Trastorno por consumo de medicamentos y solventes
Trastorno por consumo de medicamentos y solventes

Trastorno por consumo de medicamentos y solventes

El trastorno por consumo de medicamentos y solventes se caracteriza por un patrón patológico de uso, con consecuencias adversas significativas a nivel físico, psicológico y social. En el contexto particular de medicamentos de venta libre, este trastorno reviste una preocupación clínica relevante debido a la percepción errónea de seguridad que conlleva el fácil acceso a estas sustancias sin necesidad de prescripción médica. Sin embargo, el uso reiterado, desregulado y muchas veces en dosis superiores a las terapéuticamente recomendadas, puede desencadenar una dependencia psicológica y fisiológica, así como una variedad de complicaciones médicas graves.

Medicamentos

Uno de los grupos farmacológicos más frecuentemente implicados son los antihistamínicos, comúnmente combinados con analgésicos suaves en los preparados contra el resfriado. Estos compuestos, en particular los de primera generación, atraviesan la barrera hematoencefálica y ejercen efectos depresores sobre el sistema nervioso central. Su capacidad para inducir somnolencia ha derivado en su empleo como hipnóticos de venta libre. No obstante, su combinación con alcohol potencia dichos efectos depresores, incrementando el riesgo de sedación excesiva, deterioro cognitivo, descoordinación motora e, incluso, compromiso respiratorio en casos extremos.

La retirada de agentes como la escopolamina y los bromuros de las formulaciones de venta libre se debe precisamente a los riesgos neurológicos y cardiovasculares asociados a su consumo. Pese a ello, persisten otros agentes de fácil adquisición que, cuando se abusan, pueden tener consecuencias médicamente significativas. Tal es el caso de los laxantes, cuyo uso excesivo puede inducir desequilibrios electrolíticos severos, especialmente en poblaciones vulnerables como los adultos mayores o individuos con trastornos de la conducta alimentaria. Estas alteraciones pueden llegar a precipitar cuadros confusionales agudos, conocidos como delirium, además de favorecer arritmias cardíacas y debilidad muscular.

Otro ejemplo lo constituyen los esteroides anabólicos, cuya motivación de consumo radica en el deseo de aumentar la masa muscular, ya sea por razones estéticas o para mejorar el rendimiento físico. Aunque no se consideran sustancias típicamente adictivas en términos clásicos, el uso continuado puede generar una forma de dependencia caracterizada por síntomas de abstinencia como fatiga intensa, insomnio, agitación y un estado de ánimo deprimido. Además, se ha observado una asociación consistente con alteraciones del comportamiento, incluyendo irritabilidad, labilidad emocional, episodios de agresividad y, en algunos casos, delirios paranoides.

El nitrito de amilo, por otro lado, es utilizado con fines recreativos por su capacidad para intensificar las sensaciones durante el orgasmo. Esta sustancia actúa como vasodilatador potente y produce una sensación de euforia breve acompañada por alteraciones en la percepción temporal. Aunque no se ha documentado un síndrome de abstinencia formal, su uso repetido puede llevar rápidamente al desarrollo de tolerancia. A largo plazo, su empleo puede comprometer la función inmunitaria y provocar síntomas respiratorios persistentes.

Solventes

El consumo de solventes volátiles e inhalación de gases, incluidos los presentes en aerosoles, representa una forma peligrosa y poco regulada de intoxicación aguda, con efectos neuropsicológicos que recuerdan a los inducidos por los anestésicos volátiles. Este fenómeno, comúnmente denominado «sniffing» o inhalación recreativa de solventes, implica la exposición intencional a compuestos químicos presentes en productos domésticos de uso cotidiano, como gasolina, tolueno, éter de petróleo, fluidos para encendedores, líquidos de limpieza, disolventes y removedores de esmalte de uñas. Estos productos contienen hidrocarburos y otros compuestos orgánicos volátiles que, cuando son inhalados, atraviesan rápidamente la barrera hematoencefálica debido a su lipofilia, produciendo efectos psicoactivos de aparición casi inmediata.

Los estados de intoxicación aguda por inhalación de estos compuestos incluyen euforia, alteraciones del habla como disartria, alucinaciones visuales o auditivas, y un grado variable de confusión cognitiva. A medida que aumenta la dosis o la duración de la inhalación, los efectos neurodepresores se intensifican, pudiendo llevar a una pérdida de la conciencia y, en casos graves, a depresión cardiorrespiratoria que puede culminar en la muerte. El mecanismo fisiopatológico de estas manifestaciones se relaciona con la depresión generalizada del sistema nervioso central, alteraciones en la transmisión sináptica y posibles efectos tóxicos directos sobre el miocardio y la musculatura respiratoria.

El uso crónico de estas sustancias no solo prolonga el deterioro neurológico, sino que también conduce a un daño sistémico significativo. Se ha documentado toxicidad hepática y renal, supresión de la médula ósea y daño miocárdico como consecuencias de la exposición sostenida. El tolueno, por ejemplo, puede inducir hipocalemia secundaria a acidosis tubular renal, contribuyendo a debilidad muscular y arritmias cardíacas. En el caso particular de la gasolina con plomo, la inhalación crónica puede conducir a una encefalopatía por plomo, caracterizada por alteraciones cognitivas, convulsiones y daño neurológico irreversible.

Estudios realizados en trabajadores expuestos crónicamente a combustibles para aviones han demostrado una mayor incidencia de síntomas neurasasténicos, tales como fatiga persistente, ansiedad, labilidad emocional, dificultades de memoria y quejas somáticas inespecíficas. Estos mismos síntomas son frecuentemente observados en personas con historial de abuso prolongado de solventes, lo que sugiere un perfil neurotóxico acumulativo relacionado con el daño estructural y funcional en el sistema nervioso central.

En paralelo al abuso de solventes tradicionales, han emergido las llamadas drogas de diseño, que constituyen un desafío creciente para la salud pública y la práctica clínica. Estas sustancias son análogos sintéticos desarrollados como sustitutos de drogas recreativas comunes, con estructuras químicas modificadas para evadir los controles legales y las pruebas toxicológicas convencionales. Ejemplos prominentes incluyen análogos metílicos del fentanilo utilizados como sustitutos de la heroína, y la metilendioximetanfetamina (MDMA), que posee tanto un alto potencial de abuso como un perfil de neurotoxicidad en estudio. Aunque algunas de estas drogas se están explorando con fines terapéuticos, su uso recreativo no regulado ha sido vinculado con episodios de psicosis, hipertermia, alteraciones de la percepción y daño neuronal, exacerbados por la falta de conocimiento sobre sus efectos farmacodinámicos y su potencia real.

 

 

 

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
  2. Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
  3. Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.
  4. Rozman, C., & Cardellach López, F. (Eds.). (2024). Medicina interna (20.ª ed.). Elsevier España.
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