La prostatitis crónica no bacteriana y los síndromes de dolor pélvico crónico son condiciones complejas que no se comprenden completamente debido a la interacción de una cascada interrelacionada de mecanismos inflamatorios, inmunológicos, endocrinos, musculares, neuropáticos y psicológicos. Estas afecciones se caracterizan por una amplia gama de síntomas, cuya aparición y progresión están moduladas por diversos factores biológicos y psicosociales que influyen en su manifestación clínica.
En términos generales, el dolor crónico perineal, suprapúbico o pélvico es el síntoma más comúnmente reportado por los pacientes, aunque también pueden experimentarse molestias en los testículos, la ingle o la zona lumbar. Este tipo de dolor se asocia a menudo con una inflamación persistente o alteraciones en los mecanismos neurológicos que controlan las sensaciones en estas áreas. La presencia de dolor durante o después de la eyaculación constituye uno de los síntomas más prominentes y molestos en muchos pacientes, lo que agrava significativamente la calidad de vida de quienes padecen esta condición. La persistencia de este dolor puede estar vinculada a la disfunción de las fibras nerviosas que afectan los órganos reproductivos y las estructuras circundantes.
A pesar de los avances en la medicina, la causa exacta de la prostatitis crónica no bacteriana sigue siendo desconocida. Se considera una condición de diagnóstico por exclusión, lo que significa que se debe descartar la presencia de infecciones bacterianas u otras patologías que puedan generar síntomas similares. La ausencia de una causa claramente identificable dificulta la formulación de un tratamiento específico, lo que obliga a los profesionales de la salud a emplear enfoques terapéuticos multimodales que aborden tanto los aspectos físicos como emocionales de la enfermedad. Esto puede incluir una combinación de antibióticos, analgésicos, terapia psicológica, fisioterapia, y, en algunos casos, tratamientos más especializados como la terapia con medicamentos que modulan la función del sistema nervioso.
La respuesta inmunológica también juega un papel crucial en la patogénesis de la prostatitis crónica no bacteriana. Se ha observado que la inflamación crónica, a menudo mediada por citoquinas y otros factores inflamatorios, puede dañar los tejidos prostáticos y contribuir al dolor persistente. Sin embargo, esta inflamación no siempre se asocia con una infección activa, lo que añade complejidad al diagnóstico y tratamiento de la condición.
Los factores psicológicos, como la depresión, la ansiedad, la catastrofización del dolor, el estrés y la falta de apoyo social, también parecen influir significativamente en la exacerbación de los síntomas del dolor pélvico crónico. La interacción entre los componentes fisiológicos y psicológicos de la enfermedad crea un ciclo vicioso en el que el dolor crónico puede aumentar los niveles de ansiedad y depresión, lo que a su vez puede intensificar la percepción del dolor y reducir la capacidad del paciente para manejarlo de manera efectiva. Este aspecto psicosocial no debe ser subestimado, ya que afecta directamente la calidad de vida de los pacientes, deteriorando su bienestar general y afectando su capacidad para funcionar de manera óptima en la vida diaria.
Además, el impacto en la calidad de vida de los pacientes con prostatitis crónica no bacteriana y síndrome de dolor pélvico crónico es considerable. Muchos hombres afectados experimentan dificultades en las actividades cotidianas, como el trabajo, las relaciones personales y la vida sexual, lo que puede conducir a una disminución significativa del bienestar emocional y físico. Estos pacientes a menudo tienen que lidiar con un malestar persistente, que no solo es físico, sino también emocional, debido a la falta de comprensión general sobre la naturaleza de su condición, lo que puede generar sentimientos de frustración, aislamiento y desesperanza.
Manifestaciones clínicas
La presentación clínica de la prostatitis crónica no bacteriana o del síndrome de dolor pélvico crónico es similar a la de la prostatitis bacteriana crónica, lo que hace que ambas condiciones puedan ser difíciles de diferenciar basándose únicamente en los síntomas. Sin embargo, existen características distintivas que permiten diferenciarlas, siendo la más relevante la ausencia de antecedentes de infecciones del tracto urinario, que suelen ser un factor clave en el diagnóstico de la prostatitis bacteriana crónica. Mientras que en la prostatitis bacteriana crónica se observa una persistencia de infecciones del tracto urinario debido a la presencia de bacterias en la glándula prostática, en la prostatitis crónica no bacteriana este tipo de infecciones no está presente, lo que sugiere una etiología distinta, probablemente relacionada con factores inflamatorios, inmunológicos, neuropáticos y psicológicos.
En términos clínicos, los pacientes con prostatitis crónica no bacteriana pueden experimentar síntomas similares a los de la prostatitis bacteriana, como dolor pélvico crónico, sensación de presión o malestar en la región perineal o suprapúbica, dolor durante o después de la eyaculación, alteraciones en la función urinaria como la disuria o la urgencia urinaria, y en algunos casos, también pueden presentar trastornos sexuales como la disfunción eréctil. Sin embargo, a diferencia de la prostatitis bacteriana crónica, estos síntomas no se asocian con infecciones bacterianas identificables en muestras de orina o cultivos prostáticos, lo que plantea un desafío diagnóstico significativo.
Para abordar esta incertidumbre y ayudar en la evaluación de los síntomas, se ha desarrollado el Índice de Síntomas de Prostatitis Crónica de los Institutos Nacionales de Salud (NIH-CPSI, por sus siglas en inglés), una herramienta validada que se utiliza para cuantificar los síntomas en pacientes con prostatitis crónica no bacteriana o síndrome de dolor pélvico crónico. Este índice se compone de una serie de preguntas estructuradas que evalúan la severidad de los síntomas en tres dominios principales: dolor, disfunción urinaria y calidad de vida relacionada con la salud sexual. El NIH-CPSI es una herramienta útil tanto en la práctica clínica como en la investigación, ya que proporciona un medio objetivo para medir la intensidad de los síntomas y la evolución de la condición a lo largo del tiempo.
La validación del NIH-CPSI ha demostrado que es eficaz para reflejar el impacto global de la enfermedad en los pacientes, ya que permite una evaluación integral de los síntomas. Su uso se ha extendido en la investigación clínica y se ha convertido en un estándar en el manejo de la prostatitis crónica no bacteriana, ayudando a los profesionales de la salud a realizar un seguimiento más preciso de la progresión de la enfermedad y la respuesta a los tratamientos. A través de la cuantificación de los síntomas, los médicos pueden identificar mejor las necesidades específicas de cada paciente y ajustar el enfoque terapéutico en consecuencia, lo que es crucial debido a la naturaleza heterogénea de esta condición.
Es importante destacar que, a pesar de la utilidad del NIH-CPSI, el diagnóstico definitivo de la prostatitis crónica no bacteriana sigue siendo un desafío debido a la falta de biomarcadores específicos y a la naturaleza multifactorial de la enfermedad. La herramienta, aunque valiosa, no puede sustituir la evaluación clínica completa y la consideración de otros factores que puedan estar contribuyendo a la sintomatología. Por lo tanto, el uso del NIH-CPSI debe ser complementado con una evaluación clínica exhaustiva que contemple todos los posibles aspectos de la enfermedad, incluyendo los factores psicológicos y los trastornos neuropáticos que a menudo están presentes en este tipo de síndrome.
Exámenes diagnósticos
El hallazgo de un aumento en el número de leucocitos en las secreciones prostáticas expresadas es un fenómeno comúnmente observado en pacientes con prostatitis crónica no bacteriana, lo que sugiere un proceso inflamatorio activo en la glándula prostática. Los leucocitos, que son células del sistema inmunológico, se infiltran en los tejidos prostáticos como respuesta a diversos factores, como la presencia de irritación, daño tisular o disfunción en los mecanismos de defensa locales. Sin embargo, lo que distingue a la prostatitis crónica no bacteriana de otras formas de prostatitis, como la bacteriana, es que a pesar de la presencia de estos leucocitos, los cultivos de las secreciones prostáticas expresadas y de la orina posterior a la expresión prostática no muestran el crecimiento de bacterias patógenas.
Este fenómeno se debe a que, en la prostatitis crónica no bacteriana, la inflamación no está causada por una infección bacteriana activa. La ausencia de bacterias en las culturas sugiere que el proceso inflamatorio en la próstata es más complejo y multifactorial, implicando mecanismos que no dependen de la presencia de un agente patógeno específico. Se cree que la inflamación en estos casos puede ser inducida por una variedad de factores, entre los que se incluyen reacciones inmunológicas alteradas, disfunción del sistema nervioso, o incluso factores psicológicos como el estrés. En este tipo de prostatitis, los leucocitos son reclutados hacia la próstata como parte de una respuesta inmunitaria que intenta controlar una inflamación crónica, pero sin la presencia de una infección bacteriana que pueda ser cultivada en los cultivos convencionales.
La presencia de leucocitos en las secreciones prostáticas expresadas refleja una activación del sistema inmunológico en el sitio de la inflamación, lo que se interpreta como un signo de la respuesta inflamatoria en curso. Sin embargo, como no hay una infección bacteriana subyacente, los leucocitos presentes no son el resultado de un proceso infeccioso directo, sino de una reacción inflamatoria más compleja. Esta diferencia es crucial, ya que implica que el tratamiento estándar para las infecciones bacterianas, como los antibióticos, no será eficaz en este contexto, y que se requieren enfoques terapéuticos alternativos que aborden los mecanismos no infecciosos de la inflamación.
Además, la negativa en los cultivos de las secreciones prostáticas expresadas y de la orina posterior a la expresión prostática refuerza la idea de que, aunque los leucocitos están presentes y activos en la próstata, la etiología de la prostatitis crónica no bacteriana no se debe a la acción directa de patógenos. Esto ha llevado a la clasificación de esta condición como un trastorno inflamatorio crónico sin base infecciosa, en contraste con la prostatitis bacteriana crónica, que típicamente se caracteriza por la presencia de bacterias en los cultivos de las secreciones prostáticas o la orina posterior.
Diagnóstico diferencial
La principal distinción entre la prostatitis crónica bacteriana y la prostatitis crónica no bacteriana radica en la presencia o ausencia de cultivos positivos para bacterias. Mientras que la prostatitis crónica bacteriana se caracteriza por la persistencia de una infección bacteriana detectable en las secreciones prostáticas o en la orina posterior al masaje prostático, en la prostatitis crónica no bacteriana, los cultivos de estas muestras no muestran el crecimiento de microorganismos patógenos. Esta diferencia fundamental es lo que permite clasificar a estas dos condiciones como entidades distintas, a pesar de que comparten características clínicas similares, como el dolor pélvico crónico y los síntomas urinarios irritativos.
En la prostatitis crónica bacteriana, los cultivos de las secreciones prostáticas expresadas y de la orina posterior a la expresión prostática son positivos, lo que confirma la presencia de una infección bacteriana. En contraste, en la prostatitis crónica no bacteriana, los cultivos de estas mismas muestras son negativos, lo que indica la ausencia de infección bacteriana activa. Además, mientras que en la prostatitis crónica bacteriana los leucocitos (células inmunitarias) pueden estar presentes en las secreciones prostáticas, la cantidad de estos puede ser variable y no necesariamente correlacionada con una infección activa. Por otro lado, en la prostatitis crónica no bacteriana, los leucocitos pueden estar igualmente presentes, reflejando una respuesta inflamatoria no infecciosa.
En cuanto a la prostatitis aguda bacteriana, se caracteriza por la presencia de fiebre, cambios significativos en el análisis de orina, como leucocitosis (aumento de leucocitos) y la presencia de bacterias en los cultivos. A diferencia de la prostatitis aguda bacteriana, la prostatitis crónica bacteriana suele no presentar fiebre y sus características clínicas son más persistentes y de evolución más lenta. Sin embargo, ambos tipos de prostatitis bacteriana pueden mostrar leucocitos en las secreciones prostáticas y orina posterior al masaje prostático, con cultivos positivos que confirman la presencia de bacterias.
Por otro lado, en el síndrome de dolor pélvico crónico, también conocido como prostatitis crónica no bacteriana, aunque se observan leucocitos en las secreciones prostáticas, no hay presencia de bacterias en los cultivos. Esta condición no está asociada con infecciones, sino más bien con una serie de factores inflamatorios, neurológicos y, en muchos casos, psicológicos que contribuyen a la sintomatología crónica. En el análisis de orina posterior al masaje prostático en estos casos, tampoco se observa un cultivo positivo, lo que diferencia aún más a este síndrome de las formas bacterianas de prostatitis.
Un aspecto importante a considerar, especialmente en hombres mayores que presentan síntomas irritativos de la micción y cultivos negativos, es la necesidad de excluir el cáncer de vejiga. En estos casos, debido a la similitud de los síntomas con las infecciones del tracto urinario y otras patologías prostáticas, el cáncer de vejiga debe ser descartado a través de un examen citológico de orina y una cistoscopia. Estas pruebas son fundamentales en la evaluación de pacientes de edad avanzada que presentan síntomas persistentes de vaciamiento vesical y en los que no se identifican bacterias en los cultivos, ya que el cáncer de vejiga puede presentar síntomas similares a los de las infecciones urinarias, y un diagnóstico temprano es crucial para el manejo adecuado de la enfermedad.
Tratamiento
El tratamiento de la prostatitis crónica no bacteriana y el síndrome de dolor pélvico crónico requiere un enfoque multimodal debido a la naturaleza compleja y multifactorial de estos trastornos. La presentación clínica de cada paciente puede variar considerablemente, lo que hace necesario adaptar el tratamiento a los distintos modos de presentación, que incluyen síntomas miccionales, dolor neuropático, disfunción sexual, trastornos psicosociales y disfunción muscular del suelo pélvico. Este enfoque integral tiene como objetivo aliviar los síntomas, mejorar la calidad de vida del paciente y prevenir complicaciones adicionales.
Los pacientes que presentan síntomas de vaciamiento urinario, como urgencia, frecuencia, dificultad para orinar o sensación de vaciado incompleto, suelen beneficiarse de los bloqueadores alfa-adrenérgicos, como la tamsulosina, alfuzosina y silodosina. Estos fármacos actúan relajando los músculos de la próstata y la vejiga, lo que facilita el vaciamiento urinario y alivia los síntomas obstructivos. Estos tratamientos son efectivos en aquellos casos en los que el principal problema es la disfunción del tracto urinario, mejorando significativamente la comodidad del paciente.
En los pacientes que nunca han recibido tratamiento antimicrobiano o que se presentan con infecciones bacterianas diagnosticadas por primera vez, los antibióticos se utilizan para abordar la posibilidad de infecciones bacterianas. Aunque en la prostatitis crónica no bacteriana los cultivos de orina y las secreciones prostáticas suelen ser negativos para bacterias, en algunos casos se considera necesario el uso de antibióticos, particularmente en aquellos pacientes en los que se sospecha una infección no diagnosticada previamente o que tienen antecedentes de prostatitis bacteriana crónica.
El manejo de los trastornos psicosociales también es un componente esencial en el tratamiento de los pacientes con prostatitis crónica no bacteriana, ya que la ansiedad, la depresión, el estrés y la catastrofización del dolor pueden agravar los síntomas. La terapia cognitivo-conductual es una opción eficaz para tratar estos trastornos, ya que ayuda a los pacientes a cambiar patrones de pensamiento negativos y a desarrollar estrategias de afrontamiento más saludables. Además, los antidepresivos y los ansiolíticos pueden ser útiles en aquellos pacientes con síntomas de depresión o ansiedad significativos. Si es necesario, los pacientes también pueden ser referidos a especialistas en salud mental para recibir un apoyo más intensivo y específico.
El dolor neuropático, que puede ser una característica prominente en algunos pacientes, se maneja con medicamentos como los gabapentinoides (gabapentina, pregabalina) y la amitriptilina, que actúan modulando las vías nerviosas involucradas en la transmisión del dolor. La neuromodulación, que puede implicar el uso de dispositivos eléctricos para alterar la actividad nerviosa y reducir el dolor, así como la acupuntura, también se consideran tratamientos efectivos en el manejo del dolor neuropático crónico. En los casos en los que el dolor es severo y persistente, puede ser necesario derivar a los pacientes a un especialista en manejo del dolor para un tratamiento más especializado y avanzado.
La disfunción muscular del suelo pélvico, que es común en pacientes con prostatitis crónica no bacteriana, puede contribuir significativamente al dolor y la disfunción urinaria. El tratamiento de esta disfunción incluye medicamentos como el diazepam para relajar los músculos del suelo pélvico, así como biofeedback y terapia física, como los ejercicios de Kegel, que ayudan a fortalecer y coordinar los músculos pélvicos. Otras opciones incluyen la litotricia con ondas de choque pélvicas, que puede ser útil para reducir el dolor y mejorar la función del suelo pélvico, y la terapia de calor, que proporciona alivio muscular y mejora la circulación en la zona afectada.
En cuanto a la disfunción sexual relacionada con el dolor, el tratamiento se centra en la terapia sexual y el uso de inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5, como el avanafil, sildenafil, tadalafil y vardenafil, que son medicamentos que mejoran la erección y pueden ayudar a reducir el dolor asociado con la eyaculación. La terapia sexual tiene como objetivo mejorar la comunicación y la intimidad en las relaciones sexuales, lo que es crucial para los pacientes que sufren tanto de dolor como de disfunción sexual.
En cuanto a la intervención quirúrgica, no se recomienda para el tratamiento de la prostatitis crónica no bacteriana. A pesar de que algunos pacientes pueden experimentar síntomas persistentes o recurrentes, la cirugía no ha demostrado ser efectiva y podría conllevar riesgos adicionales, como infecciones o complicaciones postoperatorias. En su lugar, los tratamientos mencionados, que abordan los diversos aspectos del dolor y la disfunción, son más efectivos para mejorar la calidad de vida del paciente.
Pronóstico
En términos de pronóstico, aunque los síntomas molestos y recurrentes son comunes, no se han identificado secuelas graves o permanentes asociadas con la prostatitis crónica no bacteriana o el síndrome de dolor pélvico crónico. No obstante, la condición puede tener un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes, por lo que el tratamiento adecuado y el manejo multidisciplinario son fundamentales para controlar los síntomas y mejorar el bienestar general de los afectados. En este sentido, un enfoque terapéutico integral y personalizado que aborde tanto los componentes físicos como los psicológicos de la enfermedad es esencial para lograr un manejo exitoso de esta afección compleja.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Franco JVA et al. Pharmacological interventions for treating chronic prostatitis/chronic pelvic pain syndrome: a Cochrane systematic review. BJU Int. 2020;125:490. [PMID: 31899937]
- Pena VN et al Diagnostic and management strategies for patients with chronic prostatitis and chronic pelvic pain syndrome. Drugs Aging. 2021;38:845. [PMID: 34586623]