Los nematodos del género Angiostrongylus, que parasitan principalmente a las ratas, son responsables de causar en humanos dos síndromes clínicos claramente diferenciados debido a sus distintos patrones de infección y migración dentro del organismo humano. Por un lado, Angiostrongylus cantonensis, conocido comúnmente como el gusano pulmonar de la rata, es el agente etiológico principal de la meningoencefalitis eosinofílica, una inflamación del cerebro y las membranas que lo recubren caracterizada por un aumento significativo de eosinófilos en el líquido cefalorraquídeo. Esta enfermedad predomina en regiones del sudeste asiático, algunas islas del Pacífico, Hawái y Australia. Estudios epidemiológicos realizados en Vietnam, por ejemplo, han demostrado que A. cantonensis es responsable de la mayoría de los casos diagnosticados de meningitis eosinofílica en esa región.
Por otro lado, Angiostrongylus costaricensis está asociado con un síndrome inflamatorio que afecta principalmente el tracto gastrointestinal. La infección causada por este parásito produce una inflamación localizada, que puede provocar síntomas abdominales intensos y cuadros de tipo abdominal agudo.
En ambos casos, la infección humana ocurre tras la ingestión accidental de larvas presentes en moluscos terrestres, tales como babosas o caracoles, que actúan como hospedadores intermediarios, o en otros animales como cangrejos, camarones y ciempiés, especialmente en el caso de A. cantonensis. También es posible contraer la infección al consumir vegetales o ensaladas contaminadas con estos organismos. Debido a que el ser humano no es el hospedador definitivo natural, los parásitos no pueden completar su ciclo biológico dentro del cuerpo humano. Sin embargo, durante su migración errática, pueden provocar daño tisular importante. En la infección por A. cantonensis, las larvas migran al sistema nervioso central, causando inflamación en el cerebro y sus meninges, y en ocasiones pueden desplazarse desde el cerebro hasta las arterias pulmonares, complicando aún más el cuadro clínico.
Así, la capacidad de estos nematodos para migrar y establecerse en diferentes tejidos humanos explica la diversidad de manifestaciones clínicas observadas y la diferenciación de síndromes asociados a cada especie.
Manifiestaciones clínicas
La enfermedad causada por Angiostrongylus cantonensis se debe principalmente a la migración de las larvas del gusano a través del sistema nervioso central y a la respuesta inflamatoria que se genera cuando estos parásitos mueren dentro del tejido nervioso. Tras un periodo de incubación que puede variar desde un día hasta dos semanas, los pacientes comienzan a presentar síntomas y signos característicos que incluyen cefalea intensa, rigidez de nuca, náuseas, vómitos, alteraciones en los nervios craneales y parestesias. En la mayoría de los casos, la enfermedad tiende a resolverse de manera espontánea en un lapso de dos a ocho semanas, aunque se han reportado casos con secuelas graves e incluso mortalidad. Un dato diagnóstico fundamental es la presencia de pleocitosis eosinofílica en el líquido cefalorraquídeo, definida como más del diez por ciento de eosinófilos, en pacientes con antecedentes de viaje o residencia en zonas donde la enfermedad es endémica. No obstante, la eosinofilia en sangre periférica puede no estar presente. Para confirmar el diagnóstico, se puede recurrir a técnicas moleculares como la reacción en cadena de la polimerasa, aunque esta prueba puede resultar negativa en etapas tempranas de la infección.
En contraste, la infección por Angiostrongylus costaricensis se caracteriza por la invasión de los parásitos a través de los vasos sanguíneos en la región ileocecal, donde las larvas maduran hasta alcanzar la etapa adulta y depositan huevos, sin embargo, no completan su ciclo biológico dentro del huésped humano. La patología se deriva de la intensa respuesta inflamatoria desencadenada por la muerte de los gusanos en el tracto intestinal, que se manifiesta como una reacción granulomatosa eosinofílica, la cual en ocasiones puede incluir vasculitis y necrosis isquémica del tejido afectado. Clínicamente, los pacientes suelen presentar dolor abdominal, vómitos y fiebre, con el dolor habitualmente localizado en el cuadrante inferior derecho del abdomen, y en algunos casos puede palparse una masa en esta zona, características que simulan una apendicitis aguda. Los síntomas pueden persistir o recurrir durante varios meses. Aunque es menos frecuente, se han documentado complicaciones como perforación intestinal, obstrucción o migración de los parásitos hacia otros órganos. Debido a la semejanza clínica con la apendicitis, muchos pacientes son intervenidos quirúrgicamente. El análisis histopatológico de biopsias intestinales inflamadas puede revelar la presencia de gusanos localizados en las arterias mesentéricas y granulomas eosinofílicos, confirmando así la infección.
Estas diferencias en la localización tisular, el ciclo biológico incompleto y la respuesta inmunológica explican las distintas manifestaciones clínicas y las complejidades en el diagnóstico y manejo de las enfermedades producidas por las dos especies de Angiostrongylus.
Tratamiento
El tratamiento antihelmíntico en infecciones por Angiostrongylus cantonensis presenta una complejidad particular, ya que la administración de estos medicamentos puede, en algunos casos, resultar contraproducente. Esto se debe a que la muerte de los parásitos dentro del sistema nervioso central puede desencadenar una respuesta inflamatoria exacerbada, agravando los síntomas y el daño tisular. Por esta razón, algunos expertos sugieren precaución al indicar el tratamiento antihelmíntico, evaluando cuidadosamente los riesgos y beneficios en cada caso.
No obstante, existe también un enfoque que promueve la intervención temprana en cualquier sospecha de infección, especialmente cuando se tiene conocimiento de la ingestión accidental de caracoles o babosas en áreas donde la enfermedad es endémica. Este planteamiento se basa en la premisa de que el tratamiento es más efectivo cuando se inicia pronto, idealmente dentro de las tres semanas posteriores a la exposición, ya que en esta etapa las larvas son más vulnerables y la infección menos avanzada.
Entre los fármacos disponibles, el albendazol es considerado el agente antihelmíntico de elección debido a su eficacia y perfil de seguridad. En conjunto con este tratamiento, el uso de corticosteroides suele ser recomendado para atenuar la respuesta inflamatoria inducida por la muerte de los parásitos y así minimizar las complicaciones neurológicas. En los casos de infección ocular, la intervención quirúrgica se convierte en la opción terapéutica principal para remover directamente los gusanos y evitar daños irreversibles en la visión.
En cuanto a la infección por Angiostrongylus costaricensis, aún no se dispone de evidencia concluyente sobre la utilidad o conveniencia del tratamiento antihelmíntico, por lo que el manejo clínico suele centrarse en las medidas sintomáticas y, en ocasiones, en procedimientos quirúrgicos cuando la presentación clínica simula una apendicitis o existe compromiso intestinal significativo.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.