Los tumores espinales representan un pequeño porcentaje de todos los tumores del sistema nervioso central, pero su impacto es significativo debido a su localización y la complejidad de su tratamiento. Aproximadamente el 10% de todos los tumores espinales son intramedulares, es decir, se desarrollan dentro de la médula espinal. Estos tumores pueden originarse de diversas estructuras celulares dentro de la médula, pero los ependimomas son los más comunes entre ellos. Los ependimomas son tumores benignos que provienen de las células ependimarias, que recubren los ventrículos cerebrales y el canal central de la médula espinal. En general, el resto de los tumores intramedulares son de tipo glioma, que se originan a partir de las células gliales, que son las células de soporte del sistema nervioso central.
Los tumores extramedulares, aquellos que se desarrollan fuera de la médula espinal, pueden clasificarse en dos categorías principales en función de su localización: extradural e intradural. Los tumores extramedulares extradurales se encuentran fuera de la dura madre, la membrana que rodea la médula espinal, mientras que los intradurales se encuentran dentro de ella, pero fuera de la médula misma.
Dentro de los tumores extramedulares primarios, los neurofibromas y los meningiomas son relativamente comunes. Ambos son típicamente benignos. Los neurofibromas son tumores que se originan en las fibras nerviosas y las células de Schwann, que están involucradas en la mielinización de los nervios periféricos. Los meningiomas, por otro lado, provienen de las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal. Aunque son benignos en su mayoría, ambos tipos de tumores pueden ser intradurales o extraduralmente localizados, dependiendo de la localización precisa del tumor en relación con la médula espinal.
En cuanto a los tumores extramedulares malignos, las metástasis carcinomatosas, los depósitos linfomatosos o leucémicos y el mieloma son los más frecuentes. Estos tumores generalmente se localizan en la región extradural de la columna vertebral. Las metástasis, que son tumores que se originan en otro órgano y se diseminan a la médula espinal, provienen con mayor frecuencia de sitios primarios como la próstata, los senos mamarios, los pulmones y los riñones. La diseminación de estas células tumorales a través de la sangre o el sistema linfático a menudo resulta en compresión de la médula espinal, lo que puede causar efectos clínicos graves, como parálisis o pérdida de funciones sensoriales y motoras.
El mecanismo por el cual los tumores espinales conducen a disfunción de la médula espinal es principalmente a través de la compresión directa de la médula o las raíces nerviosas. La presión ejercida sobre la médula espinal puede alterar su función normal, dando lugar a dolor, debilidad o pérdida de control motor y sensorial en las extremidades, dependiendo de la localización del tumor. Además, los tumores pueden inducir isquemia, es decir, una reducción del suministro sanguíneo a áreas específicas de la médula espinal, lo que puede ocurrir debido a la obstrucción de los vasos sanguíneos, tanto arteriales como venosos. En el caso de los tumores intramedulares, el mecanismo de disfunción también puede incluir infiltración invasiva de las células tumorales en los tejidos de la médula espinal, lo que no solo causa compresión sino también daño directo a las estructuras neuronales y gliales, lo que lleva a una mayor pérdida de función.
Manifestaciones clínicas
Los síntomas de los tumores espinales generalmente se desarrollan de manera insidiosa, lo que significa que pueden aparecer de forma gradual y ser inicialmente sutiles, lo que dificulta su detección temprana. Esto es especialmente cierto en los tumores extramedulares, como los que se localizan en la región extradural, que suelen presentar una progresión lenta de los síntomas. En este contexto, uno de los hallazgos más comunes es el dolor, el cual puede ser un síntoma destacado. Este dolor se caracteriza por ser de aparición progresiva, y en los casos de lesiones extradurales, tiende a ser más prominente.
El dolor asociado con los tumores extradurales tiene características particulares. A menudo se intensifica con actividades que aumentan la presión intrabdominal, como la tos o el esfuerzo. Este tipo de dolor es un signo distintivo y puede presentarse de diversas maneras, dependiendo de la ubicación y la extensión de la lesión. El dolor puede ser radicular, lo que significa que se irradia a lo largo de un nervio específico y puede sentirse en una extremidad. También puede localizarse en la región de la espalda, en el área del tumor, o, en algunos casos, puede experimentarse de forma difusa a lo largo de una extremidad.
En adición al dolor, los pacientes pueden experimentar déficits motores, parestesias (sensaciones anormales, como hormigueo) o adormecimiento, particularmente en las piernas. Estos síntomas reflejan la afectación de la médula espinal o de las raíces nerviosas que se encuentran comprimidas por la masa tumoral. En algunos casos, los déficits motores y sensoriales pueden ser bastante graves, lo que afecta la capacidad de los pacientes para mover sus extremidades o percibir estímulos sensoriales de manera adecuada.
Un síntoma particularmente alarmante en los tumores espinales, y en especial en los casos de metástasis epidurales, es la disfunción de la vejiga, el intestino y la función sexual. Estos trastornos suelen ocurrir cuando el tumor afecta a las estructuras que controlan los esfínteres y las funciones autónomas del sistema nervioso. La alteración de la función de los esfínteres puede ser especialmente debilitante, ya que compromete la capacidad del paciente para controlar el tránsito urinario y fecal, así como las funciones sexuales. La presencia de estos síntomas puede ser un indicativo claro de que el tumor está involucrando áreas críticas del sistema nervioso central.
En cuanto a la evaluación clínica, un examen físico puede revelar sensibilidad localizada en la columna vertebral, especialmente en el área en la que se encuentra el tumor. Esto se debe a la irritación de las estructuras espinales por la compresión o la infiltración tumoral. Además, los déficits neurológicos pueden ser evidentes en el examen. En los casos de afectación de los nervios motores o sensoriales, se pueden observar déficits segmentarios a nivel de la lesión. Esto significa que el déficit motor o sensorial estará limitado a la región de la médula espinal o las raíces nerviosas directamente involucradas.
Cuando la lesión afecta a las vías motoras, pueden aparecer déficits de neuronas motoras inferiores, como debilidad muscular o atrofia en un área específica del cuerpo. Por otro lado, si la compresión o infiltración tumoral afecta a las vías motoras superiores, se pueden observar déficits de neuronas motoras superiores por debajo del nivel de la lesión, lo que se traduce en debilidad o rigidez en las extremidades inferiores. Las alteraciones sensoriales también seguirán un patrón similar: si la lesión es a nivel de la médula espinal, los cambios en la sensación serán segmentarios y específicos del dermatomo afectado, mientras que si la lesión es más profunda o extensa, las alteraciones sensoriales se extienden por debajo de la zona afectada.
Exámenes diagnósticos
La imagenología juega un papel crucial en el diagnóstico de los tumores espinales, ya que permite identificar y localizar la lesión con alta precisión. La resonancia magnética con contraste (RM) es la herramienta de elección debido a su capacidad para proporcionar imágenes detalladas de los tejidos blandos, permitiendo una visualización clara de la médula espinal, las raíces nerviosas y las estructuras circundantes. El uso de contraste mejora aún más la capacidad de la RM para detectar lesiones tumorales, ya que las áreas de crecimiento tumoral suelen captar el contraste de manera diferente a los tejidos circundantes, lo que facilita su identificación.
Por otro lado, la mielografía por tomografía computarizada es otra técnica valiosa, especialmente en casos en los que la RM no está disponible o no es concluyente. La mielografía consiste en la inyección de un medio de contraste en el espacio subaracnoideo, lo que permite visualizar la médula espinal y las raíces nerviosas a través de la tomografía computarizada. Esta técnica es particularmente útil para evaluar la compresión de la médula espinal o las raíces nerviosas provocada por tumores espinales, ya que el medio de contraste resalta las estructuras anatómicas y las posibles alteraciones causadas por la presencia de la masa tumoral.
La indicación de realizar una de estas pruebas de imagen con urgencia se basa en la combinación de varios factores. En primer lugar, si un paciente presenta antecedentes de un tumor en otra parte del cuerpo, como en el caso de las metástasis, y además experimenta dolor en la espalda, esto aumenta la sospecha de que la causa sea un tumor espinal. A este dolor en la espalda se le pueden asociar hallazgos anormales en las radiografías simples de la columna vertebral, como alteraciones en la alineación ósea o signos de compresión vertebral. Adicionalmente, los síntomas neurológicos que sugieren compresión de la médula espinal, como debilidad, alteraciones sensoriales o pérdida de control motor, deben llevar a la realización urgente de estudios de imagen para identificar y localizar con precisión el tumor y evaluar la extensión de la lesión.
En cuanto a los hallazgos de laboratorio, uno de los análisis más relevantes en la evaluación de los tumores espinales es el examen del líquido cefalorraquídeo (LCR). En los casos de tumores espinales, especialmente cuando existe una compresión o invasión de la médula espinal, el LCR a menudo muestra características patológicas específicas. Un hallazgo común es la xantocromía, que es el cambio de color del LCR a un tono amarillo. Este cambio se debe a la presencia de productos de degradación de la hemoglobina, que pueden ser liberados por la lesión de vasos sanguíneos o por hemorragias subaracnoideas asociadas con la tumoración o la compresión de la médula espinal.
Además de la xantocromía, el LCR en estos casos suele mostrar una concentración significativamente aumentada de proteínas. Este aumento se debe a la respuesta inflamatoria y la alteración de la barrera hematoencefálica causada por la presencia del tumor, que permite la filtración de proteínas hacia el líquido cefalorraquídeo. Es importante destacar que, a pesar de la elevación de las proteínas, el contenido celular del LCR suele ser normal, lo que significa que no se encuentran niveles elevados de glóbulos blancos ni signos de infección. Asimismo, la concentración de glucosa en el LCR generalmente se mantiene dentro de los límites normales, lo que ayuda a diferenciar los tumores espinales de infecciones o enfermedades inflamatorias, en las que los niveles de glucosa pueden estar disminuidos.
Tratamiento
El tratamiento de los tumores intramedulares, aquellos que se desarrollan dentro de la médula espinal, se basa en una combinación de descompresión quirúrgica y excisión del tumor cuando esto es factible. La descompresión se realiza con el objetivo de aliviar la presión sobre la médula espinal, lo que es esencial para prevenir el daño neurológico irreversible. La excisión del tumor, cuando es posible, busca eliminar completamente la masa tumoral, lo que puede resultar en una mejora significativa de los síntomas y en la restauración de la función medular, siempre que el tumor no esté demasiado infiltrado o extendido en áreas críticas de la médula. Sin embargo, no todos los tumores intramedulares son completamente extirpables, especialmente si están localizados en zonas que afectan funciones vitales o si el tumor se ha diseminado de manera extensiva. En estos casos, se puede recurrir a la radioterapia como tratamiento complementario para reducir el tamaño del tumor y controlar su crecimiento.
El pronóstico de los pacientes con tumores intramedulares depende en gran medida de la causa del tumor y la gravedad de la compresión medular antes de que se realice la descompresión. La compresión prolongada de la médula espinal puede provocar daño irreversible a las fibras nerviosas, lo que puede resultar en déficits neurológicos permanentes, como parálisis o pérdida de función sensorial. Sin embargo, si la compresión se alivia de manera temprana, el pronóstico puede mejorar significativamente, con la posibilidad de recuperar parcial o totalmente la función neurológica afectada.
En cuanto al tratamiento de las metástasis epidurales en la columna vertebral, que son una forma común de tumor espinal, el enfoque terapéutico se basa en la descompresión quirúrgica, la radioterapia o una combinación de ambas. La cirugía está indicada en los casos en que el tumor causa una compresión significativa de la médula espinal y los síntomas neurológicos son graves, o cuando hay inestabilidad espinal, lo que puede poner en peligro la estructura de la columna vertebral. La radioterapia, por su parte, es particularmente eficaz en pacientes con tumores que son radiosensibles, como los originados en la próstata, los pulmones o los senos mamarios. En estos casos, la radioterapia puede ser suficiente para reducir el tamaño del tumor y aliviar la compresión sin necesidad de intervención quirúrgica.
Además de la descompresión y la radioterapia, el tratamiento médico con esteroides, como la dexametasona, es comúnmente utilizado para reducir la inflamación de la médula espinal y aliviar el dolor asociado con la compresión. La dexametasona se administra en dosis altas, por lo general comenzando con una dosis intravenosa única (que varía entre 10 y 96 miligramos), seguida de dosis orales o intravenosas más bajas durante varios días. Este tratamiento tiene como objetivo reducir el edema medular y disminuir la presión sobre las estructuras nerviosas, lo que ayuda a aliviar el dolor y mejorar los síntomas neurológicos. No obstante, la dosis de dexametasona debe reducirse gradualmente para evitar efectos secundarios adversos, como la supresión de la función adrenal y el riesgo de infecciones.
La radioterapia sola suele ser suficiente en pacientes con tumores radiosensibles que no requieren cirugía inmediata. Sin embargo, para aquellos pacientes cuyos tumores no responden a la radioterapia o que ya han recibido tratamiento de radiación previamente, o bien si presentan inestabilidad espinal, se recurre a la descompresión quirúrgica. La cirugía también puede ser necesaria cuando hay dudas sobre el diagnóstico o cuando se requiere un enfoque más agresivo para aliviar la compresión de la médula espinal.
A pesar de estos tratamientos, el pronóstico a largo plazo para los pacientes con tumores espinales, particularmente en el caso de las metástasis epidurales o los tumores intramedulares avanzados, suele ser poco favorable. La probabilidad de una recuperación completa es baja, y los tratamientos disponibles no pueden curar completamente la enfermedad en la mayoría de los casos. Sin embargo, la intervención temprana y adecuada puede retrasar la aparición de discapacidades mayores y mejorar la calidad de vida de los pacientes. La combinación de cirugía, radioterapia y tratamiento con esteroides puede proporcionar un alivio significativo de los síntomas y, en algunos casos, evitar un deterioro funcional rápido, lo que permite a los pacientes mantener un nivel de independencia durante un tiempo prolongado.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.

