La fibromialgia es un síndrome común que afecta entre el 3% y el 10% de la población general, una condición que se caracteriza por una serie de síntomas que no presentan hallazgos objetivos y carecen de pruebas diagnósticas específicas. A pesar de su prevalencia, la fibromialgia sigue siendo un diagnóstico complejo y desafiante debido a la falta de biomarcadores definitivos, lo que hace que el diagnóstico clínico dependa principalmente de la observación de los síntomas del paciente.
Este síndrome comparte una serie de características con el síndrome de fatiga crónica/encefalomielitis, como la prevalencia más alta en mujeres entre los 20 y los 50 años y la ausencia de alteraciones objetivas en las pruebas de laboratorio. Aunque ambos trastornos presentan síntomas superpuestos, existe una clara diferenciación en la manifestación predominante: mientras que el dolor musculoesquelético es el síntoma principal en la fibromialgia, el cansancio extremo o la fatiga generalizada se destacan como la característica más prominente en el síndrome de fatiga crónica.
El origen exacto de la fibromialgia sigue siendo desconocido. Sin embargo, se han propuesto varias teorías sobre su etiología, siendo una de las más estudiadas la disfunción en la percepción de estímulos dolorosos. En este sentido, se plantea que las personas con fibromialgia tienen una mayor sensibilidad al dolor debido a alteraciones en el sistema nervioso central, lo que provoca una amplificación de las señales dolorosas. Además, los trastornos del sueño, que son comunes en los pacientes con fibromialgia, también juegan un papel fundamental en la exacerbación de los síntomas, dado que el sueño reparador es crucial para la regulación del dolor y la función cognitiva.
Por otro lado, la presencia de trastornos psiquiátricos como la depresión también se ha asociado a la fibromialgia, lo que sugiere que factores emocionales y psicológicos pueden influir en la magnitud y percepción del dolor. La relación entre la fibromialgia y las infecciones virales, aunque no completamente comprendida, también ha sido objeto de investigación, ya que ciertos virus pueden desencadenar o agravar los síntomas de la fibromialgia en individuos susceptibles.
Una característica importante de la fibromialgia es su coexistencia con diversas condiciones médicas, especialmente enfermedades reumáticas y autoinmunitarias. Trastornos como el lupus eritematoso sistémico (SLE), el hipotiroidismo, la artritis reumatoide (RA) y la apnea del sueño se encuentran con frecuencia en pacientes con fibromialgia. Esta coexistencia puede complicar aún más el diagnóstico y el manejo clínico de la enfermedad, ya que los síntomas de la fibromialgia pueden superponerse con los de otras afecciones, dificultando la identificación precisa de la causa de los síntomas.
Manifestaciones clínicas
El dolor crónico y la rigidez son los principales signos distintivos de la fibromialgia. Esta condición se caracteriza por un dolor persistente que afecta a todo el cuerpo, aunque con una mayor concentración en áreas específicas, como el cuello, los hombros, la parte baja de la espalda y las caderas. El dolor en estas zonas suele ser difuso, lo que puede dificultar su localización precisa y aumenta la complejidad de su diagnóstico. Además del dolor, los pacientes con fibromialgia experimentan una variedad de síntomas adicionales, como fatiga extrema, trastornos del sueño, sensaciones subjetivas de entumecimiento acompañadas de parestesias (sensaciones anormales de hormigueo o adormecimiento), dolores de cabeza crónicos y síntomas de síndrome del intestino irritable.
La fatiga es una manifestación particularmente debilitante de la fibromialgia y puede empeorar incluso con un esfuerzo mínimo. La realización de actividades cotidianas o ejercicios ligeros puede intensificar tanto el dolor como la fatiga, lo que contribuye a la disminución de la calidad de vida de los pacientes. La interacción entre el dolor crónico y la fatiga en la fibromialgia crea un círculo vicioso, donde cada uno de estos síntomas perpetúa y agrava al otro, creando un desafío para el manejo y tratamiento efectivo de la enfermedad.
En cuanto al examen físico, este generalmente no muestra anormalidades evidentes, lo que complica aún más el diagnóstico de la fibromialgia. Sin embargo, uno de los hallazgos más distintivos en los pacientes con esta condición son los llamados “puntos gatillo” o puntos sensibles. Estos puntos son áreas específicas en el cuerpo que, cuando se palpan, provocan dolor. Algunos de los puntos más comúnmente identificados incluyen la musculatura del trapecio, el cojín de grasa medial de la rodilla y el epicóndilo lateral del codo. La presencia de estos puntos gatillo es crucial para el diagnóstico, ya que suelen ser la única manifestación física de la enfermedad.
A pesar de la prevalencia y la naturaleza debilitante de la fibromialgia, actualmente no existen biomarcadores específicos que permitan un diagnóstico preciso y definitivo mediante pruebas de laboratorio. Las investigaciones generalmente no revelan anomalías, lo que hace que el diagnóstico dependa en gran medida de la evaluación clínica de los síntomas del paciente, así como de la exclusión de otras condiciones que puedan tener manifestaciones similares.
Diagnóstico diferencial
El diagnóstico de fibromialgia se basa en la exclusión de otras condiciones, lo que lo convierte en un diagnóstico diferencial esencialmente. Debido a que no existen pruebas de laboratorio específicas para la fibromialgia, el diagnóstico depende principalmente de una historia clínica detallada y de un examen físico repetido. Esta aproximación puede evitar la necesidad de realizar pruebas de laboratorio exhaustivas, ya que, en la mayoría de los casos, los hallazgos objetivos en las pruebas de laboratorio no respaldan la presencia de fibromialgia. De este modo, el diagnóstico se hace principalmente a partir de la evaluación clínica de los síntomas del paciente, que incluyen dolor musculoesquelético generalizado, fatiga y la identificación de puntos gatillo dolorosos.
Es crucial diferenciar la fibromialgia de otras enfermedades que pueden presentar síntomas similares. Trastornos como la artritis reumatoide (RA) y el lupus eritematoso sistémico (SLE) se caracterizan por hallazgos físicos objetivos y anormalidades en los resultados de las pruebas de laboratorio. En estos casos, los pacientes muestran inflamación articular, deformidades y alteraciones en las pruebas serológicas, lo que permite hacer un diagnóstico claro. Las pruebas de función tiroidea también son útiles, ya que el hipotiroidismo puede dar lugar a un síndrome similar al de la fibromialgia, con síntomas como fatiga, debilidad muscular y dolor generalizado. La evaluación de la función tiroidea puede ayudar a distinguir entre ambas condiciones, ya que los niveles bajos de hormonas tiroideas se pueden corregir con tratamiento específico.
Otro grupo de condiciones que deben considerarse en el diagnóstico diferencial son las miopatías inflamatorias idiopáticas. Estas afecciones, que incluyen enfermedades como la polimiositis y la dermatomiositis, producen debilidad muscular demostrable, lo que es un hallazgo objetivo y diferencial clave frente a la fibromialgia. Mientras que la fibromialgia se caracteriza por dolor y rigidez sin una debilidad muscular evidente, las miopatías inflamatorias se evidencian por una pérdida significativa de fuerza muscular, lo que las hace fácilmente distinguibles en un examen físico.
La polimialgia reumática es otra condición que debe ser considerada en la diferenciación diagnóstica. Esta enfermedad se caracteriza por dolor en los músculos de la cintura escapular y pélvica, acompañado de anemia y una tasa de sedimentación de los eritrocitos (ESR) elevada, un hallazgo de laboratorio típico. Además, la polimialgia reumática suele ocurrir en personas mayores de 50 años, lo que puede ayudar a diferenciarla de la fibromialgia, que no tiene una edad de inicio tan estricta y afecta principalmente a mujeres jóvenes y de mediana edad.
Es fundamental tener precaución al diagnosticar fibromialgia en pacientes mayores de 50 años, ya que la prevalencia de otras enfermedades reumáticas y médicas aumenta con la edad. En estos pacientes, el diagnóstico de fibromialgia debe considerarse con cautela y nunca debe ser utilizado para explicar síntomas que incluyen fiebre, pérdida de peso u otros signos o anomalías objetivas en los análisis de laboratorio. Estos síntomas pueden indicar una afección subyacente más grave, como una enfermedad autoinmune o infecciosa, que requiere una investigación más profunda y un enfoque diagnóstico más exhaustivo.
Tratamiento
Un enfoque multidisciplinario es el más eficaz en el tratamiento de la fibromialgia, ya que aborda los diversos aspectos físicos, psicológicos y sociales de la enfermedad. Este enfoque integrado permite tratar tanto los síntomas clínicos como los factores psicosociales que pueden influir en la percepción y la respuesta al dolor. La educación del paciente es fundamental en este proceso. Es importante proporcionar a los pacientes la seguridad de que están siendo diagnosticados con un síndrome identificable, tratable mediante terapias específicas, aunque aún no perfectas, y que el curso de la enfermedad no es progresivo. Esta comprensión ayuda a reducir la ansiedad y la incertidumbre, fomentando una mayor adherencia al tratamiento.
Uno de los enfoques más efectivos para el manejo de la fibromialgia es la terapia cognitivo-conductual, que incluye programas que enfatizan la meditación de atención plena o «mindfulness». Estas terapias han demostrado ser útiles para que los pacientes aprendan a manejar el dolor y las emociones asociadas, reduciendo el estrés y mejorando la percepción del bienestar. La mejora en la gestión emocional, la capacidad de relajación y la reestructuración cognitiva contribuyen significativamente al alivio de los síntomas.
Además, los programas de ejercicio son una parte fundamental del tratamiento y deben ser recomendados de manera universal. A pesar de que los pacientes a menudo experimentan miedo o resistencia al ejercicio debido al dolor, diversas investigaciones han demostrado que actividades físicas de bajo impacto, como el tai chi, el yoga y los ejercicios de resistencia, tienen efectos beneficiosos en la reducción del dolor y en la mejora de la funcionalidad. Estos programas de ejercicio no solo ayudan a aliviar el dolor, sino que también mejoran la calidad del sueño, reducen la ansiedad y contribuyen a un mejor estado físico general.
La pregabalina es uno de los fármacos más utilizados, con una dosis inicial recomendada de 75 mg dos veces al día, que se puede aumentar a 150 mg dos veces al día según la tolerancia del paciente. Otro medicamento aprobado es la duloxetina, que se inicia a 30 mg por vía oral diariamente, con un aumento gradual hasta 60 mg diarios según la tolerancia. El milnaciprán también es una opción, comenzando con 12.5 mg al día y aumentando a 50 mg dos veces al día según sea necesario. Estos fármacos actúan modulando neurotransmisores involucrados en la percepción del dolor y en la regulación del estado de ánimo, contribuyendo a aliviar tanto los síntomas dolorosos como la fatiga y otros malestares asociados.
Otros tratamientos farmacológicos que han mostrado una eficacia moderada en la fibromialgia incluyen la amitriptilina, un antidepresivo tricíclico que puede iniciarse a 10 mg por la noche y aumentarse a 75 mg según la respuesta del paciente. Otros fármacos útiles pueden ser el tramadol, la fluoxetina, el ciclobenzaprina, el gabapentin y la naltrexona a baja dosis. Sin embargo, los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) generalmente no son efectivos para aliviar el dolor en la fibromialgia, ya que el origen del dolor no está relacionado con un proceso inflamatorio.
En cuanto al uso de cannabinoides, aunque algunos estudios sugieren que podrían tener un papel en el tratamiento de la fibromialgia, las dosis, formulaciones y frecuencias óptimas no están claramente establecidas, por lo que su uso debe ser considerado con precaución. Los opioides y los corticosteroides, por otro lado, han demostrado ser ineficaces en el manejo de la fibromialgia y no deben ser utilizados, ya que pueden generar dependencia y efectos secundarios indeseables sin aportar beneficios clínicos significativos.
Es importante señalar que la depresión y la ansiedad son muy comunes en los pacientes con fibromialgia, debido a la naturaleza crónica del dolor y la discapacidad asociada. Por lo tanto, el tratamiento concurrente de estas condiciones comórbidas es altamente recomendado, ya que mejorar el estado de ánimo y reducir la ansiedad puede tener un impacto positivo en la percepción del dolor y en la calidad de vida en general.
Pronóstico
La fibromialgia es una condición crónica que afecta a los pacientes de manera persistente, lo que implica que todos los individuos diagnosticados con este síndrome experimentan síntomas a lo largo del tiempo. Sin embargo, es importante destacar que, aunque la naturaleza de los síntomas es crónica, muchos pacientes pueden experimentar una mejora significativa en su capacidad para realizar actividades cotidianas y aumentar su nivel de actividad física con el tratamiento adecuado. Este proceso de mejoría, aunque variable, suele ser gradual y depende de una combinación de intervenciones terapéuticas que incluyen tanto tratamientos farmacológicos como no farmacológicos, como el ejercicio, la terapia cognitivo-conductual y la educación del paciente.
Una de las características más relevantes de la fibromialgia es que, a pesar de la cronicidad de los síntomas, no se desarrollan hallazgos progresivos ni objetivos a lo largo del tiempo. Esto significa que, a diferencia de muchas otras enfermedades crónicas que pueden mostrar un deterioro progresivo de la función física o una acumulación de daño orgánico, la fibromialgia no está asociada con la aparición de nuevas lesiones o alteraciones patológicas a nivel estructural que puedan ser detectadas mediante exámenes físicos o pruebas diagnósticas convencionales. En otras palabras, la fibromialgia no está vinculada a un deterioro progresivo del tejido muscular o articular, lo que implica que los síntomas no se agravan de manera irreversible con el paso del tiempo.
Es relevante resaltar que el curso de la fibromialgia es impredecible y puede variar considerablemente entre los pacientes. Algunos pueden experimentar períodos de alivio significativo de los síntomas, mientras que otros pueden tener fluctuaciones en la intensidad del dolor y la fatiga. No obstante, la ausencia de hallazgos progresivos permite a los pacientes una cierta estabilidad en el pronóstico a largo plazo. Con el tratamiento adecuado, es posible que los pacientes continúen con su vida normal, manteniendo un nivel funcional relativamente alto, a pesar de la presencia persistente de síntomas.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
- Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.