La identificación y el manejo adecuado de las complicaciones en el postoperatorio constituyen un pilar fundamental en la atención quirúrgica integral. Si bien la cirugía, particularmente la que implica anestesia general, se ha convertido en una práctica médica rutinaria gracias a los avances tecnológicos y al perfeccionamiento de las técnicas quirúrgicas y anestésicas, no está exenta de riesgos. Estos riesgos no solo comprometen la recuperación fisiológica del paciente, sino que pueden tener implicaciones significativas a nivel psicológico, social y económico.
Durante el periodo postoperatorio, pueden presentarse una serie de complicaciones cuya frecuencia y gravedad varían en función del tipo de procedimiento, la condición basal del paciente, y la calidad del cuidado postoperatorio. Entre las manifestaciones clínicas más comunes se encuentran el dolor agudo, las náuseas, los vómitos, la odinofagia (dolor al tragar), la inflamación localizada, la inquietud psicomotora, el insomnio, la sensación de sed intensa, el estreñimiento y la acumulación de gases intestinales. Aunque estos síntomas son en su mayoría autolimitados, su persistencia o mal manejo puede conducir a complicaciones de mayor severidad, como infecciones del sitio quirúrgico, neumonía, retención urinaria, íleo paralítico o tromboembolismo venoso.
La aparición de eventos adversos en el postoperatorio no solo puede prolongar la estancia hospitalaria, sino que también incrementa el riesgo de reingreso, genera costos adicionales al sistema de salud y afecta profundamente el bienestar emocional del paciente. Desde el punto de vista clínico, resulta imprescindible establecer un sistema estructurado de vigilancia para detectar de forma oportuna cualquier desviación del curso esperado de recuperación.
Para facilitar esta labor, se han propuesto múltiples esquemas de clasificación de las complicaciones quirúrgicas. Una de las más aceptadas y utilizadas en la práctica clínica es la clasificación de Clavien-Dindo, la cual categoriza las complicaciones de acuerdo con su severidad y la intervención requerida para su resolución. Además, permite agruparlas según el momento de aparición: inmediatas (durante las primeras 24 horas tras la cirugía), tempranas (dentro de los primeros 30 días) y tardías (posteriores al día 30). Esta estratificación no solo estandariza la forma en que se reportan los eventos adversos, sino que también guía la toma de decisiones clínicas y permite una comparación objetiva entre procedimientos quirúrgicos y centros hospitalarios.
Clasificación de las complicaciones quirúrgicas
La clasificación de complicaciones quirúrgicas propuesta por Clavien-Dindo constituye una herramienta ampliamente aceptada y utilizada en el ámbito médico-quirúrgico para categorizar de forma estandarizada los eventos adversos que pueden ocurrir tras una intervención quirúrgica. Esta clasificación permite no solo describir la naturaleza y gravedad de las complicaciones, sino también establecer criterios objetivos para su comparación entre diferentes procedimientos, instituciones o prácticas quirúrgicas. Su utilidad clínica radica en que se fundamenta en la intensidad del tratamiento requerido para resolver la complicación, más que en el diagnóstico específico del evento adverso.
Esta escala está dividida en cinco grados principales, del I al V, con subdivisiones en algunos casos:
Grado I
Corresponde a aquellas complicaciones que implican una desviación leve de la evolución postoperatoria esperada, sin que sea necesario recurrir a intervenciones invasivas ni a terapias farmacológicas complejas. Estas situaciones pueden incluir, por ejemplo, fiebre transitoria, molestias locales, inflamación leve, o pequeñas infecciones superficiales de la herida quirúrgica que no requieren drenaje formal. En este grado se permiten medidas simples como el uso de antipiréticos, analgésicos no opioides, diuréticos, corrección de electrolitos o fisioterapia. Es decir, son intervenciones no agresivas, que no modifican de forma significativa el curso del postoperatorio.
Grado II
Incluye complicaciones que sí requieren tratamiento farmacológico más allá del permitido en el grado I. Aquí se incluyen el uso de antibióticos, medicamentos específicos para el tratamiento de infecciones, transfusiones sanguíneas (hemoderivados), o la administración de nutrición parenteral por imposibilidad de alimentar al paciente por vía oral o enteral. Aunque no se requieran procedimientos invasivos, este grado implica un nivel más alto de atención médica y vigilancia.
Grado III
Este grado está reservado para complicaciones que requieren una intervención quirúrgica, endoscópica o radiológica para su resolución. Se subdivide en dos categorías según el tipo de anestesia utilizada:
• Grado IIIa: Procedimientos realizados bajo anestesia local o regional, sin necesidad de anestesia general. Un ejemplo puede ser el drenaje de un absceso mediante guía ecográfica.
• Grado IIIb: Complicaciones que necesitan una intervención bajo anestesia general, lo cual implica un mayor grado de complejidad y riesgo. Por ejemplo, una reintervención quirúrgica por sangrado o dehiscencia de suturas.
Grado IV
Este grado está destinado a las complicaciones que ponen en peligro la vida del paciente y que exigen manejo intensivo en una unidad de cuidados intensivos. A su vez, se subdivide en:
• Grado IVa: Compromiso funcional de un solo órgano, como insuficiencia respiratoria, renal o cardiovascular que requiere soporte vital específico.
• Grado IVb: Situaciones clínicas de fallo multiorgánico, donde dos o más sistemas se ven afectados simultáneamente, aumentando el riesgo de desenlace fatal.
Este grado excluye eventos neurológicos menores como ataques isquémicos transitorios, pero sí contempla otras complicaciones severas del sistema nervioso central, como accidentes cerebrovasculares mayores.
Grado V
Representa el desenlace más grave: la muerte del paciente como consecuencia directa o indirecta de una complicación quirúrgica. Este grado, aunque infrecuente, es esencial en la clasificación para comprender y evaluar la letalidad potencial asociada a ciertos procedimientos o condiciones clínicas subyacentes.
La fortaleza de la clasificación de Clavien-Dindo radica en su objetividad y reproducibilidad, ya que se basa en las acciones clínicas que el equipo médico debe implementar para resolver la complicación, más que en interpretaciones subjetivas o exclusivamente diagnósticas. Además, permite una comunicación clara entre profesionales de la salud, facilita la documentación estandarizada en investigaciones clínicas y auditorías de calidad, y contribuye al diseño de estrategias para prevenir complicaciones recurrentes o graves.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Townsend, C. M., Beauchamp, R. D., Evers, B. M., & Mattox, K. L. (2022). Sabiston. Tratado de cirugía. Fundamentos biológicos de la práctica quirúrgica moderna (21.ª ed.). Elsevier España.
- Brunicardi F, & Andersen D.K., & Billiar T.R., & Dunn D.L., & Kao L.S., & Hunter J.G., & Matthews J.B., & Pollock R.E.(2020), Schwartz. Principios de Cirugía, (11e.). McGraw-Hill Education.
- Asociación Mexicana de Cirugía General. (2024). Nuevo Tratado de Cirugía General (1.ª ed.). Editorial El Manual Moderno.
- Dehn, R., & Asprey, D. (2021). Procedimientos clínicos esenciales (4.ª ed.; Elsevier España, S.L.U., Trans.). Elsevier España, S.L.U.