Las infecciones del tracto urinario son un problema común y relevante durante el embarazo, y su frecuencia se ve favorecida por diversos factores fisiológicos y anatómicos que ocurren a lo largo de este periodo. En primer lugar, es importante comprender la anatomía y la fisiología del tracto urinario y cómo sus alteraciones durante el embarazo crean un ambiente propenso para el desarrollo de infecciones. El tracto urinario está compuesto por los riñones, los uréteres, la vejiga y la uretra, estructuras que trabajan en conjunto para filtrar, almacenar y eliminar la orina del cuerpo.
Durante el embarazo, una de las principales alteraciones que predisponen a las infecciones urinarias es el cambio en los niveles hormonales, en especial el aumento de las hormonas sexuales esteroides, como los estrógenos y la progesterona. Estas hormonas tienen efectos significativos en el tracto urinario, ya que inducen la relajación de los músculos lisos, lo que afecta principalmente a los uréteres y la vejiga. La progesterona, en particular, causa una relajación de los músculos de la vejiga y los uréteres, lo que lleva a una disminución del tono muscular y, por lo tanto, a la hipotonía (disminución del tono muscular) de estas estructuras. Como resultado, la capacidad de los uréteres para propulsar la orina hacia la vejiga y posteriormente hacia la uretra se ve comprometida, lo que puede dar lugar a la estasis urinaria, es decir, la retención de orina en el tracto urinario superior. Esta condición favorece la proliferación de bacterias, ya que las bacterias pueden multiplicarse con mayor facilidad en un entorno con flujo urinario lento o estancado.
Adicionalmente, el aumento del tamaño del útero durante el embarazo ejerce una presión mecánica sobre los órganos del tracto urinario, especialmente sobre los uréteres y la vejiga. Esta presión puede contribuir a la obstrucción parcial del flujo urinario, lo que agrava aún más la estasis urinaria. La compresión de los uréteres puede dificultar el vaciamiento adecuado de la vejiga y el paso de la orina, lo que incrementa el riesgo de infecciones urinarias, ya que las bacterias presentes en el tracto urinario tienen más oportunidades de proliferar en este ambiente de retención.
El trabajo de parto, el parto y la retención urinaria posterior al parto son otros factores que pueden iniciar o agravar una infección urinaria. Durante el trabajo de parto y el parto, las alteraciones en la anatomía y la fisiología del tracto urinario, combinadas con el trauma físico asociado a la expulsión del feto, pueden predisponer a la invasión bacteriana. Además, la retención urinaria que puede ocurrir postparto, debido a la debilitación de los músculos del tracto urinario y la inflamación de los tejidos cercanos, favorece aún más la colonización bacteriana.
La bacteria Escherichia coli es la causa más frecuente de infecciones urinarias en las mujeres embarazadas, siendo responsable de más del 60% de los casos. Este microorganismo es parte de la flora bacteriana normal del tracto gastrointestinal, pero cuando migra al tracto urinario, puede causar infecciones. En el contexto del embarazo, se estima que entre el 2% y el 15% de las mujeres presentan bacteriuria asintomática, lo que significa que tienen una presencia significativa de bacterias en la orina sin manifestar síntomas. Aunque en muchos casos no se presentan síntomas, esta condición puede representar un riesgo para la salud materna y fetal. Algunos estudios sugieren que la bacteriuria asintomática durante el embarazo puede estar asociada con un mayor riesgo de parto prematuro, aunque los mecanismos exactos de esta asociación aún no se comprenden completamente.
Si la bacteriuria asintomática no se trata adecuadamente, puede progresar a una infección urinaria más grave, como la pielonefritis, que es una infección renal. Se estima que entre el 20% y el 40% de las mujeres con bacteriuria asintomática desarrollarán pielonefritis si no reciben tratamiento. La pielonefritis es una complicación seria que puede tener consecuencias tanto para la madre como para el feto, incluyendo un mayor riesgo de sepsis, parto prematuro y bajo peso al nacer. Por lo tanto, es fundamental detectar y tratar adecuadamente las infecciones urinarias en las mujeres embarazadas para prevenir complicaciones graves.
Se recomienda realizar una evaluación para detectar bacteriuria asintomática en todas las mujeres embarazadas durante la primera visita prenatal debido a los riesgos que implica esta condición si no se trata a tiempo. La prevalencia de bacteriuria asintomática en el embarazo puede variar entre el 2% y el 15% de las mujeres embarazadas, y aunque muchas de ellas no experimentan síntomas evidentes, la presencia de bacterias en el tracto urinario puede provocar complicaciones serias, como pielonefritis, parto prematuro, bajo peso al nacer y otras infecciones graves.
El cultivo de orina es la herramienta más precisa para diagnosticar la bacteriuria asintomática, ya que permite identificar la presencia y tipo de las bacterias que pueden estar presentes en el tracto urinario. Si el cultivo de orina resulta positivo, es crucial iniciar el tratamiento antibiótico adecuado para eliminar las bacterias y prevenir la progresión de la infección hacia una condición más grave, como la pielonefritis aguda. Los antibióticos comúnmente recomendados en el tratamiento de la bacteriuria asintomática durante el embarazo incluyen la nitrofurantoína, la ampicilina y la cefalexina, que se consideran seguros y eficaces en este contexto. La nitrofurantoína se administra generalmente a una dosis de 100 mg por vía oral dos veces al día, la ampicilina a 250 mg por vía oral cuatro veces al día, y la cefalexina a 250 mg por vía oral cuatro veces al día. Estos antibióticos deben administrarse durante un período de 4 a 7 días, lo que es suficiente para erradicar la infección sin causar efectos adversos significativos para la madre ni el feto.
Es importante mencionar que ciertos antibióticos deben evitarse durante el embarazo debido a los riesgos que representan para el feto. Las sulfonamidas, por ejemplo, deben evitarse especialmente en el tercer trimestre de embarazo. Estas drogas pueden interferir con la unión de la bilirrubina a las proteínas plasmáticas, lo que aumenta el riesgo de hiperbilirrubinemia neonatal y puede contribuir al desarrollo de kernicterus, una forma grave de daño cerebral causado por niveles elevados de bilirrubina en la sangre del recién nacido. Por otro lado, las fluoroquinolonas están contraindicadas durante el embarazo debido a su potencial teratogénico, lo que significa que pueden afectar el desarrollo del cartílago y los huesos fetales, lo que podría resultar en deformidades o complicaciones esqueléticas en el feto.
Además, las mujeres embarazadas que tienen episodios recurrentes de bacteriuria, es decir, que presentan infecciones urinarias de manera continua o frecuente a lo largo del embarazo, deben recibir un tratamiento antibiótico supresivo. Este tratamiento implica la administración diaria de una dosis baja de un antibiótico adecuado, lo cual puede ser necesario durante el resto del embarazo para evitar la reaparición de la infección y sus complicaciones asociadas.
Por otro lado, cuando la bacteriuria asintomática progresa a pielonefritis aguda, una infección renal grave, la situación requiere un manejo más intensivo. La pielonefritis aguda en una mujer embarazada es una emergencia médica que a menudo requiere hospitalización para recibir tratamiento intravenoso con antibióticos y líquidos intravenosos (cristaloides). La hospitalización permite monitorizar de cerca a la paciente y asegurarse de que la fiebre y otros síntomas se resuelvan antes de continuar con un curso completo de antibióticos orales una vez que la paciente haya estado afebril por al menos 24 horas. La pielonefritis en el embarazo no tratada puede llevar a complicaciones graves, como sepsis, parto prematuro y daños renales permanentes, lo que subraya la importancia de un tratamiento oportuno y adecuado.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Corrales M et al. Which antibiotic for urinary tract infections in pregnancy? A literature review of international guidelines. J Clin Med. 2022;11:7226. [PMID: 36498799]