Trastornos psicosexuales
Trastornos psicosexuales

Trastornos psicosexuales

Los trastornos psicosexuales abarcan una variedad de disfunciones relacionadas con la respuesta sexual humana, que se desarrollan en distintas etapas del proceso de actividad sexual. Este proceso, que incluye la excitación o estimulación sexual, el orgasmo y la resolución, involucra tanto respuestas fisiológicas como psicológicas. Cada una de estas etapas está asociada con una serie de cambios corporales y emocionales que se producen en respuesta a estímulos sexuales específicos.

La excitación o estimulación sexual, también conocida como arousal, es un proceso fundamental en la respuesta sexual humana. Es importante destacar que esta fase está determinada en gran medida por factores psicológicos. En individuos bien ajustados, los estímulos excitantes generan respuestas fisiológicas que incluyen la vasocongestión, que es la acumulación de sangre en los genitales, y la respuesta orgásmica, que culmina en la liberación de tensión sexual acumulada. Estas respuestas son generalmente sincronizadas, pero pueden manifestarse de manera diferente dependiendo de la persona y las circunstancias.

En el contexto de los trastornos psicosexuales, estas etapas pueden verse alteradas de diversas maneras, lo que puede dar lugar a diferentes síndromes que requieren tratamientos específicos. Por ejemplo, en algunas personas, la excitación sexual puede no ocurrir o no ser suficiente para generar una respuesta orgásmica, lo que puede dar lugar a trastornos como la disfunción eréctil o el trastorno de deseo sexual hipoactivo. Del mismo modo, algunos individuos pueden experimentar una resolución sexual prolongada o insuficiente, lo que afecta su bienestar psicológico y físico.

El tratamiento de los trastornos psicosexuales puede implicar un enfoque multidisciplinario, que incluye intervenciones psicológicas, como la terapia cognitivo-conductual o la terapia sexual, y, en algunos casos, intervenciones médicas o farmacológicas para corregir los aspectos fisiológicos alterados. Es crucial entender que los trastornos psicosexuales no son solo un problema físico, sino que están profundamente influenciados por factores psicológicos, emocionales y sociales, lo que hace que su tratamiento sea complejo y personalizado.

 

Manifestaciones clínicas

Parafilias

Las parafilias son condiciones en las que la etapa de excitación de la actividad sexual está vinculada con objetos o orientaciones sexuales que se desvían de los que generalmente se asocian con la estimulación sexual adulta convencional. En estas condiciones, el estímulo que provoca la excitación puede ser muy diferente al de las situaciones sexuales comunes, involucrando objetos que no son sexualmente típicos o prácticas que se consideran fuera de lo habitual. Por ejemplo, los estímulos pueden ser un zapato de mujer, la imagen de un niño, animales, instrumentos de tortura o actos de agresión. La particularidad de estas parafilias es que el patrón de estimulación sexual asociado generalmente tiene raíces psicológicas tempranas, a menudo relacionadas con experiencias previas en la infancia o en etapas tempranas del desarrollo psicológico del individuo.

Estas prácticas o preferencias sexuales, si bien pueden ser inofensivas en algunas circunstancias o para ciertos individuos, se convierten en trastornos cuando comienzan a asociarse con angustia emocional, disfunción en la vida diaria o un riesgo potencial de daño a uno mismo o a otros. De este modo, las parafilias dejan de ser simplemente variantes de la expresión sexual y pasan a convertirse en trastornos parafílicos cuando afectan negativamente al bienestar psicológico del individuo o ponen en peligro la integridad física o emocional de otras personas.

Entre las parafilias o trastornos parafílicos más comunes se incluyen el exhibicionismo, el travestismo, el voyeurismo, la pedofilia, el incesto, el sadismo sexual y el masoquismo sexual. Cada una de estas parafilias presenta una serie de características que varían en función de la naturaleza del estímulo o la conducta sexual, pero todas comparten la particularidad de que el deseo sexual está centrado en objetos, situaciones o prácticas que se consideran atípicas o desvinculadas de la norma social generalmente aceptada para la expresión de la sexualidad en adultos.

El tratamiento de los trastornos parafílicos puede requerir una intervención especializada, que usualmente involucra terapia psicológica para abordar las raíces subyacentes del comportamiento sexual inapropiado o disruptivo. En algunos casos, también se pueden utilizar enfoques farmacológicos para reducir los impulsos o comportamientos problemáticos, especialmente cuando existe un riesgo de daño hacia otros. Sin embargo, es fundamental tener en cuenta que la diferencia entre una parafilia y un trastorno parafílico radica en si los comportamientos o fantasías sexuales causan sufrimiento personal o interfieren significativamente en el funcionamiento social o interpersonal del individuo.

Disforia de Género

La disforia de género es un trastorno psicológico caracterizado por el malestar o angustia significativa que experimenta una persona debido a la incongruencia entre el género con el que se identifica y el sexo biológico asignado al nacer. Esta discrepancia puede generar una profunda sensación de disconformidad, ya que la persona siente que su identidad de género no se corresponde con su cuerpo, lo que puede afectar su bienestar emocional, psicológico y social.

El diagnóstico de disforia de género se realiza cuando la incongruencia entre el género experimentado o expresado y el sexo biológico se acompaña de angustia significativa o deterioro en la vida diaria del individuo. En este sentido, la disforia de género no se refiere simplemente a la experiencia de incongruencia, sino a los efectos que esta incongruencia tiene sobre la vida de la persona. Si bien algunas personas pueden experimentar una discrepancia entre su identidad de género y su sexo asignado al nacer sin experimentar malestar, aquellas que sí experimentan un sufrimiento considerable o que ven afectada su capacidad para funcionar adecuadamente en sus actividades cotidianas son las que cumplirían con los criterios diagnósticos para este trastorno.

Es importante destacar que el sufrimiento asociado a la disforia de género puede tener consecuencias graves en la vida de la persona, ya que el malestar continuo relacionado con la identidad de género puede desencadenar problemas emocionales como la ansiedad, la depresión y la pérdida de autoestima. Además, las personas que experimentan disforia de género a menudo se enfrentan a la discriminación, el rechazo social y la estigmatización, lo que agrava aún más su sufrimiento. Esta marginación puede contribuir a un aumento significativo en el riesgo de conductas autolesivas, incluido un alto riesgo de suicidio.

Por lo tanto, en el proceso de diagnóstico y tratamiento de la disforia de género, es fundamental realizar una evaluación integral que no solo considere la incongruencia de género, sino también las condiciones asociadas con la opresión social y las experiencias de estigmatización que las personas transgénero suelen enfrentar. El tratamiento debe abordar tanto los aspectos psicológicos como los sociales de la disforia, y en muchos casos, puede incluir intervenciones médicas, como terapia hormonal o cirugía de reasignación de sexo, para ayudar a la persona a sentirse más alineada con su identidad de género.

La intervención temprana, el apoyo social adecuado y el acceso a servicios de salud mental especializados son cruciales para mitigar los efectos adversos de la disforia de género y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas. Además, es fundamental crear entornos de apoyo en los que las personas transgénero puedan sentirse aceptadas y valoradas, lo que puede reducir el riesgo de sufrimiento psicológico y social asociado con la discriminación y el estigma.

Disfunciones Sexuales

Las disfunciones sexuales engloban un amplio grupo de trastornos vasocongestivos y orgásmicos que afectan la capacidad de una persona para experimentar una respuesta sexual normal. Estos trastornos suelen involucrar problemas de adaptación sexual, educación y técnica, los cuales a menudo se abordan inicialmente con el médico de atención primaria, quien puede realizar un diagnóstico y proporcionar el tratamiento adecuado. Las disfunciones sexuales no solo afectan la calidad de la experiencia sexual, sino que también pueden tener un impacto profundo en el bienestar emocional y psicológico de los individuos.

En los hombres, existen dos condiciones comunes dentro de las disfunciones sexuales: la disfunción eréctil y las alteraciones de la eyaculación. La disfunción eréctil se refiere a la incapacidad de lograr o mantener una erección lo suficientemente firme como para llevar a cabo una relación sexual satisfactoria. Es importante destacar que algunos pacientes pueden confundir este término con la eyaculación precoz, ya que ambas condiciones afectan la función sexual, pero son distintos en su naturaleza. Además, en algunos pacientes con depresión, puede observarse una disminución de la tumescencia peneana nocturna, lo que indica una alteración de la función eréctil en momentos de relajación o durante el sueño.

La disfunción eréctil psicológica, por otro lado, tiene su origen en factores interpersonales o intrapsíquicos. Por ejemplo, los problemas de armonía con la pareja o trastornos psicológicos como la depresión pueden ser desencadenantes importantes. Por lo tanto, el tratamiento de la disfunción eréctil psicológica suele requerir un enfoque integral que aborde tanto los aspectos emocionales como los físicos de la condición.

En cuanto a las alteraciones de la eyaculación, estas incluyen la eyaculación precoz, la incapacidad para eyacular y la eyaculación retrógrada. La eyaculación precoz se refiere a la incapacidad de controlar el momento de la eyaculación, lo que provoca una interrupción prematura de la relación sexual. Por su parte, la incapacidad para eyacular o la eyaculación retrógrada, en la que el semen se dirige hacia la vejiga en lugar de ser expulsado hacia el exterior, son condiciones que pueden interferir con la función sexual. Es relevante señalar que, en pacientes con disfunción eréctil, la eyaculación sigue siendo posible, aunque puede estar asociada con otros problemas orgánicos o psicológicos. El control de la eyaculación es una habilidad adquirida que generalmente es mínima en la adolescencia y mejora con la experiencia. Sin embargo, diversos factores patogénicos pueden interferir con el aprendizaje de este control, siendo la ignorancia sexual uno de los factores más comunes. Además, factores intrapsíquicos como la ansiedad, la culpa o la depresión, así como la mala adaptación interpersonal, como los problemas con la pareja, la falta de respuesta del compañero o las luchas de poder, son frecuentemente involucrados en estas alteraciones.

Las causas orgánicas de las disfunciones sexuales incluyen interferencias con la distribución de los nervios simpáticos, las cuales a menudo son causadas por intervenciones quirúrgicas o tratamientos con radiación. Los agentes farmacológicos, como los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) o los simpatolíticos, también pueden afectar la función sexual y contribuir a la aparición de disfunciones eréctiles o de eyaculación.

En las mujeres, las formas más comunes de disfunción sexual son el trastorno orgásmico y el trastorno del deseo sexual hipoactivo. El trastorno orgásmico se caracteriza por la incapacidad de alcanzar el orgasmo a pesar de la estimulación sexual adecuada. Por otro lado, el trastorno del deseo sexual hipoactivo se refiere a la falta de deseo sexual, lo que puede estar relacionado con factores psicológicos, hormonales o relacionales. Al igual que en los hombres, las disfunciones sexuales en las mujeres pueden ser el resultado de una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales, lo que requiere un enfoque terapéutico multifacético para abordar la raíz del problema.

El trastorno orgásmico es una condición compleja caracterizada por una falta general de respuesta sexual. En este trastorno, la mujer experimenta dificultades para sentir la sensación erótica y no presenta la respuesta vasocongestiva habitual, que es la acumulación de sangre en los genitales durante la excitación sexual. Esta alteración puede llevar a una variabilidad en la actividad sexual, que va desde la evitación activa del sexo hasta la experiencia ocasional de un orgasmo. Sin embargo, en algunas mujeres, el trastorno orgásmico se diferencia de la anorgasmia, ya que estas personas pueden experimentar la respuesta vasocongestiva, pero tienen dificultades variables para alcanzar el orgasmo, lo que refleja una forma de disfunción orgásmica.

Las causas de este trastorno pueden ser tanto psicológicas como físicas. Desde el punto de vista psicológico, una técnica sexual inadecuada, experiencias sexuales traumáticas tempranas o la disarmonía interpersonal, como luchas de poder con la pareja o el uso del sexo como una herramienta de control, pueden contribuir al desarrollo de esta condición. Los problemas intrapsíquicos, como la ansiedad, el miedo y la culpa, también juegan un papel fundamental en la aparición del trastorno orgásmico. Estos factores emocionales y psicológicos pueden interferir con la capacidad de una mujer para experimentar una respuesta sexual satisfactoria, afectando directamente su capacidad para alcanzar el orgasmo.

En cuanto a las causas orgánicas, diversas condiciones pueden afectar la capacidad de una mujer para experimentar un orgasmo. Entre ellas se incluyen aquellas que causan dolor durante el coito, patologías pélvicas, obstrucciones mecánicas o déficits neurológicos que alteran la función sexual. Estas condiciones pueden impedir la respuesta sexual completa, incluido el orgasmo, y pueden requerir un tratamiento médico especializado.

Por otro lado, el trastorno del deseo sexual hipoactivo, aunque distinto del trastorno orgásmico, también está relacionado con una disminución o ausencia de la libido, es decir, con una pérdida del deseo sexual. Este trastorno puede ocurrir tanto en hombres como en mujeres y puede ser el resultado de dificultades orgánicas o psicológicas. Entre los factores psicológicos que pueden contribuir al trastorno del deseo sexual se incluyen la ansiedad, la evitación fóbica y otras preocupaciones emocionales o psicológicas. De manera similar, cualquier enfermedad crónica puede disminuir el deseo sexual, al igual que el envejecimiento, ya que con la edad se experimentan cambios hormonales y fisiológicos que afectan la función sexual.

Además, los trastornos hormonales, como el hipogonadismo (una condición en la que el cuerpo no produce suficientes hormonas sexuales), o el uso de compuestos antiandrógenos como el acetato de ciproterona, pueden contribuir a la disminución del deseo sexual. La insuficiencia renal crónica también es un factor que deteriora el deseo sexual debido a los efectos fisiológicos que esta condición tiene sobre el cuerpo.

El uso de sustancias como el alcohol, los sedantes, los opioides, la marihuana y ciertos medicamentos también puede afectar negativamente el impulso sexual y el rendimiento sexual. Estas sustancias pueden interferir con los procesos fisiológicos y psicológicos que facilitan la excitación y el orgasmo, contribuyendo a la disfunción sexual en diferentes grados.

En las mujeres, la menopausia es otro factor importante que puede llevar a una disminución del deseo sexual debido a los cambios hormonales asociados con esta etapa de la vida. En algunos casos, el tratamiento con terapia de testosterona puede ser necesario para tratar la disminución del deseo sexual en mujeres menopáusicas. Este tratamiento puede ayudar a restaurar los niveles hormonales y mejorar la función sexual.

Tratamiento

Parafilias

Las parafilias son trastornos sexuales en los cuales las respuestas de excitación sexual están dirigidas hacia objetos, situaciones o actividades que no son típicamente asociados con la sexualidad adulta convencional. Existen diversas formas de abordar y tratar las parafilias, dependiendo de su naturaleza y la motivación subyacente que las sustenta. Los enfoques de tratamiento pueden ser psicológicos, conductuales, sociales o farmacológicos, y cada uno tiene diferentes niveles de eficacia según el contexto específico del individuo.

  1. Psicológico: Las parafilias, especialmente aquellas de naturaleza más superficial, como el voyeurismo, y las que tienen un inicio reciente, pueden ser sensibles a la psicoterapia en algunos casos. La prognosis es mucho más favorable si la motivación para el tratamiento proviene del individuo mismo, en lugar de ser una intervención forzada por el sistema judicial. Lamentablemente, en muchos casos, la única razón que impulsa a la persona a buscar tratamiento es el conflicto con la ley, ya que la condición tiende a persistir y reforzarse hasta que se presenta una confrontación legal. Las terapias psicológicas suelen centrarse en los obstáculos que impiden una respuesta sexual normal. Se espera que, a medida que el comportamiento sexual normal se incremente, el comportamiento parafílico disminuya. Este tipo de enfoque terapéutico se basa en la premisa de que al restaurar patrones de excitación sexual más convencionales, las conductas desadaptativas irán cediendo.

  2. Conductual: En algunos casos, los trastornos parafílicos mejoran con técnicas como el modelado, el juego de roles y los procedimientos de condicionamiento. Estas intervenciones buscan modificar los patrones de comportamiento a través de la repetición y la reestructuración de las respuestas sexuales. El modelado, por ejemplo, implica la observación de comportamientos saludables que se pueden replicar, mientras que el juego de roles permite practicar nuevas formas de interacción sexual sin los estímulos disfuncionales previos. Las técnicas de condicionamiento, como el condicionamiento aversivo, pueden ser utilizadas para asociar el comportamiento parafílico con estímulos negativos, con la esperanza de reducir el deseo hacia dichos objetos o prácticas.

  3. Social: Aunque las intervenciones sociales no producen cambios directos en los patrones de excitación sexual o los roles de género, los grupos de autoayuda pueden ser útiles para facilitar la adaptación en una sociedad que frecuentemente es hostil o estigmatizante hacia las personas que padecen parafilias. Estos grupos ofrecen un espacio en el que los individuos pueden compartir experiencias y apoyarse mutuamente, ayudándoles a lidiar con las dificultades sociales y emocionales que conlleva tener un trastorno parafílico. Además, es importante proporcionar apoyo a las familias de los afectados, ya que la comprensión y aceptación por parte de los seres queridos puede ser un factor clave para que el individuo acepte su situación y se libere de la culpa que a menudo siente por su comportamiento, al considerarse responsable de haber creado el problema.

  4. Farmacológico: En cuanto a los tratamientos farmacológicos, algunos fármacos pueden ser utilizados para reducir los comportamientos sexuales disruptivos asociados con las parafilias. Por ejemplo, el acetato de medroxiprogesterona, un supresor del deseo libidinal, puede ser empleado para mitigar la conducta sexual en los hombres. Este medicamento generalmente muestra resultados dentro de las tres semanas, y sus efectos son generalmente reversibles cuando se interrumpe el tratamiento. Además, algunos antidepresivos, como la fluoxetina o los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) en dosis para tratar la depresión, han mostrado capacidad para reducir algunos de los comportamientos compulsivos sexuales, incluyendo las parafilias. En el tratamiento de parafilias graves, se han llevado a cabo estudios con agonistas de la hormona liberadora de luteinización (LHRH), que muestran resultados prometedores en la prevención de recaídas en algunos pacientes con parafilia. Los informes de casos y estudios abiertos sugieren que los agonistas de LHRH podrían desempeñar un papel importante en la prevención de la reaparición de los trastornos parafílicos, aunque se requieren más investigaciones para confirmar su eficacia y seguridad a largo plazo.

Disforia de Género

La disforia de género es una condición en la que una persona experimenta un malestar significativo debido a la incongruencia entre su identidad de género y el sexo asignado al nacer. Esta disonancia puede afectar profundamente el bienestar emocional, psicológico y social del individuo. Con el fin de proporcionar una orientación clínica adecuada para apoyar a las personas transgénero, transsexuales y no conformes con el género, la World Professional Association for Transgender Health (WPATH) ha desarrollado una serie de Estándares de Atención para la Salud de Personas Transsexuales, Transgénero y No Conformes con el Género. Estos estándares tienen como objetivo ofrecer directrices clínicas basadas en la mejor ciencia disponible y el consenso de expertos para ayudar a las personas a maximizar su salud, bienestar psicológico y realización personal.

  1. Psicológico: La psicoterapia es uno de los enfoques más recomendados para las personas con disforia de género. Este tipo de intervención permite a los individuos disponer de un espacio seguro donde explorar y comprender sus pensamientos y sentimientos relacionados con su identidad de género. La terapia proporciona un entorno en el cual pueden identificar sus necesidades y deseos específicos, lo que facilita la adaptación a los cambios que implica el proceso de afirmación de género. Además, la psicoterapia ayuda a las personas a gestionar el estrés, la ansiedad y la depresión asociados con la disforia de género, brindando apoyo emocional y psicológico durante el proceso de transición. Un componente crucial de la psicoterapia es la validación de la identidad de género del individuo, que puede contribuir a aumentar la autoestima y disminuir el sufrimiento relacionado con la incongruencia entre el género experimentado y el sexo asignado.

  2. Social: El apoyo social juega un papel fundamental en el tratamiento de la disforia de género. Los grupos de apoyo entre pares, la psicoeducación para padres y el empoderamiento comunitario son componentes importantes en el proceso terapéutico. Los grupos de apoyo proporcionan a las personas transgénero y no conformes con el género un espacio para compartir experiencias y sentimientos, lo que puede reducir el aislamiento social y mejorar la sensación de pertenencia. La psicoeducación para los padres es esencial para ayudarlos a comprender mejor la experiencia de sus hijos, lo que facilita un ambiente familiar más inclusivo y comprensivo. A su vez, el empoderamiento de la comunidad transgénero puede ser un factor de resiliencia, permitiendo a las personas trans avanzar en su proceso de afirmación de género con el respaldo de una red solidaria.

  3. Médico: Algunas personas con disforia de género optan por someterse a cirugía o terapia hormonal, o ambos, como parte de su proceso de transición. Estos tratamientos médicos son cruciales para aliviar el malestar asociado con la disforia de género, ya que permiten que el cuerpo de la persona se alinee más estrechamente con su identidad de género. Además de los procedimientos quirúrgicos y la terapia hormonal, el cuidado médico de las personas transgénero también puede incluir atención ginecológica y urológica, opciones reproductivas, y terapia de voz y comunicación, que son aspectos fundamentales para lograr una adaptación física y emocional integral. Es importante resaltar que las recomendaciones más comunes antes de realizar una cirugía incluyen que el individuo pase un tiempo significativo viviendo como su género deseado. Esta fase, conocida como la «vivencia en el rol de género», permite que la persona se ajuste a su nueva identidad de género y evalúe su comodidad con la transición.

Un aspecto relevante en cuanto al tratamiento quirúrgico es que las tasas de suicidio disminuyen significativamente después de la cirugía de afirmación de género; sin embargo, aún permanecen considerablemente más altas que en la población general. Esto subraya la importancia de un enfoque integral en el tratamiento de la disforia de género, que no solo se enfoque en los aspectos médicos y quirúrgicos, sino también en el bienestar psicológico y social del individuo. La intervención temprana, el apoyo psicosocial y el acceso a atención médica adecuada son fundamentales para reducir los riesgos asociados con la disforia de género y mejorar la calidad de vida de las personas transgénero.

Disfunción Sexual

La disfunción sexual es un trastorno que afecta a la capacidad de una persona para participar en una actividad sexual satisfactoria, y puede tener causas tanto físicas como psicológicas. Este trastorno se presenta de diversas formas, que incluyen la incapacidad de mantener una erección, la falta de deseo sexual, o dificultades para alcanzar el orgasmo. El tratamiento de la disfunción sexual puede involucrar enfoques psicológicos, conductuales, sociales y médicos, dependiendo de la causa subyacente del trastorno. A continuación, se exploran estos enfoques con mayor profundidad.

  1. Psicológico: La psicoterapia es una opción terapéutica que puede ser muy eficaz en aquellos casos en los que los problemas interpersonales o las dificultades intrapsíquicas son los principales factores contribuyentes a la disfunción sexual. La ansiedad y la culpa, especialmente aquellas derivadas de prohibiciones parentales sobre la sexualidad o creencias restrictivas relacionadas con el sexo, son causas comunes de disfunción sexual. En estos casos, la psicoterapia individual permite al paciente explorar y comprender los bloqueos emocionales o psicológicos que interfieren con su vida sexual. Sin embargo, en la mayoría de los casos, un enfoque combinado que incluya tanto la psicoterapia como técnicas conductuales suele ser más efectivo, ya que se abordan tanto los aspectos emocionales como los conductuales del trastorno. Además, prácticas como la atención plena o mindfulness pueden ser útiles, ya que ayudan a las personas a centrarse en el momento presente y reducir la ansiedad relacionada con la actividad sexual, promoviendo una mayor relajación y conexión durante el acto.

  2. Conductual: Los trastornos que tienen su origen en respuestas condicionadas, como la disfunción sexual asociada con ciertos patrones de conducta aprendidos, pueden beneficiarse de técnicas de condicionamiento conductual. Estas técnicas se utilizan para alterar los patrones de comportamiento no deseados y promover respuestas más adaptativas. Un ejemplo paradigmático de esta metodología es el trabajo de Masters y Johnson, quienes aplicaron enfoques conductuales para tratar diversas disfunciones sexuales. En sus estudios, utilizaron la terapia de parejacomo parte del tratamiento, con el objetivo de mejorar la comunicación entre los miembros de la pareja y reducir los conflictos subyacentes. La mejora de la comunicación sexual dentro de la pareja es clave, ya que la disfunción sexual puede estar relacionada con una falta de entendimiento o conexión emocional entre los individuos.

  3. Social: En algunos casos, los factores sociales también pueden contribuir a la disfunción sexual. La proximidad de otras personas, como la presencia de una suegra u otros miembros de la familia en el hogar, puede inhibir la intimidad sexual de la pareja. En tales situaciones, la ingeniería social o el reordenamiento de la estructura del hogar puede aliviar la tensión y mejorar la privacidad, lo que favorece una mayor libertad y confort en la vida sexual de la pareja. Este tipo de intervención social busca reducir los factores externos que afectan la vida sexual, creando un ambiente más propicio para la intimidad y el disfrute sexual.

  4. Médico: En el tratamiento de la disfunción sexual, la identificación de la causa subyacente es crucial para ayudar al paciente a aceptar su condición y evitar que el conflicto con la pareja empeore la situación. En los casos en que la disfunción es irreversible o de origen orgánico, el tratamiento puede incluir medicamentos específicos que ayuden a mitigar los efectos de la disfunción sexual. Por ejemplo, los inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5 como el sildenafil, tadalafil y vardenafil son eficaces para tratar la disfunción eréctil en hombres. Estos medicamentos actúan mejorando el flujo sanguíneo al pene y se administran generalmente una hora antes del acto sexual. Además, estos medicamentos han demostrado ser útiles en casos de disfunción eréctil inducida por el uso de antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), tanto en hombres como en mujeres.

En el caso de la eyaculación precoz, los ISRS también han mostrado efectividad, ya que tienden a retrasar el reflejo eyaculatorio. Otro medicamento utilizado para tratar la disfunción sexual femenina es el flibanserin, un agonista de los receptores 5-HT1A y antagonista de los receptores 5-HT2. Este medicamento está aprobado para tratar el trastorno de deseo sexual hipoactivo en mujeres y ha mostrado una ligera mejora en la frecuencia de los eventos sexuales, aunque sus efectos son modestos. Sin embargo, flibanserin interactúa con el alcohol, lo que puede provocar efectos hipotensivos graves, por lo que se debe evitar el consumo de alcohol al usar este medicamento. La dosis recomendada es de 100 mg por vía oral antes de acostarse para minimizar los efectos secundarios como mareos, somnolencia y náuseas.

Otro medicamento aprobado para tratar el deseo sexual hipoactivo en mujeres premenopáusicas es el bremelanotide, que se administra mediante una inyección subcutánea 45 minutos antes de la actividad sexual anticipada. Sin embargo, los efectos subjetivos de este medicamento son limitados, y la aceptación por parte de las pacientes es baja debido a sus efectos secundarios intolerables. El mecanismo de acción de bremelanotide no está completamente claro, pero se cree que actúa en los receptores de melanocortina para inducir una mejora en la excitación sexual.

Homo medicus

 


 

Guías de estudio. Homo medicus.
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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Cooper K et al. The phenomenology of gender dysphoria in adults: a systematic review and meta-synthesis. Clin Psychol Rev. 2020;80:101875. [PMID: 32629301]
  2. Gombert M et al. Introducing sexual dysfunction in mental care. Expert Opin Drug Saf. 2021;20:69. [PMID: 33191796]
  3. Reed MA. Female sexual dysfunction. Clin Plast Surg. 2022;49:495. [PMID: 36162944]
  4. Wheeler LJ et al. Female sexual dysfunction: pharmacologic and therapeutic interventions. Obstet Gynecol. 2020;136:174. [PMID: 32541291]
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