Lesiones en cabeza
bandaged man's head blood on the wound

Lesiones en cabeza

El trauma craneal se ha consolidado como la causa más común de muerte en jóvenes, representando casi la mitad de todas las muertes relacionadas con traumatismos. Esta alta incidencia de muertes se debe a una serie de factores, tanto biológicos como sociales, que hacen de la cabeza y el cerebro estructuras especialmente vulnerables a los efectos del trauma. Las principales causas de lesión craneal en jóvenes incluyen accidentes de tráfico, caídas y lesiones deportivas, actividades que a menudo exponen a los individuos a impactos significativos en la cabeza. Además, la complejidad del cerebro, su alta sensibilidad y la capacidad limitada de adaptación ante daños graves contribuyen a la alta mortalidad observada en estos casos.

La gravedad de las lesiones cerebrales traumáticas puede variar enormemente, abarcando desde la conmoción cerebral, que es considerada una lesión leve, hasta las lesiones más graves como el daño cerebral traumático severo. La conmoción cerebral se define generalmente como una alteración del estado mental provocada por un trauma físico en la cabeza, que puede o no ir acompañada de pérdida de conciencia. Aunque la conmoción cerebral es a menudo considerada sinónimo de una lesión cerebral traumática leve, es fundamental destacar que este tipo de trauma puede tener consecuencias significativas a largo plazo. Los síntomas asociados con una conmoción incluyen confusión, pérdida temporal de memoria, dificultad para concentrarse, mareos y, en algunos casos, pérdida transitoria de la conciencia. Aunque la mayoría de los individuos se recuperan de una conmoción cerebral, un número importante de casos presenta complicaciones que afectan la función cognitiva, emocional y física a largo plazo.

Por otro lado, el daño cerebral traumático severo puede involucrar lesiones mucho más graves, que incluyen hemorragias intracraneales, edema cerebral y desplazamiento de las estructuras cerebrales. Estas lesiones, a menudo consecuencia de impactos más intensos, pueden resultar en secuelas permanentes o la muerte si no se gestionan de forma adecuada y oportuna.

La clasificación de la gravedad de las lesiones cerebrales traumáticas se ha establecido tradicionalmente mediante la Escala de Coma de Glasgow (ECG), una herramienta clínica que evalúa el nivel de conciencia del paciente en función de su respuesta ocular, verbal y motora. Los resultados obtenidos mediante la ECG, evaluados generalmente 30 minutos después de la lesión, permiten clasificar el daño en tres niveles de gravedad: leve, moderado y grave. Esta clasificación es esencial para la toma de decisiones clínicas, permitiendo predecir el pronóstico y determinar el tipo de tratamiento necesario. Aunque la escala proporciona una guía útil, es importante reconocer que la lesión cerebral traumática no siempre se presenta de manera inmediata; algunos pacientes pueden mostrar un estado neurológico aparentemente normal tras el trauma, para deteriorarse rápidamente en las horas siguientes, lo que complica el diagnóstico y la intervención temprana.

Las lesiones traumáticas en la cabeza pueden causar daño cerebral a través de una variedad de mecanismos, que incluyen la aceleración-desaceleración, el impacto directo y la deformación de las estructuras cerebrales. Estos mecanismos de lesión pueden resultar en diferentes tipos de hemorragias, como hematomas epidurales y subdurales, que representan una de las causas más peligrosas de muerte en pacientes con trauma craneal. Estos hematomas a menudo presentan un patrón clínico peculiar, en el que los pacientes pueden inicialmente mostrar signos neurológicos normales o solo leves alteraciones, lo que se conoce como intervalo lúcido. Sin embargo, tras este período aparentemente estable, el paciente puede experimentar un deterioro neurológico rápido y severo, lo que hace que la intervención quirúrgica sea urgente y, en muchos casos, salvavidas.

El manejo adecuado de las lesiones cerebrales traumáticas depende fundamentalmente de la identificación temprana de las condiciones que requieren intervención inmediata, como los hematomas epidurales y subdurales. La determinación de qué pacientes necesitan imágenes del cerebro y una observación constante es crucial para evitar complicaciones graves. En estos casos, el diagnóstico precoz y la intervención quirúrgica, como la evacuación de hematomas, pueden ser determinantes para la supervivencia y la preservación de las funciones cerebrales.

 

Manifestaciones clínicas

La conmoción cerebral es una lesión traumática común que afecta al cerebro y presenta una variedad de síntomas que suelen desarrollarse de manera aguda tras el trauma. Los síntomas típicos que se manifiestan rápidamente incluyen dolor de cabeza, náuseas, vómitos, confusión, desorientación, mareos e inestabilidad. Estos síntomas reflejan la alteración temporal de las funciones cerebrales provocada por el impacto en la cabeza. Uno de los signos más característicos de la conmoción cerebral es un periodo de amnesia que abarca el evento traumático y, en algunos casos, una cantidad variable de tiempo anterior al trauma. Este episodio amnésico es indicativo de la disfunción temporal del sistema de memoria del cerebro, especialmente de los circuitos involucrados en el almacenamiento y recuperación de información reciente.

En algunos casos, puede producirse una pérdida de conciencia, que varía en duración y gravedad, dependiendo de la intensidad del impacto y de la respuesta del cerebro. En el transcurso de las horas o días siguientes al evento, pueden aparecer síntomas adicionales, como fotofobia (sensibilidad a la luz), fonofobia (sensibilidad al sonido), dificultad para concentrarse, irritabilidad, alteraciones del sueño y fluctuaciones del estado de ánimo. Estos síntomas reflejan la alteración en los procesos cerebrales que regulan la percepción sensorial, el estado emocional y el comportamiento general del individuo.

En términos de la evaluación clínica, los exámenes físicos y neurológicos a menudo son normales en el momento de la evaluación inicial, aunque es posible que se observe una ligera alteración en la orientación y la atención, la memoria a corto plazo y el tiempo de reacción. Estas alteraciones no son específicas, pero son indicativas de un funcionamiento cognitivo temporalmente comprometido debido a la conmoción cerebral. Sin embargo, si se observa una disminución persistente o progresiva del nivel de conciencia después de la lesión inicial, o la aparición de hallazgos neurológicos focales, esto indica la necesidad urgente de realizar estudios de imagen y consultar a un cirujano neurológico para descartar complicaciones más graves, como hemorragias intracraneales.

Es importante también realizar un examen detallado del paciente para detectar signos de lesiones asociadas, como laceraciones del cuero cabelludo, fracturas faciales o del cráneo, y lesiones cervicales. Estos signos pueden ser indicativos de un trauma más extenso que involucra otras estructuras anatómicas del sistema nervioso central o periférico. En particular, los signos clínicos de fractura basal del cráneo, como el moretón alrededor de la órbita (signo de «mapache»), la sangre en el conducto auditivo externo (signo de «Batalla») y la fuga de líquido cefalorraquídeo (LCR) desde el oído o la nariz, son indicativos de una fractura más grave y requieren una evaluación inmediata. La presencia de LCR, que puede identificarse por su contenido de glucosa o beta-2-transferrina, sugiere la comunicación entre el cerebro y las cavidades nasales o el oído medio, lo que puede ser consecuencia de una fractura del cráneo.

Además, los déficits en los nervios craneales, particularmente aquellos que involucran los nervios primero (olfatorio), segundo (óptico), tercero (oculomotor), cuarto (troclear), quinto (trigémino), séptimo (facial) y octavo (vestibulococlear), ya sea en combinación o individualmente, pueden ser un signo de una lesión más grave en el cerebro o el tronco encefálico. Estos síntomas deben ser evaluados de manera exhaustiva, ya que los nervios craneales son responsables de funciones vitales, como la visión, el equilibrio y la sensibilidad facial.

Dado el riesgo de lesiones graves asociadas con el trauma craneal, es crucial que el paciente mantenga una inmovilización adecuada de la cabeza y el cuello hasta que se realicen los estudios de imagen necesarios, como la tomografía computarizada (TC) o la resonancia magnética (RM). Estas pruebas permiten una evaluación más detallada del cerebro y las estructuras circundantes, ayudando a identificar complicaciones que podrían requerir intervención quirúrgica inmediata para prevenir daños permanentes o la muerte.

 

Estudios diagnósticos

Las recomendaciones clínicas sugieren que se realice una tomografía computarizada (TC) de cabeza en pacientes que han sufrido una conmoción cerebral y que presenten cualquiera de las siguientes condiciones o características: un puntaje en la Escala de Coma de Glasgow (GCS) inferior a 15, déficit neurológico focal, convulsiones, coagulopatía, edad de 60 años o más, fractura de cráneo, dolor de cabeza persistente o vómitos, amnesia retrograda que exceda los 30 minutos, intoxicación, lesiones de los tejidos blandos de la cabeza o el cuello, o un mecanismo de lesión peligroso, como un atropello de peatón por un vehículo motorizado.

La razón de estas recomendaciones es que, en presencia de cualquiera de estos factores, existe un mayor riesgo de que el trauma haya causado lesiones intracraneales graves, como hemorragias o fracturas, que requieren una evaluación urgente mediante imágenes para evitar complicaciones neurológicas adicionales. La tomografía computarizada es la herramienta más utilizada para evaluar rápidamente el daño cerebral, ya que puede identificar hemorragias, fracturas, contusiones cerebrales u otros trastornos estructurales que podrían no ser evidentes en la evaluación clínica inicial.

En casos en los que el paciente no presenta ninguno de los factores mencionados, es posible que pueda ser dado de alta y enviado a casa, siempre que un cuidador responsable pueda vigilar al paciente durante las siguientes 24 horas. Es esencial que el cuidador esté capacitado para revisar al paciente cada hora para detectar posibles cambios en su estado, como el empeoramiento de los síntomas o la aparición de nuevos signos de lesión. Este enfoque permite una adecuada monitorización y la prevención de complicaciones graves, sin la necesidad de hospitalización si no hay indicios de lesiones intracraneales significativas.

Sin embargo, para aquellos pacientes que requieran estudios de imagen, se recomienda su ingreso hospitalario, a menos que los resultados de la tomografía computarizada sean normales, el puntaje en la Escala de Coma de Glasgow sea de 15, no se hayan presentado convulsiones, no exista predisposición a hemorragias y se pueda garantizar la monitorización adecuada del paciente en el hogar. Esta pauta busca equilibrar la necesidad de intervenciones médicas urgentes con la posibilidad de una atención ambulatoria segura en casos donde el riesgo de complicaciones es bajo.

Además, dado que el daño a la columna vertebral puede haber ocurrido simultáneamente con el trauma craneal, se recomienda realizar radiografías de la columna cervical (con tres vistas) o una tomografía computarizada en pacientes comatosos, en aquellos con dolor severo en el cuello, o en aquellos que presentan déficits neurológicos que podrían estar relacionados con compresión de la médula espinal. La lesión de la médula espinal es una complicación grave que puede acompañar a los traumatismos craneales, y su identificación temprana es crucial para evitar parálisis o daños permanentes. Por lo tanto, la evaluación exhaustiva de la columna cervical es fundamental, especialmente en pacientes con signos de compromiso neurológico que sugieran una posible compresión medular.

Tratamiento

Las lesiones en la cabeza, y en particular los traumatismos craneales, pueden prevenirse eficazmente mediante el uso de equipos de protección como cascos, cinturones de seguridad y otros dispositivos diseñados para proteger la cabeza y el cuerpo en diversas actividades. Estas medidas de protección son fundamentales en la prevención de lesiones graves, como las que ocurren durante accidentes vehiculares, deportes de contacto o caídas. Al reducir el impacto directo en la cabeza, estos dispositivos disminuyen significativamente la probabilidad de lesiones intracraneales, como las hemorragias o las contusiones, que pueden tener consecuencias a largo plazo en la función cerebral.

Una vez que se ha excluido la presencia de sangrado intracraneal, ya sea mediante una evaluación clínica exhaustiva o a través de una tomografía computarizada de la cabeza, el tratamiento de una lesión cerebral traumática leve se centra en promover la resolución de los síntomas postconmocionales y en prevenir nuevas lesiones. La resolución de los síntomas postconmocionales, como dolor de cabeza, mareos, irritabilidad y dificultades de concentración, es crucial para garantizar la recuperación completa del paciente. Además, prevenir una lesión recurrente es esencial, ya que un segundo traumatismo cerebral antes de que los síntomas del primero se hayan resuelto completamente puede aumentar el riesgo de daño cerebral crónico y complicaciones neuropsiquiátricas a largo plazo. Un fenómeno extremadamente raro pero grave, denominado síndrome de segundo impacto, ocurre cuando un paciente sufre una segunda conmoción cerebral antes de haberse recuperado de la primera. Este síndrome puede inducir un edema cerebral fatal, caracterizado por un aumento rápido de la hinchazón cerebral que compromete gravemente las funciones vitales.

Estas observaciones subrayan la importancia de la recomendación de que los pacientes en riesgo de conmociones cerebrales recurrentes, como los atletas, sean retirados de actividades de alto riesgo hasta que los síntomas de la conmoción inicial se hayan resuelto por completo. Este enfoque tiene como objetivo proteger al paciente de consecuencias adversas graves y garantizar su recuperación sin complicaciones adicionales que puedan retrasar el retorno a la actividad normal o causar daño cerebral permanente.

En los pacientes hospitalizados con traumatismo craneal moderado o severo, el manejo del TBI requiere a menudo un enfoque multidisciplinario, dado que estos pacientes frecuentemente presentan lesiones concomitantes en otras partes del cuerpo. El tratamiento debe abordar no solo el daño cerebral directo, sino también cualquier otra lesión que pueda afectar la estabilidad y la salud del paciente en general. Uno de los problemas más críticos en el manejo de los traumatismos craneales graves es el aumento de la presión intracraneal, que puede resultar de diversas causas. La presión intracraneal elevada puede ser consecuencia de una lesión axonal difusa, que es una lesión extensa de las fibras nerviosas del cerebro, o de la presencia de un hematoma intracraneal que requiera evacuación quirúrgica urgente para aliviar la presión sobre el cerebro.

La craneotomía descompresiva, un procedimiento quirúrgico en el que se realiza una incisión en el cráneo para aliviar la presión intracraneal, puede ser necesaria en algunos casos de hipertensión intracraneal refractaria, pero no ha demostrado mejorar el resultado neurológico a largo plazo. Aunque este procedimiento puede salvar vidas al prevenir el daño cerebral irreversible causado por la presión elevada, no siempre asegura una recuperación funcional completa del paciente.

Además, el tratamiento en pacientes con traumatismo craneal grave debe tener en cuenta otros factores médicos, como el control de la temperatura corporal, ya que la hipotermia, o la reducción excesiva de la temperatura corporal, se ha asociado con peores resultados funcionales. El control adecuado de la temperatura y otros parámetros fisiológicos es esencial para optimizar la recuperación y evitar complicaciones adicionales durante el tratamiento de los pacientes con TBI grave. En resumen, el tratamiento de los traumatismos craneales, tanto leves como graves, requiere una evaluación integral, una intervención temprana y un enfoque preventivo para garantizar una recuperación completa y evitar secuelas permanentes.

A medida que el cerebro envejece, tiende a experimentar un proceso de atrofia, lo que implica una disminución en su volumen y una alteración en la estructura de los tejidos cerebrales. Este proceso de atrofia hace que las venas puente, que son vasos sanguíneos que conectan el cerebro con los senos venosos, se vuelvan más vulnerables a lesiones por cizallamiento. Las venas puente atraviesan el espacio subdural y, debido a su fragilidad en los individuos de edad avanzada, pueden romperse más fácilmente como resultado de un trauma craneal, incluso si este es leve. Como consecuencia, se forma un hematoma subdural, que es la acumulación de sangre entre la duramadre y el cerebro. En los pacientes mayores, este tipo de hematoma puede desarrollarse días o incluso semanas después de un traumatismo craneal. En algunos casos, incluso puede ocurrir de manera espontánea sin un evento traumático claro.

La presentación clínica de un hematoma subdural en adultos mayores suele ser insidiosa y, por lo tanto, puede ser difícil de identificar en las primeras etapas. Los síntomas más comunes incluyen cambios mentales, como lentitud, somnolencia, dolor de cabeza, confusión y alteraciones en la memoria. Estos síntomas son reflejo de una alteración progresiva de las funciones cerebrales, producto de la presión que ejerce el hematoma sobre el cerebro. Sin embargo, los déficits neurológicos focales, como hemiparesia (debilidad en un lado del cuerpo) o alteraciones en la sensibilidad en un lado del cuerpo, son menos frecuentes en este tipo de lesiones, lo que puede dificultar el diagnóstico inicial. En general, los síntomas tienden a evolucionar lentamente, lo que puede retrasar la intervención médica.

El tratamiento de un hematoma subdural depende de su tamaño, ubicación y el grado de compromiso del estado neurológico del paciente. Si el hematoma tiene un grosor de 10 mm o más o si hay un desplazamiento de la línea media del cerebro (lo que indica que el hematoma está generando una presión considerable en el cerebro) de 5 mm o más, es necesaria una intervención quirúrgica para evacuar el hematoma y aliviar la presión intracraneal. Además, si el puntaje en la Escala de Coma de Glasgow (GCS) disminuye en 2 puntos o más desde el momento del trauma hasta la admisión hospitalaria, o si uno o ambos pupilas se encuentran fijas y dilatadas (lo que puede ser señal de daño cerebral grave), la cirugía es urgente para prevenir un daño cerebral irreparable.

En casos de traumatismos craneales, las laceraciones del cuero cabelludo y las fracturas deprimidas del cráneo deben ser tratadas quirúrgicamente para asegurar la adecuada cicatrización de los tejidos y prevenir infecciones. Las fracturas simples del cráneo, sin embargo, generalmente no requieren tratamiento específico más allá de una vigilancia adecuada. Por otro lado, si se produce una fuga de líquido cefalorraquídeo (LCR), se recomienda un tratamiento conservador que incluya elevar la cabeza del paciente, restringir la ingesta de líquidos y administrar medicamentos como el acetazolamida (250 mg por vía oral cuatro veces al día), que puede ayudar a reducir la presión y la fuga. Si la fuga de LCR persiste por más de unos pocos días, podría ser necesario realizar un drenaje subaracnoideo lumbar para aliviar la presión y prevenir infecciones o complicaciones adicionales.

En los casos en los que se produce una infección, se deben administrar antibióticos, seleccionados en función de los resultados de los cultivos y los estudios de sensibilidad. Además, se recomienda la vacunación contra el neumococo, dado que los pacientes con fuga de LCR tienen un mayor riesgo de desarrollar infecciones como meningitis. En raras ocasiones, algunos pacientes requieren una reparación intracraneal de la lesión en la duramadre, especialmente si la fuga de LCR persiste o si se presentan episodios recurrentes de meningitis. Sin embargo, esta intervención es poco común y se realiza solo en casos donde la fuga no se resuelve con tratamiento conservador o si hay complicaciones infecciosas graves.

Pronóstico

Las lesiones cerebrales traumáticas moderadas y graves tienen el potencial de provocar discapacidades permanentes tanto en las funciones cognitivas como motoras, dependiendo de la gravedad y la localización de la lesión inicial. El pronóstico de los pacientes con traumatismo craneal grave  está relacionado con los hallazgos iniciales de la Escala de Coma de Glasgow y la tomografía computarizada de la cabeza. En los pacientes que presentan un puntaje en la GCS de 8 o menos al momento de la presentación, la mortalidad se acerca al 30%, y solo un tercio de los sobrevivientes recuperan la independencia funcional. Esto resalta la gravedad de las lesiones cerebrales graves y la dificultad de lograr una recuperación funcional completa en muchos casos.

Las alteraciones cognitivas después de un traumatismo craneal grave tienden a afectar especialmente las funciones de los lóbulos frontal y temporal. Estos déficits incluyen problemas en la atención, la memoria, el juicio y las funciones ejecutivas, que son esenciales para la planificación y toma de decisiones. Además, los trastornos del comportamiento, como la desregulación emocional, la depresión y la desinhibición, son comunes y pueden interferir gravemente en la capacidad del paciente para interactuar socialmente y adaptarse a su entorno. La anosmia, que se refiere a la pérdida del sentido del olfato, es otro síntoma frecuente, y se cree que es el resultado de la lesión y el desgarro de las fibras nerviosas que conectan la cavidad nasal con el cerebro.

Otro problema común tras un traumatismo craneal grave es la epilepsia, que puede desarrollarse, especialmente en casos de lesiones severas. En pacientes con traumatismo craneal severo, como aquellos que han sufrido una pérdida de conciencia de al menos 12 a 24 horas, hematomas intracraneales, fracturas deprimidas del cráneo o contusiones cerebrales, se suele administrar fármacos anticonvulsivos como la fenitoína o el levetiracetam durante los primeros siete días. Esta medida tiene como objetivo reducir la incidencia de las convulsiones postraumáticas tempranas, aunque es importante señalar que no previene el desarrollo de epilepsia postraumática a largo plazo.

En los pacientes con traumatismo craneal leve, los síntomas de la conmoción cerebral tienden a resolverse en la mayoría de los casos dentro de un mes, y en la gran mayoría de los casos, los síntomas desaparecen en tres meses. Sin embargo, algunos pacientes experimentan síntomas postconmocionales prolongados, que son relativamente poco comunes, pero pueden persistir durante un año en un 10-15% de los pacientes. Los factores de riesgo para la persistencia de los síntomas postconmocionales incluyen litigios activos relacionados con la lesión, conmociones repetidas y un puntaje en la GCS de 13 o menos en el momento de la presentación.

Uno de los síntomas más frecuentes en los pacientes con traumatismo craneal leve es el dolor de cabeza, que a menudo presenta características migranosas. En estos casos, los tratamientos con antidepresivos tricíclicos o betabloqueadores pueden ser útiles para aliviar el dolor. Es importante evitar el uso de opioides, ya que pueden contribuir al desarrollo de dolores de cabeza por abuso de medicamentos. Los síntomas del estado de ánimo, como la depresión y la ansiedad, pueden responder favorablemente a los antidepresivos, ansiolíticos y a la terapia cognitivo-conductual, que pueden mejorar la calidad de vida y el bienestar del paciente.

En relación con las lesiones cerebrales traumáticas, existe una asociación creciente con el desarrollo posterior de enfermedades neurodegenerativas, tales como la enfermedad de Alzheimer, el Parkinson o la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Además, se ha identificado la posibilidad de que los pacientes desarrollen hidrocefalia de presión normal, una condición caracterizada por la acumulación excesiva de líquido cefalorraquídeo en el cerebro, lo que provoca problemas de movilidad, demencia y otros déficits cognitivos.

Un área de creciente preocupación es la relación entre lesiones cerebrales repetitivas, como las que se observan en atletas o personal militar, y el desarrollo de la encefalopatía traumática crónica. Esta es una entidad patológica distinta que se caracteriza por cambios en el estado de ánimo y en las funciones cognitivas, y se asocia con la acumulación anormal de proteínas tau u otras proteínas en el cerebro, ya sea de manera focal o global. La CTE se considera un trastorno neurodegenerativo relacionado con la repetición de lesiones cerebrales, y la severidad de la patología parece correlacionarse con la exposición prolongada a traumatismos craneales repetidos. Aunque aún no está claro si la encefalopatía traumática crónica es una respuesta estática a las lesiones repetidas o si se trata de una enfermedad neurodegenerativa progresiva, las evidencias sugieren que las personas con una mayor exposición a los traumatismos craneales presentan una mayor probabilidad de desarrollar este trastorno.

Homo medicus

 


 

Guías de estudio. Homo medicus.
Guías de estudio. Homo medicus.

¡Gracias por visitarnos!

Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
  2. Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
  3. Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
  4. Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
  5. Mariani M et al. Clinical presentation of chronic traumatic encephalopathy. Semin Neurol. 2020;40:370. [PMID: 32740900]
  6. Misch MR et al. Sports medicine update: concussion. Emerg Med Clin North Am. 2020;38:207. [PMID: 31757251]
Síguenos en X: @el_homomedicus  y @enarm_intensivo  Síguenos en instagram: homomedicus  y en Treads.net como: Homomedicus  

🟥     🟪     🟨     🟧     🟩     🟦

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Ya que has encontrado útil este contenido...

¡Sígueme en los medios sociales!

Si te fue útil este resumen, compártelo por favor!