Sífilis latente
Sífilis latente

Sífilis latente

La sífilis latente es una fase de la infección por Treponema pallidum, el agente causal de la sífilis, caracterizada por la ausencia de manifestaciones clínicas evidentes, como lesiones cutáneas o mucosas. Durante este período, el paciente no presenta síntomas visibles, lo que hace que la infección permanezca «silenciosa» o inactiva desde un punto de vista clínico. Aunque no se observan signos físicos de la enfermedad, el microorganismo sigue presente en el organismo, y puede continuar su propagación a través del torrente sanguíneo o en órganos internos.

El diagnóstico de la sífilis latente se basa principalmente en pruebas serológicas, que detectan la presencia de anticuerpos específicos generados en respuesta a la infección. Estas pruebas son fundamentales para identificar la infección en individuos que no muestran manifestaciones clínicas, ya que en esta fase la bacteria no es detectable a través de métodos directos como el examen microscópico o cultivos. El diagnóstico serológico, por tanto, es crucial para la identificación temprana y la prevención de posibles complicaciones, como el daño a órganos internos o la transmisión vertical del patógeno de madre a hijo durante el embarazo.

Es importante destacar que la sífilis latente se clasifica en dos tipos: la sífilis latente temprana, que ocurre en los primeros años después de la infección, y la sífilis latente tardía, cuando ha pasado un tiempo considerable sin tratamiento. La sífilis latente tardía, en particular, puede avanzar a formas más graves de la enfermedad si no se trata adecuadamente, por lo que es esencial realizar diagnósticos serológicos de rutina en poblaciones de riesgo, incluso en ausencia de síntomas.

 

Sífilis latente temprana

La sífilis latente temprana se refiere a la fase de la infección que ocurre en el primer año posterior a la infección primaria por Treponema pallidum. Esta etapa es crucial en la evolución clínica de la sífilis, ya que, si no se diagnostica o se trata adecuadamente, puede experimentar una recaída hacia la sífilis secundaria. Es importante señalar que la recaída generalmente se acompaña de un aumento en los títulos de anticuerpos en las pruebas serológicas cuantitativas, lo que constituye una de las principales manifestaciones de la reactivación de la enfermedad. De hecho, en muchos casos, este incremento en los títulos puede ser el primer signo de recaída, incluso antes de que se presenten otros síntomas clínicos.

En términos de frecuencia, alrededor del 90% de las recaídas ocurren durante el primer año tras la infección primaria. Este dato subraya la importancia de un diagnóstico temprano y de un seguimiento adecuado en los primeros 12 meses de la infección. La identificación de la sífilis latente temprana se puede realizar a través de varios criterios diagnósticos. Uno de los más confiables es la seroconversión, es decir, la aparición de anticuerpos en el suero del paciente que no estaban presentes en etapas previas de la enfermedad, o un aumento de cuatro veces en los títulos de las pruebas serológicas no treponémicas durante el último año.

Además, la historia clínica del paciente juega un papel esencial en el diagnóstico. Si el paciente puede recordar haber experimentado síntomas típicos de la sífilis primaria o secundaria, como úlceras genitales o exantemas cutáneos, esto refuerza la sospecha de que está en una fase latente temprana. También es relevante la historia de contacto sexual con una pareja diagnosticada con sífilis primaria, secundaria o latente temprana. La posibilidad de que el paciente haya estado expuesto a un individuo con sífilis activa durante el periodo correspondiente aumenta la probabilidad de que la infección esté en esta fase latente temprana.

En resumen, la sífilis latente temprana es una etapa clave en la progresión de la enfermedad, que, si no se detecta y se trata de manera oportuna, puede llevar a complicaciones y recaídas. El diagnóstico temprano se basa en la combinación de la historia clínica del paciente, la serología y la identificación de factores de riesgo, lo que permite una intervención temprana y efectiva para prevenir la progresión hacia formas más avanzadas de la enfermedad.

 

Sífilis latente tardía

La fase latente tardía de la sífilis se presenta después de transcurrido el primer año de infección, cuando la enfermedad ha alcanzado una etapa en la que no se evidencian signos o síntomas clínicos, y el paciente no representa un riesgo de transmisión a sus parejas sexuales. Sin embargo, aunque la infección no sea contagiosa en esta fase para las personas con las que se tiene contacto sexual, es importante señalar que la sífilis puede seguir siendo transmisible al feto a través de la placenta, lo que representa un riesgo significativo en cualquier etapa de la enfermedad, incluida la latente tardía. Este fenómeno se conoce como transmisión transplacentaria y puede resultar en sífilis congénita, con consecuencias graves para el recién nacido.

El diagnóstico de sífilis latente tardía se establece cuando no se encuentran indicios de enfermedad terciaria ni de neurosífilis, dos complicaciones graves que pueden surgir si la infección no es tratada adecuadamente durante las fases anteriores. La sífilis terciaria se caracteriza por la aparición de lesiones destructivas, como gomas o lesiones cardiovasculares, mientras que la neurosífilis implica la afectación del sistema nervioso central, produciendo síntomas como alteraciones cognitivas, problemas motoros y otros trastornos neurológicos. Para llegar a un diagnóstico de sífilis latente tardía, es crucial que la historia clínica del paciente y los hallazgos del examen físico no sugieran la presencia de estas complicaciones avanzadas.

La duración de la fase latente puede variar considerablemente, durando desde varios meses hasta, en algunos casos, toda la vida del paciente. Esto se debe a que, en esta etapa, el Treponema pallidum, el agente etiológico de la sífilis, persiste en el organismo en una forma latente, sin manifestar síntomas clínicos evidentes, pero con la capacidad de reactivarse en determinadas circunstancias. La latencia no es una fase inactiva de la infección, ya que el microorganismo sigue presente en el cuerpo, aunque de manera «silenciosa». En algunos casos, la sífilis puede permanecer en este estado latente durante décadas sin causar daño ni síntomas, lo que resalta la importancia de un seguimiento médico adecuado para garantizar que la infección no avance hacia fases más destructivas.

Tratamiento

El tratamiento de la sífilis latente temprana y el seguimiento posterior se manejan de manera similar a los casos de sífilis primaria, salvo que exista evidencia de afectación del sistema nervioso central. En la sífilis primaria, el tratamiento estándar busca erradicar la infección y prevenir su progresión, y este enfoque es el mismo para la sífilis latente temprana. La diferencia radica en que en la latente temprana, el paciente ya no presenta los síntomas visibles de la infección, por lo que el tratamiento se enfoca en eliminar la bacteria Treponema pallidum de manera efectiva, evitando que la enfermedad avance o se reactive. En términos de seguimiento, se debe observar al paciente de cerca, especialmente en los primeros meses después del tratamiento, ya que la enfermedad puede recurrir si no se erradica completamente.

Por otro lado, el tratamiento de la sífilis latente tardía tiene un objetivo distinto: prevenir las secuelas a largo plazo, como las complicaciones terciarias o la neurosífilis. La sífilis latente tardía es una etapa de la infección en la que los síntomas clínicos son mínimos o inexistentes, pero la bacteria sigue presente en el organismo, lo que puede llevar a efectos negativos a largo plazo si no se trata adecuadamente. El tratamiento en esta fase tiene como meta impedir que se desarrollen complicaciones graves, como lesiones en órganos vitales, trastornos cardiovasculares o problemas neurológicos.

Si existe evidencia de que la sífilis ha afectado al sistema nervioso central, como puede ser el caso de neurosífilis, se debe realizar una punción lumbar para analizar el líquido cefalorraquídeo. Este análisis es fundamental para confirmar si la infección ha alcanzado el sistema nervioso central. Si la punción lumbar resulta positiva, es decir, si se detectan signos de neurosífilis, el paciente debe recibir un tratamiento específico para esta complicación. Es importante señalar que la neurosífilis puede manifestarse de diversas maneras, desde alteraciones cognitivas hasta trastornos motores, por lo que su diagnóstico temprano es esencial para evitar daños irreversibles.

En cuanto a los títulos de los anticuerpos en las pruebas serológicas, estos pueden no disminuir con la misma rapidez después del tratamiento en la sífilis latente tardía en comparación con la sífilis temprana. Aunque el tratamiento debería reducir la carga bacteriana de manera efectiva, los títulos en las pruebas serológicas no siempre siguen una disminución inmediata o tan pronunciada como en las fases iniciales de la infección. Por esta razón, es necesario realizar un seguimiento continuo a través de pruebas serológicas no treponémicas a los 6, 12 y 24 meses posteriores al tratamiento.

Si se observa un aumento de los títulos en cuatro veces su valor inicial o si los títulos iniciales son elevados (por ejemplo, 1:32 o más) y no disminuyen significativamente en el plazo de 12 a 24 meses, esto puede indicar una posible reactivación o persistencia de la infección. En estos casos, es importante realizar un test de VIH en pacientes que no tengan un diagnóstico previo de esta enfermedad, ya que la coinfección por VIH puede alterar la respuesta inmune y complicar el curso de la sífilis. Si los síntomas o signos compatibles con sífilis emergen después del tratamiento, o si se observa un cambio en los títulos serológicos, se debe realizar una nueva punción lumbar y reevaluar el tratamiento según la etapa de la enfermedad en que se encuentre el paciente.

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
  2. Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
  3. Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
  4. Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
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