Fiebre Chikungunya
Fiebre Chikungunya

Fiebre Chikungunya

La fiebre chikungunya, cuyo nombre proviene del término en la lengua bantú kimakonde que significa “aquello que se encorva”, es una infección causada por un virus perteneciente al género Alphavirus, transmitida principalmente al ser humano a través de la picadura de los mosquitos Aedes aegypti y Aedes albopictus. Este virus es reconocido como un clásico virus “artritogénico” debido a que una de sus manifestaciones clínicas más características es la artritis o artralgia intensa que puede persistir por semanas o meses.

El virus chikungunya tiene su origen en dos cepas principales: una localizada en África Occidental y otra que circula en las regiones del África Oriental, Central y Meridional. Los primeros casos clínicos documentados en la India derivaron de las cepas africanas de África Oriental, Central y Meridional. Posteriormente, se reportaron brotes en Kenia en 2004, extendiéndose después a las zonas adyacentes al océano Índico, así como en el Sudeste Asiático y sus islas vecinas entre 2005 y 2007. En el sur de la India se registraron casos en 2005 y en la isla de La Reunión entre 2005 y 2006. Además, se reportaron casos autóctonos en Europa, específicamente en Italia y Francia en 2007. En 2013, se documentó el primer caso autóctono en el hemisferio occidental en la isla de Saint Martin, en el Caribe, con aislados virales que también derivaban de las cepas africanas de África Oriental, Central y Meridional. A pesar de la diversidad geográfica y genética, se ha identificado que solo existe un serotipo del virus chikungunya.

El virus chikungunya está ampliamente distribuido en países endémicos de África, América, Asia y Europa, donde la presencia de los vectores Aedes aegypti y Aedes albopictus favorece su transmisión. Hasta junio de 2023 se han registrado en el mundo más de 214,000 casos y 281 muertes. En poblaciones naïve —es decir, sin inmunidad previa— las tasas de ataque pueden ser tan altas como el 50%, aunque en Saint Martin se observó que el 39% de las infecciones fueron asintomáticas.

La transmisión vertical, es decir, de madre a hijo, está documentada en casos donde la madre presenta viremia durante el parto. No obstante, a diferencia del virus Zika, no parece haber transmisión durante el embarazo. Aunque se ha aislado virus infectivo en saliva, no se ha evidenciado que la transmisión ocurra a través de las secreciones orales en humanos.

La endemia del mosquito Aedes aegypti en las Américas y la introducción del mosquito Aedes albopictus en Europa y América Latina generan preocupación por la posible expansión de esta epidemia. Los reportes clínicos también indican que el virus chikungunya puede coexistir en coinfección con otros patógenos transmitidos por vectores, como el virus de la fiebre amarilla, Plasmodium (causante de la malaria), virus Zika y virus del dengue, complicando aún más el diagnóstico y manejo clínico de los pacientes.

Manifestaciones clínicas

Después de un período de incubación que varía entre uno y doce días, con una mediana estimada de tres días, los pacientes comienzan a presentar de forma abrupta una serie de síntomas característicos. Entre estos se incluyen fiebre alta, cefalea intensa, y síntomas gastrointestinales como diarrea, vómitos o dolor abdominal. Además, es frecuente la presencia de mialgias, que son dolores musculares generalizados, así como artralgias o artritis que afectan múltiples articulaciones, tanto pequeñas como grandes, incluyendo las articulaciones axiales. Una característica distintiva de esta infección es la afectación simultánea de más de diez articulaciones, acompañada frecuentemente por tenosinovitis, especialmente en la muñeca. Esta inflamación de las vainas tendinosas contribuye al dolor y la limitación funcional. La postura encorvada que adoptan los pacientes debido al intenso dolor articular es la razón por la cual la enfermedad recibe su nombre, que significa “la que encorva”.

Los síntomas articulares tienen un curso variable: en aproximadamente un tercio de los casos, persisten hasta cuatro meses, mientras que en cerca del diez por ciento de los pacientes pueden mantenerse de manera crónica durante años, causando discapacidad significativa. En cuanto a las manifestaciones cutáneas, entre el diez y el cuarenta por ciento de los pacientes desarrollan un exantema maculopapular que suele ser pruriginoso y con pigmentación central. En los niños, este rash puede evolucionar a formas bullosas con desprendimiento de la piel. Alrededor del quince por ciento de los casos presentan afectación mucosa, manifestada en lesiones que pueden comprometer cavidades orales y otras mucosas. También se han reportado edema facial y petequias localizadas, reflejo de alteraciones vasculares o inflamatorias.

Las complicaciones neurológicas, aunque menos frecuentes, son clínicamente relevantes y suelen afectar a grupos etarios extremos: niños menores de cinco años y adultos mayores de cuarenta y nueve años. Entre estas complicaciones se incluyen encefalitis, mielopatía, neuropatías periféricas, síndrome de Guillain-Barré, mieloneuropatía y miopatía. Durante el brote ocurrido en la isla de La Reunión entre 2005 y 2006, la encefalitis se presentó en 8.6 casos por cada 100,000 personas infectadas, con una tasa de mortalidad del 17%. Se observó además un aumento del riesgo de encefalitis en personas mayores de sesenta y cinco años. Las formas hemorrágicas similares a las fiebres hemorrágicas clásicas son poco comunes en esta infección.

Es habitual la coinfección con otros virus respiratorios y con el virus del dengue, lo que puede complicar el cuadro clínico y el diagnóstico. Algunas de las manifestaciones neurológicas parecen tener un origen inmunomediado, especialmente en adultos mayores de veinte años, y estos casos se caracterizan por latencias más prolongadas y pronósticos más favorables. La mortalidad es rara y suele estar asociada a comorbilidades subyacentes que agravan el cuadro.

 

Exámenes diagnósticos

El diagnóstico de la infección por el virus chikungunya se realiza principalmente a partir de criterios epidemiológicos y clínicos, dada la coincidencia de signos y síntomas característicos en el contexto de brotes o transmisión activa en áreas endémicas. Desde el punto de vista hematológico, es común observar una leucopenia leve, es decir, una disminución moderada en el número de leucocitos en sangre, así como trombocitopenia, que es la reducción en el conteo de plaquetas. Sin embargo, esta última suele ser de grado leve y rara vez alcanza niveles severos que puedan comprometer la coagulación o poner en riesgo al paciente.

Los marcadores inflamatorios, como la proteína C reactiva y la velocidad de sedimentación globular, suelen estar elevados durante la infección; no obstante, su elevación no se correlaciona de manera consistente con la gravedad o la intensidad de la artritis que experimentan los pacientes, lo que limita su utilidad para evaluar la severidad clínica de la enfermedad articular.

En cuanto a los estudios de imagen, las radiografías de las articulaciones afectadas durante la fase aguda del cuadro suelen mostrar hallazgos normales, ya que la inflamación todavía no ha producido cambios estructurales visibles en el hueso o las articulaciones. No obstante, en pacientes que desarrollan síntomas crónicos o persistentes, se pueden evidenciar lesiones óseas características, que reflejan el daño prolongado y la inflamación crónica en el tejido articular.

La confirmación serológica de la infección se basa en la detección de anticuerpos específicos contra el virus chikungunya. Se considera diagnóstico un título elevado de inmunoglobulina M o un incremento de al menos cuatro veces en los niveles de inmunoglobulina G en la fase convaleciente, ambos determinados mediante técnicas inmunoenzimáticas como el ensayo de inmunoabsorción ligado a enzimas, conocido por sus siglas en inglés como ELISA. Aunque existen pruebas comerciales disponibles para la detección por reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa y por ELISA, ninguna de estas pruebas cuenta con la aprobación oficial de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos, lo que refleja la necesidad de validación y estandarización adicionales.

Las técnicas de aislamiento viral mediante cultivo en líneas celulares de insectos o mamíferos, o a través de la inoculación experimental en mosquitos o ratones, requieren un manejo en laboratorios con nivel de bioseguridad 3, debido a los riesgos asociados al trabajo con patógenos transmisibles y a la necesidad de garantizar la protección del personal y del ambiente. Esta limitación hace que estas técnicas no sean prácticas para el diagnóstico rutinario y estén reservadas para centros especializados en virología.

Complicaciones

Las complicaciones comunes asociadas a la fiebre chikungunya incluyen debilidad prolongada, astenia, mialgias, artralgias y artritis, las cuales pueden persistir durante períodos prolongados. Estudios epidemiológicos han reportado que entre el veinticinco y el sesenta y seis punto cinco por ciento de los pacientes continúan presentando estos síntomas hasta un año después del inicio de la infección. La persistencia de las artralgias a largo plazo se asocia a varios factores de riesgo; entre ellos, destaca la presencia de síntomas articulares cuatro meses después del comienzo de la enfermedad y la edad superior a los treinta y cinco años. Asimismo, las personas que presentan artritis preexistente constituyen un grupo particularmente vulnerable a experimentar síntomas prolongados tras la infección por chikungunya, con poliartalgias que en ocasiones pueden extenderse durante varios años, afectando significativamente la calidad de vida.

Entre las complicaciones menos frecuentes, se han reportado casos de necrosis en la piel nasal, aunque estos son muy raros y su fisiopatología no está completamente esclarecida. Además, el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno neurológico caracterizado por una polirradiculoneuropatía aguda desmielinizante que puede llevar a parálisis progresiva, también ha sido descrito en pacientes con infección por el virus chikungunya, lo que resalta la capacidad del virus para desencadenar respuestas inmunológicas complejas y complicaciones neurológicas severas.

Las condiciones comórbidas, tales como hipertensión arterial, diabetes mellitus y enfermedades cardíacas, pueden contribuir a la aparición de desenlaces clínicos más graves en el curso de la enfermedad. Sin embargo, en algunas series clínicas, pacientes que desarrollan complicaciones neurológicas significativas no presentan estas comorbilidades, lo que sugiere que otros factores, posiblemente genéticos o relacionados con la respuesta inmune individual, pueden influir en la severidad y el pronóstico.

En reportes recientes provenientes de Brasil, se ha documentado una mayor frecuencia de desenlaces severos y tasas elevadas de mortalidad asociadas a la infección por chikungunya. Esta situación subraya la importancia de la vigilancia epidemiológica continua, la identificación temprana de factores de riesgo y la implementación de estrategias clínicas y de salud pública dirigidas a reducir la morbilidad y mortalidad relacionadas con esta enfermedad emergente.

Tratamiento

El tratamiento de la fiebre chikungunya es fundamentalmente sintomático y de apoyo, ya que no existe una terapia antiviral específica contra el virus. En la fase aguda de la enfermedad, el manejo clínico se centra en el alivio del dolor, la inflamación y la fiebre. Para ello, se emplean comúnmente antiinflamatorios no esteroideos, que contribuyen al control de la artralgia y la fiebre. En aquellos casos en los que la respuesta inflamatoria es más severa o prolongada, se puede considerar el uso de corticosteroides, los cuales actúan modulando la inflamación sistémica y articular.

En pacientes que desarrollan artritis refractaria, es decir, inflamación articular persistente que no responde adecuadamente al tratamiento convencional, se ha documentado el uso de medicamentos como la cloroquina y el metotrexato. En particular, el metotrexato, un fármaco inmunomodulador ampliamente utilizado en enfermedades reumatológicas, ha mostrado eficacia en el control de la enfermedad articular crónica inducida por el virus chikungunya. Esta utilidad fue respaldada por estudios realizados en la isla de La Reunión durante el brote epidémico, en los que el metotrexato se asoció con respuestas clínicas favorables en pacientes con síntomas persistentes. En algunos casos, puede ser necesario recurrir a medicamentos modificadores de la enfermedad reumática, especialmente en cuadros articulares crónicos que simulan o exacerban enfermedades autoinmunes preexistentes.

Actualmente, no existe una vacuna autorizada contra el virus chikungunya. Sin embargo, se encuentran en desarrollo diversas candidatas vacunales que han avanzado a fases clínicas con resultados prometedores. Entre estas se incluyen vacunas inactivadas, vacunas vivas atenuadas como la VLA1553, que se encuentra en evaluación clínica bajo el número de ensayo NCT04546724, y vacunas basadas en tecnología de ARN mensajero, como la mRNA-1388 (NCT03325075). Además, una vacuna recombinante basada en un vector del virus del sarampión, denominada MV-CHIK, ha demostrado buena inmunogenicidad y un perfil de seguridad favorable en ensayos de fase 2 (NCT03635086). Otra candidata avanzada es PXVX0317, una vacuna compuesta por partículas similares al virus (virus-like particles) adyuvada con hidróxido de aluminio, que ha inducido respuestas inmunológicas robustas en ensayos clínicos de fase 2 y está siendo evaluada actualmente en fase 3.

Dado que no hay una vacuna disponible para su uso generalizado, la prevención se basa en estrategias de control vectorial. La evitación de los mosquitos vectores, particularmente Aedes aegypti y Aedes albopictus, es la principal medida preventiva. Esto incluye el uso de repelentes, ropa protectora, mosquiteros, y la eliminación de criaderos de mosquitos en ambientes domésticos y comunitarios. Adicionalmente, se recomienda precaución en el contexto de trasplantes de tejidos u órganos provenientes de personas que hayan viajado o residido en zonas endémicas, debido al riesgo potencial de transmisión viral a través de estos procedimientos.

En pacientes inmunosuprimidos, que presentan un mayor riesgo de desarrollar complicaciones graves, se está considerando la profilaxis pasiva mediante inmunoglobulinas específicas contra el virus chikungunya, aunque esta estrategia aún requiere mayor validación clínica.

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
  2. Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
  3. Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
  4. Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
  5. Centers for Disease Control and Prevention. Chikungunya virus in the United States. https://www.cdc.gov/chikungunya/geo/ chikungunya-in-the-us.html
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