La pregunta sobre el origen y el desarrollo del ser humano es una cuestión que ha inquietado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. La interrogante «¿Cómo nos formamos?» no es en absoluto novedosa, ya que remonta sus raíces a los orígenes de la filosofía y las ciencias naturales, siendo abordada por pensadores fundamentales como Hipócrates de Cos y Aristóteles, cuyas contribuciones sentaron las bases de lo que más tarde sería reconocido como la embriología. Estos pensadores, a pesar de las limitaciones tecnológicas de su tiempo, lograron realizar observaciones que perduran en la historia de la ciencia, aunque sus conclusiones no siempre fueron correctas según el conocimiento científico actual.
En el caso de Hipócrates de Cos, reconocido como uno de los padres de la medicina, la formulación de preguntas sobre el origen de la vida y el proceso de desarrollo de los seres vivos fue crucial para el avance de la medicina y la biología. Hipócrates introdujo la idea de que la vida humana, al igual que la de otros seres vivos, se originaba a partir de la unión de los fluidos masculinos y femeninos, y que el desarrollo del embrión era un proceso gradual que comenzaba con la mezcla de estos fluidos. Aunque sus ideas no eran completamente precisas desde una perspectiva moderna, marcó un paso importante al conceptualizar el proceso de formación de los seres vivos dentro de un marco natural y fisiológico, alejándose de las explicaciones mitológicas que prevalecían en su época.
Aristóteles, por su parte, es a menudo considerado como el primer embriólogo de la historia debido a sus exhaustivas observaciones sobre el desarrollo de los embriones, particularmente en aves, pero también en otros animales. En sus escritos, como en la obra Historia Animalium, Aristóteles realizó detalladas descripciones del proceso de desarrollo de los embriones, en las que observó la formación de órganos, tejidos y estructuras a medida que el embrión se desarrollaba en el interior del huevo. Aristóteles fue uno de los primeros en sugerir que el proceso de generación de los seres vivos era un fenómeno natural, explicable por principios biológicos, en lugar de ser producto de intervenciones divinas o sobrenaturales.
En cuanto a la pregunta de cómo comienza la vida en el embrión, Aristóteles adoptó la teoría de la semilla como principio de la generación, que sería una parte esencial para la formación de un nuevo ser. Sin embargo, Aristóteles cometió errores en sus conclusiones, especialmente al sostener que el semen masculino aportaba la «forma» del nuevo ser, mientras que el cuerpo provendría del material de la madre. Aunque esta concepción fue incorrecta, sus observaciones sobre el desarrollo embrionario de los animales constituyeron una base crucial para posteriores investigaciones científicas. Aristóteles, a pesar de las falencias de su teoría, fue pionero en el enfoque empírico al estudiar los procesos biológicos, basándose en la observación directa de los embriones, una técnica que, en su época, representaba una verdadera innovación.
El mérito de Aristóteles y Hipócrates no reside únicamente en sus conclusiones, sino en el hecho de que, partiendo de las limitaciones tecnológicas y metodológicas de su tiempo, lograron plantear preguntas fundamentales sobre el origen de la vida y el desarrollo de los seres vivos. La dificultad técnica de realizar observaciones precisas en el contexto de la antigüedad era considerable: carecían de microscopios y otras herramientas que hoy consideramos esenciales para estudiar la biología a nivel celular o embrionario. Sin embargo, sus esfuerzos en describir y documentar el desarrollo de los embriones en animales fueron pasos esenciales que permitieron la evolución de la embriología como campo científico.
A lo largo de la historia, muchos de los conceptos y observaciones de Aristóteles fueron refutados o revisados, pero su influencia perduró en el pensamiento científico. De hecho, su enfoque metodológico y su insistencia en la observación directa de los fenómenos naturales abrieron el camino para el desarrollo de una ciencia más rigurosa, que con el tiempo se consolidaría en el campo de la biología y la embriología modernas. Así, aunque las conclusiones de Aristóteles sobre el origen de la vida y la formación de los seres vivos eran incorrectas, su capacidad para observar y analizar el desarrollo de los embriones fue un avance significativo en el entendimiento de los procesos biológicos.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Arteaga Martínez, S. M., & García Peláez, M. I. (Eds.). (2021). Embriología humana y biología del desarrollo (3.ª ed.). Editorial Médica Panamericana.