¿Para qué sirve la ciclosporina?
La ciclosporina ejerce su acción inmunosupresora al unirse a la ciclofilina A, una inmunofilina prevalente en los linfocitos T. Esta unión fortalece la inhibición de la calcineurina por la ciclofilina. La calcineurina, estimulada durante la activación de los linfocitos T, tiene un papel crucial en la regulación de la respuesta inmunitaria al activar el factor nuclear de los linfocitos T activados (NFAT). La activación de NFAT resulta en la producción de interleucina 2 y otras citocinas esenciales para la respuesta inmunitaria.
Además de su influencia en NFAT, la ciclosporina también afecta indirectamente la activación de NFκB, otro factor nuclear vital para la función y supervivencia de los linfocitos T. Además, la ciclosporina ejerce efectos inhibidores independientes de la calcineurina sobre la vía de la proteína cinasa activada por mitógenos (MAPK).
La ciclosporina se metaboliza en el hígado, principalmente a través de la acción del citocromo P450 3A (CYP3A). El 95% de su excreción se realiza a través de la bilis. Cabe destacar que la eliminación del fármaco se ve fuertemente estimulada por la expresión de la glucoproteína P en los enterocitos intestinales. Este proceso es crucial para entender la farmacocinética y la dosificación de la ciclosporina en el tratamiento inmunosupresor.
La ciclosporina se administra dos veces al día por vía oral. La dosis diaria varía según la indicación, siendo más baja en pacientes con enfermedades reumáticas (2,5-4 mg/kg) en comparación con la dosis de mantenimiento utilizada para prevenir el rechazo del trasplante (8-10 mg/kg). Para determinar la dosis terapéutica óptima, especialmente en pacientes trasplantados, se deben medir las concentraciones mínimas del fármaco. Sin embargo, es importante tener en cuenta que las concentraciones terapéuticas pueden diferir según la técnica de medición utilizada en cada centro, la indicación y el protocolo aplicado.
Se han registrado interacciones farmacológicas significativas al administrar ciclosporina junto con inhibidores o inductores del CYP3A o la glucoproteína P. Los fármacos antifúngicos del tipo azólico, los antibióticos macrólidos y los antagonistas del calcio tienden a aumentar las concentraciones de ciclosporina. En contraste, muchos anticonvulsivos y el hipérico (hierba de San Juan) pueden reducir las concentraciones de ciclosporina. Estas interacciones deben ser cuidadosamente consideradas y monitoreadas para garantizar la eficacia y seguridad del tratamiento.
Uso clínico de la ciclosporina
La ciclosporina ha sido aprobada por la FDA para el tratamiento de la psoriasis en placas grave y para prevenir el rechazo en trasplantes alógenos de riñón, corazón e hígado. Aunque también ha sido aprobada para el tratamiento de la artritis reumatoide activa, no es comúnmente utilizada con esta indicación.
En el tratamiento de la psoriasis, la ciclosporina se emplea generalmente de manera intermitente y durante periodos de menos de 12 semanas para evitar la acumulación de toxicidad. Esta estrategia busca proporcionar alivio sintomático sin comprometer la seguridad a largo plazo.
La ciclosporina también ha demostrado ser el tratamiento de elección para la aplasia eritrocítica pura, una condición caracterizada por la disminución de los glóbulos rojos debido a la destrucción selectiva de las células precursoras eritroides en la médula ósea.
Estas aprobaciones indican la versatilidad de la ciclosporina en el manejo de diversas condiciones médicas, especialmente aquellas relacionadas con respuestas inmunológicas.
Toxicidad y control
La ciclosporina, a pesar de su eficacia, conlleva varios efectos secundarios que requieren atención y monitoreo riguroso. Entre estos se incluyen la hipertensión, insuficiencia renal, hiperpotasemia e hiperuricemia. En pacientes con artritis reumatoide y psoriasis, es esencial controlar la presión arterial y las concentraciones de creatinina cada 2 semanas al inicio del tratamiento y posteriormente cada 1-3 meses durante el uso a largo plazo.
Si las concentraciones de creatinina aumentan un 25% por encima de los niveles basales, se debe realizar una nueva evaluación y reducir la dosis entre un 25% y un 50% si no hay mejoría. Es fundamental evitar el uso de fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE) en personas que toman ciclosporina. Además, los pacientes con psoriasis tratados con ciclosporina, especialmente aquellos que han recibido previamente PUVA o metotrexato, presentan un mayor riesgo de desarrollar cáncer de piel.
La ciclosporina aumenta el riesgo de linfoma y predispone a los pacientes a infecciones. Estos riesgos, combinados con efectos secundarios frecuentes como hipertricosis, hiperplasia gingival y temblor, resaltan la importancia de una supervisión cuidadosa durante el tratamiento.
La ciclosporina pertenece al grupo C en cuanto a su clasificación en el embarazo. Aunque la experiencia limitada en mujeres embarazadas receptoras de trasplantes sugiere una falta de asociación con malformaciones fetales, se ha observado un mayor riesgo de lactantes con bajo peso al nacer. Como precaución, se recomienda evitar la lactancia materna en mujeres en tratamiento con ciclosporina.
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