Los lípidos se clasifican como simples o complejos porque, aunque todos comparten la característica fundamental de ser compuestos orgánicos predominantemente hidrofóbicos o anfipáticos, difieren de manera profunda en su composición química, grado de complejidad estructural, diversidad funcional y comportamiento biológico. Esta clasificación no es arbitraria, sino que responde a criterios químicos precisos relacionados con el número y el tipo de grupos funcionales presentes en la molécula, así como con el papel que dichas moléculas desempeñan en los sistemas vivos.
Los lípidos simples se definen como aquellas moléculas que, desde el punto de vista químico, están formadas exclusivamente por ésteres de ácidos grasos y alcoholes, sin incorporar otros grupos químicos adicionales. Esta simplicidad estructural implica que, al someterlos a procesos de hidrólisis, únicamente liberan ácidos grasos y alcoholes. Dentro de esta categoría se incluyen las grasas y las ceras, que, aunque cumplen funciones biológicas distintas, comparten una arquitectura molecular relativamente sencilla.
Las grasas son ésteres en los que los ácidos grasos se encuentran unidos al glicerol, un alcohol trihídrico. Dependiendo del tipo de ácidos grasos que las constituyan y de su grado de insaturación, estas moléculas pueden presentarse en estado sólido o líquido a temperatura ambiente; en este último caso se denominan aceites. La razón por la cual las grasas se consideran lípidos simples radica en que su estructura no incorpora elementos distintos de los ácidos grasos y el glicerol, lo que las convierte en compuestos químicamente homogéneos y funcionalmente orientados, sobre todo, al almacenamiento de energía metabólica y al aislamiento térmico.
Las ceras, por su parte, también pertenecen al grupo de los lípidos simples porque están constituidas por ésteres de ácidos grasos con alcoholes monohídricos de elevado peso molecular. A diferencia del glicerol, estos alcoholes poseen cadenas largas y lineales, lo que confiere a las ceras una elevada hidrofobicidad y una gran resistencia a la acción del agua. Esta estructura explica su función principal como agentes protectores e impermeabilizantes en superficies biológicas, como la cutícula de las plantas o la piel y el pelaje de algunos animales. Nuevamente, su clasificación como lípidos simples se fundamenta en la ausencia de grupos químicos adicionales más allá de los ácidos grasos y el alcohol correspondiente.
En contraste, los lípidos complejos presentan una mayor sofisticación estructural, ya que, además de contener ácidos grasos y un alcohol, incorporan otros grupos químicos que modifican de manera sustancial sus propiedades físicas, químicas y biológicas. Esta complejidad adicional justifica su clasificación diferenciada, pues dichos grupos confieren a las moléculas funciones específicas que van más allá del simple almacenamiento energético.
Entre los lípidos complejos destacan los fosfolípidos, que se caracterizan por la presencia de un residuo de ácido fosfórico unido a la molécula. Este grupo fosfato, frecuentemente asociado a bases nitrogenadas como la colina, introduce una región polar con carga, lo que convierte a los fosfolípidos en moléculas anfipáticas. En muchos de ellos, el alcohol que sirve de esqueleto es el glicerol, dando lugar a los glicerofosfolípidos; sin embargo, en otros casos el alcohol es la esfingosina, una molécula que contiene un grupo amino, como ocurre en los esfingofosfolípidos. La presencia de estos grupos adicionales es la razón por la cual los fosfolípidos no pueden incluirse entre los lípidos simples, ya que su comportamiento químico y su función biológica, especialmente como componentes fundamentales de las membranas celulares, dependen directamente de esta complejidad estructural.
Otro grupo relevante dentro de los lípidos complejos es el de los glucolípidos, específicamente los glucoesfingolípidos. Estas moléculas contienen un ácido graso unido a la esfingosina y, además, uno o varios carbohidratos. La incorporación de azúcares confiere a los glucolípidos un papel esencial en procesos de reconocimiento celular, comunicación intercelular y estabilidad de las membranas nerviosas. La presencia del componente glucídico representa un nivel adicional de complejidad química que los diferencia claramente de los lípidos simples.
Asimismo, existen otros lípidos complejos, como los sulfolípidos y los aminolípidos, que contienen grupos con azufre o nitrógeno, respectivamente. Las lipoproteínas también se incluyen en esta categoría, ya que están formadas por asociaciones estables entre lípidos y proteínas. En todos estos casos, la diversidad de grupos químicos añadidos a la estructura básica del lípido explica tanto su clasificación como complejos como la variedad de funciones especializadas que desempeñan en el organismo.
Se reconocen los lípidos derivados, que no constituyen una categoría basada en la estructura original, sino en su origen metabólico. Estos lípidos se forman a partir de la hidrólisis de los lípidos simples y complejos, y comprenden una amplia gama de compuestos, como los ácidos grasos, el glicerol, los esteroides, otros alcoholes, los aldehídos grasos, los cuerpos cetónicos, los hidrocarbonos, las vitaminas y los micronutrientes solubles en lípidos, así como diversas hormonas. Algunos de estos compuestos, como los ácidos grasos libres y el glicerol, no solo son productos de degradación, sino que también actúan como precursores en la síntesis de nuevos lípidos simples y complejos. Dentro de este contexto, se denomina lípidos neutros a los acilgliceroles, al colesterol y a los ésteres de colesterilo, debido a que carecen de carga eléctrica neta.

Fuente y lecturas recomendadas:
- Kennelly, P. J., Botham, K. M., McGuinness, O. P., Rodwell, V. W., & Weil, P. A. (2023). Harper. Bioquímica ilustrada (32.ª ed.). McGraw Hill.
- Nelson, D. L., & Cox, M. M. (2017). Lehninger principles of biochemistry (7th ed.). W. H. Freeman.
- Berg, J. M., Tymoczko, J. L., & Stryer, L. (2013). Bioquímica (7.ª ed.). Editorial Reverté.
- McKee, T., & McKee, J. R. (2020). Bioquímica: Las bases moleculares de la vida (7.ª ed.). McGraw-Hill.

