Fiebre amarilla: manifestaciones clínicas

Fiebre amarilla: manifestaciones clínicas
Fiebre amarilla: manifestaciones clínicas

La fiebre amarilla es una enfermedad viral aguda causada por un flavivirus, que es un tipo de virus de ARN perteneciente a la familia Flaviviridae. Este virus es transmitido principalmente a través de la picadura de mosquitos infectados, siendo los vectores más comunes los mosquitos Aedes aegypti en áreas urbanas y los mosquitos del género Haemagogus en áreas selváticas.

La fiebre amarilla puede presentarse en dos formas: la fiebre amarilla urbana, transmitida por el mosquito Aedes aegypti y que afecta principalmente a áreas urbanas, y la fiebre amarilla selvática, transmitida por mosquitos en áreas selváticas y transmitida primariamente a través de monos no humanos.

Es importante destacar que la fiebre amarilla es prevenible mediante la vacunación. La vacuna contra la fiebre amarilla es altamente efectiva y proporciona inmunidad a largo plazo. Se recomienda especialmente para aquellos que viven o viajan a áreas donde la fiebre amarilla es endémica. Además de la vacunación, el control de los mosquitos, que son los vectores de la enfermedad, también es fundamental en la prevención de la fiebre amarilla.

Fiebre amarilla: manifestaciones clínicas

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Signos y síntomas de la fiebre amarilla

Los síntomas de la fiebre amarilla pueden variar desde una forma leve hasta una forma grave. En su forma leve, los síntomas pueden incluir fiebre, dolor de cabeza, dolores musculares y articulares, náuseas y vómitos. Sin embargo, en casos más graves, la enfermedad puede progresar a una fase tóxica caracterizada por fiebre alta, ictericia (coloración amarillenta de la piel y los ojos), hemorragias, afectación de múltiples órganos y, en casos extremos, puede llevar a la insuficiencia de órganos y la muerte.

 

Manifestaciones clínicas de enfermedad leve

El malestar general, una sensación de incomodidad y fatiga generalizada, es uno de los primeros indicios. A esto se suma la cefalea, o dolor de cabeza, que puede intensificarse debido a la replicación del virus y la respuesta inflamatoria del cuerpo.

La fiebre, un aumento de la temperatura corporal, se manifiesta como un componente central de la respuesta inmunitaria ante la infección. El dolor retroorbitario, caracterizado por molestias detrás de los ojos, es otro síntoma distintivo asociado comúnmente con la fiebre amarilla, indicando posiblemente inflamación en la región ocular.

Los síntomas gastrointestinales, como náuseas y vómitos, son también frecuentes en la fiebre amarilla. Estos sugieren una afectación del sistema gastrointestinal, probablemente debido a la propagación del virus.

La fotofobia, o sensibilidad a la luz, puede vincularse a la irritación ocular y la inflamación. La bradicardia relativa, una disminución de la frecuencia cardíaca, emerge como un hallazgo característico en casos más graves, indicando la afectación del sistema cardiovascular.

La hiperemia conjuntival, que se refiere a la congestión de los vasos sanguíneos en la membrana que recubre el ojo, y el rubor facial, que es el enrojecimiento de la piel en la cara, son manifestaciones adicionales de la respuesta inflamatoria ante la infección.

 

Manifestaciones de enfermedad grave

La fiebre amarilla, en su forma grave, presenta una secuencia distintiva en su evolución clínica. Inicia con un cuadro leve, donde los síntomas iniciales como malestar general, fiebre y cefalea pueden no ser específicos. Luego, tras una aparente mejoría durante una breve remisión que puede extenderse desde horas hasta unos cuantos días, se introduce la fase crítica conocida como el “periodo de intoxicación”.

Este periodo crítico de la fiebre amarilla grave se caracteriza por una serie de síntomas severos que reflejan la afectación multisistémica del organismo. La fiebre persiste y se acompaña de bradicardia relativa, un fenómeno específico denominado signo de Faget. La presión arterial disminuye, llevando a la hipotensión, lo que puede tener consecuencias significativas para el funcionamiento de los órganos vitales.

La ictericia, una coloración amarillenta de la piel y los ojos, se hace presente, indicando daño hepático y acumulación de bilirrubina. Además, la fiebre amarilla grave se manifiesta con hemorragias en diversas áreas, como el tubo digestivo, la nariz y la boca, señalando la afectación de la coagulación sanguínea y la fragilidad vascular.

La afectación del sistema nervioso central también se evidencia en el delirio, un estado mental alterado que puede progresar hasta llegar al coma. Estos síntomas graves demandan una atención médica inmediata y especializada, ya que indican complicaciones significativas y la necesidad de intervenciones para mantener la función de los órganos y gestionar los efectos adversos.

La progresión hacia esta fase crítica subraya la importancia de la vigilancia médica constante y la intervención temprana en los pacientes afectados por fiebre amarilla grave. La complejidad de estos síntomas severos destaca la necesidad de atención médica especializada y medidas de apoyo para mejorar las posibilidades de recuperación. La fiebre amarilla grave requiere una respuesta integral y cuidadosa para abordar sus múltiples manifestaciones y asegurar el mejor manejo posible de la enfermedad.

 

 

 

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