La diabetes mellitus es un grupo de enfermedades metabólicas crónicas caracterizadas por una hiperglucemia persistente, es decir, niveles elevados de glucosa en la sangre. Esta alteración se produce como consecuencia de defectos en la secreción de insulina, en la acción de la insulina, o en ambos procesos. Existen principalmente dos formas clínicas: la diabetes mellitus tipo 1, en la cual hay una destrucción autoinmune de las células beta del páncreas que produce una deficiencia absoluta de insulina, y la diabetes mellitus tipo 2, que se asocia a una resistencia progresiva a la insulina combinada con una deficiencia relativa de su secreción. Ambas formas conducen a una desregulación del metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas, y con el tiempo pueden desencadenar complicaciones sistémicas que afectan múltiples órganos y tejidos.
Entre estas complicaciones, las que afectan a la piel y a las membranas mucosas son especialmente relevantes, ya que pueden ser manifestaciones tempranas de la enfermedad o indicios de un control glucémico inadecuado. La hiperglucemia crónica altera numerosos mecanismos fisiológicos que son esenciales para la homeostasis cutánea y mucosa.
Las infecciones piógenas crónicas de la piel son una complicación relativamente frecuente en pacientes con diabetes mellitus mal controlada, especialmente cuando los niveles de glucosa en sangre permanecen elevados durante períodos prolongados. Esta susceptibilidad aumentada a infecciones se debe a una combinación de factores inmunológicos, metabólicos y vasculares que alteran la capacidad del organismo para responder adecuadamente a agresiones microbianas.
En pacientes con hiperglucemia crónica, la función inmunitaria se ve comprometida, particularmente la actividad de los neutrófilos, que presentan defectos en la quimiotaxis, la fagocitosis y la destrucción de patógenos. La hiperglucemia también reduce la síntesis de citoquinas y altera la función de los linfocitos, contribuyendo a una respuesta inmune disfuncional. A esto se suma una disminución del flujo sanguíneo capilar por microangiopatía, lo que impide una adecuada oxigenación y nutrición de los tejidos. Como consecuencia, las infecciones cutáneas por bacterias piógenas, como Staphylococcus aureus o Streptococcus pyogenes, pueden volverse recurrentes, persistentes o difíciles de tratar.
Dentro del grupo de infecciones fúngicas, las infecciones por Candida albicans representan una causa destacada de morbilidad en pacientes con diabetes, particularmente cuando hay glucosuria persistente (presencia de glucosa en la orina), como ocurre en mujeres con diabetes mal controlada. Esta glucosa excretada actúa como un sustrato ideal para el crecimiento del hongo, favoreciendo su proliferación en áreas húmedas y cálidas del cuerpo, como los pliegues submamarios, las axilas, los espacios interdigitales, y la región inguinal. Clínicamente, la candidiasis en estas zonas se manifiesta por eritema (enrojecimiento) y edema (hinchazón), síntomas que pueden acompañarse de sensación de ardor y prurito intenso.
En mujeres con diabetes descompensada, la candidiasis puede provocar vulvovaginitis, una inflamación de la vulva y la vagina que se manifiesta con flujo vaginal espeso, prurito, disuria y enrojecimiento de la zona genital. Este cuadro es particularmente frecuente cuando existe glucosuria crónica, como ocurre también en pacientes tratados con inhibidores del cotransportador sodio-glucosa tipo 2 (SGLT-2), un grupo de fármacos antidiabéticos que aumentan la eliminación renal de glucosa. En estos casos, además de vulvovaginitis en mujeres, se puede presentar balanopostitis candidiásica en hombres, una inflamación del glande y el prepucio con sintomatología similar.
El tratamiento de estas infecciones suele incluir antifúngicos tópicos, como cremas que contienen miconazol o clotrimazol, que proporcionan un alivio sintomático rápido. No obstante, la recurrencia es habitual si no se logra reducir la glucosuria mediante un mejor control glucémico o ajuste terapéutico. La corrección de los niveles de glucosa en sangre es, por tanto, esencial para prevenir recurrencias.
Otro fenómeno cutáneo asociado al mal control metabólico, en particular al hipertrigliceridemia severa, es la aparición de xantomas eruptivos, una manifestación característica en algunos pacientes con diabetes tipo 2. Estos xantomas se presentan como erupciones cutáneas amarillas de aspecto morbiliforme, de entre dos y cinco milímetros de diámetro, rodeadas por un halo eritematoso. Se localizan preferentemente en superficies extensoras como los codos, las rodillas y los glúteos. Estas lesiones cutáneas son indoloras y suelen desaparecer una vez que se normalizan los niveles de triglicéridos, pero en casos graves, la hipertrigliceridemia puede desencadenar pancreatitis aguda, una complicación potencialmente grave.
Otro trastorno dermatológico más específico es la necrobiosis lipoídica diabética, una afección inflamatoria y degenerativa de la piel que se localiza predominantemente en las superficies anteriores de las piernas y, ocasionalmente, en las superficies dorsales de los tobillos. Clínicamente, se manifiesta como placas ovaladas o irregulares, bien delimitadas, con una superficie amarillenta brillante. Esta entidad es dos a cuatro veces más frecuente en mujeres que en varones y, aunque se asocia sobre todo con la diabetes tipo 1, también puede observarse en pacientes con diabetes tipo 2 e incluso en personas sin diabetes. Desde el punto de vista histopatológico, las lesiones muestran degeneración del colágeno, inflamación granulomatosa del tejido subcutáneo y de los vasos sanguíneos, engrosamiento de la membrana basal capilar y oclusión de la luz vascular. El tratamiento de primera línea incluye corticoides tópicos o inyectados, y el mejoramiento del control glucémico puede favorecer la resolución o estabilización de las lesiones.
Finalmente, una manifestación cutánea frecuente pero benigna de la diabetes es la dermopatía diabética, también conocida como “manchas en las espinillas”. Se trata de lesiones atróficas, redondeadas, indoloras y de color marrón, localizadas en la región pretibial. Estas lesiones no suelen requerir tratamiento y, aunque su causa exacta no se conoce, se cree que están relacionadas con alteraciones microvasculares locales.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.