Contaminación de productos sanguíneos
La contaminación bacteriana de los productos sanguíneos es un problema importante en la transfusión de sangre, ya que puede generar reacciones adversas graves en los pacientes que reciben estos productos. Los plaquetas, en particular, son especialmente susceptibles a la contaminación bacteriana debido a su imposibilidad de ser refrigeradas durante su almacenamiento, a diferencia de otros componentes sanguíneos como los glóbulos rojos. Este factor de temperatura es crucial, porque el almacenamiento a temperaturas elevadas favorece el crecimiento bacteriano.
La contaminación bacteriana de los productos sanguíneos ocurre en una frecuencia de aproximadamente 1 de cada 30,000 donaciones de glóbulos rojos, y 1 de cada 5,000 donaciones de plaquetas. Esta diferencia se debe a las características del almacenamiento y la manipulación de ambos tipos de productos. Las plaquetas, a diferencia de los glóbulos rojos, deben mantenerse a temperatura ambiente, lo que permite el crecimiento bacteriano de manera más fácil y rápida.
Cuando un producto sanguíneo está contaminado con bacterias grampositivas, puede provocar fiebre y bacteriemia, aunque rara vez se presenta un síndrome séptico grave. Por el contrario, la contaminación por bacterias gramnegativas es mucho más peligrosa. Estas bacterias liberan endotoxinas en el torrente sanguíneo, lo que puede inducir un shock séptico, coagulación intravascular diseminada (CID) aguda y daño renal agudo (AKI). Estos eventos pueden llevar a la muerte del paciente, debido a la severidad de la respuesta inflamatoria y la disfunción multiorgánica provocada por las endotoxinas.
Existen varias estrategias implementadas para reducir el riesgo de contaminación bacteriana en los productos sanguíneos. Una de ellas es mejorar la higiene en el sitio de la punción durante la donación de sangre. La correcta desinfección de la piel ayuda a reducir la posibilidad de que las bacterias presentes en la superficie de la piel se transfieran a la sangre donada. También se recomienda desviar los primeros mililitros de sangre durante la donación, ya que este volumen inicial puede contener una mayor carga bacteriana proveniente de la punción en la piel o del tracto vascular. Otra estrategia efectiva es el uso de productos sanguíneos de un solo donante, en lugar de productos de varios donantes, ya que estos últimos pueden ser más susceptibles a la contaminación cruzada.
Además, se han desarrollado técnicas de cribado bacteriano rápido en el punto de atención, que permiten detectar y desechar unidades de sangre que puedan estar contaminadas, incluso antes de la transfusión. Otra opción es la irradiación con luz ultravioleta (UV) tras el tratamiento de los productos sanguíneos con psoralenos. Este proceso elimina los microorganismos vivos, garantizando que el producto sanguíneo esté libre de patógenos viables. Sin embargo, este tratamiento incrementa el costo de la adquisición del producto sanguíneo, lo que limita su uso en muchos casos.
A pesar de estas estrategias, el riesgo de una reacción séptica tras una transfusión de plaquetas sigue siendo un problema. En el caso de las plaquetas de un solo donante que no han sido tratadas con psoralenos y no presentan cultivos positivos, el riesgo estimado de una reacción transfusional séptica es de 1 en 60,000. Por esta razón, en los casos en los que se sospeche que un paciente ha recibido productos contaminados, tanto la bolsa de sangre del donante como la del receptor deben ser cultivadas para identificar la presencia de bacterias. Además, el tratamiento antibiótico debe iniciarse de manera inmediata en el receptor, para intentar prevenir el desarrollo de una infección grave.
Fuente y lecturas recomendadas:
- Goldman, L., & Schafer, A. I. (Eds.). (2020). Goldman-Cecil Medicine (26th ed.). Elsevier.
- Loscalzo, J., Fauci, A. S., Kasper, D. L., Hauser, S. L., Longo, D. L., & Jameson, J. L. (Eds.). (2022). Harrison. Principios de medicina interna (21.ª ed.). McGraw-Hill Education.
- Papadakis, M. A., McPhee, S. J., Rabow, M. W., & McQuaid, K. R. (Eds.). (2024). Diagnóstico clínico y tratamiento 2025. McGraw Hill.