Síndrome de pinzamiento subacromial
Síndrome de pinzamiento subacromial

Síndrome de pinzamiento subacromial

La articulación del hombro corresponde a una enartrosis, es decir, una articulación de tipo esférica en la que la cabeza del húmero encaja en una cavidad glenoidea poco profunda perteneciente a la escápula. Esta configuración anatómica, caracterizada por la escasa profundidad de la cavidad articular, confiere al hombro un amplio rango de movilidad, el mayor entre todas las articulaciones del cuerpo humano. Sin embargo, esta misma característica estructural implica una notable dependencia de los tejidos blandos circundantes —principalmente músculos, tendones, cápsula articular y ligamentos— para mantener la estabilidad articular y prevenir el desplazamiento de la cabeza humeral.

El síndrome de pinzamiento subacromial no constituye una entidad clínica única, sino un conjunto de diagnósticos que comparten un mecanismo fisiopatológico común: la irritación mecánica de las estructuras ubicadas en el espacio subacromial. Este espacio, delimitado superiormente por el acromion y el ligamento coracoacromial, alberga tejidos importantes como el tendón del músculo supraespinoso, la bursa subacromial y parte del tendón de la cabeza larga del bíceps. Cuando se produce un estrechamiento de dicho espacio —ya sea por alteraciones estructurales o funcionales— se genera fricción y compresión repetitiva de estos tejidos durante los movimientos del hombro, lo que desencadena inflamación y dolor.

Entre los factores etiológicos más frecuentes del pinzamiento subacromial se encuentran los desequilibrios en la fuerza muscular de la cintura escapular, el control deficiente de los movimientos de la escápula, la presencia de desgarros en el manguito rotador, la inflamación de la bursa subacromial y la formación de osteofitos en la cara inferior del acromion. Estas condiciones pueden actuar de manera aislada o combinada, afectando la biomecánica normal del hombro y favoreciendo el conflicto mecánico subacromial.

Al abordar cualquier patología del hombro, resulta fundamental realizar una evaluación clínica integral que considere la lateralidad del paciente (es decir, si es diestro o zurdo), así como sus exigencias ocupacionales y actividades recreativas. Estas variables determinan en gran medida la presentación clínica y la repercusión funcional de la lesión. Por ejemplo, un lanzador de béisbol que desarrolla un síndrome de pinzamiento puede referir dolor agudo durante la fase de aceleración del lanzamiento, debido a la alta demanda cinética impuesta sobre la articulación. En contraste, un adulto mayor con un desgarro completo del manguito rotador puede no experimentar dolor significativo, ya que sus actividades cotidianas requieren menor amplitud y fuerza articular. Esta variabilidad clínica resalta la importancia de un enfoque diagnóstico personalizado, que contemple tanto las características anatómicas como los factores contextuales del paciente.

 

Manifestaciones clínicas

El síndrome de pinzamiento subacromial suele manifestarse clínicamente mediante un conjunto de signos y síntomas característicos que reflejan la irritación de las estructuras blandas ubicadas en el espacio subacromial. Entre las manifestaciones más frecuentes se encuentra el dolor durante actividades que requieren la elevación del brazo por encima del nivel del hombro, una situación que aumenta la compresión mecánica sobre los tendones del manguito rotador. Asimismo, es común que los pacientes refieran dolor nocturno, especialmente al adoptar decúbito lateral sobre el hombro afectado, debido a la presión mantenida sobre los tejidos inflamados. Otro síntoma típico es el dolor al realizar movimientos que implican rotación interna del brazo, como al colocarse una chaqueta o ajustar el sujetador en la espalda, ya que estos gestos reproducen el conflicto mecánico en la región subacromial.

Durante la evaluación física, puede observarse atrofia muscular en las fosas supraespinosa o infraespinosa de la escápula, lo que sugiere una afectación crónica de los músculos del manguito rotador, en particular del supraespinoso o del infraespinoso. Esta pérdida de volumen muscular es indicativa de desuso prolongado o de daño tendinoso. Además, algunos pacientes presentan una alteración en la cinemática escapular, conocida como disquinesia escapular, que puede manifestarse como un desplazamiento anormal del borde medial de la escápula —comúnmente denominado «aleteo escapular»— durante la movilización del hombro.

Desde el punto de vista postural, es habitual identificar una posición adelantada de los hombros, acompañada de una postura cervical en proyección anterior. Esta alineación postural favorece la disminución del espacio subacromial y perpetúa el ciclo de fricción e inflamación. A la palpación, es frecuente la presencia de sensibilidad localizada en la región anterolateral del hombro, específicamente sobre el borde del tubérculo mayor del húmero, donde se insertan los tendones del manguito rotador.

En términos de movilidad articular, los pacientes con este síndrome suelen presentar una limitación en el rango de movimiento activo, es decir, cuando realizan los movimientos por sí mismos, mientras que el rango de movimiento pasivo —movilización realizada por el examinador sin esfuerzo del paciente— se encuentra relativamente conservado. Esta discrepancia sugiere que el dolor, más que una restricción mecánica estructural, limita la movilidad funcional.

Para confirmar la sospecha clínica, se emplean maniobras provocativas como los signos de Neer y Hawkins, que reproducen los síntomas al comprimir las estructuras del espacio subacromial mediante movimientos específicos. La positividad de estas pruebas refuerza el diagnóstico de pinzamiento y permite diferenciarlo de otras patologías del hombro con presentación similar.

 

Exámenes diagnósticos

La evaluación por imagen del síndrome de pinzamiento subacromial requiere un abordaje sistemático que permita identificar tanto las posibles causas estructurales como las consecuencias funcionales de esta condición. Para ello, es fundamental solicitar un conjunto de proyecciones radiográficas específicas, ya que cada una aporta información diagnóstica complementaria acerca de la anatomía ósea y la articulación glenohumeral.

La primera proyección recomendada es la radiografía anteroposterior en plano escapular. Esta vista permite una valoración adecuada de la articulación glenohumeral y es particularmente útil para descartar la presencia de artrosis glenohumeral, condición que puede simular o coexistir con el pinzamiento subacromial. A través de esta imagen se pueden evaluar el espacio articular, la congruencia de las superficies articulares y la presencia de osteofitos o esclerosis subcondral.

La segunda proyección, anteroposterior enfocada en la articulación acromioclavicular, tiene como objetivo examinar esta articulación en busca de alteraciones degenerativas, especialmente la formación de osteofitos en su borde inferior. Estos espolones óseos pueden reducir el espacio subacromial y contribuir directamente al pinzamiento mecánico de las estructuras blandas, como el tendón del supraespinoso y la bursa subacromial.

En tercer lugar, la vista lateral escapular —conocida como proyección en “Y” escapular— es esencial para valorar la morfología del acromion. Existen diferentes tipos de acromion (plano, curvo y en gancho), y se ha establecido una relación entre las variantes morfológicas más prominentes (especialmente el acromion en gancho) y la predisposición al pinzamiento. Esta vista también permite una visión lateral del espacio subacromial y de la alineación escapular.

Por último, la proyección axilar lateral es crucial para obtener una visión transversal de la articulación glenohumeral, que facilita la detección de alteraciones como subluxaciones, incongruencias articulares o la presencia de un os acromiale, una anomalía del desarrollo en la cual el acromion no se fusiona completamente. Esta variante anatómica puede interferir con la mecánica del hombro y generar pinzamiento crónico si se mantiene móvil o inestable.

Aunque las radiografías son de gran valor en la evaluación ósea inicial, las técnicas de imagen avanzada como la resonancia magnética nuclear permiten una evaluación detallada de los tejidos blandos del hombro. La resonancia magnética es especialmente útil para identificar desgarros del manguito rotador, ya sean de espesor parcial o completo, así como signos de tendinosis, bursitis o alteraciones en la integridad del cartílago articular. La alta sensibilidad de esta técnica permite establecer un diagnóstico preciso y planificar adecuadamente el tratamiento.

La ecografía musculoesquelética, por su parte, ha ganado terreno como herramienta complementaria en el estudio del síndrome de pinzamiento, gracias a su carácter dinámico y no invasivo. Puede revelar engrosamiento tendinoso, áreas de tendinosis y presencia de desgarros, aunque distinguir entre desgarros parciales y completos de pequeño tamaño puede resultar más difícil que con la resonancia. No obstante, los avances tecnológicos han mejorado la precisión diagnóstica del ultrasonido. Además, la ecografía es especialmente útil en pacientes con material quirúrgico previo, en quienes la resonancia puede verse distorsionada, o en las fases tempranas del posoperatorio, cuando aún no se ha completado la cicatrización tendinosa y se requiere un seguimiento funcional del proceso de curación.

Tratamiento

El tratamiento inicial del síndrome de pinzamiento subacromial se basa, en la mayoría de los casos, en un enfoque conservador. Este tipo de manejo tiene como objetivo principal reducir los síntomas, restaurar la función del hombro y prevenir el progreso de la lesión, sin recurrir a intervenciones quirúrgicas. El pilar fundamental de este abordaje es la educación del paciente, que incluye una comprensión clara de la mecánica del hombro, la naturaleza del pinzamiento y las actividades que pueden agravar o perpetuar el cuadro clínico.

Una parte esencial del manejo conservador consiste en la modificación de actividades, es decir, la identificación y reducción temporal de movimientos que impliquen elevación repetitiva del brazo por encima de la cabeza, posiciones prolongadas con carga o gestos que provoquen dolor. Esta modificación no implica inactividad, sino una adaptación funcional que permita continuar con las actividades diarias dentro de un rango seguro para los tejidos comprometidos.

La terapia física estructurada representa el componente más importante del tratamiento conservador. Su enfoque principal es el fortalecimiento de los músculos del manguito rotador, cuyo déficit funcional —ya sea por debilidad o por desgarro parcial— contribuye significativamente a la pérdida de control dinámico de la cabeza humeral, favoreciendo el contacto anómalo con el acromion. El fortalecimiento específico del manguito, junto con ejercicios dirigidos a la estabilización escapular y a la corrección postural, puede mejorar significativamente la biomecánica del hombro, reducir el conflicto subacromial y aliviar el dolor. No obstante, en casos en los que exista un daño tendinoso avanzado, los ejercicios pueden agravar los síntomas si no se adaptan cuidadosamente al grado de lesión.

Por otro lado, medidas complementarias como la aplicación de crioterapia o el uso de antiinflamatorios no esteroideos pueden ofrecer alivio transitorio del dolor, pero no existe evidencia sólida que respalde su uso prolongado como estrategia principal de tratamiento. En este contexto, las infiltraciones con corticosteroides han mostrado, según revisiones sistemáticas como las publicadas por la Colaboración Cochrane, una eficacia levemente superior al placebo en el alivio de los síntomas a corto plazo. Sin embargo, su beneficio es limitado en el tiempo y deben reservarse para situaciones en las que el dolor impide el progreso en la rehabilitación funcional.

En aquellos pacientes que no responden adecuadamente al tratamiento conservador, o en quienes se documenta un daño estructural significativo, puede considerarse el abordaje quirúrgico. Entre las opciones disponibles se incluyen procedimientos artroscópicos como la acromioplastia (que consiste en remodelar el borde inferior del acromion para ampliar el espacio subacromial), la liberación del ligamento coracoacromial, la bursectomía (extirpación de la bursa inflamada) y la desbridación o reparación de desgarros del manguito rotador. No obstante, la literatura científica actual no respalda con fuerza la eficacia de la acromioplastia como procedimiento aislado en el tratamiento de los problemas del manguito rotador, especialmente en ausencia de una reparación concomitante del tendón afectado. Por tanto, la indicación quirúrgica debe ser individualizada y cuidadosamente justificada en función de la sintomatología persistente, el grado de afectación estructural y los objetivos funcionales del paciente.

🎴TARJETA DE REPASO: Síndrome de pinzamiento subacromial
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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Akhtar M et al. The effectiveness of routine physiotherapy with and without neuromobilization on pain and functional disability in patients with shoulder impingement syndrome; a randomized control clinical trial. BMC Musculoskelet Disord. 2020;21:770. [PMID: 33220710]
  2. Bolia IK et al. Management options for shoulder impingement syndrome in athletes: insights and future directions. Open Access J Sports Med. 2021;12:43. [PMID: 33880071]
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