La angina de pecho es una manifestación clínica de la enfermedad arterial coronaria estable, también conocida como síndromes coronarios crónicos, y se debe principalmente a la aterosclerosis, una condición en la que se acumulan placas de grasa, colesterol y otros elementos en las paredes de las arterias coronarias. Esta acumulación de placas provoca un estrechamiento de las arterias, lo cual limita el flujo sanguíneo al músculo cardíaco, especialmente durante situaciones de aumento de demanda de oxígeno, como el ejercicio físico o el estrés emocional.
En el contexto de la enfermedad aterosclerótica, la angina ocurre cuando el corazón requiere más oxígeno del que las arterias estrechadas pueden suministrar. Este desajuste entre la oferta y la demanda de oxígeno resulta en una isquemia temporal, que se manifiesta como dolor en el pecho o malestar, conocido como angina de pecho. La angina puede ser estable, presentándose con un patrón predecible en relación con el esfuerzo físico o el estrés, o inestable, caracterizada por un cambio en el patrón de los síntomas, que puede ser más intenso y ocurrir incluso en reposo.
El espasmo coronario, que es otro mecanismo que puede provocar angina de pecho, se refiere a una contracción temporal y reversible de las arterias coronarias que reduce el flujo sanguíneo al miocardio. Este espasmo puede ocurrir en una sección de una arteria coronaria previamente lesionada por aterosclerosis, exacerbando la restricción del flujo sanguíneo. Sin embargo, en ocasiones el espasmo también puede ocurrir en arterias coronarias que parecen normales en exámenes angiográficos, aunque esta manifestación es menos frecuente.
Además de la aterosclerosis y el espasmo coronario, existen otras causas menos comunes de obstrucción en las arterias coronarias que pueden inducir isquemia o infarto. Estas incluyen anomalías congénitas de las arterias coronarias, que pueden predisponer a obstrucciones, así como la presencia de émbolos, que son fragmentos de material que obstruyen el flujo sanguíneo. La arteritis, que es una inflamación de las arterias, y la disección de las arterias coronarias, que implica la separación de las capas de la pared arterial, son otras causas raras que pueden llevar a una reducción del flujo sanguíneo al corazón.
En algunos casos, la angina puede ocurrir incluso en ausencia de obstrucción significativa de las arterias coronarias. Esto puede suceder en condiciones que alteran el equilibrio entre la oferta y la demanda de oxígeno en el miocardio. Por ejemplo, en la hipertrofia miocárdica severa, el músculo cardíaco se engrosa y puede requerir más oxígeno del que puede ser suministrado a través de las arterias coronarias. La estenosis aórtica severa y la regurgitación aórtica, que son defectos en las válvulas del corazón que afectan la salida de sangre desde el corazón, también pueden incrementar la demanda de oxígeno y provocar angina. Además, condiciones que elevan la demanda metabólica del corazón, como el hipertiroidismo (exceso de hormonas tiroideas), anemia marcada (reducción de glóbulos rojos o hemoglobina) o taquicardias paroxísticas con frecuencias ventriculares rápidas, pueden inducir angina al aumentar la necesidad de oxígeno del miocardio sin una capacidad adecuada para satisfacer dicha demanda.