La psitacosis es una enfermedad infecciosa que se transmite principalmente a través del contacto directo o indirecto con aves portadoras de la bacteria Chlamydia psittaci. Esta bacteria puede encontrarse en una gran variedad de aves, incluyendo loros, periquitos, palomas, pollos, patos, entre otros. Lo particular de esta infección es que las aves portadoras pueden no mostrar signos evidentes de enfermedad, lo que dificulta la identificación del riesgo. La bacteria se excreta principalmente a través de las secreciones respiratorias, las heces y el polvo contaminado proveniente de las plumas o el entorno donde habitan estas aves. Cuando una persona inhala partículas contaminadas o entra en contacto con fluidos infectados, la bacteria puede ingresar a su organismo, causando la infección. Por esta razón, el contacto con aves infectadas, ya sea mediante la manipulación directa, la limpieza de jaulas, o la exposición a ambientes donde habitan estas aves, representa la vía principal de adquisición de la psitacosis. La ausencia de síntomas en las aves infectadas contribuye a que esta enfermedad sea una amenaza silenciosa para quienes están en contacto frecuente con ellas.
Manifestaciones clínicas
La mayoría de los pacientes que desarrollan psitacosis presentan un cuadro clínico leve, que se asemeja a otras enfermedades respiratorias comunes, lo que puede dificultar su diagnóstico inicial. El período de incubación suele variar entre cinco y catorce días desde la exposición a la bacteria Chlamydia psittaci, tiempo durante el cual el microorganismo se multiplica y comienza a provocar una respuesta inflamatoria en el huésped. Los síntomas característicos incluyen fiebre, escalofríos, dolores musculares generalizados, tos seca persistente y cefalea. Estos signos clínicos reflejan la inflamación sistémica y la afectación respiratoria, aunque no siempre son específicos de esta enfermedad. En la exploración física, pueden observarse ciertos hallazgos distintivos, como la bradicardia relativa, una condición en la que la frecuencia cardíaca no aumenta de forma proporcional a la fiebre, fenómeno conocido también como disociación temperatura-pulso. Además, la percusión del tórax puede revelar una zona de matidez, mientras que la auscultación puede identificar rales, sonidos anormales generados por la inflamación pulmonar. Es importante destacar que, en las etapas iniciales, estos signos pulmonares pueden no estar presentes, dificultando aún más la sospecha clínica. Sin embargo, a medida que la enfermedad progresa, algunos pacientes pueden experimentar dificultad para respirar y cianosis, síntomas que indican una afectación más severa del intercambio gaseoso y una posible insuficiencia respiratoria. Estos cuadros avanzados requieren atención médica inmediata debido al riesgo de complicaciones.
Exámenes diagnósticos
La endocarditis sin crecimiento bacteriano en cultivos, conocida como endocarditis con cultivos negativos, puede presentarse como una complicación poco frecuente en pacientes afectados por psitacosis. Esta condición se caracteriza por la inflamación del revestimiento interno del corazón, sin que se logre aislar el microorganismo responsable mediante los métodos convencionales de cultivo, lo que complica su diagnóstico y tratamiento. En casos aún más excepcionales, la infección puede evolucionar hacia un cuadro fulminante, en el que múltiples órganos del cuerpo se ven afectados simultáneamente, conduciendo a una falla multiorgánica que representa una emergencia médica crítica.
Desde el punto de vista radiológico, la psitacosis generalmente se manifiesta con características típicas de una neumonía atípica. Este tipo de neumonía se distingue por presentar un patrón intersticial, con afectación difusa de los tejidos pulmonares, aunque en algunas ocasiones puede observarse consolidación pulmonar, que es la acumulación de líquido y células inflamatorias en los alvéolos. Sin embargo, estas manifestaciones radiográficas no son específicas y no permiten diferenciar la psitacosis de otras infecciones pulmonares bacterianas o virales, ya que comparten características similares en las imágenes.
El aislamiento del organismo responsable de la psitacosis, Chlamydia psittaci, a partir de cultivos respiratorios es poco frecuente debido a la naturaleza intracelular y fastidiosa de esta bacteria. Por lo tanto, el diagnóstico se basa fundamentalmente en métodos serológicos. Entre estos, la prueba de fijación del complemento y la microinmunofluorescencia son las técnicas más utilizadas para detectar la presencia de anticuerpos específicos contra el microorganismo. Un aumento significativo en los títulos de anticuerpos, definido como un incremento de cuatro veces o más entre las muestras obtenidas durante la fase aguda y la convalecencia (separadas por un intervalo aproximado de dos semanas, con títulos iguales o superiores a 1:32), o la detección de un título elevado de inmunoglobulina M (IgM) mayor o igual a 1:16 mediante microinmunofluorescencia, aporta evidencia diagnóstica sólida. Además, en centros donde está disponible, la reacción en cadena de la polimerasa aplicada a muestras del tracto respiratorio inferior, esputo, secreciones nasofaríngeas o heces puede facilitar un diagnóstico más rápido y preciso, al detectar directamente el material genético de la bacteria. Este avance molecular representa una herramienta valiosa para mejorar el reconocimiento oportuno de esta infección.
Diagnóstico diferencial
El diagnóstico diferencial de la psitacosis representa un verdadero desafío clínico debido a la similitud de su presentación con otras enfermedades respiratorias de origen infeccioso. Desde el punto de vista clínico, esta infección no posee características patognomónicas que la distingan claramente de otras neumonías atípicas, como las causadas por virus respiratorios, Mycoplasma pneumoniae o incluso ciertas bacterias intracelulares como Legionella pneumophila. Todas estas entidades comparten un inicio subagudo con síntomas como fiebre, tos seca, malestar general, cefalea y mialgias, lo que puede dificultar su diferenciación en ausencia de pruebas específicas.
En este contexto, el elemento clínico más relevante para sospechar psitacosis es la anamnesis detallada, en particular la identificación de antecedentes de exposición reciente a aves, ya sea en un entorno doméstico, recreativo o laboral. La presencia de contacto con aves, especialmente aquellas que pertenecen a especies susceptibles como loros, periquitos, palomas, patos o gallinas, orienta significativamente el diagnóstico hacia la infección por Chlamydia psittaci. Sin este antecedente epidemiológico, la psitacosis resulta prácticamente indistinguible de otras neumonías atípicas, tanto clínica como radiológicamente.
Por otro lado, la psitacosis también debe ser considerada dentro del diagnóstico diferencial de la endocarditis infecciosa con cultivos negativos. Esta forma de endocarditis se caracteriza por la presencia de signos clínicos y ecocardiográficos sugestivos de infección valvular, sin que se logre aislar un agente etiológico mediante los métodos convencionales de cultivo. En estos casos, se debe considerar la posibilidad de agentes infecciosos de difícil cultivo, como Coxiella burnetii, Bartonella spp., Brucella spp. y Chlamydia psittaci. En este último caso, el diagnóstico puede pasar desapercibido si no se establece el vínculo epidemiológico con aves, lo que refuerza la importancia de una historia clínica exhaustiva.
Tratamiento
El tratamiento de elección para la psitacosis es el uso de antibióticos con actividad frente a bacterias intracelulares, siendo la doxiciclina el fármaco más eficaz y comúnmente utilizado. La doxiciclina pertenece al grupo de las tetraciclinas y actúa inhibiendo la síntesis de proteínas bacterianas, lo cual interfiere con la replicación del microorganismo Chlamydia psittaci, que tiene un ciclo de vida intracelular obligado. La administración habitual consiste en una dosis de 100 miligramos por vía oral, dos veces al día, durante un período de entre siete y diez días. Esta duración permite asegurar la erradicación completa del patógeno y minimizar el riesgo de recaída, dado que Chlamydia psittaci puede persistir dentro de las células del huésped si el tratamiento es insuficiente o incompleto.
En pacientes que presentan intolerancia a las tetraciclinas, mujeres embarazadas o en aquellos casos en que se prefiera una alternativa terapéutica diferente por razones clínicas, la azitromicina representa una opción viable. Este antibiótico pertenece a la familia de los macrólidos y también posee una buena penetración intracelular, lo que le permite alcanzar concentraciones adecuadas dentro de los sitios de infección. El esquema terapéutico recomendado consiste en la administración de 500 miligramos por vía oral el primer día, seguido de una dosis de 250 miligramos una vez al día durante los cuatro días siguientes. Aunque la experiencia clínica con azitromicina en el tratamiento de la psitacosis es más limitada que con doxiciclina, los estudios disponibles sugieren que puede ser igualmente eficaz, especialmente en casos leves a moderados.
En todos los casos, el inicio temprano del tratamiento antibiótico es fundamental para acortar la duración de los síntomas, prevenir complicaciones sistémicas, como la afectación cardíaca o neurológica, y reducir la posibilidad de transmisión a otras personas, especialmente en entornos cerrados. Asimismo, es importante considerar que la respuesta clínica suele ser rápida, observándose mejoría en los síntomas respiratorios y sistémicos dentro de las primeras 48 a 72 horas de iniciado el tratamiento adecuado.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Hogerwerf L et al. Chlamydia psittaci (psittacosis) as a cause of community-acquired pneumonia: a systematic review and meta-analysis. Epidemiol Infect. 2017;145:3096. [PMID: 28946931]
- McGovern OL et al. Use of real-time PCR for Chlamydia psittaci detection in human specimens during an outbreak of psittacosis—Georgia and Virginia, 2018. MMWR Morb Mortal Wkly Rep. 2021;70:505. [PMID: 33830980]

