Lesión del ligamento colateral de la rodilla
Lesión del ligamento colateral de la rodilla

Lesión del ligamento colateral de la rodilla

La lesión del ligamento colateral medial (LCM) representa la afección más frecuente entre las lesiones ligamentarias de la rodilla, debido a su ubicación anatómica y a las fuerzas biomecánicas a las que comúnmente está expuesto. Este ligamento se extiende desde el cóndilo femoral medial hasta la tibia, y su principal función es proporcionar estabilidad frente a fuerzas en valgo, es decir, aquellas que tienden a empujar la rodilla hacia la línea media del cuerpo.

La razón por la cual el LCM es tan propenso a lesionarse radica en que estas fuerzas en valgo se producen habitualmente durante actividades físicas en las que la rodilla se encuentra en flexión parcial, como en los cambios bruscos de dirección o al recibir un impacto en la cara externa de la pierna. En estos escenarios, el ligamento se ve sometido a una tensión súbita que puede superar su capacidad elástica, lo que produce desde un esguince leve hasta una ruptura completa. Además, este tipo de mecanismo lesional suele estar presente también en traumatismos que afectan de forma simultánea al ligamento cruzado anterior (LCA), dado que ambas estructuras comparten un rol importante en la estabilidad rotacional de la rodilla.

Por otro lado, el ligamento colateral lateral (LCL), que se localiza en la parte externa de la rodilla y se extiende desde el fémur lateral hasta la cabeza del peroné, se lesiona con menor frecuencia. Esto se debe a que las fuerzas en varo —es decir, aquellas que empujan la rodilla hacia fuera, como un impacto en la cara medial— son menos comunes durante las actividades físicas cotidianas o deportivas. No obstante, cuando estas fuerzas se presentan con suficiente magnitud, el LCL también puede sufrir daño estructural.

Tanto el LCM como el LCL son ligamentos extraarticulares, lo que significa que se encuentran por fuera de la cápsula articular de la rodilla. Por esta razón, sus lesiones no suelen provocar derrame articular significativo, a diferencia de las lesiones que afectan estructuras intraarticulares como los meniscos o los ligamentos cruzados. Sin embargo, la inflamación de los tejidos blandos circundantes y el dolor asociado pueden generar limitaciones funcionales importantes en la fase aguda, como dificultad para caminar o apoyar el peso del cuerpo. A medida que la inflamación disminuye y se inicia el proceso de cicatrización, muchos pacientes experimentan una mejoría progresiva en la movilidad y en la tolerancia a la carga.


Manifestaciones clínicas

Desde el punto de vista clínico, las lesiones de los ligamentos colaterales de la rodilla se manifiestan principalmente por dolor localizado a lo largo del trayecto anatómico del ligamento comprometido. Esta molestia suele ser de aparición inmediata o progresiva tras el traumatismo y se acentúa con la palpación directa o con los movimientos que implican tensión sobre el ligamento afectado. En particular, el dolor suele ser más intenso durante las dos primeras semanas posteriores a la lesión, período en el que el proceso inflamatorio agudo y la respuesta tisular reparativa alcanzan su máxima expresión.

A consecuencia del dolor y de la inflamación asociada, es frecuente que el paciente experimente una limitación del rango de movimiento articular, tanto en la flexión como en la extensión de la rodilla. Esta restricción suele estar más relacionada con el dolor que con el daño estructural en sí mismo, aunque en lesiones moderadas o graves también puede existir rigidez secundaria al edema de los tejidos blandos o a la contractura muscular protectora.

Para evaluar la integridad de los ligamentos colaterales en el contexto de una lesión aguda o subaguda, se utilizan pruebas específicas de estrés mecánico, conocidas como pruebas de estrés en varo y en valgo. Estas maniobras consisten en aplicar fuerzas dirigidas medial o lateralmente sobre la rodilla mientras se mantiene estabilizado el segmento óseo proximal, con el objetivo de reproducir la tensión que habitualmente soportan los ligamentos colateral lateral y colateral medial, respectivamente.

Estas pruebas se realizan con la rodilla en diferentes grados de flexión, siendo los más relevantes los 30 grados y los 0 grados. La presencia de inestabilidad en cualquiera de estas posiciones —evidenciada por una apertura anormal del compartimento medial o lateral de la articulación— sugiere una insuficiencia ligamentaria significativa. En general, la inestabilidad a 30 grados sugiere una lesión aislada del ligamento colateral, mientras que la inestabilidad persistente también en extensión completa (0 grados) puede indicar daño adicional a otras estructuras estabilizadoras, como la cápsula articular o los ligamentos cruzados.

Diversos estudios han demostrado que estas pruebas clínicas poseen una alta sensibilidad diagnóstica, que oscila entre el 86 % y el 96 %, lo que significa que son muy eficaces para detectar la mayoría de los casos de lesión cuando se aplican correctamente. No obstante, su precisión puede verse limitada en las etapas muy tempranas de la lesión, cuando el dolor impide una adecuada exploración, o en presencia de edema significativo que disfraza la inestabilidad mecánica real.


Exámenes diagnósticos

El uso de estudios por imagen cumple una función complementaria al examen clínico, orientada principalmente a confirmar el diagnóstico, identificar lesiones asociadas y descartar complicaciones óseas que puedan modificar el abordaje terapéutico. Entre las modalidades más comúnmente utilizadas se encuentran las radiografías simples y la resonancia magnética nuclear, cada una con indicaciones y limitaciones particulares.

Las radiografías convencionales, si bien tienen un valor diagnóstico limitado en lo que respecta a las lesiones puramente ligamentarias, deben ser solicitadas de manera rutinaria ante la sospecha de una lesión del ligamento colateral, ya que permiten descartar fracturas óseas concomitantes, que no son infrecuentes en mecanismos de alta energía o en pacientes de edad avanzada con fragilidad ósea. En particular, las radiografías pueden revelar fracturas por avulsión, las cuales ocurren cuando un fragmento óseo es traccionado junto con el ligamento en el momento de la lesión. Estas fracturas tienen implicancias importantes en la planificación del tratamiento, ya que en ciertos casos pueden requerir una intervención quirúrgica.

En cuanto a la resonancia magnética nuclear, su utilidad en las lesiones del ligamento colateral medial es más selectiva. En la mayoría de los casos, el diagnóstico clínico es suficiente para establecer la presencia de una lesión de este ligamento, por lo que la resonancia no suele ser necesaria de forma rutinaria. Sin embargo, esta técnica cobra especial relevancia cuando se sospechan lesiones asociadas de mayor complejidad, como el compromiso de los ligamentos cruzados, los meniscos o la región del rincón posterolateral de la rodilla, estructuras cuya evaluación detallada escapa a las capacidades de la exploración física o de las radiografías simples.

Por el contrario, en el caso de las lesiones del ligamento colateral lateral, la indicación de realizar una resonancia magnética es más frecuente y relevante. Esto se debe a que las lesiones en la cara lateral de la rodilla suelen involucrar estructuras complejas y menos accesibles a la evaluación clínica, como el tendón del músculo poplíteo, el ligamento poplíteo-fibular, o incluso el nervio peroneo común. Además, la resonancia permite determinar con mayor precisión la extensión del daño ligamentario, lo que resulta fundamental para establecer si el tratamiento será conservador o quirúrgico, y para prever el tiempo de recuperación funcional.


Tratamiento

El abordaje terapéutico de las lesiones del ligamento colateral medial de la rodilla se basa, en la mayoría de los casos, en un tratamiento conservador, dado que este ligamento posee una buena capacidad de cicatrización espontánea gracias a su irrigación vascular relativamente abundante y a su ubicación extracapsular. El tratamiento se adapta en función de la gravedad de la lesión, la cual se clasifica comúnmente en tres grados, de acuerdo con la extensión del daño estructural y la presencia de inestabilidad clínica.

En las lesiones de grado I, que corresponden a distensiones leves sin ruptura evidente del tejido ligamentoso, el tratamiento consiste en carga progresiva según la tolerancia del paciente, sin necesidad de inmovilización rígida. La movilidad articular suele estar preservada, y el dolor es moderado, lo que permite al paciente caminar con apoyo parcial o total, según la evolución clínica.

En las lesiones de grado II, caracterizadas por una ruptura parcial del ligamento con cierto grado de laxitud, se permite igualmente la deambulación con apoyo siempre que sea bien tolerada, pero con el uso de una ortesis funcional en bisagra que brinde estabilidad lateral y proteja el ligamento durante el proceso de cicatrización. Esta ortesis permite el movimiento en el plano sagital (flexión-extensión), al mismo tiempo que restringe los movimientos en valgo, responsables de la tensión sobre el ligamento lesionado.

En ambos grados de lesión, es fundamental iniciar fisioterapia de forma temprana, con el objetivo de preservar el rango de movimiento articular y prevenir la atrofia muscular, especialmente del cuádriceps femoral, que tiende a inhibirse por el dolor y la inactividad. La fisioterapia también favorece la propiocepción y contribuye a una recuperación funcional más rápida y segura.

Por su parte, las lesiones de grado III, que representan rupturas completas del ligamento colateral medial, requieren un manejo más estructurado. En estos casos, se utiliza una férula larga que inmoviliza la rodilla en extensión, permitiendo la deambulación únicamente cuando la articulación está bloqueada en esa posición. A medida que el dolor disminuye y la cicatrización progresa, se puede liberar progresivamente la movilidad de la ortesis, permitiendo aumentar el rango articular de manera controlada. El tiempo de recuperación en estas lesiones suele extenderse entre seis y ocho semanas, aunque puede variar según la edad del paciente, su estado general de salud y su nivel de actividad física.

Cabe destacar que la necesidad de intervención quirúrgica en las lesiones del ligamento colateral medial es excepcional. Solo se considera en situaciones específicas, como lesiones multiligamentosas complejas, inestabilidad persistente a pesar del tratamiento conservador o avulsiones óseas con desplazamiento significativo.

En contraste, las lesiones del ligamento colateral lateral son menos frecuentes, pero presentan un mayor desafío terapéutico. Este ligamento, al formar parte del complejo estabilizador posterolateral de la rodilla, se asocia con frecuencia a lesiones combinadas de ligamentos cruzados, tanto anterior como posterior. Estas lesiones laterales tienden a responder pobremente al tratamiento no quirúrgico, debido a la menor capacidad de cicatrización espontánea y a la complejidad biomecánica de la región afectada. Por ello, en la mayoría de los casos, se indica una reparación quirúrgica urgente o una reconstrucción ligamentaria, con el fin de restaurar la estabilidad y prevenir secuelas funcionales a largo plazo.

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Guenther D et al. Treatment of combined injuries to the ACL and the MCL complex: a consensus statement of the Ligament Injury Committee of the German Knee Society (DKG). Orthop J Sports Med. 2021;9:23259671211050929. [PMID: 34888389]

  2. Madi S et al. Current concepts on management of medial and posteromedial knee injuries. J Clin Orthop Trauma. 2022;27:101807. [PMID: 35242534]

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