En la década de 1940, George L. Streeter, un renombrado embriólogo que trabajaba en la Carnegie Institution, desarrolló una clasificación detallada y precisa para la etapa embrionaria de los primates, incluyendo al ser humano. Este trabajo se realizó con el propósito de determinar de manera más exacta la edad morfológica de un embrión humano a partir de la observación de sus características cualitativas y cuantitativas. La precisión con la que Streeter pudo definir esta clasificación marcó un hito en el campo de la embriología y la biología del desarrollo, permitiendo a los científicos y médicos obtener una comprensión más clara sobre las fases iniciales del desarrollo de los primates.
La clasificación de Streeter se basa en la observación de la morfología del embrión en diferentes momentos de su desarrollo. Para organizar este proceso, Streeter dividió las ocho primeras semanas de la etapa embrionaria en un total de veintitrés etapas, cada una caracterizada por características específicas del desarrollo embrionario. Estas etapas son conocidas hoy en día como las «etapas de Streeter», y constituyen un sistema de referencia fundamental para el estudio del desarrollo embrionario en primates, incluido el ser humano.
La metodología propuesta por Streeter no solo se centraba en las características cualitativas del embrión, como la forma y la organización de los diferentes tejidos y órganos en desarrollo, sino que también incorporaba algunas mediciones cuantitativas que permitieron hacer una estimación más precisa de la edad del embrión. Este enfoque fue innovador en su época y representó un avance significativo con respecto a los sistemas anteriores, que no eran tan detallados ni tan estructurados.
La importancia de esta clasificación radica en que permitió a los investigadores estudiar de manera sistemática las diferentes fases del desarrollo embrionario humano, lo que a su vez facilitó el diagnóstico y la identificación de posibles anomalías en el desarrollo. Al permitir una datación precisa de la edad embrionaria, los trabajos de Streeter ofrecieron una herramienta invaluable para los estudios comparativos entre especies y para la medicina clínica, especialmente en el contexto de los embarazos tempranos.
La clasificación de Streeter también facilitó el establecimiento de un «horizonte de desarrollo» para los embriones de los primates. Esto implicaba no solo la identificación de las características morfológicas del embrión en cada etapa, sino también un marco temporal que ayudaba a comprender mejor las transiciones entre las fases del desarrollo. Esta estructura proporcionó una base sólida para los estudios posteriores sobre la embriología y la evolución, al ofrecer una referencia clara sobre las características que definen el desarrollo embrionario a lo largo del tiempo.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Arteaga Martínez, S. M., & García Peláez, M. I. (Eds.). (2021). Embriología humana y biología del desarrollo (3.ª ed.). Editorial Médica Panamericana.