Inmovilidad en pacientes de la tercera edad

Inmovilidad en pacientes de la tercera edad
Inmovilidad en pacientes de la tercera edad

La inmovilidad en personas de la tercera edad es un fenómeno frecuente que conlleva importantes implicaciones para la salud y el bienestar de este grupo poblacional. Las limitaciones en la movilidad están asociadas con un aumento en las tasas de morbilidad, hospitalización, discapacidad y mortalidad entre los adultos mayores.

El reposo en cama, especialmente durante estancias hospitalarias, es un factor desencadenante común de inmovilidad y deterioro funcional en esta población. Se ha observado que aproximadamente el 10 % de los pacientes médicos hospitalizados mayores de 70 años experimentan una disminución en su función, y aquellos que sufren enfermedades críticas están particularmente en alto riesgo.

Los peligros asociados con el reposo en cama en adultos mayores son múltiples, graves, rápidos de desarrollar y lentos para revertir. En tan solo unos pocos días de estar confinados a la cama, se produce un desacondicionamiento del sistema cardiovascular. Este desacondicionamiento se manifiesta a través de cambios en el equilibrio de líquidos, disminución del gasto cardíaco, reducción de la capacidad máxima de absorción de oxígeno, aumento de la frecuencia cardíaca en reposo y aparición de hipotensión postural.

Además, se producen cambios significativos en el músculo esquelético, lo que resulta en la pérdida de fuerza y función muscular. Esta pérdida de masa y función muscular puede tener un impacto devastador en la capacidad de movimiento y autonomía de los adultos mayores.

La inmovilidad también aumenta el riesgo de desarrollar complicaciones graves, como lesiones por presión, tromboembolismo venoso y caídas. Las lesiones por presión, comúnmente conocidas como úlceras por presión o escaras, son una preocupación particular debido a su potencial para provocar infecciones graves y dificultar la cicatrización. El tromboembolismo venoso, que incluye la formación de coágulos sanguíneos en las venas profundas, representa otro riesgo importante, ya que puede resultar en embolias pulmonares potencialmente mortales. Además, la inmovilidad aumenta la vulnerabilidad a las caídas, lo que puede dar lugar a lesiones graves, fracturas óseas y complicaciones adicionales.

 

Tratamiento

La promoción de la actividad física en adultos mayores, especialmente en aquellos que son sedentarios, es crucial para la prevención y el tratamiento de la inmovilidad y sus consecuencias negativas para la salud. La actividad física regular está asociada con una amplia gama de beneficios para la salud en esta población.

Los programas de actividad física estructurados han demostrado ser eficaces para reducir la discapacidad relacionada con la movilidad entre las personas mayores que viven en la comunidad. Estos programas pueden incluir ejercicios de fortalecimiento muscular, ejercicios de equilibrio y flexibilidad, y actividades aeróbicas, que pueden mejorar la fuerza, la resistencia y la capacidad funcional en general.

Cuando la inmovilización es inevitable, es fundamental tomar medidas para minimizar sus consecuencias negativas. Evitar las restricciones físicas y la interrupción de líneas intravenosas y catéteres urinarios puede aumentar las oportunidades de movilidad temprana y reducir el riesgo de complicaciones asociadas con la inmovilidad prolongada.

La deambulación gradual debe iniciarse tan pronto como sea posible, incluso entre los ancianos hospitalizados. Los protocolos de ejercicio pueden ser beneficiosos para mejorar los resultados funcionales en este grupo de pacientes, promoviendo la movilidad y la independencia.

Antes del alta hospitalaria, los fisioterapeutas pueden recomendar ejercicios específicos y dispositivos de asistencia adecuados para facilitar la movilidad y la recuperación funcional en el hogar. Después del alta, también pueden proporcionar recomendaciones sobre modificaciones de seguridad en el hogar y ejercicios de mantenimiento para prevenir la recurrencia de la inmovilidad y promover la autonomía.

En casos de discapacidad funcional grave que impide la capacidad del paciente para el autocuidado independiente, puede ser necesario el traslado a un centro de rehabilitación aguda o subaguda para una rehabilitación intensiva y multidisciplinaria.

Es importante tener en cuenta que la recuperación del desacondicionamiento relacionado con la enfermedad puede llevar semanas o incluso meses, y en muchos casos, es posible que no se logre una recuperación completa de la condición física previa a la enfermedad. Por lo tanto, es fundamental adoptar un enfoque integral y a largo plazo en la prevención y el tratamiento de la inmovilidad en adultos mayores, centrándose en la promoción de la actividad física, la movilidad temprana y la rehabilitación funcional.

 

 

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