La marihuana se define como el conjunto de hojas y flores secas y trituradas de la planta Cannabis, la cual contiene compuestos químicos con propiedades psicoactivas. Entre estos compuestos, el delta-9-tetrahidrocannabinol es el principal cannabinoide responsable de los efectos psicoactivos que produce la marihuana. Este compuesto actúa uniéndose a receptores específicos en el sistema nervioso, conocidos como receptores cannabinoides endógenos, alterando así la función normal de neurotransmisores y modulando diversas respuestas fisiológicas y psicológicas. La forma más común de consumo de la marihuana es a través de la inhalación del humo, ya sea fumada en cigarrillos o pipas, aunque también puede ser vaporizada para reducir la inhalación de productos tóxicos derivados de la combustión. Además, el delta-9-tetrahidrocannabinol puede ser incorporado a productos comestibles, bebidas y confitería, lo que representa una vía alternativa de administración. La resina extraída de la planta, al secarse y prensarse, da lugar a un producto concentrado conocido como hachís, mientras que mediante procesos químicos y el uso de solventes específicos, como el butano, se pueden obtener aceites con alta concentración del cannabinoide activo.
Desde una perspectiva médica, el delta-9-tetrahidrocannabinol tiene aplicaciones reconocidas, como la estimulación del apetito en pacientes con anorexia o caquexia, la prevención de náuseas y vómitos asociados a tratamientos oncológicos, y el manejo de ciertas condiciones crónicas. Su uso ha sido regulado y, en varias regiones, legalizado para fines tanto terapéuticos como recreativos, reflejando un cambio significativo en la percepción social y legal respecto a esta sustancia. Sin embargo, la toxicidad relacionada con su consumo está directamente vinculada a la dosis ingerida, y es importante destacar que la respuesta individual varía considerablemente, influenciada por factores como la experiencia previa del usuario, su sensibilidad biológica y el desarrollo de tolerancia.
Por otro lado, los cannabinoides sintéticos son compuestos fabricados en laboratorios que imitan la estructura y función del delta-9-tetrahidrocannabinol, aunque con diferencias químicas que les confieren mayor potencia y, a menudo, un perfil de efectos secundarios más severo. Ejemplos conocidos incluyen sustancias comercializadas bajo nombres como “Spice”, “K2” o “Black Mamba”. La creciente popularidad de estos productos se ha asociado con un aumento en la incidencia de efectos adversos graves, entre los que se encuentran convulsiones, daño renal y trastornos neuropsiquiátricos que pueden poner en riesgo la vida del consumidor.
Es importante distinguir el cannabidiol, otro componente del Cannabis, que no produce efectos psicoactivos similares al delta-9-tetrahidrocannabinol. Este compuesto ha atraído atención debido a sus potenciales propiedades terapéuticas, que incluyen la reducción de la inflamación, la protección antioxidante y la disminución de la ansiedad. Los extractos de cannabidiol se encuentran disponibles sin prescripción médica y pueden adquirirse en línea, siendo también prescritos para ciertos trastornos convulsivos infantiles. En general, las sobredosis de cannabidiol se consideran poco peligrosas, lo que contribuye a su perfil de seguridad favorable en comparación con otros cannabinoides.
Manifestaciones clínicas
Los hallazgos clínicos relacionados con la intoxicación por marihuana y cannabinoides sintéticos presentan características que varían según la vía de administración y la dosis consumida. Cuando la marihuana es fumada, la aparición de los síntomas suele ser rápida, manifestándose en cuestión de minutos, y la duración de los efectos tiende a ser relativamente breve, aproximadamente dos horas. En contraste, cuando la sustancia es ingerida en forma de alimentos o comestibles, el inicio de los síntomas puede retrasarse considerablemente, y la intoxicación resultante puede prolongarse por períodos de hasta ocho horas o más, debido a la diferente vía metabólica y absorción gastrointestinal.
En casos de intoxicación leve, los individuos pueden experimentar sensaciones de euforia, palpitaciones cardíacas, una mayor sensibilidad a estímulos sensoriales, alteraciones en la percepción temporal y, en algunos casos, sedación. Estos efectos reflejan la acción del delta-9-tetrahidrocannabinol sobre el sistema nervioso central. Sin embargo, en situaciones de intoxicación más severa, pueden presentarse cuadros de ansiedad intensa, alucinaciones visuales y episodios agudos de psicosis paranoide, los cuales representan manifestaciones neuropsiquiátricas de mayor gravedad que requieren atención especializada.
Desde el punto de vista físico, los pacientes afectados pueden mostrar signos como taquicardia, hipotensión ortostática —una caída significativa de la presión arterial al cambiar de posición—, enrojecimiento conjuntival, dificultades en la coordinación motora, lenguaje arrastrado y ataxia, que es la pérdida del control de los movimientos musculares. Estos signos reflejan tanto la acción directa del compuesto en el sistema nervioso central como sus efectos en el sistema cardiovascular y neuromuscular.
El consumo crónico y prolongado de marihuana, especialmente en dosis elevadas, ha sido asociado con una condición clínica denominada síndrome de hiperemesis cannabinoide, caracterizado por episodios recurrentes de náuseas, dolor abdominal intenso y vómitos persistentes. Este síndrome puede ser debilitante y generalmente requiere la interrupción del consumo para su resolución.
En cuanto a la población pediátrica, existe un riesgo significativo de intoxicación accidental cuando los niños consumen productos comestibles que contienen delta-9-tetrahidrocannabinol, como dulces o alimentos con infusión de marihuana. En estos casos, los síntomas pueden ser mucho más graves que en adultos, incluyendo somnolencia profunda o estupor, coma e incluso convulsiones, lo que subraya la necesidad de una vigilancia estricta y medidas preventivas para evitar exposiciones accidentales.
Es importante mencionar un síndrome emergente conocido como lesión pulmonar aguda asociada al uso de cigarrillos electrónicos o vaporizadores, particularmente cuando estos dispositivos son utilizados para consumir THC adulterado con acetato de vitamina E. Esta condición se caracteriza por un daño pulmonar difuso que puede presentar un curso clínico grave, con síntomas respiratorios que incluyen dificultad para respirar, tos y dolor torácico, y que ha sido reportada en varios países como una complicación grave vinculada al consumo de productos de vapeo contaminados.
Tratamiento
El abordaje terapéutico de la intoxicación causada por marihuana y cannabinoides sintéticos se fundamenta principalmente en la aplicación de medidas de emergencia y en brindar un soporte general adecuado, debido a que no existe un antídoto específico capaz de neutralizar o revertir directamente los efectos farmacológicos de estas sustancias. Por esta razón, la atención inicial debe orientarse a la identificación y manejo oportuno de los síntomas más evidentes, además de asegurar la estabilización clínica integral del paciente.
Una de las manifestaciones más comunes durante la intoxicación son los síntomas de ansiedad, paranoia y alteraciones psicológicas leves. Para estos casos, es esencial crear un ambiente tranquilo, seguro y libre de estímulos estresantes, ya que la contención verbal y la presencia de personal capacitado para brindar apoyo pueden contribuir significativamente a la reducción del malestar psicológico. Esta estrategia no farmacológica es fundamental en la mayoría de los casos leves. No obstante, cuando los síntomas comportamentales y psicomotores se vuelven intensos o difíciles de controlar, se recurre al uso de fármacos ansiolíticos pertenecientes a la familia de las benzodiacepinas, como lorazepam o diazepam. Estas medicaciones actúan modulando la actividad del sistema nervioso central, favoreciendo la reducción de la ansiedad, la agitación y facilitando un estado de sedación que garantiza tanto la seguridad del paciente como la del personal asistencial.
En el plano hemodinámico, es frecuente observar hipotensión arterial, en especial en su forma ortostática, acompañada de taquicardia sinusal. Estas alteraciones requieren un manejo cuidadoso mediante la administración de líquidos por vía intravenosa para corregir la hipovolemia subyacente y restaurar la presión arterial a niveles adecuados, con el fin de mantener la estabilidad cardiovascular. La reposición hídrica es particularmente importante en pacientes que presentan síntomas gastrointestinales como vómitos o diarrea, ya que estos pueden precipitar estados de deshidratación que agravan el cuadro clínico.
Respecto al tratamiento específico, es crucial señalar que, a la fecha, no se dispone de ningún antídoto o agente farmacológico que pueda revertir directamente los efectos tóxicos del delta-9-tetrahidrocannabinol o de los cannabinoides sintéticos. En situaciones en las que la intoxicación ha resultado de la ingestión de cantidades elevadas de estas sustancias, puede considerarse la administración temprana de carbón activado. Este método tiene como objetivo limitar la absorción gastrointestinal del tóxico mediante su adsorción, impidiendo que el compuesto alcance la circulación sistémica en niveles que puedan causar efectos adversos severos. No obstante, la eficacia del carbón activado es dependiente del momento de su administración, siendo más útil en las primeras horas posteriores a la ingesta.
En el caso del síndrome de hiperemesis cannabinoide, un trastorno caracterizado por episodios recurrentes y severos de náuseas y vómitos, se han probado diversas estrategias terapéuticas con resultados variables. Entre ellas, la aplicación tópica de capsaicina, un agente activo derivado del chile, ha mostrado beneficios en la reducción de la sintomatología, posiblemente a través de su acción sobre los receptores nerviosos cutáneos que modulan la percepción del dolor y el malestar abdominal. Por otra parte, el haloperidol, un medicamento antipsicótico típico, ha sido empleado para el control de los vómitos agudos asociados a este síndrome; sin embargo, su eficacia no es constante y su uso debe evaluarse cuidadosamente en cada paciente, considerando la relación riesgo-beneficio y la posibilidad de efectos secundarios.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Aldy K et al. E-cigarette or vaping product use-associated lung injury (EVALI) features and recognition in the emergency department. J Am Coll Emerg Physicians Open. 2020;1:1090. [PMID: 33145562]
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- Kaslow JA et al. E-cigarette and vaping product use-associated lung injury in the pediatric population: a critical review of the current literature. Pediatr Pulmonol. 2021;56:1857. [PMID: 33821574]