¿Quién inventó el cubrebocas quirúrgico?
¿Quién inventó el cubrebocas quirúrgico?

¿Quién inventó el cubrebocas quirúrgico?

En 1897, el cirujano Jan Mikulicz-Radecki (1850-1905), originario de Polonia y Austria, realizó una contribución fundamental a la práctica quirúrgica al diseñar la máscara de gasa que comenzó a ser utilizada durante las intervenciones quirúrgicas. Este diseño, inicialmente concebido como una máscara de gasa de una sola capa, tenía como objetivo principal proteger al paciente de la contaminación proveniente de la respiración del cirujano durante la cirugía. Aunque esta primera versión de la máscara representó un paso inicial importante en la prevención de infecciones quirúrgicas, no fue sino hasta que un asistente modificó el diseño, agregando dos capas de algodón-muselina y un marco de alambre grande para mantener la gasa alejada de los labios y la nariz del cirujano, que realmente se consolidó como un avance crucial en la asepsia quirúrgica.

Este cambio, aparentemente simple, tuvo una importancia trascendental en la cirugía de la época, ya que se basaba en un principio de protección microbiana que se iba perfeccionando gracias a los avances en la comprensión de la microbiología y la teoría de los gérmenes. En esos momentos, la cirugía estaba comenzando a adoptar los principios de la antisepsia impulsados por Joseph Lister, pero aún se desconocían muchos de los detalles relacionados con la transmisión de infecciones durante los procedimientos quirúrgicos.

Un punto clave para comprender la relevancia de esta modificación es que, en esa misma época, los microbiólogos alemanes estaban comenzando a establecer la relación entre la contaminación del aire y la transmisión de infecciones. Robert Koch y otros científicos pioneros ya habían demostrado que las gotas de saliva y las partículas de aire cargadas de bacterias provenientes de las vías respiratorias de una persona podían introducir microorganismos patógenos en un entorno quirúrgico, incrementando las probabilidades de que la herida quirúrgica se infectara. Este conocimiento fue crucial para comprender que no solo los objetos o superficies contaminadas, sino también el aire exhalado por el cirujano, podía ser una fuente significativa de infección.

El microbiólogo alemán Koch, mediante sus estudios sobre los gérmenes patógenos, demostró que las gotas respiratorias expelidas por el cirujano al hablar, toser o simplemente respirar, podían contener bacterias que, al caer en las heridas abiertas de los pacientes, favorecían la infección de estas. Esta observación de la transmisión aérea de patógenos resultó ser una revolución en la comprensión de las infecciones quirúrgicas, ya que hasta ese momento se había prestado poca atención al impacto de la respiración humana en la contaminación de las heridas.

La modificación que hizo el asistente de Mikulicz-Radecki, colocando las dos capas de algodón-muselina en un marco de alambre, fue un cambio clave porque permitió que la máscara se mantuviera firmemente alejada de las vías respiratorias del cirujano. Al evitar el contacto directo de la gasa con la boca y la nariz, se reducía la probabilidad de que las gotas de saliva o las partículas bacterianas de la respiración del cirujano cayeran sobre la herida abierta del paciente. Esta simple pero eficaz barrera representaba un paso adelante en la prevención de infecciones durante las operaciones, contribuyendo a crear un entorno más controlado y seguro para el paciente.

El uso de estas máscaras quirúrgicas se convirtió en una práctica estándar dentro de las salas de cirugía, y el concepto de que los microbios del aire podían contribuir a la infección de heridas fue un hallazgo clave que ayudó a consolidar la idea de que los procedimientos quirúrgicos debían llevarse a cabo en condiciones estériles y con un estricto control de los agentes patógenos presentes en el ambiente.

Además de la máscara de gasa, este avance promovó una mayor concienciación sobre la asepsia quirúrgica y el lavado de manos de los cirujanos, conceptos que ya habían sido promovidos por Joseph Lister a través de sus investigaciones sobre la antisepsia. De hecho, la máscara quirúrgica no solo se utilizaba como una protección para las heridas del paciente, sino que también comenzó a ser considerada como una medida preventiva para proteger al propio cirujano de los microorganismos presentes en el ambiente quirúrgico. Este enfoque integral en la protección de ambas partes durante la cirugía contribuyó a la reducción de infecciones postoperatorias y a una notable mejora en los resultados quirúrgicos a medida que se incorporaban mejores prácticas de higiene y esterilización en los hospitales.

 

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Townsend, C. M., Beauchamp, R. D., Evers, B. M., & Mattox, K. L. (2022). Sabiston. Tratado de cirugía. Fundamentos biológicos de la práctica quirúrgica moderna (21.ª ed.). Elsevier España.
  2. Brunicardi F, & Andersen D.K., & Billiar T.R., & Dunn D.L., & Kao L.S., & Hunter J.G., & Matthews J.B., & Pollock R.E.(2020), Schwartz. Principios de Cirugía, (11e.). McGraw-Hill Education.
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Originally posted on 3 de diciembre de 2024 @ 2:29 AM

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