Náuseas y vómitos durante el embarazo son fenómenos comunes que generalmente comienzan poco después de la primera falta del período menstrual y tienden a cesar hacia el quinto mes de gestación. Esta condición afecta a una proporción significativa de mujeres embarazadas, con hasta tres cuartas partes de ellas experimentando náuseas y vómitos, siendo el síntoma predominante la náusea persistente a lo largo del día. A pesar de la incomodidad que pueden causar, estos síntomas son considerados una parte normal del embarazo y no conllevan riesgos para el desarrollo fetal ni indican la presencia de complicaciones graves en la mayoría de los casos.
Las náuseas y los vómitos en el embarazo se asocian comúnmente con cambios hormonales que ocurren al inicio de la gestación. La presencia de hormonas como la gonadotropina coriónica humana (hCG) y los estrógenos, que aumentan significativamente durante las primeras semanas del embarazo, juega un papel importante en la aparición de estos síntomas. Se cree que la elevación de hCG podría estar directamente relacionada con la aparición de náuseas y vómitos, aunque los mecanismos exactos todavía no se comprenden completamente. Las náuseas tienden a ser más intensas por la mañana, aunque muchas mujeres experimentan malestar durante todo el día, lo que se conoce comúnmente como «náuseas matutinas», aunque no se limitan exclusivamente a la mañana.
A pesar de su prevalencia, las náuseas y vómitos leves no suelen afectar negativamente el curso del embarazo ni el bienestar de la madre o el feto. Se consideran una manifestación fisiológica normal que refleja la adaptación del cuerpo a los cambios hormonales y metabólicos del embarazo. Además, estos síntomas no predicen complicaciones adicionales en la gestación y tienden a mejorar de manera natural alrededor del final del primer trimestre o el comienzo del segundo trimestre, coincidiendo con la estabilización de los niveles hormonales.
Sin embargo, en algunos casos, los vómitos pueden volverse graves y persistentes, una condición conocida como hiperemesis gravídica. Esta afección se caracteriza por vómitos intensos y continuos que no solo provocan una significativa pérdida de peso, sino que también pueden llevar a la deshidratación, desequilibrios electrolíticos y alteraciones en los niveles de nutrientes esenciales. La hiperemesis gravídica puede resultar incapacitante, requiriendo intervención médica urgente y, en ocasiones, hospitalización para el manejo adecuado, que puede incluir hidratación intravenosa, terapia nutricional y control de los síntomas mediante medicamentos.
Un aspecto importante a considerar en el diagnóstico y manejo de la hiperemesis gravídica es su posible asociación con trastornos tiroideos, particularmente el hipertiroidismo. La disfunción tiroidea, especialmente el hipertiroidismo, puede exacerbar los síntomas de náuseas y vómitos durante el embarazo. En estas pacientes, es fundamental realizar pruebas de función tiroidea, como la medición de los niveles de la hormona estimulante de la tiroides (TSH) y la tiroxina libre (FT4). Estos análisis ayudan a identificar cualquier anomalía en la función tiroidea que pueda estar contribuyendo a la gravedad de los síntomas y guiar el tratamiento adecuado para normalizar los niveles hormonales y mejorar el bienestar de la gestante.
Tratamiento
En la mayoría de los casos, las náuseas y los vómitos leves del embarazo son fenómenos transitorios y relativamente comunes que no requieren tratamiento farmacológico intensivo. Estas manifestaciones son generalmente controlables mediante medidas simples, como el consuelo y el asesoramiento dietético. La intervención médica suele ser mínima, ya que los síntomas en muchas mujeres mejoran de manera espontánea en el transcurso de las primeras semanas o meses del embarazo. El enfoque principal en estos casos es tranquilizar a la paciente, asegurarle que es una parte normal del proceso fisiológico y sugerir ajustes en la alimentación, como comer porciones pequeñas de alimentos de fácil digestión, evitar olores o comidas que desencadenen el malestar, y mantener una adecuada hidratación.
Sin embargo, el tratamiento farmacológico debe ser considerado con precaución, particularmente durante el primer trimestre del embarazo, cuando los efectos de los medicamentos sobre el desarrollo fetal son más preocupantes. Durante esta fase temprana, el uso de fármacos se limita estrictamente a aquellos que son de gran importancia para la vida y la salud materna, debido al riesgo potencial de teratogenicidad, que puede causar malformaciones congénitas o problemas en el desarrollo del feto.
Entre los tratamientos farmacológicos que se consideran seguros y eficaces para el manejo de las náuseas y los vómitos leves del embarazo, la piridoxina, también conocida como vitamina B6, ha demostrado ser una opción efectiva. Dosis de 50 a 100 miligramos diarios de piridoxina administrados por vía oral se consideran no tóxicas y son bien toleradas en la mayoría de las pacientes. La piridoxina puede ser útil para reducir la intensidad de las náuseas y mejorar el bienestar general de la mujer embarazada, aunque su mecanismo exacto de acción no se comprende completamente.
Una opción terapéutica de primera línea para el tratamiento de las náuseas y los vómitos en el embarazo es la combinación de piridoxina con doxilamina, un antihistamínico utilizado comúnmente para el alivio de las náuseas. La combinación de 10 miligramos de doxilamina succinato y 10 miligramos de piridoxina clorhidrato (generalmente administrada en dos tabletas al acostarse) ha sido aprobada por autoridades sanitarias como una opción eficaz para el tratamiento de las náuseas y los vómitos leves del embarazo. Esta combinación se utiliza por su efectividad en el control de los síntomas y su perfil de seguridad, especialmente en mujeres que no presentan contraindicaciones específicas para el uso de estos fármacos.
Es importante destacar que otros medicamentos antieméticos, antihistamínicos y antiespasmódicos generalmente no son necesarios ni recomendados para el tratamiento de las náuseas y los vómitos leves durante el embarazo. De hecho, el uso de estos medicamentos puede ser innecesario y, en algunos casos, incluso potencialmente perjudicial, ya que muchos de ellos no han sido suficientemente evaluados en términos de su seguridad en el embarazo o pueden tener efectos adversos para la madre o el feto.
Hiperemésis gravídica
La hiperemesis gravídica es una forma grave de náuseas y vómitos durante el embarazo que puede tener un impacto significativo en la salud materna y fetal, y en los casos más severos, puede requerir hospitalización. A diferencia de las náuseas y vómitos leves comunes en el embarazo, que suelen ser transitorios y no presentan riesgos graves, la hiperemesis gravídica está caracterizada por vómitos persistentes que no solo provocan deshidratación y pérdida de peso significativa, sino que también pueden alterar el equilibrio de electrolitos y nutrientes esenciales, afectando la salud general de la madre. Esta condición puede llegar a ser tan debilitante que requiere atención médica especializada y, en algunos casos, hospitalización para un manejo adecuado.
Cuando una paciente es hospitalizada debido a hiperemesis gravídica, se recomienda que se le asignen una habitación privada y que se limite su actividad física. Durante las primeras etapas del tratamiento, es aconsejable no administrar alimentos ni líquidos por vía oral hasta que la paciente comience a mostrar signos de mejora. La hidratación y el mantenimiento del equilibrio electrolítico son fundamentales, por lo que se administran líquidos intravenosos adecuados y suplementos vitamínicos según las necesidades clínicas de la paciente. El objetivo es estabilizar a la paciente y asegurar que reciba los nutrientes esenciales sin riesgo de aspiración o complicaciones adicionales.
En cuanto al tratamiento farmacológico, los antieméticos son esenciales para controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de la paciente. Algunos de los antieméticos más comúnmente utilizados incluyen la prometazina, el metoclopramida y el ondansetrón. La prometazina se puede administrar en dosis de 12.5 a 25 miligramos, por vía oral, rectal o intravenosa, cada 4 a 6 horas, según sea necesario. El metoclopramida, con una dosis de 5 a 10 miligramos cada 6 horas por vía oral o intravenosa, también es efectivo para aliviar las náuseas y vómitos. El ondansetrón, en dosis de 4 a 8 miligramos cada 8 horas, puede ser utilizado como alternativa, aunque algunos estudios han asociado su uso con anomalías congénitas, lo que genera preocupaciones sobre su seguridad. Aunque los datos disponibles son limitados, es importante que los riesgos y beneficios del tratamiento con ondansetrón se discutan con la paciente para que pueda tomar decisiones informadas sobre su tratamiento.
En los casos más graves de hiperemesis gravídica, cuando la paciente no responde a los tratamientos iniciales, se puede recurrir a la administración intravenosa de antieméticos, ya que en muchos casos la vía intravenosa es más efectiva cuando la paciente no puede tolerar medicamentos por vía oral debido a los vómitos constantes. En situaciones excepcionales, si la paciente no puede recibir suficientes nutrientes a través de la alimentación oral o intravenosa estándar, puede ser necesario recurrir a la nutrición parenteral total, un enfoque terapéutico que se utiliza para proporcionar todos los nutrientes esenciales directamente a través de una vía intravenosa. Sin embargo, este tratamiento es raro y solo se indica cuando todas las demás opciones de alimentación no pueden ser implementadas de manera efectiva.
Una vez que la paciente se estabiliza y sus síntomas mejoran, es posible que pueda ser dada de alta del hospital y continuada en su hogar, incluso si aún necesita líquidos intravenosos adicionales junto con su ingesta oral. Se recomienda iniciar una dieta seca, consistente en seis comidas pequeñas al día, lo que ayuda a evitar la sobrecarga gástrica y permite una mejor tolerancia alimentaria. Los antieméticos pueden seguir administrándose por vía oral, según sea necesario, para controlar los síntomas y evitar la recaída en los vómitos.
El uso de corticosteroides para el tratamiento de la hiperemesis gravídica ha sido objeto de estudios contradictorios. Aunque algunos estudios han mostrado que los corticosteroides pueden ser efectivos para controlar los síntomas, también se ha relacionado su uso con un aumento del riesgo de anomalías fetales, específicamente fisuras orales. Sin embargo, se considera que el aumento del riesgo es bajo y que los beneficios potenciales de los corticosteroides pueden superar estos riesgos en ciertos casos. No obstante, los corticosteroides deben evitarse antes de las 10 semanas de gestación, ya que el primer trimestre es un período crítico para el desarrollo fetal, y los tratamientos más aceptados y seguros deben agotarse antes de considerar el uso de corticosteroides.

Fuente y lecturas recomendadas:
- American College of Obstetricians and Gynecologists. ACOG Practice Bulletin No. 189: nausea and vomiting of pregnancy. Obstet Gynecol. 2018;131:e15. [Reaffirmed 2021] [PMID: 29266076]