Esqueleto de la columna vertebral
Esqueleto de la columna vertebral

Esqueleto de la columna vertebral

La columna vertebral, también denominada raquis, constituye el eje central del esqueleto axial y se erige como una estructura compleja formada por una serie de piezas óseas articuladas entre sí, conocidas como vértebras.

  • Este conjunto de huesos se dispone de manera superpuesta, estableciendo una continuidad flexible pero resistente que permite sostener el peso del cuerpo, proteger la médula espinal y facilitar la movilidad segmentaria.
  • La disposición en unidades repetitivas, o vértebras, es fundamental para combinar estabilidad y elasticidad, ya que cada vértebra contribuye tanto a la protección de los elementos neurológicos como a la absorción de fuerzas mecánicas durante los movimientos cotidianos y los impactos.

En el ser humano, la columna vertebral se compone de 33 a 34 vértebras, organizadas en cuatro regiones principales que se extienden de forma descendente desde la base del cráneo hasta la pelvis.

  • La región cervical, compuesta por 7 vértebras, que se caracteriza por su movilidad elevada y su capacidad para soportar el peso de la cabeza y facilitar la rotación y flexión del cuello.
  • La región torácica, formada por 12 vértebras, cuya principal función es ofrecer soporte estructural a la caja torácica y participar en la protección de órganos vitales como el corazón y los pulmones, además de permitir movimientos limitados de flexión y rotación.
  • La región lumbar, integrada por 5 vértebras, que constituye la porción de la columna más robusta y diseñada para resistir cargas significativas. Estas vértebras presentan cuerpos vertebrales amplios y procesos articulares fuertes, adaptados para soportar el peso del tronco y permitir movimientos de flexión, extensión y cierta rotación.
  • La región pélvica, también llamada sacrocóccix, está constituida por 9 o 10 vértebras fusionadas en dos estructuras óseas distintas:
    • el sacro, formado por 5 vértebras fusionadas
    • el cóccix, derivado de la unión de 4 o 5 vértebras rudimentarias.

La longitud de la columna vertebral no es constante y varía de manera significativa entre los individuos, principalmente en relación con la estatura y el sexo.

  • En promedio, la columna de los hombres mide entre 73 y 75 centímetros, mientras que en las mujeres oscila entre 60 y 65 centímetros.
  • Esta diferencia refleja no solo la estatura general del individuo, sino también la variabilidad en el tamaño y la forma de los cuerpos vertebrales y los discos intervertebrales.

A lo largo de la vida, la longitud de la columna vertebral tiende a disminuir progresivamente. Este acortamiento se debe fundamentalmente al desgaste y aplastamiento de los discos intervertebrales, estructuras cartilaginosas que separan los cuerpos vertebrales y actúan como amortiguadores mecánicos.

  • La pérdida de altura de los discos incrementa la curvatura de la columna, en particular la concavidad anteroposterior, fenómeno que se conoce como cifosis.
  • Esta modificación es especialmente evidente en la vejez, cuando la deshidratación del núcleo pulposo y la disminución de la elasticidad del anillo fibroso contribuyen a la pérdida de la altura discal y, por consiguiente, a la reducción de la longitud total de la columna.

Curvaturas de la columna vertebral

La columna vertebral humana presenta curvaturas anteroposteriores que son esenciales para su función mecánica y para la adaptación a la posición bípeda. Estas curvaturas se cuentan generalmente en cuatro:

  • la cervical
  • la torácica
  • la lumbar
  • la sacra

La curvatura cervical es convexa hacia adelante, mientras que la torácica es convexa hacia atrás; la lumbar nuevamente presenta convexidad anterior, y la sacra es convexa hacia atrás.

Unicamente la curvatura sacra es fija, formando parte de la pelvis y manteniendo su configuración independientemente de los movimientos de la columna. Las otras curvaturas son dinámicas y se modifican durante la flexión y la extensión del tronco.

La formación de estas curvas depende de múltiples factores anatómicos.

  • Está determinada por la morfología de los cuerpos vertebrales, cuya altura y forma contribuyen a la inclinación relativa entre segmentos.
  • Los discos intervertebrales participan activamente, ya que su espesor variable permite que la columna adopte ángulos intervertebrales que facilitan la convexidad o concavidad de cada segmento.

Estas curvas no son meramente estructurales; reflejan la adaptación evolutiva y ontogenética del humano a la postura erguida.

En el recién nacido, la columna presenta una convexidad posterior uniforme, denominada cifosis primaria.

  • La curvatura cervical se desarrolla hacia los tres o cuatro meses de vida, coincidiendo con la capacidad del lactante para levantar la cabeza.
  • La curvatura lumbar surge alrededor de los dos años, cuando el niño comienza a caminar y a mantener la postura erguida de manera estable. Esta curva lumbar se consolida aproximadamente a los cinco años, en paralelo con el desarrollo de la caja torácica y la actividad motora intensa, como correr y saltar.

En las mujeres, la lordosis lumbar es generalmente más pronunciada. Esta particularidad parece relacionada con adaptaciones evolutivas a la gestación, que se han transmitido genéticamente y se manifiestan claramente durante la pubertad, alcanzando su pleno desarrollo en la edad adulta.

Las curvaturas laterales de la columna vertebral son imperceptibles en el desarrollo adecuado de la columna vertebral, con la excepción de una curvatura torácica convexa hacia el lado opuesto al miembro superior más hábil, que correspondería al predominio funcional del lado contrario.

  • Pueden hacerse evidentes en algunas alteraciones vertebrales (hemivértebras), en las destrucciones parciales de un cuerpo vertebral, o bien cuando se originan por una debilidad muscular (parálisis, falta de uso).
  • Los acortamientos de un miembro o una pleuresía pueden, también, aumentar las curvaturas laterales determinando una escoliosis, que genera deformaciones espinales suprayacentes y subyacentes, al igual que deformaciones torácicas.

Vértebras libres

Las vértebras libres, que comprenden las regiones cervical, torácica y lumbar de la columna vertebral, representan unidades óseas independientes que conservan movilidad relativa entre sí y que permiten que la columna cumpla funciones de soporte, protección y flexibilidad.

  • A diferencia de las vértebras fusionadas del sacro y del cóccix, estas vértebras mantienen articulaciones intervertebrales activas, facilitando la inclinación, rotación y extensión del tronco y del cuello.
  • Su estudio detallado se aborda en distintos niveles de análisis, que permiten comprender tanto las características universales del conjunto vertebral como las particularidades de cada región y las singularidades de vértebras individuales.

Características generales de las vértebras: son rasgos comunes a todas las vértebras, independientemente de su localización.

  • el cuerpo vertebral, que constituye la porción anterior y principal de la vértebra y actúa como elemento de soporte de carga.
  • el arco vertebral, que se proyecta hacia atrás y delimita el conducto vertebral que protege a la médula espinal
  • los procesos transversos y espinosos, que proporcionan inserción a músculos y ligamentos.
  • los forámenes intervertebrales, por donde emergen los nervios espinales.

Características particulares de las vértebras: propios de cada región de la columna.

  • Las vértebras cervicales se distinguen por su pequeño tamaño relativo, la presencia de forámenes transversos en sus procesos transversos y la forma bicóncava de su cuerpo, adaptaciones que favorecen la movilidad del cuello y la irrigación vertebral.
  • Las vértebras torácicas presentan cuerpos mayores que soportan parte del peso del tronco, procesos articulares orientados de manera que limitan la flexión excesiva y se articulan con las costillas para estabilizar la caja torácica.
  • Las vértebras lumbares, a su vez, poseen cuerpos voluminosos y robustos, diseñados para resistir cargas significativas, procesos espinosos cortos y anchos que facilitan la acción de los músculos extensores del tronco y superficies articulares orientadas de manera que optimizan la flexión y extensión, restringiendo la rotación.

Características individuales de las vértebras: son aquellos rasgos que permiten identificar a vértebras específicas dentro de una misma región.

  • Estos caracteres se manifiestan en variaciones en la forma del cuerpo vertebral, la inclinación y longitud de los procesos, la orientación de las carillas articulares y la presencia de estructuras accesorias, como la apófisis odontoides en la segunda vértebra cervical.
  • Estos rasgos individuales son esenciales para la identificación anatómica precisa, para estudios morfológicos comparativos y para la planificación de intervenciones clínicas sobre la columna vertebral.

Características generales de las vértebras 

Las vértebras constituyen las unidades estructurales fundamentales de la columna vertebral y presentan una arquitectura ósea organizada en dos componentes esenciales: el cuerpo vertebral y el arco vertebral.

  • El cuerpo vertebral se sitúa en la porción anterior de la vértebra.
  • El arco vertebral se encuentra en la porción posterior, conformando conjuntamente el conducto vertebral que protege la médula espinal.
  • Estos dos elementos se conectan mediante estructuras óseas denominadas pedículos, que se extienden en dirección anteroposterior desde los lados del cuerpo hacia el arco.
  • Los pedículos delimitan lateralmente el foramen vertebral, asegurando que el espacio central por donde discurre la médula espinal permanezca protegido y adecuadamente circunscrito.

Cuerpo vertebral

El cuerpo vertebral, como componente anterior de la vértebra, cumple principalmente funciones de soporte y resistencia frente a las cargas verticales transmitidas a lo largo de la columna.

  • Su morfología recuerda a un cilindro ligeramente aplanado de adelante hacia atrás, con dos superficies principales: una superior y otra inferior, que se articulan con los cuerpos vertebrales adyacentes mediante discos intervertebrales.
  • Las superficies son generalmente planas o ligeramente cóncavas, adaptándose a la curvatura natural del raquis y facilitando la distribución uniforme de las cargas.
  • La cara anterior del cuerpo es convexa hacia adelante, mientras que sus caras laterales y anterior presentan una concavidad vertical moderada.
  • La cara posterior es cóncava transversalmente, formando la pared anterior del foramen vertebral y contribuyendo a la protección de la médula espinal.

Desde el punto de vista histológico y funcional, el cuerpo vertebral está compuesto principalmente por tejido óseo esponjoso, rodeado de una capa externa de tejido compacto.

  • La disposición interna de las trabéculas óseas no es aleatoria; se orientan siguiendo la dirección de las fuerzas mecánicas que atraviesan la columna, optimizando la resistencia a la compresión y al impacto.
  • La estructura le confiere al cuerpo vertebral una combinación ideal de solidez y ligereza, permitiendo que la columna soporte el peso del tronco y la cabeza sin comprometer la movilidad relativa entre vértebras.
  • El cuerpo vertebral no solo actúa como pilar de sustentación de la columna, sino que también desempeña un papel esencial en la absorción de fuerzas y en la distribución biomecánica de cargas a lo largo del raquis.

Arco vertebral

El arco vertebral constituye la porción posterior de la vértebra y se dispone detrás del cuerpo vertebral, al cual se encuentra firmemente unido mediante los pedículos derecho e izquierdo. Su función es doble:

  • proteger los elementos neurales contenidos en el conducto vertebral.
  • servir como punto de inserción para la musculatura y los ligamentos que permiten la movilidad del raquis.

Apófisis transversas: son dos prolongaciones óseas dirigidas lateralmente, terminadas en sus extremos libres. Estas apófisis sirven como palancas para la acción de los músculos y ligamentos que permiten la rotación y lateralización del tronco y el cuello.

Apófisis articulares: también denominadas cigapófisis, cuatro en total: dos superiores y dos inferiores, que se articulan con las vértebras inmediatamente superiores e inferiores, garantizando la estabilidad segmentaria y modulando la amplitud de movimiento de la columna.

Apófisis espinosa: es única y situada en el plano medio posterior, se proyecta hacia atrás y varía en grosor, siendo más ancha en su base que en el vértice. Esta estructura constituye un punto de inserción importante para músculos extensores y ligamentos del raquis, además de ser palpable a través de la piel, lo que la convierte en un referente anatómico clave.

Láminas vertebrales: son dos láminas que se extienden lateralmente desde la base de la apófisis espinosa y se fusionan con las apófisis transversas y articulares, completando así el cierre posterior del foramen vertebral.

Pedículos: se extienden desde la base de las apófisis transversas y articulares hasta los lados posteriores del cuerpo vertebral. Sus bordes superior e inferior forman curvas opuestas que delimitan, junto con las escotaduras de las vértebras adyacentes, los forámenes intervertebrales, a través de los cuales emergen los nervios espinales.

Macizo apofisario: se encuentra entre el pedículo y la lámina, dentro del cual se define la porción interarticular o istmo vertebral, una zona oblicua que conecta las apófisis articulares superior e inferior. Esta región, claramente visible en proyecciones radiográficas oblicuas, constituye un punto de debilidad estructural susceptible a fracturas traumáticas, conocidas como espóndilolisis.

Desde un punto de vista funcional, el arco vertebral puede considerarse la parte motora de la vértebra, debido a la gran cantidad de músculos que se insertan en sus apófisis y al espacio profundo canal posterolateral, delimitado por las apófisis espinosas, las láminas y las transversas, que permite la acción de estos músculos. No obstante, también contribuye a la sustentación de la columna, principalmente a través de la superposición de las apófisis articulares, que refuerzan la estabilidad segmentaria y distribuyen las fuerzas entre las vértebras adyacentes.

Foramen vertebral

El foramen vertebral constituye un espacio óseo esencial en la estructura de cada vértebra, cuya función principal es proteger y alojar la médula espinal junto con sus estructuras asociadas.

  • Este foramen se encuentra delimitado de manera precisa por diferentes elementos del arco y del cuerpo vertebral:
    • anteriormente está limitado por la cara posterior del cuerpo vertebral;
    • posteriormente, por las láminas y la base de la apófisis espinosa;
    • lateralmente, por los pedículos y las apófisis articulares.
  • La disposición de los límites asegura un canal seguro y estable, de modo que la médula espinal, órgano noble pero frágil, se encuentra resguardada frente a traumatismos y compresiones externas.

Cuando los forámenes vertebrales de las vértebras se superponen, forman el conducto vertebral o canal vertebral, un pasaje continuo que alberga la médula espinal, sus raíces nerviosas, las envolturas meníngeas que la rodean, los vasos sanguíneos asociados y el tejido adiposo epidural. Este canal constituye el eje protector de la columna para las estructuras nerviosas centrales, manteniendo la integridad de la conducción nerviosa y proporcionando un espacio que permite cierto desplazamiento de la médula durante los movimientos de la columna.

El foramen vertebral se comunica lateralmente con los forámenes intervertebrales, también denominados agujeros de conjunción, por donde emergen las raíces nerviosas hacia la periferia. Estos forámenes intervertebrales presentan límites anatómicos bien definidos:

  • el límite anterior está formado por los cuerpos vertebrales adyacentes y el disco intervertebral;
  • el límite posterior corresponde a la articulación cigapofisaria, compuesta por las apófisis articulares y su cápsula;
  • los límites superior e inferior son los bordes de los pedículos de la vértebra superior e inferior, que incluyen las incisuras vertebrales.

El contenido del foramen intervertebral refleja su función como pasaje de estructuras nerviosas y vasculares.

  • Por él transcurren el nervio espinal y sus raíces anterior y posterior, el ganglio espinal, la rama meníngea que recorre el canal vertebral, así como ramas de arterias vertebrales, intercostales, lumbares o sacras laterales.
  • También circulan venas intervertebrales, meninges —duramadre, aracnoides y piamadre—, el receso subaracnoideo con líquido cerebroespinal y tejido adiposo que amortigua y protege estas estructuras.

Características particulares de las vértebras de cada región de la columna vertebral

Las características particulares de las vértebras de cada región representan un conjunto de rasgos morfológicos que permiten identificar con precisión la ubicación de una vértebra dentro de la columna vertebral y comprender la relación íntima entre forma y función en el raquis.

Estas peculiaridades no son arbitrarias; derivan directamente de las exigencias biomecánicas y funcionales de cada segmento de la columna, reflejando cómo la estructura ósea se adapta a las cargas, a la movilidad y a las funciones específicas de cada región.

Vértebras cervicales

Las vértebras cervicales poseen una morfología altamente especializada que refleja las exigencias funcionales de la región del cuello, caracterizada por una gran movilidad y la necesidad de sostener el peso de la cabeza de manera equilibrada.

Cuerpo vertebral: es relativamente pequeño pero alargado transversalmente, lo que contribuye a la flexibilidad lateral del cuello.

  • En la superficie superior del cuerpo se observan dos pequeñas prominencias denominadas apófisis unciformes o semilunares, que se proyectan hacia los extremos y sirven para articularse con las vértebras adyacentes, mientras que la cara inferior presenta escotaduras complementarias para recibir las apófisis unciformes de la vértebra subyacente, asegurando la congruencia y estabilidad segmentaria.
  • La cara anterior del cuerpo se encuentra cóncava verticalmente, facilitando la adaptación de los discos intervertebrales, mientras que la cara posterior es casi plana y contribuye a la formación del foramen vertebral, protegiendo la médula espinal.

Pedículos del arco vertebral: se extienden oblicuamente hacia atrás y lateralmente desde la unión de las caras lateral y posterior del cuerpo.

  • Su extremo posterior se continúa con la lámina y lateralmente se une a las apófisis articulares, cerrando parcialmente el foramen vertebral.
  • La cara lateral de los pedículos posee un canal vertical que constituye la pared del foramen transverso, por donde asciende la arteria vertebral, mientras que la cara medial delimita parcialmente el foramen vertebral principal.
  • Los bordes superior e inferior de los pedículos presentan escotaduras, siendo la superior más profunda que la inferior; esta disposición convierte al foramen intervertebral en un conducto seguro y relativamente estrecho, garantizando la protección de las raíces nerviosas.

Láminas vertebrales: son cuadriláteras, más largas que anchas, y se proyectan hacia abajo y hacia atrás.

  • Su cara anterior se inclina hacia adelante, mientras que la posterior lo hace en sentido opuesto.
  • Los bordes de las láminas se continúan lateral y anteriormente con los bordes de las apófisis articulares superiores, y medialmente hacia atrás se unen con la lámina del lado opuesto, formando la base de la apófisis espinosa.
  • Este ensamblaje asegura la rigidez del arco vertebral y proporciona superficies de inserción muscular y ligamentaria.

Apófisis espinosa: es prismática y triangular, inclinada hacia abajo y hacia atrás.

  • Las caras laterales convergen hacia arriba formando el borde superior, mientras que la cara inferior, excavada, aloja parcialmente el borde superior de la apófisis subyacente durante la extensión del cuello, permitiendo un movimiento articulado y coordinado.
  • El vértice de la apófisis termina en dos tubérculos separados por una incisura, que constituyen puntos de inserción para músculos profundos y ligamentos del cuello, contribuyendo a la estabilidad dinámica y a la movilidad fina de la cabeza y la región cervical.

Apófisis transversas: se ubican anteriormente respecto de las apófisis articulares y de los pedículos, desempeñando un papel crucial tanto en la protección de estructuras vasculonerviosas como en la inserción de músculos y ligamentos.

  • Cada apófisis transversa posee dos raíces óseas:
    • una anterior, que se une al cuerpo vertebral por delante y lateral a la base del pedículo
    • una posterior, que se conecta lateralmente con la columna de las apófisis articulares y se sitúa por delante del pedículo.
  • Entre ambas raíces se establece un puente óseo, orientado de adelante hacia atrás, que delimita junto con la cara anterior del pedículo y la porción lateral del cuerpo el foramen transverso.
    • Por este conducto atraviesan la arteria vertebral, las venas vertebrales y el nervio vertebral, también conocido como nervio de François-Franck, rama del sistema nervioso simpático.
  • La extremidad de la apófisis transversa se bifurca en dos tubérculos, anterior y posterior, que sirven de puntos de inserción para músculos profundos del cuello.

Apófisis unciformes: características exclusivas de las vértebras cervicales, representan salientes óseas situadas en los bordes laterales de la superficie superior del cuerpo vertebral.

  • Su cara medial se continúa con la cara superior del cuerpo y se relaciona directamente con el disco intervertebral, facilitando la congruencia articular y distribuyendo las cargas de manera uniforme.
  • La cara lateral, rugosa, establece relación con la arteria vertebral, asegurando un espacio protegido para su tránsito.
  • La base de estas apófisis se implanta firmemente en el cuerpo vertebral, y su borde superior presenta una convexidad de adelante hacia atrás, contribuyendo a la estabilidad segmentaria y limitando movimientos de deslizamiento excesivo entre cuerpos adyacentes.

Apófisis articulares: se localizan en los extremos del macizo apofisario, donde convergen la lámina, el pedículo y la apófisis transversa.

  • Cada apófisis presenta dos carillas:
    • la superior, inclinada hacia atrás, arriba y ligeramente medial.
    • la inferior, orientada hacia adelante y abajo.
  • Estas superficies articulares permiten la interconexión con las apófisis correspondientes de las vértebras adyacentes, garantizando estabilidad segmentaria y modulando la amplitud de movimiento.
  • La disposición poco encajada de estas articulaciones facilita la movilidad cervical, especialmente en flexión, extensión y rotación.

Foramen vertebral: es amplio y de forma triangular, con base anterior, cuyo diámetro transversal casi duplica al anteroposterior. Esta morfología responde a la presencia de la intumescencia cervical de la médula espinal, que requiere un espacio protector mayor para alojar las raíces nerviosas destinadas a los miembros superiores.

Vértebras torácicas

Las vértebras torácicas presentan una morfología claramente adaptada a la función estructural y protectora de la región media de la columna vertebral, caracterizada por la estabilidad y la sujeción de la caja torácica.

Cuerpo vertebral: es de forma redondeada y aumenta progresivamente de tamaño hacia las vértebras lumbares inferiores, reflejando la necesidad de soportar mayores cargas a medida que se desciende en la columna.

  • Las caras laterales del cuerpo presentan un canal circunferencial y, en la porción anterior a los pedículos, se localizan dos pequeñas fositas costales, superior e inferior, situadas cerca de los bordes del cuerpo.
  • Las fositas, al articularse con las correspondientes de las vértebras adyacentes, forman ángulos entrantes en cuyo vértice se aloja la cabeza de la costilla, mientras que el disco intervertebral contribuye a la congruencia articular y a la absorción de cargas.

Pedículos: muestran un borde superior ligeramente cóncavo y un borde inferior con una profunda escotadura, que se ajusta a la inclinación de las láminas y de las apófisis espinosas, asegurando la correcta formación del foramen intervertebral.

Láminas: son cuadriláteras y prácticamente verticales, estableciendo junto con los pedículos y apófisis espinosas un arco vertebral rígido y resistente, que protege la médula espinal y permite un grado limitado de movilidad segmentaria.

Apófisis espinosa: es larga, de sección triangular y se proyecta hacia abajo y hacia atrás, contribuyendo a la rigidez torácica y sirviendo como punto de inserción para músculos y ligamentos profundos de la espalda.

  • Su borde superior es romo.
  • El borde inferior presenta una excavación que forma un canal para recibir parcialmente la apófisis espinosa subyacente.
  • Las caras laterales convergen hacia el vértice, confiriéndole forma prismática.

Apófisis transversas: se separan ampliamente por detrás del pedículo y presentan en la cara anterior de su vértice una fosita articular, conocida como fosita costal de la apófisis transversa, que se articula con el tubérculo de la costilla correspondiente, contribuyendo a la formación de la articulación costotransversa.

Apófisis articulares: muestran una orientación distintiva:

  • las superiores son muy salientes y se proyectan verticalmente.
  • las inferiores están reducidas a dos carillas situadas sobre la cara anterior de las láminas, orientadas hacia adelante y ligeramente medialmente.
  • Esta disposición permite una movilidad segmentaria limitada, adecuada para los movimientos de la caja torácica, pero suficiente para absorber las torsiones y flexiones moderadas de la región.

Foramen vertebral: es relativamente pequeño y de forma casi circular, reflejando el menor volumen de la médula espinal en esta región comparado con las intumescencias cervical y lumbar.

Vértebras lumbares

Las vértebras lumbares se caracterizan por una combinación única de solidez y movilidad, reflejando la necesidad de soportar el peso del tronco y permitir, al mismo tiempo, movimientos de flexión y extensión moderados en la región inferior de la columna vertebral.

Cuerpo vertebral: es considerablemente voluminoso, con un diámetro transversal mayor que el anteroposterior, lo que proporciona una base amplia y estable para la sustentación de cargas verticales, favoreciendo la distribución uniforme del peso corporal y de los esfuerzos generados por la musculatura de la espalda.

Pedículos: surgen de los ángulos posterosuperiores del cuerpo vertebral y se proyectan oblicuamente de adelante hacia atrás.

  • Son relativamente cortos y horizontales, y presentan una incisura inferior marcada, más profunda que la superior, lo que contribuye a la delimitación precisa del foramen intervertebral, por donde emergen las raíces nerviosas lumbares.

Láminas: son gruesas, cuadriláteras y más altas que anchas, orientadas oblicuamente de arriba hacia abajo y de adelante hacia atrás. En su ángulo superolateral se articulan con los pedículos y con la apófisis articular superior, mientras que en el ángulo inferolateral se inserta la apófisis articular inferior, completando la robusta estructura del arco vertebral.

Apófisis espinosa: es cuadrilátera, robusta y proyectada horizontalmente hacia atrás.

  • Sus caras laterales son planas y rugosas, adaptadas para la inserción de músculos y ligamentos profundos que estabilizan la región lumbar.
  • El borde posterior es más grueso y rugoso, terminando inferiormente en un tubérculo que constituye el vértice de la apófisis, reforzando su capacidad de soportar tensiones mecánicas.

Apófisis costales:  se corresponden con los procesos transversos de otros niveles vertebrales, son voluminosas y orientadas transversalmente, localizadas aproximadamente a la mitad de la altura del pedículo.

Apófisis articulares: presentan una orientación particular:

  • las superiores, excavadas y situadas por detrás y por encima de la apófisis costal, se dirigen hacia atrás y medialmente;
  • las inferiores, de forma cilíndrica y convexa, se proyectan lateralmente y ligeramente hacia adelante.
  • Ambas superficies articulares están rodeadas por un rodete óseo prominente que refuerza la congruencia articular y limita movimientos extremos que podrían comprometer la estabilidad lumbar.

Foramen vertebral: es de forma triangular, relativamente pequeño, ya que, a partir de la segunda vértebra lumbar, solo contiene las raíces espinales inferiores y sus envolturas meníngeas.

Apófisis mamilares: una por cada lado, situadas inmediatamente lateral a la raíz de la apófisis articular superior, que sirven de inserción para músculos profundos extensores de la columna.

Apófisis accesorias: son inconstantes, se localizan detrás de la raíz de cada apófisis transversa, contribuyendo también a la fijación muscular y a la estabilidad segmentaria.

Caracteres individuales de ciertas vértebras

Atlas (C1)

La primera vértebra cervical, conocida como atlas, se distingue de manera inmediata dentro del conjunto vertebral debido a su morfología excepcional, la cual refleja de forma directa su función singular en el sostén y la movilidad craneocervical.

  • A diferencia de todas las demás vértebras, el atlas carece de cuerpo y de apófisis espinosa verdaderos.
  • Presencia de dos masas laterales robustas, unidas entre sí por un arco anterior y un arco posterior.
  • Esta arquitectura transforma al atlas en un anillo osteofibroso que soporta el cráneo y permite una movilidad pronunciada en flexión y extensión, así como movimientos de inclinación lateral.

Masas laterales: constituyen los elementos estructurales principales.  Cada una adopta la forma de una columna ósea cuyas superficies superior e inferior convergen en dirección medial, lo que confiere estabilidad al articulación cervical superior.

  • La cara superior de cada masa presenta una amplia superficie articular, la carilla articular superior, con apariencia de suela de zapato y orientación cráneo-medial. Esta morfología se adapta de manera exacta a los cóndilos del hueso occipital, permitiendo el movimiento de asentimiento característico de la articulación atlantooccipital.
  • La cara inferior muestra una superficie articular con una combinación de concavidad transversal y convexidad anteroposterior, orientada caudomedialmente. Esta carilla inferior se articula con la superficie superior del axis y participa en la biomecánica rotacional de la región atlantoaxoidea.
  • Las caras laterales de las masas sirven como puntos de implantación de las apófisis transversas. Estas se proyectan más lateralmente que en el resto de las vértebras cervicales y se constituyen mediante dos raíces óseas diferenciadas:
    • una raíz anterior, situada a mayor altura y ubicada en el tercio anterior de la masa
    • una raíz posterior, alineada con el tercio posterior.
    • Juntas circunscriben el foramen transverso, conducto por el cual asciende la arteria vertebral.
    • Hacia su extremo lateral, la unión de las raíces forma un tubérculo aplanado en sentido vertical, claramente reconocible en la inspección anatómica.
  • La cara medial de cada masa presenta, en su tercio anterior, un tubérculo destinado a la inserción del ligamento transverso del atlas. Este ligamento es fundamental, pues mantiene al diente del axis en contacto con la cara posterior del arco anterior, permitiendo la rotación axial sin comprometer la médula espinal.

Arco anterior: es una lámina ósea comprimida en sentido anteroposterior que se une a las masas laterales por sus dos extremos.

  • En su cara anterior presenta el tubérculo anterior y un conjunto de rugosidades laterales, mientras que en la cara posterior se encuentra una superficie articular cóncava delimitada por un reborde, la fosita del diente.
  • Esta superficie permite el contacto con la cara anterior del diente del axis, configurando la articulación atlantoaxoidea mediana, fundamental para el movimiento rotatorio del cuello.

Arco posterior: describe una curvatura de concavidad anterior y se ensancha lateralmente en una zona aplanada en sentido vertical.

  • Su cara superior aloja el surco de la arteria vertebral, donde discurren tanto la arteria vertebral como el primer nervio cervical.
  • La cara inferior es convexa y su borde medial conforma parte del límite del foramen vertebral, mientras que el borde lateral se continúa con la raíz posterior de la apófisis transversa.
  • La cara posterior del arco exhibe una prominencia denominada tubérculo posterior del atlas, dividida en dos vertientes por una cresta longitudinal.

Foramen vertebral: muestra una división funcional clara:

  • una región anterior que aloja el diente del axis, mantenido en posición por el ligamento transverso.
  • una región posterior que forma parte del conducto vertebral. Esta zona posterior contiene la transición entre la médula oblongada y la médula espinal, junto con sus envolturas meníngeas, lo que subraya la importancia protectora del atlas en la continuidad del sistema nervioso central.

En ciertas condiciones anatómicas, el atlas puede encontrarse parcial o totalmente fusionado con el occipital, fenómeno conocido como occipitalización del atlas.

Axis (C2)

La segunda vértebra cervical, denominada axis, se reconoce con facilidad por la presencia del diente. Esta estructura singular no es un simple apéndice, sino la pieza central alrededor de la cual se organiza la vertebra, y constituye el pivote sobre el cual gira el atlas, permitiendo la rotación cefálica característica.

El cuerpo vertebral del axis es casi tan alto como ancho, lo que le confiere una solidez particular necesaria para sostener el diente. De su porción superior emerge esta proyección vertical, fijada por una base amplia que garantiza estabilidad.

  • Por encima de la base, el diente se estrecha formando el cuello y luego se expande nuevamente en un cuerpo aplanado en sentido anteroposterior.
  • Esta región ensanchada posee, en su cara anterior, una carilla articular ovalada de eje vertical prolongado, destinada a articular con la superficie cóncava situada en la cara posterior del arco anterior del atlas.
  • En la cara posterior del diente se encuentra una superficie articular convexa y transversal, adaptada al contacto con el ligamento transverso del atlas.
  • Este diseño permite que el diente permanezca firmemente contenido en el anillo osteoligamentoso formado por el atlas y el ligamento transverso, sin comprometer el conducto vertebral.
  • El vértice del diente culmina en un punto de inserción preciso para el ligamento del vértice del diente, el cual contribuye al anclaje del complejo atlantoaxoideo.

En la porción anterior del cuerpo vertebral se aprecia una prominencia triangular bien definida. A ambos lados del cuerpo se originan los pedículos, que se proyectan hacia atrás para unirse a las apófisis articulares y las láminas. Su borde inferior presenta una incisura pronunciada, en contraste con la ausencia de escotadura en el borde superior.

Láminas: son gruesas y marcadamente rugosas, especialmente en su tercio medial superior, donde presentan excavaciones destinadas a la inserción de potentes músculos suboccipitales.

  • En la unión de ambas láminas se implanta la apófisis espinosa, robusta y proyectada hacia atrás.
  • Su extremo distal está bifurcado ampliamente en forma de “V”, con la abertura orientada hacia abajo, una característica que se observa con claridad en la inspección osteológica.

Apófisis transversas: están formadas por dos raíces:

    • anterior, implantada en el cuerpo vertebral
    • posterior, fijada al pedículo.
  • El extremo de cada apófisis transversa del axis presenta un único tubérculo.
  • Entre la raíz anterior y el pedículo se dispone un puente óseo que sostiene la porción anterior de la apófisis articular superior.
  • En la cara inferior de este puente existe un canal por el cual la arteria vertebral describe un giro acentuado.
  • El foramen transverso queda delimitado por el cuerpo, el pedículo y ambas raíces de la apófisis transversa.

Apófisis articulares: se organizan de manera compleja alrededor de la base del diente.

  • Las superiores están separadas de esta base por un surco bien definido. Sus carillas articulares son ovales, apenas prolongadas en su extremo anteromedial, convexas en sentido anteroposterior y casi planas transversalmente.
  • Las apófisis articulares inferiores, situadas lateral y posteriormente respecto de las superiores y por debajo del borde anterior de las láminas, presentan carillas de menor tamaño orientadas en la misma dirección que las de las vértebras cervicales inferiores.

Foramen vertebral: posee una forma triangular con su base dirigida hacia adelante.

  • Su tamaño es menor que el del atlas, pero mayor que los correspondientes a las demás vértebras cervicales.
  • Esta amplitud responde a la necesidad de alojar el segmento superior de la médula espinal, todavía relativamente voluminoso en esta región, así como sus envolturas meníngeas.

Otras vértebras distintivas

Las vértebras que ocupan posiciones limítrofes entre distintos segmentos de la columna vertebral presentan rasgos anatómicos propios y fácilmente distinguibles. Estas particularidades no son arbitrarias: reflejan la adaptación progresiva del esqueleto axial a las demandas mecánicas cambiantes entre regiones cuya función, movilidad y carga varían de manera sustancial.

Sexta vértebra cervical: destaca por la notable robustez de la raíz anterior de su apófisis transversa.

  • Esta raíz adquiere dimensiones mucho mayores que en las demás vértebras cervicales, generando una prominencia anterior evidente incluso en la palpación superficial del cuello.
  • Esta elevación se conoce como tubérculo carotídeo o tubérculo de Chassaignac y sirve como punto de referencia clínico, ya que en su vecindad discurre la arteria carótida común.
  • La morfología maciza de esta porción de la apófisis transversa responde a la necesidad de brindar un anclaje firme a músculos y ligamentos implicados en la movilidad y estabilización cervical media.

Séptima vértebra cervical: introduce características que anuncian el inicio del territorio torácico.

  • Su cuerpo vertebral es más voluminoso que el de las cervicales superiores; sus apófisis unciformes aparecen reducidas; y las láminas se tornan notablemente más altas y verticales.
  • El rasgo más identificable es su apófisis espinosa, larga, prominente y fácilmente palpable, motivo por el cual recibe el nombre de vértebra prominente.
  • Las apófisis transversas de la séptima vértebra cervical son fuertes y alargadas, pero su extremo es unituberculoso, lo que la diferencia de las cervicales típicas.
  • La raíz anterior de estas apófisis es delgada, mientras que la posterior adquiere la consistencia de una verdadera apófisis transversa torácica.
  • El foramen transverso puede ser muy reducido o incluso ausente, y cuando existe no aloja la arteria vertebral.
  • Las apófisis articulares superiores se ubican por encima y detrás de la raíz posterior del proceso transverso, configurando una orientación intermedia entre las cervicales y las torácicas.

Primera vértebra torácica: constituye otro ejemplo claro de transición.

  • Aunque posee rasgos torácicos, conserva aún ciertas proporciones cervicales, como la predominancia del diámetro transversal del cuerpo.
  • Sus caras laterales muestran una fosita costal completa destinada a la primera costilla, aunque en algunos casos esta fosita puede compartirse con la séptima vértebra cervical, lo que refuerza su carácter fronterizo entre ambas regiones.

Décima, undécima y duodécima vértebras torácicas: forman una secuencia de transición gradual hacia la región lumbar.

  • En la décima vértebra torácica desaparece la fosita costal inferior y queda únicamente la fosita superior destinada a la décima costilla; además, la apófisis espinosa se vuelve menos oblicua, lo que anticipa la orientación más vertical de las vértebras lumbares.
  • La undécima vértebra torácica presenta una sola carilla articular costal para la undécima costilla, ubicada parcialmente en el cuerpo y parcialmente en el pedículo.
    • Sus apófisis espinosas se proyectan horizontalmente o se aplanan transversalmente, y las apófisis transversas pierden por completo las carillas articulares para los tubérculos costales, adoptando una forma corta y rugosa.
    • Las apófisis articulares comienzan a orientarse hacia afuera, un rasgo inequívoco de transición hacia el patrón lumbar.
  • La duodécima vértebra torácica consolida esta transformación: su única carilla costal, destinada a la duodécima costilla, se aloja en la superficie lateral del pedículo.
    • Las apófisis transversas se acortan respecto a las torácicas precedentes y también carecen de fositas costales.
    • Sus apófisis articulares inferiores, convexas y orientadas lateral y anteriormente, reproducen la orientación típica de las vértebras lumbares.

Primera vértebra lumbar: sus apófisis costiformes (estructuras homólogas a las apófisis transversas torácicas modificadas) son más cortas que las de las vértebras lumbares medias, reflejando una adaptación progresiva al aumento de carga en sentido caudal.

Quinta vértebra lumbar: representa la culminación de la región lumbar y muestra rasgos adaptados al contacto con el sacro.

  • Su cuerpo, de forma cuneiforme, es más alto en su porción anterior que en la posterior, lo que otorga a su cara inferior la oblicuidad necesaria para articular de manera estable con la superficie superior del sacro.
  • Sus apófisis costiformes son gruesas, cortas y de forma piramidal, diseñadas para soportar grandes cargas.
  • Las apófisis articulares inferiores se alinean en el mismo plano sagital que las superiores, reforzando la estabilidad lumbosacra.

Sacro

Las vértebras que prolongan la región lumbar se integran en la región pélvica y constituyen la porción más inferior y robusta de la columna vertebral.

  • Estas estructuras, originalmente independientes durante la infancia, terminan por fusionarse en la edad adulta para formar un único hueso macizo: el sacro.
  • Esta fusión progresiva responde a la necesidad de conferir estabilidad a la pelvis y de transmitir de forma eficiente el peso del tronco hacia los huesos ilíacos y, a través de ellos, a los miembros inferiores.

El sacro ocupa la parte posterior de la pelvis y se interpone entre los dos huesos ilíacos, conformando la base ósea del anillo pélvico posterior.

  • Su morfología general revela inmediatamente su función: es un hueso corto, notablemente aplanado de adelante hacia atrás, con un volumen mayor en su porción superior, donde recibe la carga axial procedente de la columna lumbar.
  • A partir del punto en que el peso se transmite a la pelvis mediante las articulaciones sacroilíacas, sus dimensiones disminuyen gradualmente, lo que refleja la reducción progresiva de esfuerzos mecánicos a medida que se aproxima al vértice.

La orientación del sacro es francamente oblicua, inclinándose hacia abajo y hacia adelante desde la base hasta el vértice. Esta disposición es fundamental para la biomecánica pélvica, ya que contribuye a la sustentación del peso corporal, a la estabilidad del tronco y al reparto adecuado de fuerzas durante la bipedestación y la marcha.

Su organización externa permite identificar con claridad cuatro caras, una base superior y un vértice inferior.

Cara anterior o pélvica: se caracteriza por su concavidad dirigida hacia adelante y hacia abajo, conformando la pared posterior de la cavidad pélvica.

  • A lo largo de la línea media se observan cuatro elevaciones transversales, conocidas como líneas transversales del sacro.
    • Estas marcas representan el vestigio anatómico de la fusión de los cinco cuerpos vertebrales sacros.
  • En los extremos de cada línea se abren los forámenes sacros anteriores, pares de orificios que permiten la salida de los ramos anteriores de los nervios espinales sacros.
    • Estos forámenes se prolongan lateralmente en canales de orientación variable que convergen hacia la escotadura ciática mayor, punto clave de comunicación entre la pelvis y el miembro inferior.

Cara anterior: está delimitada por tres bordes de configuración y función distintas.

  • El borde superior, convexo, corresponde en su zona central al cuerpo de la primera vértebra sacra, formando el promontorio, una prominencia que constituye un punto topográfico fundamental en obstetricia y anatomía pélvica. A ambos lados del promontorio, el borde continúa como una curvatura roma que forma el límite anterior de las alas del sacro.
  • Los bordes laterales, más complejos, presentan tres segmentos diferenciados:
    • un segmento anterior, cóncavo hacia abajo y hacia adelante, que corresponde al margen anterior de la superficie articular sacroilíaca;
    • un segmento medio, también cóncavo hacia abajo, que prolonga la escotadura ciática mayor del hueso coxal;
    • un segmento posterior, oblicuo hacia abajo, hacia atrás y medial, que se dirige hacia el vértice del sacro mientras participa en la transición hacia las estructuras posteriores.

Cara posterior: contrasta claramente con la anterior, ya que presenta una superficie irregular, marcada por prominencias y crestas que testimonian la fusión de diversos elementos vertebrales.

  • En la línea media, desde la base hasta el vértice, se identifica:
    • una escotadura de concavidad superior que constituye la entrada del conducto sacro, por donde desciende la parte terminal del saco dural.
    • la cresta sacra media, formada por la fusión de las apófisis espinosas de las vértebras sacras. Esta cresta se interrumpe inferiormente en una apertura en forma de “V” invertida: el hiato sacro.
  • A cada lado de la cresta media se extiende un surco longitudinal, el surco medial, que representa la confluencia de las láminas vertebrales.
  • Más lateralmente se encuentra la cresta sacra intermedia, originada por la fusión de las apófisis articulares. En la región correspondiente a la quinta vértebra sacra, esta cresta se convierte en dos prominencias denominadas astas del sacro, que delimitan la porción inferior del canal sacro y se articulan con las astas del cóccix, dando continuidad al eje axial.
  • Todavía más lateralmente se disponen los cuatro forámenes sacros posteriores, que se encuentran en posición más externa que sus homólogos anteriores. Por estos orificios emergen los ramos posteriores de los nervios espinales sacros.
  • El límite lateral de esta cara posterior está marcado por la cresta sacra lateral, formada por la fusión de las apófisis transversas de las vértebras sacras.

Base: constituye la zona de articulación directa con la última vértebra lumbar y representa el punto de transición definitivo entre la columna móvil y el macizo óseo pélvico. Su configuración responde a demandas simultáneas de estabilidad, transmisión de cargas y continuidad anatómica con el conducto vertebral.

  • En la región central de la base se encuentra una superficie oval, amplia y suavemente convexa, que corresponde al cuerpo de la primera vértebra sacra. Esta superficie recibe el peso de la quinta vértebra lumbar y, por su firmeza y extensión, permite distribuirlo eficazmente hacia los segmentos inferiores del sacro.
  • El borde anterior de esta superficie se proyecta hacia adelante formando el promontorio.
  • Foramen superior del conducto sacro:  constituye la continuación directa del conducto vertebral.
    • Esta abertura marca el inicio del trayecto descendente que seguirá la porción terminal de las raíces nerviosas lumbares y sacras.
  • El ángulo posterior de la base, suavemente redondeado, contribuye a la transición armónica entre la cara superior y la superficie dorsal del sacro.
  • Hacia cada extremo lateral, la base presenta un surco poco profundo que se extiende desde el primer foramen sacro posterior hasta el último foramen intervertebral; este surco testimonia la fusión progresiva de los elementos vertebrales y actúa como guía para la organización de los nervios sacros.
  • Más lateralmente se encuentran las alas del sacro, dos superficies triangulares y planas cuyo eje mayor es transversal.
    • Estas alas representan la fusión de los procesos transversos de las vértebras sacras primitivas y constituyen amplias plataformas para la articulación con los huesos ilíacos.
    • En la unión entre el cuerpo y cada ala se elevan las apófisis articulares superiores del sacro, que se proyectan con orientación posterior y medial. Estas superficies articulares permiten la interacción con las apófisis articulares inferiores de la quinta vértebra lumbar y forman el componente sacro de la articulación lumbosacra, punto de gran importancia biomecánica debido a las fuerzas combinadas de compresión y cizallamiento que allí se generan.

Caras laterales: muestran una clara diferenciación entre su porción superior, ancha y constituida como una verdadera cara articular, y su porción inferior, que se adelgaza hasta formar un borde.

  • La mitad superior contiene la carilla auricular, superficie articular amplia y de contorno sinuoso que establece la relación con el hueso coxal a través de la articulación sacroilíaca. Esta carilla se proyecta con mayor prominencia hacia adelante, lo que contribuye a la estabilidad del anillo pélvico.
  • Inmediatamente detrás se encuentra la fosa cribosa, una superficie irregular perforada por pequeños orificios y marcada por depresiones en las que se insertan ligamentos sacroilíacos y penetran vasos destinados a la región posterior de la pelvis.

Vértice: situado en la parte inferior y central del hueso, presenta una superficie elíptica convexa en todos los sentidos. Esta carilla se articula con la base cóncava del cóccix, completando la continuidad de la columna vertebral y permitiendo un ligero movimiento que facilita la adaptación pélvica en distintas posturas y durante el parto.

Conducto sacro: representa la prolongación distal del conducto vertebral y su morfología muestra claramente la disminución de contenido nervioso al descender. Se estrecha progresivamente y se aplana en sentido anteroposterior, reflejando la reducción de raíces nerviosas en este nivel.

  • En su región inferior, la pared posterior del conducto desaparece y da lugar al hiato sacro, apertura cuyo contorno está delimitado por las astas inferiores del sacro.
  • A cada lado de los ángulos laterales del conducto se abren los forámenes intervertebrales, que constituyen los puntos de emergencia de los nervios sacros.
  • Cada uno de estos forámenes origina dos conductos independientes:
    • anterior, que desemboca en el correspondiente foramen sacro anterior
    • posterior, que culmina en el foramen sacro posterior.
  • El hiato sacro, que constituye el orificio terminal del conducto, muestra una variabilidad considerable en su forma, influenciado por el grado de fusión de los elementos vertebrales sacros.

Coxis

El cóccix constituye la porción terminal de la columna vertebral y se origina a partir de la fusión progresiva de 4 a 5 vértebras rudimentarias, generalmente atrofiadas, que le confieren su característica imparidad y su posición en la línea media del cuerpo. Esta estructura ósea posee una configuración triangular irregular, en la que se distinguen diversas superficies y prolongaciones con funciones articulares y de soporte.

La primera vértebra coccígea, que se encuentra en la parte superior del cóccix, presenta una cara anterior de contorno cóncavo y una cara posterior convexa.

  • De los ángulos laterales de esta vértebra emergen las astas coccígeas, que son vestigios de los procesos transversos de las vértebras originales.
  • La porción superior de esta vértebra contribuye, junto con la terminación de la cara lateral del sacro, a formar un foramen sacro anterior incompleto, por donde se distribuye el quinto nervio sacro.
  • Desde el borde superior, a ambos lados de la línea media, se proyectan dos prolongaciones cilíndricas denominadas astas del cóccix, que se articulan de manera complementaria con las astas sacras correspondientes, estableciendo una unión que garantiza cierta estabilidad entre el sacro y el cóccix.
  • La cara superior de la primera vértebra coccígea se articula directamente con el vértice del sacro, mientras que la cara inferior se relaciona con las siguientes piezas coccígeas.
  • Es frecuente que la primera vértebra coccígea mantenga alguna movilidad respecto a la segunda, presentándose articulada o completamente fusionada.

Las últimas vértebras del coxis suelen estar constituidas por 3 o 4 pequeños núcleos óseos que representan las vértebras coccígeas residuales y se encuentran unidas mediante crestas de soldadura que consolidan la estructura general del cóccix.

El ápice del cóccix, su extremo distal, puede adoptar una forma bifurcada, lo que refleja la variabilidad individual de esta región anatómica. Así, el cóccix se presenta como un remanente funcional y estructural de la cola vertebral, adaptado a la postura erguida del ser humano y a la inserción de diversos músculos y ligamentos perineales.


Estructura de las vértebras

Las vértebras presentan una estructura ósea altamente especializada, diseñada para cumplir funciones de soporte, protección y movilidad.

  • Su constitución principal es el tejido óseo esponjoso, cuya disposición y densidad varían según la región de la vértebra considerada.
  • Esta arquitectura trabecular no es aleatoria; las trabéculas se orientan siguiendo las líneas de carga que atraviesan el hueso, respondiendo a las fuerzas de compresión y tracción que actúan sobre la columna vertebral.

En el cuerpo vertebral, la densidad del tejido esponjoso es mayor en la periferia, donde se encuentra en contacto con la capa de hueso compacto que lo recubre, proporcionando resistencia a la presión directa.

  • Hacia el centro, el hueso esponjoso adopta una organización alveolar, constituyendo un área más vulnerable estructuralmente.
  • Se pueden identificar claramente distintos patrones de trabéculas:
    • horizontales
    • radiadas
    • verticales
    • oblicuas: parecen irradiar desde el pedículo hacia la parte anterior del cuerpo vertebral, optimizando la distribución de las cargas mecánicas.

En el arco vertebral, el hueso esponjoso exhibe una mayor densidad, aunque algunas regiones, como la base de los procesos transversos y espinosos, pueden presentar menor compactación. Particularmente en el macizo apofisario, las trabéculas intertransversas conforman un sistema definido que contribuye a la resistencia frente a fuerzas de torsión y flexión.

Las vértebras deben soportar de manera continua fuerzas de compresión, que se intensifican progresivamente de la región cervical a la lumbar, así como fuerzas de tracción producidas por los movimientos de flexión, extensión y rotación de la columna.

  • Esta dualidad de cargas exige un equilibrio entre solidez y elasticidad.
  • Con el envejecimiento, la integridad de esta arquitectura se ve comprometida debido a la pérdida de densidad ósea, fenómeno conocido como osteoporosis senil, lo que incrementa la vulnerabilidad frente a fracturas y deformidades.


Vascularización de las vértebras

Las vértebras presentan una red vascular extraordinariamente desarrollada, mucho más compleja de lo que podría anticiparse considerando su tamaño relativamente reducido.

  • Esta profusa vascularización no solo asegura el aporte de oxígeno y nutrientes necesarios para mantener la viabilidad del tejido óseo, sino que también sostiene la actividad hematopoyética presente en la médula ósea de los cuerpos vertebrales.
  • En esta región, la médula constituye un reservorio activo de células sanguíneas en formación, lo que explica en parte la densidad y ramificación de los vasos.

La irrigación arterial de las vértebras se organiza de manera segmentaria según la región de la columna.

  • Las vértebras cervicales reciben su aporte principalmente a través de ramas de la arteria vertebral.
  • Las vértebras torácicas reciben su aporte por medio de las arterias intercostales
  • Las vértebras lumbares reciben su aporte a través de las arterias lumbares.

Este patrón refleja la adaptación de la vascularización a la anatomía regional y a las demandas metabólicas locales.

El drenaje venoso es abundante y complejo. Las venas vertebrales son voluminosas y forman plexos interconectados que drenan hacia estructuras venosas anteriores, correspondientes a las arterias de cada segmento, y hacia plexos venosos posteriores, generando un sistema de retorno sanguíneo altamente redundante.

Esta densidad vascular tiene implicaciones clínicas significativas.

  • Explica la elevada susceptibilidad de las vértebras a diversas patologías de origen sanguíneo, como infecciones óseas, procesos neoplásicos metastásicos o alteraciones hematológicas que se manifiestan en el hueso.
  • Las modificaciones en la composición química de la sangre, como variaciones en los niveles de calcio o fosfato, pueden reflejarse rápidamente en cambios estructurales observables en el tejido vertebral, ya sea por condensación o rarefacción ósea.

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
    1. Latarjet, M., Ruiz Liard, A., & Pró, E. (2019). Anatomía humana (5.ª ed., Vols. 1–2). Médica Panamericana.
      ISBN: 9789500695923
    2. Dalley II, A. F., & Agur, A. M. R. (2022). Moore: Anatomía con orientación clínica (9.ª ed.). Wolters Kluwer (Lippincott Williams & Wilkins).
      ISBN: 9781975154120
    3. Standring, S. (Ed.). (2020). Gray’s anatomy: The anatomical basis of clinical practice (42.ª ed.). Elsevier.
      ISBN: 9780702077050
    4. Netter, F. H. (2023). Atlas de anatomía humana (8.ª ed.). Elsevier.
      ISBN: 9780323793745
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