Los antipsicóticos constituyen una clase farmacológica de gran relevancia en la psiquiatría clínica contemporánea, cuya utilidad terapéutica abarca una amplia gama de trastornos neuropsiquiátricos. Estos fármacos se emplean, de manera fundamental, en el tratamiento de todas las formas clínicas de esquizofrenia, un trastorno crónico y severo caracterizado por la presencia de síntomas psicóticos como alucinaciones, delirios, pensamiento desorganizado y alteraciones del comportamiento. Asimismo, los antipsicóticos son eficaces en el manejo de psicosis inducidas por sustancias, la depresión psicótica, y como tratamiento coadyuvante en casos de depresión unipolar resistente, donde pueden potenciar la respuesta antidepresiva.
En el espectro de los trastornos afectivos, los antipsicóticos tienen un rol central en el abordaje de los episodios de manía aguda y en la prevención de los ciclos de ánimo en pacientes con trastorno bipolar, evidenciando así su versatilidad terapéutica. Además, han mostrado efectividad en el tratamiento del síndrome de Tourette, caracterizado por tics motores y vocales, y en el manejo de conductas disruptivas y descontroladas en pacientes con trastornos del espectro autista.
Una aplicación frecuente, aunque controvertida, de los antipsicóticos es en el tratamiento de la agitación en pacientes con demencia. Sin embargo, es importante subrayar que ningún antipsicótico ha demostrado de manera concluyente una eficacia sostenida en esta población. Más aún, su uso en adultos mayores con demencia se asocia con un incremento significativo en el riesgo de mortalidad prematura, lo que obliga a una evaluación minuciosa del riesgo-beneficio en cada caso individual.
Desde un punto de vista clínico, aproximadamente el ochenta por ciento de los pacientes con síntomas positivos de psicosis experimentan mejoría con el uso de antipsicóticos. Estos síntomas incluyen hiperactividad, hostilidad, agresividad, delirios, alucinaciones, irritabilidad y alteraciones del sueño. Los individuos con un episodio psicótico agudo y un buen funcionamiento premórbido suelen mostrar una respuesta particularmente favorable. Por otro lado, una respuesta paradójica, es decir, el empeoramiento del estado conductual con el uso de estos medicamentos, puede sugerir la presencia de una condición médica subyacente no diagnosticada, como una toxicidad anticolinérgica.
Un aspecto crítico en el manejo de la psicosis aguda es la dosificación adecuada del fármaco. El fracaso terapéutico más común en estos casos no suele deberse a la ineficacia del medicamento, sino a una dosificación insuficiente. Asimismo, la principal causa de recaída en pacientes con trastornos psicóticos es la falta de adherencia al tratamiento, lo que resalta la importancia del acompañamiento terapéutico y la educación del paciente y su entorno.
En términos farmacológicos, los antipsicóticos se dividen en dos grandes grupos: los de primera generación (también llamados típicos) y los de segunda generación (o atípicos). Los antipsicóticos típicos son eficaces principalmente en el tratamiento de los síntomas positivos de la esquizofrenia, mientras que los atípicos, además de esta acción, presentan cierta eficacia sobre los síntomas negativos, como el aplanamiento afectivo, la anhedonia y la pobreza del lenguaje, que son más resistentes al tratamiento.
En situaciones clínicas complejas, donde coexiste una sintomatología depresiva significativa, se pueden combinar antipsicóticos con antidepresivos, optimizando así la respuesta global del paciente. En casos resistentes, se ha descrito el uso concomitante de estabilizadores del ánimo como el litio, la carbamazepina o el ácido valproico, cuya acción puede mejorar tanto la sintomatología psicótica como la afectiva.
En pacientes con agitación severa o en estados catatónicos que no responden adecuadamente a los antipsicóticos, puede ser útil la adición de benzodiazepinas. El lorazepam, administrado por vía oral en dosis de uno a dos miligramos, ha demostrado inducir una resolución rápida de los síntomas catatónicos, permitiendo incluso una reducción en la dosis de antipsicótico necesaria para el mantenimiento del estado clínico.
Por último, la terapia electroconvulsiva, a pesar de ser una opción terapéutica frecuentemente subestimada, ha mostrado eficacia tanto en el tratamiento de la catatonía como en casos de esquizofrenia refractaria, especialmente cuando se utiliza en combinación con farmacoterapia, proporcionando un enfoque integral en pacientes con escasa respuesta a los tratamientos convencionales.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.