Enterobiasis
Enterobiasis

Enterobiasis

Enterobius vermicularis, conocido comúnmente como el oxiuro, representa una causa frecuente de infecciones intestinales a nivel mundial, con una prevalencia especialmente alta en niños en edad escolar. Esta elevada incidencia en este grupo etario se debe a varios factores epidemiológicos y biológicos que favorecen su transmisión y persistencia.

La enterobiasis se propaga principalmente por contacto directo entre personas. La vía de contagio más común es la ingestión accidental de huevos del parásito, que se encuentran en las manos o en la región perianal de individuos infectados. Estos huevos pueden también contaminar alimentos, superficies inanimadas (conocidas como fómites), ropa de cama y prendas de vestir, lo que facilita la transmisión indirecta. Además, es común que la persona infectada se autoinfecte al transferir los huevos desde la región anal hacia la boca, ya sea a través del rascado o la manipulación sin higiene adecuada.

Una vez que los huevos son ingeridos, estos eclosionan en el duodeno, liberando las larvas que migran hacia el ciego, donde se desarrollan hasta alcanzar la madurez. El ciclo de maduración de las hembras dura aproximadamente un mes, y estas permanecen viables por un periodo similar. Durante esta etapa, las hembras adultas migran hacia la región anal para depositar grandes cantidades de huevos en la piel perianal, proceso que provoca una intensa picazón y facilita la diseminación de los huevos en el entorno y a otros individuos.

La vida útil relativamente corta de estos helmintos —alrededor de un mes para los adultos— implica que para mantener una infección prolongada en un individuo o en una comunidad, es necesaria la reinfección continua. Este fenómeno es especialmente común en ambientes institucionales o en grupos cerrados, como escuelas o guarderías, donde el contacto cercano y las condiciones de higiene pueden no ser óptimas, favoreciendo la transmisión sostenida del parásito.

Manifestaciones clínicas

La mayoría de las personas infectadas con Enterobius vermicularis, el parásito causante de la enterobiasis, no presentan síntomas evidentes, lo que dificulta en muchos casos la detección temprana de la infección. Cuando se manifiestan signos clínicos, el síntoma más característico y frecuente es el prurito perianal, especialmente durante las horas nocturnas. Esta comezón intensa se debe principalmente a la presencia de las hembras adultas que migran hacia la región perianal para depositar sus huevos, así como a la reacción irritativa que generan estos huevos sobre la piel circundante.

En la población infantil, este prurito puede ocasionar dificultades adicionales, como trastornos del sueño, que se manifiestan como insomnio o inquietud durante la noche. Asimismo, algunos niños pueden presentar enuresis nocturna, un fenómeno que puede estar relacionado con la irritación y malestar general causados por la infección. La necesidad constante de rascarse la zona perianal puede llevar a lesiones cutáneas como excoriaciones, que a su vez pueden infectarse, desencadenando complicaciones bacterianas secundarias como el impétigo.

En cuanto a los síntomas gastrointestinales, aunque algunos pacientes reportan molestias leves, como dolor abdominal o alteraciones del hábito intestinal, no existen evidencias concluyentes que permitan afirmar una relación directa y causal entre la enterobiasis y estos síntomas. Por lo general, las complicaciones severas derivadas de esta infección son poco frecuentes.

Sin embargo, en casos excepcionales, la migración anómala de los parásitos puede provocar reacciones inflamatorias o granulomatosas en órganos del tracto gastrointestinal o del sistema genitourinario. Se han documentado también episodios raros de ulceración colónica y colitis eosinofílica, condiciones que reflejan una respuesta inmunitaria atípica frente a la presencia del parásito.

En definitiva, aunque la enterobiasis suele ser una infección benigna y asintomática, la sintomatología principal se centra en la irritación local y sus consecuencias, mientras que las complicaciones graves permanecen como eventos poco comunes y excepcionalmente observados en la práctica clínica.

 

Exámenes diagnósticos

La detección de la infección por Enterobius vermicularis presenta ciertas particularidades diagnósticas debido a la biología del parásito y su ciclo de vida. Los huevos de este helminto rara vez se encuentran en las muestras de heces, lo que limita la utilidad del examen coprológico tradicional para su diagnóstico. Esto se debe a que las hembras depositan los huevos principalmente en la piel alrededor del ano y no en el interior del intestino, lo que hace que la búsqueda directa en materia fecal sea poco efectiva.

Por esta razón, el diagnóstico se basa en la identificación directa de los huevos o de los parásitos adultos en la región perianal. Un método ampliamente utilizado y de fácil aplicación consiste en la adhesión de una cinta adhesiva transparente sobre la piel alrededor del ano, preferentemente en las primeras horas de la mañana antes de la higiene personal o la defecación. La cinta, que atrapa los huevos depositados en la superficie cutánea, se lleva posteriormente a un microscopio para su análisis detallado. Este procedimiento, conocido como «prueba de la cinta adhesiva», tiene una sensibilidad aproximada del cincuenta por ciento con una sola toma, pero la repetición de esta prueba en tres días consecutivos aumenta la sensibilidad hasta cerca del noventa por ciento, mejorando significativamente la probabilidad de detección.

Además, en ocasiones se puede observar directamente la presencia de los gusanos adultos durante la inspección visual nocturna de la zona perianal o mediante la revisión macroscópica de las heces. Los individuos adultos de Enterobius vermicularis miden alrededor de un centímetro y son visibles a simple vista, lo que facilita su reconocimiento en estas circunstancias.

Es importante destacar que, aunque la eosinofilia, un aumento de ciertos glóbulos blancos relacionado con reacciones alérgicas o parasitarias, es común en algunas infecciones helmínticas, en el caso de la enterobiasis esta alteración es infrecuente y por lo tanto no constituye un marcador diagnóstico confiable.

Tratamiento

El tratamiento de la enterobiasis se basa en la administración de dosis únicas orales de medicamentos antiparasitarios específicos, entre los cuales se incluyen albendazol, mebendazol y pamoato de pirantel. El albendazol se administra en una dosis de cuatrocientos miligramos, mientras que el mebendazol se dosifica en cien miligramos. Por su parte, el pamoato de pirantel se calcula según el peso corporal, con una dosis de once miligramos por kilogramo, sin exceder un máximo de un gramo. Estos fármacos actúan sobre el parásito interrumpiendo procesos vitales esenciales, lo que conduce a la eliminación de los oxiuros del organismo.

Debido a la alta probabilidad de reinfección, que es una característica común en esta infección, se recomienda repetir la dosis antiparasitaria después de un intervalo de aproximadamente dos semanas. Esta estrategia terapéutica busca erradicar tanto los parásitos adultos como las larvas que puedan haber eclosionado después del primer tratamiento, garantizando así una mayor efectividad y reducción de la persistencia de la infección.

Es fundamental que, además del paciente afectado, se trate simultáneamente a todos los miembros del núcleo familiar que presenten la infección, y en situaciones donde la tasa de reinfección es elevada, como en entornos escolares o institucionales, se aconseja la administración profiláctica a todos los contactos cercanos. Esta medida ayuda a interrumpir la cadena de transmisión y disminuye la circulación del parásito en estos grupos.

Complementariamente, las prácticas higiénicas juegan un papel crucial para limitar la diseminación del oxiuro. El lavado meticuloso y frecuente de las manos, especialmente después de ir al baño y antes de manipular alimentos, constituye una barrera fundamental contra la transmisión fecal-oral del parásito. Asimismo, se debe desalentar el rascado de la región perianal para evitar la diseminación de los huevos hacia las manos y el entorno.

Finalmente, la limpieza y el lavado adecuado de la ropa y la ropa de cama son esenciales, ya que estos elementos pueden estar contaminados con huevos viables del parásito. La exposición a altas temperaturas durante el lavado es suficiente para eliminar estos huevos, contribuyendo a reducir la reinfección y la propagación dentro del hogar o la institución.

 

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Buonfrate D et al. Human strongyloidiasis: complexities and pathways forward. Clin Microbiol Rev. 2023;36:e0003323. [PMID: 37937980]
  2. S et al. diagnostic techniques for soil-transmitted helminths—recent advances. Res Rep Trop Med. 2021;12:181. [PMID: 34377048]
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