Procedimiento correcto para medir la presión arterial
Procedimiento correcto para medir la presión arterial

Procedimiento correcto para medir la presión arterial

La medición precisa de la presión arterial sistémica sigue siendo una competencia esencial para los profesionales de la salud, a pesar del creciente uso de dispositivos automáticos. La medición manual, cuando se realiza de acuerdo con los estándares establecidos, permanece como el método de referencia por su exactitud, sensibilidad y valor clínico en situaciones donde las condiciones del paciente o del entorno limitan la fiabilidad de los sistemas electrónicos. En este sentido, la finalidad de dominar esta técnica no se limita únicamente a ejecutar una maniobra técnica, sino que responde a la necesidad de garantizar una evaluación hemodinámica precisa y reproducible en cualquier escenario clínico, desde una consulta ambulatoria hasta una situación de emergencia.

La enseñanza sistemática de la toma manual de presión arterial tiene objetivos específicos que apuntan a la formación integral del estudiante de ciencias de la salud. En primer lugar, el alumno debe ser capaz de identificar con claridad las indicaciones clínicas para medir la presión arterial, que incluyen, entre muchas otras, la vigilancia rutinaria de pacientes, el diagnóstico de enfermedades cardiovasculares, el seguimiento terapéutico, o la evaluación de estados clínicos agudos. Así mismo, es crucial reconocer las contraindicaciones relativas —como la presencia de fístulas arteriovenosas, linfedema o lesiones cutáneas en el brazo—, así como las condiciones que pueden alterar la medición, como el consumo reciente de cafeína, el estrés o la posición inadecuada del paciente.

Para lograr una comprensión profunda del procedimiento, es indispensable integrar los conocimientos de anatomía y fisiología cardiovascular, en particular aquellos vinculados al árbol arterial, la regulación neurohumoral de la presión y la respuesta del sistema vascular a los cambios posturales o hemodinámicos. Entender la dinámica del flujo sanguíneo dentro de la arteria braquial y su respuesta ante la compresión externa es fundamental para interpretar correctamente los sonidos de Korotkov, que marcan los puntos de apertura y cierre del flujo durante la descompresión del manguito.

Además, el dominio técnico implica reconocer y manejar con precisión los instrumentos necesarios: el esfigmomanómetro aneroide o de mercurio y el estetoscopio. Cada componente debe estar en condiciones óptimas de funcionamiento para evitar errores sistemáticos de medición. La correcta colocación del brazalete, su ajuste al tamaño del brazo, la velocidad de inflado y desinflado, y la posición del estetoscopio sobre la arteria braquial son pasos fundamentales que deben ejecutarse con rigor.

El procedimiento no se limita a una única postura del paciente. En situaciones clínicas específicas, como en la sospecha de hipotensión ortostática, se requiere medir la presión arterial en diferentes posiciones: decúbito, sedente y bipedestación, siguiendo protocolos establecidos. El estudiante debe conocer las indicaciones para realizar esta variación del procedimiento, así como dominar sus pasos y saber interpretar sus resultados dentro del contexto clínico.

A lo largo de la historia, la evolución de la técnica de medición de la presión arterial ha sido marcada por contribuciones fundamentales. El esfigmomanómetro ideado por Scipione Riva-Rocci a finales del siglo XIX introdujo una forma segura y no invasiva de evaluar la presión arterial, a través de la compresión externa de la arteria humeral. Posteriormente, Nicolai Korotkov añadió un elemento esencial al método: la auscultación de los sonidos que emergen durante la descompresión del manguito, permitiendo identificar con precisión las fases sistólica y diastólica. Estos avances se complementaron con la invención del estetoscopio por René Laënnec, herramienta indispensable en el procedimiento manual.


Conocimientos necesarios

La elección anatómica de la arteria humeral como sitio preferente para la medición se debe tanto a su accesibilidad como a sus características fisiológicas. Esta arteria, continuación directa de la arteria axilar, transcurre inicialmente en una posición medial respecto al húmero y, a medida que desciende hacia el pliegue antecubital, adopta una posición progresivamente más anterior, lo que facilita su localización superficial en el brazo. Esta disposición anatómica permite que, al colocar el manguito del esfigmomanómetro alrededor del tercio medio del brazo, se logre una compresión uniforme sobre el vaso, lo cual es indispensable para obtener una lectura precisa.

Durante el procedimiento, el manguito del esfigmomanómetro se infla hasta ejercer una presión superior a la presión sistólica del paciente, lo que produce una oclusión completa de la arteria humeral. En este estado, el flujo sanguíneo se interrumpe, y no se detectan sonidos mediante auscultación distal al sitio de compresión. Posteriormente, al liberar progresivamente la presión del manguito, la sangre comienza a atravesar de forma intermitente la arteria parcialmente comprimida, generando turbulencias en el flujo laminar. Estas turbulencias son las responsables de los sonidos característicos conocidos como ruidos de Korotkov, que pueden ser auscultados con el estetoscopio colocado en la fosa antecubital, distal al manguito.

La aparición y desaparición de estos ruidos marcan los puntos clave para determinar, respectivamente, la presión sistólica y la presión diastólica. El origen físico de los sonidos de Korotkov se relaciona con la transición entre distintas formas de flujo sanguíneo: desde la ausencia total de flujo durante la oclusión completa, hasta el restablecimiento progresivo del flujo pulsátil cuando disminuye la presión ejercida por el manguito. Es importante resaltar que estos sonidos son de baja intensidad, por lo que su correcta identificación requiere el uso adecuado del estetoscopio, preferentemente utilizando la campana para optimizar la auscultación de frecuencias bajas.

Las fases de los ruidos de Korotkov se describen en cinco etapas claramente definidas, que permiten una interpretación sistemática y estandarizada del procedimiento:

  • Fase I: Marca el inicio del retorno del flujo sanguíneo a través de la arteria, y se identifica por la aparición de un sonido claro, agudo y repetitivo que corresponde a la presión sistólica. Este sonido se produce en el momento en que la presión en el manguito iguala la presión sistólica del paciente, permitiendo el paso inicial de sangre durante la sístole.
  • Fase II: Se caracteriza por sonidos más suaves, prolongados y con tonalidad de soplo. Ocurre cuando el flujo se vuelve más turbulento pero aún intermitente, a medida que se reduce la presión de oclusión. Esta fase suele estar unos diez a quince milímetros de mercurio por debajo del inicio de la fase I.
  • Fase III: Aquí los sonidos vuelven a intensificarse y adoptan una cualidad más aguda y rítmica. Esto indica un aumento en el volumen de sangre que logra atravesar la arteria parcialmente abierta, lo cual genera mayor intensidad en las ondas sonoras auscultadas.
  • Fase IV: Se evidencia por una amortiguación abrupta de los ruidos, reflejando la proximidad de la presión diastólica. La disminución de la turbulencia en esta fase señala que la arteria permanece abierta durante gran parte del ciclo cardíaco, y solo en mínimas fases del mismo puede haber oclusión parcial.
  • Fase V: Finalmente, se alcanza un punto en el que los sonidos desaparecen completamente. Este momento representa el restablecimiento completo del flujo laminar sin interrupciones, correspondiente a la presión diastólica, ya que la presión del manguito ha descendido por debajo de la presión arterial en todo el ciclo cardíaco.

El conocimiento detallado de estas fases no solo permite una lectura precisa de las cifras tensionales, sino que también proporciona información útil sobre las condiciones fisiológicas del paciente y posibles alteraciones en la mecánica vascular. Por ejemplo, la ausencia de una fase V bien definida o la persistencia de sonidos por debajo de la presión diastólica puede observarse en pacientes con flujo hiperdinámico, rigidez arterial o condiciones específicas como el embarazo o la anemia.


Indicaciones

La medición de la presión arterial periférica constituye un procedimiento fundamental dentro de la evaluación clínica integral del paciente, ya que proporciona información indirecta pero altamente representativa del estado funcional del aparato cardiovascular. Como una de las constantes vitales, junto con la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria, la temperatura corporal y la saturación de oxígeno, la presión arterial ofrece una ventana accesible y no invasiva para observar dinámicas fisiológicas complejas que reflejan la interacción entre el gasto cardíaco, la resistencia vascular periférica y el volumen sanguíneo circulante.

Desde un enfoque clínico y fisiopatológico, la indicación para medir la presión arterial se extiende a todos los pacientes, independientemente de su estado de salud actual. En personas aparentemente sanas, esta medición cumple una función preventiva, ya que permite la identificación precoz de alteraciones tensionales subclínicas, en particular la hipertensión arterial, una condición frecuentemente asintomática durante sus fases iniciales, pero que constituye un factor de riesgo mayor para enfermedades cardiovasculares, renales y cerebrovasculares. En el contexto del cribado poblacional, su inclusión sistemática en la exploración física general contribuye significativamente a los programas de detección temprana y control de enfermedades crónicas no transmisibles.

En pacientes con antecedentes patológicos, la medición de la presión arterial tiene implicaciones aún más directas, ya que permite monitorizar la evolución de enfermedades cardiovasculares, ajustar esquemas terapéuticos, valorar la eficacia de intervenciones farmacológicas y no farmacológicas, y detectar eventos agudos como crisis hipertensivas o episodios de hipotensión secundaria a hipovolemia, sepsis, insuficiencia cardíaca o uso de determinados medicamentos. Por tanto, se trata de una herramienta diagnóstica y pronóstica insustituible, cuya utilidad clínica es transversal a múltiples especialidades médicas.

La presión arterial también se utiliza para valorar respuestas hemodinámicas frente a cambios posturales, esfuerzos físicos o situaciones de estrés, lo que resulta particularmente útil en el estudio de la hipotensión ortostática o en el abordaje de síndromes disautonómicos. Asimismo, es parte esencial del examen preoperatorio, del seguimiento en unidades de cuidados críticos y del control en embarazos de alto riesgo, como aquellos complicados por preeclampsia o restricción del crecimiento intrauterino.


Contraindicaciones

Es importante destacar que no existen contraindicaciones absolutas, dado que el procedimiento es inocuo, no invasivo y técnicamente simple. Sin embargo, pueden presentarse condiciones clínicas específicas que dificultan o desaconsejan su ejecución en determinados miembros superiores. Entre estas contraindicaciones relativas se incluyen la presencia de fístulas arteriovenosas para hemodiálisis, catéteres venosos centrales o periféricos de acceso prolongado, edemas masivos, heridas quirúrgicas recientes, linfedema posmastectomía o malformaciones anatómicas congénitas o adquiridas. En estos casos, la medición debe realizarse en el miembro contralateral si está disponible, o bien considerar sitios alternativos como el antebrazo o incluso el miembro inferior, siempre tomando en cuenta las implicaciones clínicas y la necesidad de ajustar la interpretación de los valores obtenidos.


Preparación

La medición precisa de la presión arterial periférica requiere una serie de condiciones estandarizadas que garanticen la validez clínica de los valores obtenidos. Esta necesidad se fundamenta en el carácter dinámico y multifactorial de la presión arterial, que responde de manera sensible y rápida a estímulos físicos, emocionales y ambientales. Por lo tanto, antes de iniciar el procedimiento, es imprescindible crear un entorno controlado, sereno y libre de estímulos que puedan alterar transitoriamente la respuesta cardiovascular del paciente.

El sistema nervioso autónomo, especialmente a través del tono simpático, influye de manera determinante en la regulación aguda de la presión arterial. Ante situaciones de ansiedad, estrés, incomodidad o dolor, se produce una activación simpática que conlleva vasoconstricción periférica, aumento de la frecuencia cardíaca y elevación del gasto cardíaco, lo que puede traducirse en cifras artificialmente elevadas. Por esta razón, es prioritario procurar que el paciente se encuentre en reposo físico y emocional al momento de la medición. El profesional debe explicarle el procedimiento de forma clara y empática, lo que contribuye a reducir la ansiedad y facilita la colaboración.

El paciente debe colocarse en posición sentada o en decúbito supino, con el brazo completamente relajado, sin ropa que comprima, y apoyado a la altura del corazón. Esta última condición es crítica, ya que la presión arterial es una magnitud hidrostática: si el brazo se encuentra por debajo del nivel cardíaco, la columna de sangre ejerce mayor presión hacia el sensor del esfigmomanómetro, provocando una sobreestimación tanto de la presión sistólica como de la diastólica. En cambio, si el brazo se encuentra por encima de dicho nivel, los valores obtenidos pueden subestimar la presión real. Este principio físico resalta la importancia de una postura correcta y reproducible en cada medición.

Adicionalmente, se debe evitar que el paciente cruce las piernas durante la medición, ya que esta posición puede aumentar el retorno venoso central y desencadenar un reflejo presor que altere transitoriamente los valores. Se debe preferir el brazo desnudo para la colocación del manguito. Aunque algunos estudios han mostrado que las diferencias entre medir sobre ropa fina o sobre la piel no siempre son clínicamente significativas, existe consenso en que la ropa gruesa o ajustada introduce una resistencia mecánica que puede alterar la transmisión de presión desde el manguito hacia la arteria. Aun más importante es evitar que una manga remangada comprima el brazo proximal al manguito, ya que esta compresión externa puede generar un efecto isquémico local que eleve artificialmente los valores registrados.

En cuanto a la selección del miembro superior, es fundamental descartar la existencia de condiciones que contraindiquen su uso, como la presencia de una fístula arteriovenosa para hemodiálisis, accesos vasculares permanentes (venosos o arteriales), infecciones, edemas, lesiones cutáneas extensas, o antecedentes de cirugía axilar o mastectomía, debido al riesgo de linfedema o daño vascular. En estas situaciones, debe optarse por el brazo contralateral o, en casos excepcionales, considerar la medición en miembros inferiores, tomando en cuenta las diferencias fisiológicas y la necesidad de ajustar la interpretación de los valores.

Otro elemento crítico para garantizar la validez de la medición es el uso de un manguito de tamaño adecuado. La relación entre el tamaño del manguito y el perímetro del brazo del paciente determina la capacidad del dispositivo para generar una compresión efectiva y uniforme sobre la arteria subyacente. Un manguito demasiado estrecho en relación con el brazo genera una presión excesiva sobre el vaso, lo que produce una sobreestimación de los valores; por el contrario, un manguito demasiado ancho puede subestimar la presión real. Por ello, se recomienda que el balón inflable interno tenga una longitud equivalente al 80% de la circunferencia del brazo y una anchura de al menos el 40%, lo que se traduce en una proporción longitud-anchura de 2:1. En pacientes pediátricos, especialmente en menores de 13 años, el manguito debe abarcar completamente el perímetro del brazo para garantizar una lectura fiable. La clasificación de los manguitos comerciales (neonatal, pediátrico, adulto, etc.) debe considerarse solo como guía, ya que la elección final debe basarse exclusivamente en la medición directa del perímetro braquial.

Incluso en condiciones clínicas estables, múltiples factores pueden modificar de manera significativa los valores de presión arterial si ocurren en la hora previa a la medición. Entre ellos destacan el consumo de cafeína o nicotina, la ingesta reciente de alimentos, la actividad física intensa o situaciones de agitación emocional. Todos estos elementos estimulan transitoriamente el sistema cardiovascular y pueden inducir elevaciones tensionales de magnitud variable. Por esta razón, se recomienda esperar al menos treinta a sesenta minutos después de estas actividades antes de realizar la medición.

Para establecer un diagnóstico fiable de hipertensión arterial, es necesario evitar la dependencia de una única medición aislada. Los valores deben ser registrados en al menos dos consultas distintas, separadas por un período mínimo de una semana, siempre que no exista evidencia de daño agudo en órganos diana. Esta estrategia permite minimizar el impacto de variaciones circunstanciales y obtener una representación más fiel del perfil tensional del paciente.


Materiales

La medición indirecta de la presión arterial, aunque aparentemente sencilla, requiere el uso de materiales específicos que deben cumplir con estándares de calidad, precisión y seguridad. Cada uno de estos instrumentos cumple una función esencial en la obtención de valores confiables que permitan una adecuada interpretación clínica. La elección y el mantenimiento adecuado de estos materiales es fundamental, ya que cualquier desviación o deterioro en su funcionamiento puede comprometer seriamente la validez de los resultados y, por ende, la toma de decisiones médicas.

El estetoscopio es un instrumento indispensable para la auscultación de los sonidos de Korotkov, que permiten identificar con precisión las fases sistólica y diastólica del ciclo cardíaco durante la descompresión del manguito. El estetoscopio debe contar con una buena capacidad de transmisión acústica, una campana que permita captar sonidos de baja frecuencia —como los que caracterizan las fases iniciales y finales de los ruidos de Korotkov— y un sistema de ajuste cómodo para asegurar su colocación adecuada sobre la arteria humeral, sin interferencias ni pérdidas de señal sonora.

El segundo componente esencial es el esfigmomanómetro, dispositivo que permite generar, mantener y liberar presión sobre el brazo del paciente. Existen diversas modalidades de esfigmomanómetros, entre ellas el de mercurio, el aneroide y los sistemas híbridos o digitales con componentes mecánicos. El esfigmomanómetro de mercurio ha sido considerado históricamente el estándar de referencia por su alta precisión y estabilidad de medida; sin embargo, su uso se encuentra actualmente restringido en muchos entornos debido al riesgo medioambiental y toxicológico asociado a posibles fugas de mercurio, un metal pesado con propiedades neurotóxicas y persistencia en el ambiente. Como alternativa, se han desarrollado dispositivos aneroides calibrados, que funcionan mediante un sistema de resortes y manómetros, y los híbridos digitales, que incorporan tecnología electrónica para facilitar la lectura sin abandonar el método auscultatorio.

La exactitud del esfigmomanómetro es un factor crítico. Cualquier defecto en el sistema de válvulas, en el balón inflable, en los tubos de conexión o en el mecanismo de lectura puede provocar errores sistemáticos en la medición. Por ello, estos dispositivos deben someterse a calibraciones periódicas, especialmente en el caso de los aneroides, cuya precisión tiende a degradarse con el tiempo o el uso continuo. Se debe comprobar que la aguja del manómetro regresa exactamente a cero antes y después de cada medición. El uso de esfigmomanómetros automatizados —basados en el principio oscilométrico— se ha generalizado, especialmente en consultas médicas, servicios de urgencias y monitoreo domiciliario. Aunque estas mediciones pueden arrojar cifras ligeramente más bajas que las obtenidas mediante auscultación manual, su margen de error es reducido si se emplean adecuadamente. Sin embargo, el rigor técnico continúa siendo esencial: la posición del brazo, el tamaño del manguito y la postura del paciente siguen condicionando la exactitud del resultado, independientemente del tipo de equipo utilizado.

Asimismo, deben estar disponibles instrumentos de registro, ya sea en papel o formato electrónico, que permitan documentar no solo los valores obtenidos, sino también el contexto de la medición (posición del paciente, brazo utilizado, tipo de dispositivo, condiciones previas, entre otros). Esta información es valiosa tanto para la interpretación clínica inmediata como para el seguimiento longitudinal del paciente.

En cuanto al manguito, este elemento debe seleccionarse estrictamente en función del perímetro del brazo del paciente. Como se ha mencionado, un manguito inadecuado puede inducir errores importantes: uno demasiado pequeño tiende a sobrestimar la presión arterial, mientras que uno demasiado grande puede subestimarla. Por lo tanto, el tamaño del balón hinchable interno debe corresponder al menos al 80% de la longitud y al 40% de la circunferencia del brazo. En niños menores de trece años, la recomendación es que el manguito rodee completamente el brazo para asegurar un sellado y compresión adecuados.

Además de las consideraciones técnicas, es necesario tener en cuenta aspectos relacionados con la higiene y el control de infecciones. Los manguitos de presión arterial han sido identificados como posibles vectores de transmisión de patógenos, ya que pueden estar en contacto repetido con la piel de múltiples pacientes. Por esta razón, se recomienda el uso de manguitos que incorporen materiales con agentes antimicrobianos, o bien implementar protocolos estrictos de limpieza entre cada uso. Este aspecto cobra especial relevancia en entornos hospitalarios, unidades de cuidados intensivos o en pacientes inmunocomprometidos.

Es importante señalar que, si bien existen dispositivos que permiten medir la presión arterial en la muñeca o el dedo, estos deben evitarse en la práctica clínica rutinaria. La razón es que las arterias más distales están sujetas a mayores variaciones fisiológicas, a interferencias por movimientos y a diferencias significativas en el grosor y elasticidad de la pared arterial. Estas características provocan que las mediciones sean menos fiables, especialmente cuando se requieren lecturas comparables a lo largo del tiempo para establecer diagnósticos, ajustar tratamientos o evaluar respuestas terapéuticas.


Procedimiento

La medición indirecta de la presión arterial mediante el método auscultatorio constituye un procedimiento clínico estandarizado que permite evaluar con precisión el estado hemodinámico del paciente sin recurrir a técnicas invasivas. Esta técnica se basa en la detección de los sonidos de Korotkov, generados por el flujo sanguíneo turbulento en una arteria parcialmente comprimida, típicamente la arteria humeral. Para garantizar la exactitud y reproducibilidad de la medida, es esencial seguir un protocolo riguroso que abarca desde la preparación del equipo hasta el registro adecuado de los resultados.

1. Verificación del estado del dispositivo de medición: Antes de iniciar, es imprescindible comprobar que el esfigmomanómetro se encuentra calibrado. En el caso de un modelo de mercurio, el nivel debe estar exactamente en cero, asegurando así que la columna no presenta desplazamientos basales. Si se emplea un dispositivo aneroide o híbrido, la aguja debe estar centrada dentro de la ventana de calibración, lo que indica que el mecanismo de presión no ha sufrido desviaciones que puedan inducir errores sistemáticos.

2. Identificación de la arteria humeral y colocación del manguito: Se localiza la pulsación de la arteria humeral mediante palpación. Esta arteria transcurre medialmente al húmero y se vuelve anterior al nivel del pliegue antecubital. El manguito debe colocarse sobre el brazo desnudo, con la línea media del balón inflable alineada con la arteria humeral, para garantizar que la presión ejercida sea directa sobre el vaso. La colocación debe ser a nivel horizontal con el corazón para evitar errores derivados de efectos hidrostáticos.

3. Fijación adecuada del manguito: El manguito se ajusta de forma firme pero sin compresión excesiva, con su borde inferior a 2 centímetros por encima del pliegue antecubital, dejando espacio suficiente para colocar el estetoscopio sin interferencias. No se debe subir la manga si esto implica comprimir el brazo, ya que puede afectar la circulación local y falsificar los valores.

4. Posicionamiento del manómetro y verificación del sistema: El manómetro debe situarse a nivel de los ojos del examinador, de manera que pueda leerse sin dificultad durante el procedimiento. Es fundamental que los tubos del sistema estén libres de obstrucciones para permitir una transmisión eficiente de la presión desde el balón hasta el manguito.

5. Determinación palpatoria de la presión sistólica: Antes de auscultar, se realiza una estimación inicial de la presión sistólica mediante el método palpatorio. Se infla el manguito rápidamente hasta 70 mmHg, incrementando en pasos de 10 mmHg mientras se palpa el pulso radial. Se registra el punto en que el pulso desaparece y luego reaparece al desinflar. Esta medida preliminar permite establecer un umbral seguro para inflar posteriormente el manguito, evitando errores asociados al hiato auscultatorio (fenómeno en el que los ruidos de Korotkov desaparecen transitoriamente entre la presión sistólica real y la diastólica, pudiendo inducir una infraestimación si no se infla adecuadamente el manguito).

6. Colocación del estetoscopio: Los auriculares del estetoscopio deben colocarse correctamente en los conductos auditivos, con una angulación hacia adelante que coincida con la dirección del canal auditivo externo, lo cual favorece la recepción de los sonidos. Se selecciona la campana, ya que es más adecuada para auscultar sonidos de baja frecuencia como los de Korotkov.

7. Ubicación adecuada de la campana sobre la arteria: La campana del estetoscopio se coloca justo sobre la arteria humeral, medial al pliegue antecubital y debajo del borde inferior del manguito. El contacto debe ser uniforme, sin aplicar una presión excesiva que transforme la campana en un diafragma, lo cual podría atenuar los sonidos de baja frecuencia y dificultar su percepción.

8. Inflado del manguito y auscultación: Se infla el manguito de forma rápida y continua hasta alcanzar una presión 20 a 30 mmHg por encima de la presión sistólica estimada por palpación. A continuación, se comienza a desinflar lentamente la válvula, a una velocidad constante de 2 mmHg por segundo, auscultando atentamente.

9. Identificación de los ruidos de Korotkov: A medida que la presión disminuye:

  • El primer sonido nítido y rítmico indica el inicio del flujo sanguíneo a través de la arteria parcialmente ocluida y corresponde a la presión sistólica.
  • Los sonidos continúan y cambian de intensidad a lo largo de las fases de Korotkov.
  • El punto en el que desaparecen completamente los sonidos corresponde a la presión diastólica, momento en que la arteria vuelve a estar completamente abierta y el flujo deja de generar turbulencia.

Durante esta fase, es fundamental mantener una velocidad de desinflado constante y adecuada, especialmente en pacientes con bradicardia o taquicardia, para evitar errores de lectura.

10. Registro de los valores y condiciones de la medición: Los valores de presión sistólica y diastólica se registran inmediatamente, redondeando hacia arriba al múltiplo de 2 mmHg más cercano. Además, debe documentarse de manera clara:

  • Nombre del paciente
  • Fecha y hora de la medición
  • Brazo utilizado o sitio anatómico alternativo
  • Tamaño del manguito empleado
  • Posición del paciente (sentado, en decúbito, etc.)

Tanto el paciente como el profesional deben permanecer en silencio durante todo el procedimiento, ya que hablar o moverse puede alterar el estado hemodinámico y generar artefactos acústicos que dificulten la auscultación.


Seguimiento y complicaciones

La medición de la presión arterial no es un procedimiento aislado, sino una intervención clínica crítica cuyas consecuencias repercuten directamente sobre la toma de decisiones médicas, la planificación del tratamiento y la educación del paciente. Los valores obtenidos orientan tanto el diagnóstico como las estrategias terapéuticas y de prevención, y tienen un impacto determinante en el seguimiento clínico a corto, mediano y largo plazo.

Diversas investigaciones epidemiológicas han demostrado con claridad que existe una relación directa y proporcional entre los niveles elevados de presión arterial y el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares y renales, así como un aumento en la mortalidad general y específica por estas causas. El conocimiento acumulado a lo largo de décadas ha transformado la interpretación de las cifras tensionales y ha motivado actualizaciones periódicas en los criterios de clasificación. Una de las más relevantes fue propuesta en 2017 por el American College of Cardiology y la American Heart Association, quienes redefinieron los puntos de corte para clasificar la presión arterial normal, elevada y los distintos grados de hipertensión. Esta actualización redujo los umbrales para el diagnóstico de hipertensión, permitiendo una detección más temprana y, por ende, una intervención preventiva más eficaz.

En este contexto, los clínicos deben desempeñar un papel activo no solo en la toma correcta de la medida, sino también en la interpretación y comunicación de los resultados al paciente. Es fundamental explicar el significado de las lecturas de presión arterial en términos comprensibles, sin alarmismos, pero con la claridad suficiente para que el paciente comprenda la importancia de la cifra registrada. Esta explicación debe incluir el grado de riesgo cardiovascular asociado y, cuando corresponda, la necesidad de cambios en el estilo de vida, de estudios complementarios o de tratamiento farmacológico. A su vez, debe indicarse la frecuencia del seguimiento, que puede variar desde semanas hasta varios meses, en función del valor obtenido y del contexto clínico.

De manera complementaria, la medición de la presión arterial ortostática representa una herramienta clínica sencilla pero altamente informativa. Su utilidad radica en la posibilidad de identificar alteraciones del control autonómico de la presión arterial o situaciones de hipovolemia. Cambios significativos en la presión al adoptar la posición de pie pueden indicar la presencia de disfunción del sistema nervioso autónomo, deshidratación, sangrado agudo u otras condiciones clínicas que requieren intervención inmediata. Además, esta técnica puede orientar el ajuste del tratamiento en pacientes con hipertensión arterial o con insuficiencia cardíaca, y permite evaluar el efecto hemodinámico de los fármacos antihipertensivos.

No obstante, el valor clínico de cualquier medición depende de su exactitud y fiabilidad, lo que está condicionado por la formación y competencia del profesional que la realiza. Uno de los errores más comunes es el inflado excesivo del manguito o mantenerlo inflado durante períodos prolongados. Estas prácticas pueden causar compresión mecánica excesiva de los tejidos blandos, comprometiendo el flujo sanguíneo y provocando dolor, equimosis e incluso daño vascular en pacientes vulnerables. Además, una técnica deficiente —como la colocación incorrecta del manguito, el uso de un tamaño inapropiado o la desatención a la posición del brazo— puede derivar en lecturas erróneas, que a su vez conduzcan a un diagnóstico equivocado, a un tratamiento innecesario o a la omisión de una condición patológica real.

Asimismo, la falta de mantenimiento del equipo o el uso de dispositivos mal calibrados representa un riesgo adicional para la validez de la medición. La precisión del esfigmomanómetro es esencial: una desviación mínima del sistema de presión puede traducirse en decisiones clínicas incorrectas, lo que resalta la necesidad de revisiones periódicas, limpieza adecuada y calibración según las recomendaciones del fabricante o las autoridades sanitarias.

 

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Townsend, C. M., Beauchamp, R. D., Evers, B. M., & Mattox, K. L. (2022). Sabiston. Tratado de cirugía. Fundamentos biológicos de la práctica quirúrgica moderna (21.ª ed.). Elsevier España.
  2. Brunicardi F, & Andersen D.K., & Billiar T.R., & Dunn D.L., & Kao L.S., & Hunter J.G., & Matthews J.B., & Pollock R.E.(2020), Schwartz. Principios de Cirugía, (11e.). McGraw-Hill Education.
  3. Asociación Mexicana de Cirugía General. (2024). Nuevo Tratado de Cirugía General (1.ª ed.). Editorial El Manual Moderno.
  4. Dehn, R., & Asprey, D. (2021). Procedimientos clínicos esenciales (4.ª ed.; Elsevier España, S.L.U., Trans.). Elsevier España, S.L.U.
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