El accidente cerebrovascular, también conocido como ictus, se ha consolidado como una de las principales causas de discapacidad a nivel mundial. Esta condición se caracteriza por una interrupción súbita del flujo sanguíneo al cerebro, lo que provoca un daño en el tejido cerebral. Dependiendo de la naturaleza del evento, los accidentes cerebrovasculares se clasifican principalmente en dos categorías: infartos y hemorragias. Los infartos, que representan aproximadamente el ochenta por ciento de los casos, son el resultado de la obstrucción de una arteria que suministra sangre al cerebro. Por otro lado, las hemorragias se producen cuando una arteria se rompe, causando sangrado en el tejido cerebral o en el espacio que lo rodea.
La distinción entre estos tipos de accidente cerebrovascular puede ser compleja desde una perspectiva clínica, ya que los síntomas pueden superponerse. Por esta razón, la tomografía computarizada se erige como una herramienta diagnóstica fundamental. Esta técnica de imagen permite visualizar la base patológica del evento, ayudando a los médicos a determinar el tratamiento más adecuado y a evaluar el pronóstico del paciente.
Los factores de riesgo asociados al accidente cerebrovascular son diversos y a menudo interrelacionados. La hipertensión arterial es el factor de riesgo más prevalente y se ha identificado como un contribuyente significativo al desarrollo de infartos. La diabetes mellitus, por su parte, agrava la aterosclerosis y, por ende, incrementa la probabilidad de oclusiones vasculares. La hiperlipidemia, caracterizada por niveles elevados de lípidos en la sangre, también desempeña un papel crucial en la formación de placas en las arterias, lo que puede llevar a infartos cerebrales.
El tabaquismo no solo afecta la salud cardiovascular en general, sino que también se ha demostrado que aumenta el riesgo de accidente cerebrovascular al provocar daño en el endotelio vascular y contribuir a la formación de coágulos. Las enfermedades cardíacas, como la fibrilación auricular, son igualmente relevantes, ya que pueden generar embolias que se desplazan al cerebro. Además, condiciones infecciosas como la infección por virus de inmunodeficiencia humana y herpes zóster trigémino han sido asociadas con un mayor riesgo de accidente cerebrovascular, posiblemente debido a su impacto en el sistema inmunológico y la inflamación vascular.
El abuso de drogas recreativas y el consumo excesivo de alcohol son factores de riesgo que también deben ser considerados. Estas sustancias pueden inducir cambios en la presión arterial y la coagulación sanguínea, lo que aumenta la susceptibilidad a eventos cerebrovasculares. Finalmente, la historia familiar de accidente cerebrovascular puede señalar una predisposición genética que, combinada con factores ambientales y de estilo de vida, puede elevar el riesgo individual.
La relevancia del accidente cerebrovascular como causa de discapacidad radica en la naturaleza devastadora de sus secuelas. Las personas que sobreviven a un accidente cerebrovascular pueden experimentar una amplia gama de discapacidades, que incluyen debilidad motora, problemas de habla y dificultades cognitivas. Esto no solo afecta la calidad de vida del individuo, sino que también impone una carga significativa sobre los sistemas de salud y la sociedad en general.
Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
