Trastorno por deficiencia de yodo y bocio endémico
Trastorno por deficiencia de yodo y bocio endémico

Trastorno por deficiencia de yodo y bocio endémico

La deficiencia moderada de yodo durante la gestación y la infancia puede provocar una serie de manifestaciones patológicas, como hipotiroidismo, sordera, baja estatura y una disminución significativa del coeficiente intelectual infantil, que puede reducirse entre 10 y 15 puntos. Incluso una deficiencia leve a moderada de yodo parece afectar la capacidad de razonamiento perceptual y el índice cognitivo global del niño, lo que indica que la carencia de este nutriente esencial tiene un impacto notable en el desarrollo cognitivo. En su forma más severa, la deficiencia de yodo incrementa significativamente el riesgo de aborto espontáneo y muerte fetal intrauterina. En las áreas endémicas de deficiencia de yodo, el cretinismo ocurre aproximadamente en un 0,5% de los nacimientos vivos, una condición caracterizada por un retraso mental severo y disfunciones motoras y físicas graves.

Aunque la deficiencia de yodo es la causa más común del bocio endémico, existen otros factores naturales que también pueden inducir o agravar la formación de bocio, incluyendo ciertos alimentos, como el sorgo, el mijo, el maíz y la yuca, que contienen compuestos goitrogénicos. Además, las deficiencias minerales de selenio, hierro y zinc, así como algunos contaminantes del agua, pueden ser responsables de la aparición o exacerbación de bocio, especialmente cuando coexisten con una deficiencia de yodo preexistente. En individuos con deficiencia de yodo, el consumo de cigarrillos puede acelerar el crecimiento del bocio, lo que subraya la interacción negativa entre los factores ambientales y la salud tiroidea.

El embarazo, por su parte, agrava aún más la deficiencia de yodo, ya que la demanda de este mineral esencial aumenta significativamente durante este periodo debido a los requerimientos metabólicos de la madre y el feto. Por otro lado, algunas personas tienen una susceptibilidad particular a desarrollar bocio debido a defectos congénitos parciales en la actividad de las enzimas tiroideas, lo que les hace más vulnerables a los efectos de la deficiencia de yodo y a otros factores que alteran la función tiroidea. Esta predisposición genética podría explicar la mayor incidencia de trastornos tiroideos en algunas poblaciones o grupos familiares.

 

Manifestaciones clínicas

Los bocios endémicos pueden evolucionar hacia formas multinodulares y alcanzar tamaños muy grandes, lo que a menudo ocurre durante el embarazo debido a los cambios hormonales y las mayores demandas metabólicas. En este periodo, el crecimiento de los nódulos tiroideos puede intensificarse, no solo incrementando el tamaño de los nódulos existentes, sino también promoviendo la formación de nuevos nódulos. Este crecimiento progresivo del bocio puede dar lugar a síntomas compresivos que afectan estructuras cercanas, lo cual es especialmente notable en casos de bocio substernal. Aunque los bocios substernales suelen ser asintomáticos, en algunos casos pueden provocar una compresión traqueal, lo que resulta en dificultad respiratoria, disfagia (dificultad para tragar) y síndrome de la vena cava superior, una condición en la que la presión venosa en la parte superior del cuerpo aumenta debido a la compresión de la vena cava superior. Además, pueden presentarse parálisis del nervio frénico o del nervio laríngeo recurrente, lo que puede afectar la respiración y la fonación. En casos más raros, puede desarrollarse el síndrome de Horner, caracterizado por ptosis (caída del párpado), miosis (contracción de la pupila) y anhidrosis (falta de sudoración) en un lado de la cara, debido a la afectación del sistema nervioso autónomo.

A pesar de la presencia de estos síntomas graves, la incidencia de malignidad significativa en los bocios endémicos es relativamente baja, siendo inferior al 1%. Sin embargo, no todos los pacientes con bocio endémico tienen un curso clínico benigno. Algunos pueden desarrollar hipotiroidismo como consecuencia de la progresiva destrucción del tejido tiroideo o de su incapacidad para producir cantidades adecuadas de hormonas tiroideas. Por otro lado, otros pacientes pueden volverse tirotoxicos a medida que el bocio crece y se vuelve más autónomo. Este fenómeno es particularmente frecuente cuando se introduce yodo en la dieta, ya que la mejora en el suministro de este mineral puede estimular la glándula tiroides para producir más hormona tiroidea, llevando a una situación de exceso de hormonas en el organismo, conocida como tirotoxicosis. En estos casos, los pacientes pueden presentar síntomas típicos de la enfermedad tiroidea hipermetabólica, como palpitaciones, pérdida de peso, nerviosismo, y en algunos casos, crisis tiroidea.

 

Exámenes diagnósticos

Los hallazgos de laboratorio en pacientes con bocio endémico o trastornos tiroideos asociados suelen mostrar un perfil clínico característico. En general, los niveles séricos de tiroxina libre (T4) y de la hormona estimulante de la tiroides (TSH) suelen encontrarse dentro de los límites normales en los primeros estadios de la enfermedad. No obstante, se presentan variaciones dependiendo del estado funcional de la glándula tiroides y de la presencia de complicaciones adicionales, como hipotiroidismo o hipertiroidismo.

En los casos en que el bocio endémico evoluciona hacia una forma multinodular autónoma, la producción de hormonas tiroideas puede volverse independiente del control de la TSH. Esto significa que la glándula tiroides produce hormonas tiroideas sin la estimulación adecuada de la TSH, lo que lleva a una disminución de los niveles de TSH en el suero. Sin embargo, en este escenario, los niveles de tiroxina (T4) y triyodotironina (T3) pueden ser normales o incluso elevados si existe suficiente yodo en el organismo para la síntesis de las hormonas tiroideas. Este fenómeno es característico de los casos de hipertiroidismo debido a un bocio multinodular autónomo, donde la glándula tiroides, al volverse autónoma, no responde a la retroalimentación negativa que normalmente inhibiría la secreción de TSH.

Por el contrario, cuando los pacientes desarrollan hipotiroidismo, los niveles de TSH se elevan, debido a que la glándula tiroides no es capaz de producir suficientes hormonas tiroideas, lo que provoca que la glándula pituitaria intente compensar este déficit incrementando la liberación de TSH para estimular la tiroides. Esta respuesta aumentada de la TSH es un indicador clásico de hipotiroidismo subclínico o clínico.

Otro hallazgo importante en los pacientes con bocio endémico es el examen de la captación de yodo radioactivo (RAI, por sus siglas en inglés), que generalmente se encuentra elevado. La captación aumentada de yodo radioactivo refleja una glándula tiroides hiperactiva que está absorbiendo más yodo para producir hormonas tiroideas. Sin embargo, este valor puede estar dentro de los límites normales si el consumo de yodo en la dieta ha mejorado, lo que lleva a una corrección de la función tiroidea y una normalización de la captación de yodo por parte de la tiroides.

En cuanto a los anticuerpos antitiroideos, los hallazgos serológicos generalmente indican niveles bajos o indetectables de estos anticuerpos en los pacientes con bocio endémico, lo que sugiere que la causa subyacente del trastorno es principalmente la deficiencia de yodo, y no una enfermedad autoinmune como la tiroiditis de Hashimoto o la enfermedad de Graves. Sin embargo, en algunos casos, pueden encontrarse títulos bajos de anticuerpos antitiroglobulina o antiperoxidasa tiroidea, aunque esto no es indicativo de un trastorno autoinmune activo.

Otro marcador importante que puede encontrarse elevado en suero es la tiroglobulina. Este aumento en los niveles de tiroglobulina, por encima de 13 microgramos por litro (mcg/L), suele ser indicativo de un aumento en la actividad metabólica de la glándula tiroides o de una expansión del tejido tiroideo, como es el caso en los bocios grandes. La tiroglobulina es una proteína producida exclusivamente por las células tiroideas, y su elevación puede sugerir una mayor masa tiroidea, lo que es común en pacientes con bocio endémico o trastornos relacionados.

Diagnóstico Diferencial

El diagnóstico de bocio endémico debe ser cuidadosamente diferenciado de otras formas de bocio nodular que pueden coexistir en una región endémica. Esto es esencial porque, aunque el bocio endémico está principalmente relacionado con la deficiencia crónica de yodo, existen otras causas que pueden inducir la formación de nódulos tiroideos, como enfermedades autoinmunes, trastornos tiroideos benignos o malignos, y factores genéticos. Las lesiones nodulares tiroideas pueden presentar características clínicas similares, pero los mecanismos subyacentes pueden ser muy distintos.

En el caso de un bocio multinodular, que puede ser endémico o no, la glándula tiroides desarrolla múltiples nódulos, que pueden ser funcionales o no. En algunos casos, los nódulos pueden volverse autónomos, produciendo hormonas tiroideas sin la regulación normal de la hormona estimulante de la tiroides. Sin embargo, es importante señalar que, en una región endémica, el bocio nodular puede coexistir con deficiencia de yodo, lo que puede complicar la interpretación clínica y dificultar la identificación de otras patologías tiroideas como el hipertiroidismo autónomo, la tiroiditis o incluso el cáncer de tiroides.

El diagnóstico diferencial también debe considerar otras causas de bocio, como la enfermedad de Graves, que es una patología autoinmune caracterizada por la estimulación de la glándula tiroides mediante anticuerpos que imitan la acción de la TSH. También es crucial excluir el diagnóstico de tiroiditis crónica, especialmente la tiroiditis de Hashimoto, en donde la glándula tiroides puede inflamarse y causar bocio, pero asociado a un aumento de los anticuerpos antitiroideos. Además, debe ser considerado el riesgo de malignidad en los nódulos tiroideos, aunque en las áreas endémicas la incidencia de cáncer de tiroides es baja. La evaluación de la historia clínica, los hallazgos ecográficos y los estudios de función tiroidea son fundamentales para diferenciar estas condiciones.


Prevención

La prevención de la deficiencia de yodo y el bocio endémico depende principalmente de asegurar un consumo adecuado de yodo en la población. La cantidad mínima diaria recomendada de yodo para adultos no embarazados es de 150 microgramos, mientras que para mujeres embarazadas y en período de lactancia, la necesidad aumenta a 250 microgramos diarios. Estos valores son esenciales para asegurar un funcionamiento adecuado de la glándula tiroides y prevenir los trastornos derivados de su deficiencia, como el bocio y el hipotiroidismo.

Una de las estrategias más efectivas para garantizar un consumo adecuado de yodo en la población es la adición de yodo a la sal de mesa, que contiene aproximadamente 20 miligramos de yodo por kilogramo de sal. Esta intervención masiva ha demostrado ser altamente eficaz para reducir los casos de bocio endémico en muchas regiones del mundo. Otros alimentos que pueden contribuir al aporte de yodo incluyen el pan comercial, la leche y los productos del mar, que son naturalmente ricos en este mineral.

La implementación de programas de suplementación de yodo en áreas endémicas ha mostrado una disminución significativa en la aparición de nuevos casos de bocio. Sin embargo, estos programas pueden tener efectos secundarios, particularmente en los primeros años después de su implementación. Un aumento en la frecuencia de hipertiroidismo puede observarse en los primeros 12 meses de suplementación, debido a que la mejora en la ingesta de yodo puede activar la función tiroidea en individuos con glándulas tiroides previamente compensadas por una deficiencia crónica. En estos casos, el yodo adicional puede inducir un exceso en la producción de hormonas tiroideas, lo que puede llevar a una forma transitoria o incluso permanente de hipertiroidismo, especialmente en personas que ya presentan bocio multinodular autónomo o subclínico.

Es importante resaltar que, aunque la suplementación con yodo puede ocasionar un aumento temporal en la incidencia de hipertiroidismo, los beneficios a largo plazo, como la reducción de la morbilidad por hipotiroidismo y el control del crecimiento del bocio, superan con creces los riesgos potenciales. El monitoreo continuo de la población en áreas endémicas es esencial para ajustar las dosis de yodo en función de las necesidades locales y para detectar y tratar de manera temprana cualquier caso de tirotoxicosis o hipotiroidismo inducido por la suplementación.

Tratamiento

La mayoría de los pacientes con bocio debido a deficiencia de yodo suelen ser eutiroideos, lo que significa que, a pesar de la presencia de un agrandamiento de la glándula tiroides, la producción de hormonas tiroideas se mantiene dentro de los rangos normales. Sin embargo, la deficiencia de yodo, aunque no siempre provoca alteraciones en la función tiroidea inmediata, puede poner a los pacientes en riesgo de desarrollar hipotiroidismo si la condición persiste y no se aborda adecuadamente. Por lo tanto, la suplementación dietética de yodo es una intervención clave para prevenir el desarrollo de hipotiroidismo en estas áreas endémicas. No obstante, a pesar de su efectividad en la prevención de trastornos tiroideos funcionales, la suplementación con yodo no ha demostrado ser eficaz para reducir el tamaño del bocio o para revertir el agrandamiento de la glándula tiroidea una vez que este se ha establecido. En este contexto, la suplementación de yodo está más orientada a mantener la función tiroidea normal y prevenir la aparición de disfunciones hormonales que a reducir el volumen del bocio.

Cuando los pacientes con bocio endémico desarrollan síntomas relacionados con el tamaño del bocio o con alteraciones en la función tiroidea, puede ser necesario considerar tratamientos quirúrgicos. La tiroidectomía, que implica la extirpación parcial o total de la glándula tiroides, es una opción para los casos en los que el bocio es lo suficientemente grande como para causar síntomas compresivos, tales como dificultad para respirar, disfagia o dolor en el cuello. Además, la cirugía puede ser indicada en pacientes que experimentan hipertiroidismo, particularmente en aquellos con bocio multinodular autónomo, donde la glándula tiroides comienza a producir hormonas tiroideas de manera independiente y descontrolada, llevando a una sobrecarga hormonal que puede resultar en síntomas graves de tirotoxicosis.

La intervención quirúrgica también se puede considerar por razones cosméticas, especialmente en pacientes que presentan un agrandamiento significativo de la glándula tiroides que afecta su apariencia estética y genera incomodidad. La presencia de un bocio visible o palpitante puede tener un impacto psicológico en los pacientes, y en estos casos, la tiroidectomía puede ser vista como una opción para mejorar la calidad de vida.

Es importante destacar que, en áreas donde la deficiencia de yodo sigue siendo prevalente, existe una alta tasa de recurrencia del bocio después de la cirugía. Esto se debe a que la causa subyacente de la hipertrofia tiroidea (la falta de yodo) sigue presente, lo que puede llevar a la reaparición del bocio incluso después de la extirpación parcial de la glándula. Debido a esta alta tasa de recurrencia, se prefiere realizar una tiroidectomía casi total en lugar de una tiroidectomía parcial cuando se indica la cirugía. La tiroidectomía casi total implica la remoción de la mayor parte de la glándula tiroides, dejando una pequeña porción de tejido tiroideo para preservar la función hormonal, pero reduciendo significativamente la posibilidad de que el bocio vuelva a desarrollarse en el futuro. Sin embargo, este enfoque también conlleva ciertos riesgos, como el daño a las estructuras circundantes, incluidos los nervios laríngeos recurrentes y las glándulas paratiroides, lo que podría derivar en complicaciones postquirúrgicas.

Complicaciones

La suplementación dietética con yodo, aunque es esencial para corregir la deficiencia y prevenir los trastornos derivados de su carencia, puede generar una serie de complicaciones, especialmente cuando no se controla adecuadamente la cantidad administrada. Una de las principales preocupaciones es que un exceso de yodo en la dieta puede inducir disfunciones tiroideas autoinmunes, lo que puede dar lugar a hipotiroidismo o hipertiroidismo. En algunos casos, la sobrecarga de yodo activa la producción de anticuerpos contra la glándula tiroides, provocando trastornos autoinmunes como la tiroiditis o la enfermedad de Graves, que es una causa común de hipertiroidismo. Este fenómeno se observa especialmente en individuos cuya glándula tiroides ya ha estado sometida a un estrés crónico debido a la deficiencia de yodo. Al administrar yodo en cantidades superiores a las necesarias, se puede desencadenar una respuesta autoinmune que desestabiliza la función tiroidea, con el riesgo de que se desarrollen formas de hipotiroidismo o hipertiroidismo.

Además, un consumo excesivo de yodo puede, en sí mismo, causar bocio endémico, lo que parece contradecir el propósito inicial de la suplementación. La glándula tiroides, al recibir más yodo del que puede utilizar eficientemente, puede aumentar de tamaño en un intento de manejar el exceso de yodo, lo que da lugar a un agrandamiento tiroideo conocido como bocio. En estos casos, el bocio no es producto de una deficiencia de yodo, sino más bien de una sobrecarga de este mineral, lo que ilustra cómo el equilibrio adecuado de yodo es crucial para mantener la función tiroidea.

Otro riesgo importante asociado con la suplementación de yodo en dosis altas es el desarrollo de tirotoxicosis, una condición caracterizada por niveles excesivos de hormonas tiroideas en el organismo. La tirotoxicosis puede desencadenarse cuando el exceso de yodo estimula de manera excesiva la producción de hormonas tiroideas, especialmente en pacientes con glándulas tiroideas previamente alteradas o con nódulos autónomos. Esto puede llevar a una sobrecarga hormonal aguda, lo que se traduce en síntomas de hipertiroidismo, como palpitaciones, pérdida de peso, nerviosismo y otros trastornos metabólicos. Esta complicación es particularmente preocupante en áreas endémicas donde la deficiencia de yodo ha sido una condición crónica y donde los pacientes pueden presentar bocios multinodulares autónomos, que son más propensos a volverse hiperactivos cuando se les proporciona yodo en exceso.

En cuanto al tratamiento con levotiroxina, un medicamento utilizado para suprimir la producción de TSH y tratar el hipotiroidismo, también existe el riesgo de inducir hipertiroidismo, especialmente en pacientes que padecen bocio multinodular autónomo. La levotiroxina tiene como objetivo suprimir la liberación de TSH por parte de la glándula pituitaria, lo que puede reducir la estimulación de la tiroides. Sin embargo, en individuos con nódulos tiroideos autónomos, este tipo de tratamiento puede causar que los nódulos comiencen a producir hormonas tiroideas independientemente de la regulación por TSH, lo que lleva al desarrollo de hipertiroidismo. Por esta razón, la supresión de TSH mediante levotiroxina no debe iniciarse en pacientes con niveles bajos de TSH, ya que en esos casos los nódulos autónomos podrían volverse más activos y desencadenar una crisis de hipertiroidismo.

Finalmente, el tratamiento con yodo radiactivo (131I) es una opción terapéutica común para reducir el tamaño de los bocios multinodulares grandes. El yodo radiactivo destruye el tejido tiroideo hiperactivo, lo que lleva a una reducción en el volumen de la glándula y mejora la función tiroidea. Sin embargo, una de las complicaciones a largo plazo de este tratamiento es que, en algunos pacientes, la terapia con 131I puede inducir la aparición de la enfermedad de Graves, una patología autoinmune en la que el sistema inmunológico estimula la glándula tiroides, lo que provoca hipertiroidismo. Este efecto secundario puede presentarse entre 3 y 10 meses después de la administración del tratamiento con yodo radiactivo, lo que subraya la necesidad de un seguimiento exhaustivo y continuo de los pacientes después de la terapia.

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Fuente y lecturas recomendadas:
  1. Pearce EN et al. The prevention of iodine deficiency: a history. Thyroid. 2023;33:143. [PMID: 36795091]
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