Intoxicación por inhibidores de la colinesterasa
Intoxicación por inhibidores de la colinesterasa

Intoxicación por inhibidores de la colinesterasa

Los plaguicidas inhibidores de la colinesterasa, en particular los insecticidas organofosforados y carbamatos, han demostrado ser altamente eficaces en el control de plagas y, debido a su amplia aplicabilidad y efectividad, han reemplazado en gran medida a los compuestos organoclorados más antiguos y ambientalmente persistentes, como el DDT y el clordano, que eran utilizados anteriormente en la agricultura comercial y en la jardinería doméstica. El cambio hacia los organofosfatos y carbamatos se debe a una combinación de factores relacionados con su acción farmacológica, su versatilidad, y la necesidad de utilizar sustancias menos persistentes en el medio ambiente.

Los insecticidas organofosforados y carbamatos actúan como inhibidores de la enzima acetilcolinesterasa, un componente clave en la regulación de la transmisión de señales nerviosas. La acetilcolinesterasa es responsable de descomponer el neurotransmisor acetilcolina en las sinapsis de los sistemas nerviosos periférico y central. Al inhibir esta enzima, los organofosfatos y carbamatos provocan una acumulación excesiva de acetilcolina en las terminaciones nerviosas, lo que conduce a una estimulación continua de los receptores nicotínicos y muscarínicos en las células nerviosas. Esta estimulación descontrolada de los receptores puede generar efectos tóxicos agudos y crónicos, que incluyen alteraciones en la función muscular, el sistema nervioso autónomo y el sistema cardiovascular, entre otros.

Desde un punto de vista químico, los organofosfatos y carbamatos pertenecen a una amplia familia de compuestos, cuyos niveles de toxicidad varían considerablemente. Estos productos químicos son comúnmente formulados con disolventes hidrocarbónicos aromáticos como el xileno, lo que mejora su solubilidad y permite una mayor penetración a través de la piel intacta. Aunque no son altamente solubles en agua, su absorción cutánea es una vía importante para la exposición humana y animal. Esto es una característica notablemente peligrosa, ya que la exposición puede ocurrir incluso sin la ingestión directa del pesticida.

Además de su uso en agricultura y jardinería, los organofosfatos son conocidos por su similitud estructural con ciertos agentes nerviosos utilizados en la guerra química. Agentes como el tabún (GA), el sarín (GB), el somán (GD) y el VX, todos ellos organofosforados, actúan de manera similar a los pesticidas mencionados. La toxicidad y el mecanismo de acción compartido entre estos productos y los agentes nerviosos explican por qué los organofosfatos pueden ser altamente peligrosos si no se manejan con precaución.

La transición de los plaguicidas organoclorados a los organofosfatos y carbamatos se debe a varias razones, entre las cuales se encuentran la necesidad de una acción más rápida y eficiente en el control de plagas, así como un menor impacto ambiental y menor persistencia en los ecosistemas. Los organoclorados, como el DDT y el clordano, son compuestos que se acumulan en los organismos vivos y pueden persistir durante décadas en el ambiente, lo que ha generado preocupaciones sobre sus efectos a largo plazo en la biodiversidad y la salud humana. En cambio, los organofosfatos y carbamatos, aunque no exentos de riesgos, tienen una vida media más corta en el medio ambiente, lo que reduce su impacto ecológico a largo plazo.

No obstante, la amplia utilización de estos plaguicidas también ha planteado preocupaciones sobre los riesgos para la salud humana, especialmente debido a la exposición ocupacional y la contaminación de alimentos. La toxicidad de los organofosfatos y carbamatos es significativa, y su uso requiere un manejo riguroso para minimizar los efectos adversos. A pesar de su eficacia en el control de plagas, su impacto en la salud humana y el medio ambiente continúa siendo un tema de debate y estudio en la comunidad científica.

En resumen, los insecticidas organofosforados y carbamatos han ganado popularidad debido a su potente acción sobre el sistema nervioso de los insectos y su menor persistencia ambiental en comparación con los organoclorados. Sin embargo, su uso plantea riesgos significativos debido a su toxicidad y potencial de absorción dérmica, lo que ha llevado a un escrutinio continuo sobre su seguridad y su impacto en la salud pública.


Manifestaciones clínicas

La inhibición de la colinesterasa, un proceso clave en el mecanismo de acción de ciertos agentes tóxicos, desencadena una serie de hallazgos clínicos característicos de la intoxicación por estos compuestos. La colinesterasa es la enzima encargada de descomponer el neurotransmisor acetilcolina en las sinapsis, lo que permite la regulación precisa de la comunicación entre las neuronas y entre las neuronas y los músculos. Cuando esta enzima es inhibida, como ocurre en la intoxicación por insecticidas organofosforados o carbamatos, se produce una acumulación excesiva de acetilcolina en las terminales nerviosas, lo que lleva a una estimulación continua de los receptores nicotínicos y muscarínicos. Esta sobreestimulación provoca una serie de efectos patológicos en diversos sistemas orgánicos.

Los primeros síntomas de intoxicación suelen manifestarse en el sistema gastrointestinal y en el sistema secretor. Entre estos síntomas se incluyen cólicos abdominales intensos, diarrea, vómitos, salivación excesiva, sudoración profusa, y lacrimación. La combinación de estos signos refleja una hiperactividad del sistema nervioso parasimpático, que es responsable de la función autónoma involuntaria, incluyendo la regulación de las glándulas exocrinas y la motilidad intestinal. Además, el aumento de la actividad colinérgica puede ocasionar miosis (contracción anormal de la pupila), un hallazgo que es especialmente distintivo en este tipo de intoxicaciones, y se asocia con la acción del neurotransmisor sobre los músculos del iris.

El sistema respiratorio también se ve severamente afectado, con síntomas que incluyen sibilancias (un sonido respiratorio característico de la obstrucción de las vías respiratorias), broncorrea (secreciones excesivas en los pulmones), y dificultad respiratoria. Estos efectos se deben a la estimulación excesiva de los receptores muscarínicos en las vías respiratorias, lo que provoca la contracción del músculo liso bronquial y el aumento de la secreción de moco. La debilidad muscular es otra manifestación clínica prominente, que se extiende a los músculos esqueléticos y se agrava por la acumulación de secreciones bronquiales y la obstrucción de las vías respiratorias. Esta debilidad muscular, que afecta principalmente los músculos respiratorios, puede evolucionar hasta resultar en un paro respiratorio y, si no se trata adecuadamente, en la muerte del paciente.

Los trastornos cardiovasculares también forman parte de la clínica de la intoxicación, con una fase inicial de taquicardia (aumento de la frecuencia cardíaca), que suele ser seguida por bradicardia (disminución de la frecuencia cardíaca). Esta alteración del ritmo cardíaco es un reflejo de los efectos del exceso de acetilcolina sobre los receptores muscarínicos del corazón. La taquicardia inicial puede ocurrir como una respuesta compensatoria al aumento de la actividad colinérgica, pero la bradicardia posterior es más peligrosa y puede ser indicativa de una intoxicación grave.

En casos severos, los síntomas pueden persistir o incluso recurrir durante varios días, especialmente cuando los agentes responsables de la intoxicación tienen una alta solubilidad lipídica, como sucede con compuestos como el fention o el dimetoato. La alta lipofilia de estos compuestos les permite acumularse en tejidos grasos y liberar lentamente las sustancias tóxicas, lo que puede prolongar los efectos de la intoxicación incluso después de haber cesado la exposición inicial.

El diagnóstico clínico de la intoxicación por inhibidores de la colinesterasa debe ser sospechado en pacientes que presenten una combinación característica de síntomas, como miosis, sudoración excesiva y diarrea. La presencia de estos signos en el contexto adecuado debe alertar al médico de la posibilidad de envenenamiento. Para confirmar el diagnóstico, es crucial evaluar la actividad de la colinesterasa en suero y en glóbulos rojos. En los casos graves de intoxicación, se observa una depresión significativa de la actividad de la colinesterasa, que típicamente desciende al menos un 50% por debajo de los valores basales. Esta disminución refleja la inhibición de la enzima por el agente tóxico y es un indicador importante del grado de intoxicación.


Tratamiento

El tratamiento de la intoxicación por plaguicidas organofosforados y carbamatos requiere un enfoque multidisciplinario, que combine medidas de emergencia, apoyo y tratamientos específicos para contrarrestar los efectos de la inhibición de la colinesterasa.

A. Medidas de Emergencia y Apoyo

El tratamiento inicial en un caso de intoxicación por plaguicidas organofosforados o carbamatos se centra en la descontaminación del paciente, la estabilización de sus signos vitales y la prevención de daños adicionales.

  1. Descontaminación del tracto gastrointestinal (si se ingirió el agente recientemente):
    Si la ingestión de la sustancia ocurrió de manera reciente (generalmente dentro de las primeras horas), es crucial proceder a la descontaminación del tracto gastrointestinal para limitar la absorción del tóxico. El método recomendado es la aspiración del líquido gástrico mediante un tubo nasogástrico, lo que permite eliminar el contenido del estómago y reducir la cantidad de agente absorbido. Posteriormente, se debe administrar carbón activado, que adsorbe una porción del tóxico y previene su absorción adicional.
  2. Descontaminación de la piel y el cabello (si el agente está en contacto con ellos):
    Si la sustancia tóxica ha estado en contacto con la piel o el cabello del paciente, es fundamental proceder con una limpieza exhaustiva utilizando agua y jabón o shampoo. La exposición cutánea a estos agentes es una vía común de intoxicación, y la rápida eliminación del tóxico de la piel puede prevenir una absorción significativa. Durante este proceso, los proveedores de atención deben tomar precauciones para evitar la exposición a través del contacto directo con el tóxico, utilizando guantes y delantales impermeables.
  3. Descontaminación de ropa y equipo:
    Si el agente ha contaminado la ropa o el equipo del paciente, se recomienda el uso de una solución diluida de hipoclorito (lejía doméstica diluida 1:10). Este compuesto ha demostrado ser eficaz para descomponer los plaguicidas organofosforados y los agentes nerviosos, reduciendo la carga tóxica en los objetos de uso personal y ayudando en la descontaminación ambiental.

B. Tratamiento Específico

El tratamiento específico se basa en el uso de medicamentos que contrarrestan la inhibición de la colinesterasa y los efectos derivados de la acumulación de acetilcolina en el sistema nervioso.

  1. Atropina:
    La atropina es un antagonista muscarínico que bloquea los efectos de la acetilcolina sobre los receptores muscarínicos, que son responsables de la mayoría de los síntomas de intoxicación, como la salivación excesiva, la hipersecreción bronquial, las sibilancias, los cólicos abdominales, y la sudoración profusa. La atropina es un tratamiento esencial para reducir estos síntomas, pero es importante destacar que no tiene efecto directo sobre los receptores nicotínicos en los ganglios autónomos o en la unión neuromuscular, por lo que no mejora la debilidad muscular asociada con la intoxicación.
    La dosis inicial de atropina es de 2 mg por vía intravenosa. Si no se observa respuesta dentro de los primeros cinco minutos, se deben administrar bolos repetidos de atropina, aumentando rápidamente la dosis (doblando la dosis cada vez), hasta lograr una mejoría clínica en la sequedad de las secreciones bronquiales y en la reducción de las sibilancias. En casos graves, se pueden administrar varios cientos de miligramos de atropina. Es importante recordar que, debido a la naturaleza grave de la intoxicación, es posible que se requiera una dosis acumulada elevada de atropina, especialmente en intoxicaciones severas.
  2. Pralidoxima (2-PAM, Protopam):
    La pralidoxima es un antídoto específico que actúa revirtiendo la unión del organofosfato a la colinesterasa, restaurando la función de la enzima y permitiendo la degradación de la acetilcolina acumulada. Este medicamento es útil no solo en el neuromuscular, sino también en otros sitios donde los receptores nicotínicos y muscarínicos están comprometidos. La pralidoxima es más eficaz si se administra lo antes posible después de la intoxicación, para prevenir la unión irreversible del organofosfato a la colinesterasa. Sin embargo, los estudios clínicos han producido resultados contradictorios en cuanto a su impacto sobre la mortalidad, lo que indica que su efectividad puede depender de diversos factores, como el tiempo transcurrido desde la exposición.
    La dosis recomendada es de 1–2 g intravenosos como dosis de carga, seguida de una infusión continua de 200–500 mg/hora, ajustada según la respuesta clínica del paciente. La administración de pralidoxima debe continuarse mientras haya evidencia de exceso de acetilcolina, es decir, si persisten los síntomas de intoxicación. Cabe destacar que la pralidoxima tiene una utilidad limitada en la intoxicación por carbamatos, ya que estos compuestos tienen un efecto transitorio sobre la colinesterasa, lo que limita el tiempo en que la pralidoxima puede actuar eficazmente.
  3. Otras terapias no comprobadas:
    Existen tratamientos adicionales que han sido propuestos para la intoxicación por organofosfatos, aunque su eficacia no está completamente comprobada. Estos incluyen el uso de magnesio, bicarbonato de sodio, clonidina, y eliminación extracorpórea del tóxico. Sin embargo, la mayoría de estos enfoques carecen de respaldo suficiente en estudios clínicos que demuestren su efectividad en la mejora de la mortalidad o en la disminución de los efectos tóxicos.

 

 

 

Homo medicus

 


 

Guías de estudio. Homo medicus.
Guías de estudio. Homo medicus.

¡Gracias por visitarnos!

Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Aman S et al. Management of organophosphorus poisoning: standard treatment and beyond. Crit Care Clin. 2021;37:673. [PMID: 34053713]
  2. Kharel H et al. The efficacy of pralidoxime in the treatment of organophosphate poisoning in humans: a systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials. Cureus. 2020;12:e7174. [PMID: 32257715]
Síguenos en X: @el_homomedicus  y @enarm_intensivo  Síguenos en instagram: homomedicus  y en Treads.net como: Homomedicus  

🟥     🟪     🟨     🟧     🟩     🟦

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Ya que has encontrado útil este contenido...

¡Sígueme en los medios sociales!

Si te fue útil este resumen, compártelo por favor!