo del control de la frecuencia cardíaca cuando los betabloqueantes o los bloqueadores de los canales de calcio no logran un control adecuado. Este medicamento actúa a través de varios mecanismos, principalmente aumentando la fuerza de contracción del músculo cardíaco y reduciendo la velocidad de conducción a través del nodo auriculoventricular. Estos efectos pueden ser particularmente beneficiosos en pacientes que experimentan arritmias, como la fibrilación auricular, donde el control efectivo de la frecuencia es crucial para evitar complicaciones asociadas, como la insuficiencia cardíaca o el deterioro hemodinámico.
La concentración sérica de digoxina debe ser monitoreada cuidadosamente, con un objetivo que oscila entre 0.5 y 1.2 nanogramos por mililitro. Esta variabilidad en la concentración es importante, ya que niveles por debajo de este rango pueden resultar ineficaces, mientras que niveles superiores pueden incrementar el riesgo de toxicidad, que puede manifestarse con síntomas como náuseas, confusión o arritmias.
En cuanto a los objetivos de frecuencia cardíaca, en pacientes sintomáticos, es fundamental establecer un objetivo de frecuencia cardíaca en reposo inferior a 80 latidos por minuto. Este objetivo se basa en la premisa de que una frecuencia más baja puede ayudar a mejorar la perfusión tisular y reducir la carga sobre el corazón, lo cual es especialmente importante en individuos que presentan síntomas de insuficiencia cardíaca o palpitaciones. Un control efectivo de la frecuencia no solo mejora la calidad de vida, sino que también puede prevenir la progresión de la enfermedad.
Por otro lado, en pacientes asintomáticos que no presentan disfunción del ventrículo izquierdo, es razonable adoptar un enfoque más flexible respecto a la frecuencia cardíaca en reposo, estableciendo un objetivo que oscila entre 85 y 110 latidos por minuto. Este rango reconoce que, en ausencia de síntomas y de disfunción cardíaca significativa, los pacientes pueden tolerar una frecuencia cardíaca ligeramente más alta sin un riesgo inminente para su salud. Además, esta flexibilidad permite un manejo más individualizado, considerando la variabilidad natural entre pacientes y sus diferentes niveles de actividad y estado físico.
La monitorización ambulatoria de la frecuencia cardíaca durante el ejercicio se considera una práctica esencial para todos los pacientes, especialmente aquellos con arritmias como la fibrilación auricular. Esta monitorización permite evaluar cómo responde el corazón ante el esfuerzo físico, lo cual es fundamental para identificar si el paciente se encuentra dentro de un rango seguro de frecuencia cardíaca. Un objetivo importante es no exceder la frecuencia cardíaca máxima predicha, calculada como 220 menos la edad del paciente. Superar este límite puede aumentar el riesgo de eventos adversos, como arritmias malignas, desmayos o incluso accidentes cerebrovasculares.
El monitoreo continuo proporciona datos que ayudan a los médicos a ajustar el tratamiento y a desarrollar un plan de ejercicio que sea seguro y eficaz. Además, permite identificar posibles desencadenantes de las arritmias durante el ejercicio, facilitando así un enfoque más individualizado y preventivo en la atención del paciente.
En relación con la anticoagulación, es crucial evaluar la necesidad de iniciar un tratamiento con anticoagulantes orales para los pacientes con fibrilación auricular, incluso si esta es paroxística o se presenta de forma poco frecuente. La fibrilación auricular está asociada con un riesgo significativamente elevado de accidente cerebrovascular debido a la formación de coágulos en el corazón. Por tanto, iniciar el tratamiento anticoagulante es una medida preventiva vital, siempre que no existan contraindicaciones fuertes. Este enfoque ayuda a mitigar el riesgo de eventos tromboembólicos, mejorando así la seguridad y el pronóstico del paciente.
En el manejo a largo plazo de la fibrilación auricular, existen dos estrategias principales: el control de la tasa y el control del ritmo. Después de evaluar el riesgo de accidente cerebrovascular y establecer el tratamiento anticoagulante cuando sea necesario, es fundamental considerar estas dos opciones de tratamiento. El control de la tasa se centra en mantener la frecuencia cardíaca dentro de un rango aceptable, y debe considerarse como una intervención fundamental en casi todos los pacientes con fibrilación auricular. Esta estrategia es particularmente valiosa en aquellos que presentan síntomas mínimos o nulos relacionados con la arritmia, ya que permite mejorar la calidad de vida sin necesidad de una intervención más invasiva.
Por otro lado, el control del ritmo implica restaurar y mantener un ritmo sinusal normal. Ambas estrategias no son mutuamente excluyentes y pueden implementarse de manera complementaria. En muchos casos, se inicia con un control de la frecuencia y, si es necesario, se puede avanzar hacia el control del ritmo en función de la evolución clínica del paciente y sus preferencias.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Joglar J et al. 2023 ACC/AHA/ACCP/HRS guideline for the diagnosis and management of atrial fibrillation. Circulation. 2024;149:e1. [PMID: 38033089]
- Parkash R et al. Randomized ablation-based rhythm-control versus rate-control trial in patients with heart failure and atrial fibrillation: results from the RAFT-AF trial. Circulation. 2022;145:1693. [PMID: 35313733]
- Whitlock RP et al. Left atrial appendage occlusion during cardiac surgery to prevent stroke. N Engl J Med. 2021;384:2081. [PMID: 33999547]
Originally posted on 17 de octubre de 2024 @ 10:04 AM