Inervación de las articulaciones

Inervación de las articulaciones
Inervación de las articulaciones

La inervación de las articulaciones es proporcionada por los nervios periarteriales, que forman una extensa red en la cápsula articular, los ligamentos y la sinovial. Estos nervios están ricamente distribuidos y contienen corpúsculos sensitivos en sus terminaciones, lo que confiere a las articulaciones una alta sensibilidad.

Existen dos tipos de inervación en las articulaciones: somática y autónoma. La inervación somática está asociada con la sensibilidad consciente y se encarga de transmitir información sobre el dolor y la posición de las articulaciones. Por otro lado, la inervación autónoma está relacionada con la sensibilidad inconsciente y controla funciones automáticas como la regulación del flujo sanguíneo y la contracción muscular involuntaria.

La razón por la cual existen dos tipos de inervación en las articulaciones, la somática y la autónoma, se debe a las diferentes funciones que desempeñan y a los diferentes tipos de información que transmiten.

La inervación somática está asociada con la sensibilidad consciente. Los nervios somáticos transmiten señales desde las articulaciones hacia el sistema nervioso central, lo que nos permite percibir y ser conscientes de sensaciones como el dolor y la posición de las articulaciones. Estos nervios son responsables de transmitir la información sensorial desde las terminaciones nerviosas en la cápsula articular, los ligamentos y los tejidos conectivos de la articulación.

Cuando ocurre una lesión o un estímulo doloroso en una articulación, los nervios somáticos transmiten la señal al cerebro, lo que nos permite percibir el dolor y tomar medidas para proteger y cuidar la articulación. Además, los nervios somáticos también nos proporcionan información sobre la posición de las articulaciones, lo que nos permite tener una conciencia espacial y coordinar los movimientos de nuestro cuerpo de manera precisa.

Por otro lado, la inervación autónoma está relacionada con la sensibilidad inconsciente y controla funciones automáticas en las articulaciones. Los nervios autónomos, también conocidos como nervios vegetativos o nervios del sistema nervioso autónomo, regulan procesos involuntarios como el flujo sanguíneo y la contracción muscular. Estos nervios están implicados en la regulación de la temperatura, el suministro de nutrientes y oxígeno a los tejidos de la articulación, y la respuesta vascular y muscular durante el movimiento.

La inervación autónoma de las articulaciones se encarga de mantener un equilibrio adecuado en el funcionamiento de los tejidos articulares, facilitando la respuesta vascular y controlando los procesos metabólicos. Por ejemplo, cuando se produce una lesión en una articulación, los nervios autónomos pueden influir en la respuesta inflamatoria y en la reparación de los tejidos.

La sensibilidad al dolor es una función importante de la inervación articular. Los nervios periarteriales transmiten las sensaciones de distensión, torsión y rotura ligamentosa, generando una respuesta refleja que puede manifestarse en forma de edema, derrame intraarticular o cambios en la densidad ósea cercana a la articulación.

La sensibilidad propioceptiva es otra función crucial de la inervación articular. Esta sensibilidad informa sobre la posición de las articulaciones y los movimientos entre los segmentos óseos. La información propioceptiva articular, junto con la sensibilidad muscular, es fundamental para el aprendizaje y control de movimientos complejos, como la escritura o la práctica deportiva. La pérdida de esta sensibilidad propioceptiva debido a enfermedades nerviosas puede resultar en movimientos incoordinados, amplitud excesiva o insuficiente de los movimientos e incapacidad para el control preciso de los mismos, lo que se conoce como ataxia.

En algunos casos, la vista y el tacto pueden ayudar a compensar parcialmente la pérdida de la sensibilidad propioceptiva en las articulaciones, dependiendo de la naturaleza de la enfermedad subyacente.

 

 

 

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